Monumento a los héroes de Pontesampaio Pontevedra
Antoine Fée, un joven de Issoudun[i],
en el departamento central del Indre, era un entusiasta de la botánica que,
viendo le llegaba el momento ser llamado a filas y que su familia no tenia
medios para pagar un sustituto, decidió presentarse a unas oposiciones de farmacéutico militar. Este ejemplo es utilizado por el historiador Charles Esdaile para poner de manifiesto la aversión que sentían los jóvenes franceses
a formar parte del ejército napoleónico.
El historiador citado explica lo
inadecuado de l’Armée d’Espagne en 1807 y 1808, por lo que fue derrotada en las
primeras campañas[ii].
También expone las dudas de los responsables del ejército a la hora de reclutar
a soldados sin experiencia para formar parte de un segundo ejército y evitar
trasladar a España al que se encontraba en Alemania. El ejército francés que
ocupó la península Ibérica, por lo tanto, fue “todo lo contrario de lo que
necesitaba en España un ejército imperial”.
En cuanto a la identidad de las
tropas que se enviaron ade España, el ejército napoleónico se reclutaba mediante
el servicio obligatorio basado en la Ley Jourdan de 1798: a partir de los
veinte años, todos los hombres solteros podían ser llamados a filas, pero
también se incorporaban a la milicia algunos prisioneros de guerra y
supervivientes de 1791 y 1792, estos últimos generalmente como oficiales. Los
jóvenes que eran llamados a filas podían alegar cualquier causa suficiente para
no entrar en el sorteo público donde un quinto de ellos entraban a servir en el
ejército, aunque los que disponían de recursos podían pagar a otro para que les
sustituyese. En gran parte de Francia había un resentimiento enorme contra la
recluta obligatoria y ya en 1793 los campesinos habían mostrado su oposición a
ser llamados a filas, donde probablemente perderían la vida.
La figura del soldado estaba
asociada a la brutalidad y la vida licenciosa, mientras que la Guardia
Nacional, que era una fuerza voluntaria vinculada a las clases propietarias,
estaba exenta del sorteo de quintas. Había un rechazo evidente a este sistema y
los jóvenes recurrieron a diversas estratagemas para librarse del servicio
militar: casarse, el fraude, la fuga, la auto-mutilación, el motín e, incluso,
la revuelta campesina contra lo que se conoció como el “impuesto de sangre”.
Napoleón buscó una solución a esta resistencia recurriendo a la coerción, con
lo que el número de refractarios disminuyó y para incorporar al recluta y crear
un espíritu de cuerpo se creó la figura del ordinaire,
un grupo de soldados que arropaban al recién llegado y se convertían en su
“familia”, pero en 1807, se improvisó un ejército para ocupar España sin
recurrir a las tropas veteranas, que estaban en Alemania y especialmente en
Prusia.
Los soldados eran bisoños y
estuvieron mandados por oficiales improvisados porque se pensó que España no presentaría
oposición a la ocupación Francesa. También fue un error, según Esdaile,
movilizar a la Guardia de París, una gendarmería que mantenía el orden en las
calles de la capital y había luchado en la campaña de Friedland en 1807[iii].
También se enviaron a España varios cuerpos extranjeros, como la Legión de
Hannover, la del Midi, la Irlandesa,
la del Vístula, el Regimiento de Prusia, el de Westfalia, formadas por
desertores y prisioneros de guerra con una reputación malísima por su
comportamiento con la población civil. También varios regimientos de Suiza, de
Nápoles y del reino de Italia. La disciplina dejaba mucho que desear y el
entusiasmo fue a menos después de los descalabros franceses en Bailén y El
Bruch[iv],
y frente a las murallas de Valencia y Girona.
En ocasiones los oficiales
perdieron el control sobre la tropa, que se dio a atrocidades, entre las que
están el saqueo de Córdoba después de la batalla de Alcolea (1808) y la
retirada francesa de Madrid después de la batalla de Bailén. En el caso de Córdoba
un oficial francés dejó escrito que se luchó calle a calle ante la resistencia
de los cordobeses, y los soldados franceses se dieron al asesinato y al
pillaje, la violación de mujeres y mojas. En cuanto a la retirada de Madrid, el
colaborador del rey José, Louis de Girardin, dijo que en el pueblo de San
Agustín (hoy ya absorbido por Madrid), sufrió los incendios de casas, se
mataron más de 2.000 ovejas y los soldados franceses se entregaron a toda clase
de excesos. En Lerma se quemaron los campos de cebada… Avanzado 1808, Napoleón,
enojado con esta situación, recurrió a fuerzas veteranas.
