sábado, 24 de septiembre de 2016

Terroríficos reyes

El persa Darío huye despavorido perseguido por Alejandro

Antonio I. Molina Marín[1]ha estudiado, con otros, el miedo que los reyes helenísticos imprimían en el enemigo, lo que les valió no pocas veces para conseguir la victoria. Ello deriva de la idea que se tenía en la antigüedad de lo que era un rey, seguramente alguien superior al resto de los mortales, divinizado, un héroe nato, aunque en el caso de la cultura griega hizo mucho el mito.
                             
El rey helenístico lo era si había vencido, no antes, aunque podamos encontrar alguna excepción, y al mismo tiempo actuaba y era visto en relación con el mundo homérico, por lo que debía inspirar pánico a sus enemigos. Tras las conquistas de Alejandro se extendió en todo el mundo griego una forma de gobierno que, si bien no era nueva, había sido abandonada: la monarquía. El monarca helenístico dirige a sus tropas en primera línea y con frecuencia encontraba la muerte.

Ptolomeo I Soter se presentó ante sus lectores como un guerrero homérico cuando relató sus acciones militares en la India. La exigencia de vencer para legitimar el reinado se vio reflejada en la titulación real: “invencible” o “victorioso”. Los fundadores de los reinos helenísticos esperaron oficialmente al año 306 (Alejandro murió en 323 a. de C.) para ceñirse la corona: es el caso de Antígono y Demetrio, que antes tuvieron que demostrar ciertas victorias militares, de forma que ser vencido significa perder el trono. La excepción la encontramos en Demetrio Poliorcetes, que sobrevivió dos veces a la pérdida de la corona: en Ipsos (301 a. de C.) y en la invasión de Macedonia por Pirro en 287 a. de C.

En no pocas ocasiones el prestigio del rey helenístico es tan grande, o el pavor que inspira lleva a las tropas enemigas a pasarse a su bando, ya sea porque esperan un mayor botín o porque saben cierta la derrota en el ejército inicial. Otras veces los soldados enemigos se negaban a entrar en batalla ante la sola noticia de que el rey helenístico se encontraba al frente de sus tropas. Pero también desertaron tropas macedonias a favor de un déspota extranjero –dice el autor citado- seguramente como consecuencia de la abundancia de mercenarios que nunca tuvieron el sentido patriótico que hoy concedemos a los soldados. Además, el rey helenístico nunca tuvo una significación étnica; de hecho, la monarquía macedonia se jactaba de no ser autóctona.

Mayor peso tiene el caso de Pédicas, que había sido designado quiliarca del imperio por Alejandro y posiblemente lo nombró su sucesos cuando le entregó su anillo en su lecho de muerte. Pese a la ausencia de un título real, Pérdicas tenía más poder que muchos reyes, aunque ello no le libró del intento de asesinato: cuando Meleagro seleccionó a unos para dar muerte a Pérdicas, este, una vez se vio amenazado, les llamó una un otra vez esclavos, lo que les asustó tanto –era Pérdicas quien pronunciaba esas palabras- que huyeron. Pero tras ser derrotado por Ptolomeo en Egipto, Pérdicas se vio abandonado por sus soldados, que lo asesinaron.

La reina Olimpíade fue capaz de conseguir que las tropas de Adea-Eurídice la abandonasen por el prestigio que aquella tenía[2]: desde entonces se la conoció como “la que vence al ejército”. En realidad, lo sucedido concuerda más con los casos de deserción de los que ya hablamos. No por ello dejó de existir quien intentase asesinarla: Antípatro, por medio de Casandro, envió 200 soldados que irrumpieron en la casa real, “pero cuando vieron a Olimpíade, intimidados por su elevado rango, se retiraron con su misión inconclusa”. Tanto en este caso como en el de Pérdicas parece que el temor que inspiraban tiene que ver con su vinculación a la familia de los Argéadas: el origen es mítico pero gobernaron Macedonia durante varios siglos hasta 309 a. de C.

Otro es el caso de Pirro, el cual con su mirada –al parecer- detuvo la espada de su adversario: Al desenvainar Zópiro una espada ilírica para cortarle la cabeza, se volvió a mirarlo Pirro con tanta indignación, que Zópiro le tuvo miedo; y ya temblándole las manos, ya volviendo al intento, lleno de turbación y sobresalto… tarda y difícilmente se la cortó por último. Matar a un rey no puede ser fácil para un simple hombre. Molina Marín dice que existe un precedente para todos estos casos y es el enfrentamiento de Alejandro con los malios en la India: parece que Alejandro se quedó colgado en un muro y debajo estaban los soldados enemigos, sobre los que se dejó caer. Recibió “gran sacudimiento de armas” pero a los bárbaros les pareció ver un resplandor ante el héroe y huyeron. Es decir, uno solo hacía huir a numerosos soldados.

Alejandro tenía sus modelos míticos de imitación: Perseo, Heracles, Aquiles, Dioniso… Mossman[3] ha demostrado ya que el combate de Alejandro sobre los malios se inspira en otro de la Ilíada; es el momento en el que el Eácida Aquiles, antepasado por línea materna de Alejandro, se pone las armas que Hefesto ha hecho para él por encargo de su divina madre. Este pasaje de Aquiles sería el modelo mítico a través del cual se construyen las gestas de los otros.

Gritar a los enemigos también les infundía pavor si quien lo hacía era el rey helenístico, como vestir la égida o piel de la cabra Amaltea, que hizo de nodriza de Zeus cuando este era un niño. La égida toda a Aquiles y Alejandro de las cualidades de Gorgo y Medusa. La primera fue un personaje protector y la segunda, decapitada por Perseo, después usó su cabeza como arma para atemorizar a los enemigos…

[1] “El miedo como arma de dominación: admiración, pavor y victoria en la imagen del rey guerrero en el helenismo inicial”.
[2] A finales del s. IV a. de C.
[3] 1988.

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