Aunque el autor habla siglo y medio más tarde que la época en la que vivió Bruto, es muy posible que los datos que manejó fuesen muy fiables, acostumbrados como estaban los filósofos e historiadores griegos a indagar en las cuestiones de la metrópoli romana. Como por otra parte estuvo muy bien relacionado habrá podido acceder a información, escrita y oral, de primera mano. En sus "Vidas paralelas" habla de Bruto como de un patricio de noble cuna, hasta el punto de que descendería de Junio Bruto, el que arrojó de Roma a los Tarquinios. No es seguro que esta fuese la genealogía de Marco Bruto, pues no se conservaban en Roma datos tan precisos que se remontasen al siglo VI antes de Cristo. "Lo que hubo de generoso y noble en esta acción [el asesinato de César en el que participó Bruto] lo atribuían a Bruto, y lo que esta tuvo de atroz y repugnante lo echaban sobre Casio", dice Plutarco.
Cuando joven Marco Bruto hizo un viaje a Chipre con su tío Catón, que había sido enviado allí contra Tolomeo, pero "cuando ya la república estuvo dividida en dos particilidades", Bruto se puso de parte de Pompeyo contra César. La derrota de Pompeyo en Farsalia no trajo ninguna consecuencia para Bruto, que enseguida se pasó de bando y sirvió a César. ¿Para salvar el pellejo o para urdir el plan que llevaría a César a la muerte? Lo cierto es que después de la desgracia de Pompeyo, Bruto pasó a Sicilia como legado de Sestio y ya al servicio de César.
El dictador se cuidó mucho de Bruto, aunque lo tuvo como a su segundo y Plutarco hace alguna especulación incluso acerca de si Bruto era hijo de César: este ordenó a sus subordinados que se tuviesen con Bruto todos los cuidados "y que esto lo hacía en obsequio de la madre de Bruto, Servilia, porque siendo joven había tratado a esta, que se mostraba muy prendada de él; y habiendo nacido Bruto en el tiempo en que estos amores se hallaban en su mayor fuerza, estaba creído de que había nacido de él".
Volviendo a Farsalia, Bruto huyó como pudo de allí y el propio Plutarco apunta la posibilidad de que fuese él quien avisase a César de que Pompeyo se dirigía a Egipto. Pero aquellos temores que abrigó César sobre Bruto se confirmaron cuando le advirtieron de que tuviese cuidado, aunque César considerase que "después de él a nadie correspondía como a Bruto tener un poder igual al suyo; y en verdad que habría llegado a ser el primero sin disputa", añade Plutarco. Luego solo hizo falta que Casio invitase a Bruto contra César, a lo que contestó aquel: "no seré yo el que calle, sino que emplearé las manos y pereceré antes que la libertad". Así se abrazó a Casio.
Un tal Quinto Ligario, a quien César había absuelto por haber sido colaborador de Pompeyo, era a su vez uno de los más íntimos de Bruto. En ocasión de que este le visitase lo encontró enfermo, pero cuando le contó que se trataba de atentar contra César, Quinto Ligario le contestó: "en este caso estoy bueno". Y así "de esto iban tanteando con ciudado a aquellos de sus conocidos que les inspiraban mayor confianza, comunicándoles el secreto y asociándolos...". De esta manera se unieron otros amigos de Bruto como Estatilio el Epicúreo y Favonio, aunque este debió temer por el éxito de la conjura, pues contestó a Bruto que "la guerra civil era peor que una monarquía ilegítima", aquella que nacía con César a duras penas y que se coronaría con Octavio Augusto.
Lugar de la desaparecida Queronea, patria de Plutarco |
Todo parecía indicar que si Bruto se ponía al frente los conjurados se animarían a acabar con César. Entonces la preguntaron si para el día primero de marzo tenía resuelto concurrir al Senado, porque se había corrido la voz de que los amigos de César se disponían a hacer proposición acerca del "reinado" de este. Bruto respondió que no concurriría. Convocado un senado al que no se dudaba asistiría César, los conjurados para darle muerte se determinaron a que en él fuese la ejecución, además de que "hasta el lugar parecía designado por los dioses". El Senado tendría lugar a mitad de marzo y Bruto ya estaba convencido de su participación.
Llegado el día "Bruto salió de su casa con un puñal en la cinta, sin que lo supiese otro que su mujer"; los demás se juntaron en casa de Casio. Luego vinieron los sobresaltos: en primer lugar porque César tardó en llegar al Senado, en segundo lugar porque se llegó a sospechar que la conjura era pública y en tercer lugar porque cuando llegó César conducido en litera, Popilio Lena, uno de los que había dado su aceptación al asesinato de César, se puso a hablar con él largo rato. Los demás creyeron que estaba poniendo a César al corriente e incluso hubo quien quiso quitarse la vida "por su propia mano". Casio y algunos más se observaba que por debajo de la toga empuñaban las espadas y cuando Popilio dejó de hablar con César y todo siguió igual, se tranquilizaron.
Al entrar el senado en el salón, "los demás conjurados se colocaron alrededor de la silla curul de César, como si tuvieran algo que tratar con él... al entrar César se levantó el senado; pero luego que se sentó, aquellos le rodearon en tropel, enviando delante a Julio Cimbro con pretexto de pedirle por un hermano". Como fuese tan insistente sin que César aceptase, llegó este a enfadarse, "y entonces Julio retiró con entrambas manos la toga de los hombros, y Casca fue el primero, porque se hallaba a la espalda... Echole mano César a la empuñadura, y dando un grito le dijo en lengua latina: Malvado Casca, ¿que haces? Y este, llamando a su hermano, le pedía en griego que le socorriese. Herido ya de muchos... cuando vio que Bruto alzaba el puñal contra él, soltó la mano de que tenía asido a Casca, y cubriéndose la cabeza con la toga, entregó el cuerpo a los golpes. Hiriéndole sin compasión, empleándose contra su persona muchos puñales, con los que se lastimaron unos a otros...".
Reunido el Senado al día siguiente, Antonio, Planco y Cicerón propusieron una "amnistía y concordia", por lo que se dio impunidad a los conjurados e incluso los cónsules consultaron sobre los honores que habían de concederseles. Se hicieron alabanzas a Bruto, a quien se concedió el gobierno de la isla de Creta, a Casio el África, a Trebonio el Asia, a Cimbro la Bitinia y así sucesivamente. Se legaron al pueblo los huertos que César tenía al otro lado del río, pero esto no evitó tumultos, desórdenes y algunos levantaron una gran hoguera sobre la que pusieron el cadáver de César. Fueron luego a las casas de los "matadores" para incendialas. Un tal Cina, confundido entre la multitud como si hubiese sido uno de los conjurados, siendo todo lo contrario, fue hecho pedazos.
Sectores de la población obligaron a Bruto a abandonar Roma, que salió en dirección a Ancio. El ímpetu de la muchedumbre era enorme pero momentáneo, mientras el Senado empezó con las detenciones. Partidas pequeñas corrieron por la ciudad mientras las autoridades reprimían las revueltas.
Los cónsules habían gobernado Roma, junto con el Senado, en un equilibrio que César quiso romper en favor de un poder personal. En él llegaron a concentrarse las funciones de pontifex máximus, cuestor, censor, tribuno, cónsul y el "imperium". La diversa concepción política que esto implicaba respecto de las tradiciones republicanas, aparte diferencias personales que sin duda jugaron algún papel, llevaron a César a la muerte a manos de antiguos colaboradores suyos.