Debe tenerse en cuenta que se
produjo un cambio tremendo en el ejército francés desde el instituido por los
jacobinos en 1793-1794, un ejército formado por “el pueblo en armas”,
entusiasmado por servir a la patria y defender los logros de la revolución, y
el que luego modificaron los regímenes de Termidor y el Directorio: aquí la
“virtud cívica” no era lo importante, sino que se dejó el ejército en manos de
los generales. El soborno se generalizó y el sistema de expolio fue norma en un
ejército de medio millón de hombres. En la Francia napoleónica los intereses
del ejército primaban y los militares consideraban al Estado como algo propio.
La gran mayoría de los títulos de la nobleza expedidos por Napoleón recayeron
en mariscales y generales, y a estos se les hizo propietarios de fincas
agrícolas confiscadas en zonas conquistadas. En la administración civil se
establecieron muchos militares y estos mismos eran embajadores o ministros. La
guerra estuvo asociada a enriquecerse: Ney, Soult o Masséna, no se olvide,
tenía una reputación formidable como corsarios, y el mariscal Angereau tenía el
apodo de “Bandido Orgulloso”. El mismo Napoleón regresó de Italia con una
fortuna personal enorme.
El acoso sexual llegó a muy altos
niveles, por lo que la mujer, también en esto, sufrió doblemente la guerra. Es
cierto que hubo una normativa que castigaba ciertos comportamientos como el pillaje, pero se
impuso la norma según la cual “la guerra debe nutrir a la guerra”. La campaña
en Italia en 1796 es un buen ejemplo de esto: al entrar los franceses en
Alessandría, Milán o Pavía, se imponen “contribuciones”, es decir, levas forzosas
de dinero, alimentos, vestido, calzado. El dinero enviado a París se calcula
que fueron diez millones de francos, pero el botín total de los franceses
alcanzó los 50 millones.
Teniendo en cuenta que se
consideraba a París capital de la cultura, llegaron allí obras de arte robadas
de los territorios conquistados y se dio un fenómeno de imperialismo cultural,
ocupando Francia un lugar central en la moda, los pensadores, los escritores,
la lengua y la influencia de la Revolución Francesa. En cuanto a España los
soldados franceses tenían la idea que habían extendido escritores viajeros del
siglo XVIII y luego del XIX: un país exótico, más parecido al norte de África
que a Europa, sobre todo porque las regiones más visitadas habían sido las del
sur, levante y las mesetas. Como la monarquía española había sido poderosa y
luego había caído en el atraso, se consideraba a los españoles una raza
degradada, siendo España un país donde las comunicaciones eran malas, peores
las posadas y la influencia árabe y norteafricana de ocho siglos, patente
todavía.
En el ejército napoleónico, aun
habiendo Francia firmado un concordato con la Iglesia católica en 1801, no
había capellanes y varios mariscales habían mostrado su desacuerdo con la
sacralización de la coronación imperial en 1804. La católica España contrastaba
con el anticlericalismo del ejército francés, que se dedicó a cerrar conventos,
presente todavía la guerra de la Vendée de 1793, donde hordas de campesinos
manipulados por el clero se habían opuesto a la revolución. De la misma forma
el ejército francés estuvo en contra de la cultura autóctona española, donde
partidas de civiles armados no respetaban las “leyes de la guerra”,
desencadenándose una lucha asesina que no tenía parangón en la Europa de la
época.
Charles Esdaile considera, en
suma, que el ejército napoleónico fue una fuerza muy poco preparada para
enfrentarse a los desafíos de España, máxime cuando desde 1812 la campaña de
Rusia hizo que las fuerzas militares de Napoleón se dividieran.
i] En el
centro de Francia, cerca del río Indre.
[ii] “El
ejército francés en España. Actitudes y mentalidades de una fuerza de
ocupación”.
[iii] Contra
Rusia y victoria francesa. Noreste de la actual Alemania.
[iv] Al
suroeste de la actual provincia de Barcelona.
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