Cerezas de Indias (frutascolombia/status/1130448657260666881?lang=fa)
La colonización de
América no consistió solo en abusos, crímenes y encomiendas; es sabida la labor
de misioneros y funcionarios a favor del cristianismo, de la cultura y del
mestizaje, pero lo que aquí interesa ahora es un repaso a las exploraciones y
estudios científicos que tuvieron como centro el continente americano ente los
siglos XVI y XIX.
Los más informados
europeos del siglo XV creyeron en la existencia de una mítica isla conocida
como Antilla en pleno océano Atlántico, y aún posteriormente se hicieron
descripciones sobre seres que tenían sus ojos en el pecho, echados en el suelo
se daban sombra con sus pies y cosas por el estilo. Aún del siglo XVIII hay
descripciones inglesas donde se ve el gigantismo de los indios patagones en
relación al tamaño de un europeo… Ello indica lo mágico y misterioso que
representó América desde el momento en que se supo de su existencia
separadamente de Asia.
Las expediciones que se
llevaron a cabo durante los siglos citados tuvieron por objeto, según los
casos, levantamientos topográficos, estudios de la naturaleza floral y
faunística, la búsqueda de medicinas desconocidas por los europeos pero no por
los indígenas de América, encontrar variedades alimentarias (maíz, papa, frutas),
conocimientos antropológicos y etnográficos, el control de lugares estratégicos
y el descubrimiento de nuevas islas, el establecimiento del meridiano 0º, el
relieve y los paisajes, el conocimiento de los ríos y su fauna, el acopio de
metales preciosos, entre ellos el platino, establecer límites entre los
dominios españoles y portugueses, etc.
Ya Fernández de Oviedo,
en 1526, publicó un “Sumario de la Natural Historia de las Indias”, sin que
podamos considerar esta obra sino como meramente descriptiva: el autor se asombra
de los armadillos y las iguanas como particularidades desconocidas por los
europeos. Una expediciónn de Francisco Hernández[i] a
Nueva España (1571-1577) tuvo como principal finalidad encontrar plantas
medicinales que ya usaban los indígenas. También Monarde se ocupó de hacer un
acopio de plantas medicinales por las mismas fechas que el anterior, pero con
la particularidad de que no estuvo nunca en América, realizando sus estudios en
Sevilla[ii]
con las informaciones que le iban llegando.
De importancia especial
es fray Bernardino de Sahagún, que hizo un estudio de la lengua nahualt (nunca
escrita por los indígenas) entre 1540 y 1585[iii],
extendiendo su interés a la antropología, la etnografía, la fauna y las plantas
medicinales. Jan van Straet, por su parte, dedicó su atención a la cartografía
y a la iconografía (1592); Tomás de Berlanga, aún siendo clérigo dominico, se
especializó en temas geográficos y naturalistas, llevando a cabo un vieje
accidental hasta las islas Galápagos (en realidad recibieron este nombre por
los animales que allí habitaban en gran número). Y otro clérigo y botánico,
Charles Plumier (1693), realizó un viaje a las islas antillanas para completar
sus estudios sobre la flora de las mismas.
Bernardo de Cienfuegos
fue un botánico nacido en Tarazona en torno a 1580, y estuvo en América
interesado en hacer acopio para una obra que comprendiese toda la flora
mundial. El dominico Jean-Baptiste Labat, más tarde, fue un viajero
empedernido, pero destacó también como matemático, ingeniero y botánico,
realizando un viaje por las islas de América haciendo acopio de mucha
información. Las expediciones al estrecho de Magallanes y a las islas Malvinas
fueron más sistemáticas, destacando Jacques Gouin de Beauchene, que con
intenciones científicas visitó también las islas Galápagos, todo ello entre
1699 y 1701.
La exploración
cartográfica cobró importancia en el siglo XVIII, destacando el viaje de
circunnavegación del corsario inglés Woodes Rogers entre 1708 y 1711. Habiendo
rescatado a Alexander Selkirk en una de las islas de Juan Fernández, al oeste
de Chile, inspiró la novela de Daniel Defoe “Robinson Crusoe”, pero no es esto
lo más importante en orden a su aportación científica, sino los muchos datos
que aportó con su circunnavegación de la Tierra. El clérigo Louis Feuillée, por
su parte, estudió en Sudamérica varios aspectos de su geografía, se guió por el
meridiano 0º, que entonces era de forma imprecisa el de la isla de Hierro, y
estuvo en Canarias midiendo la altura del Teide.
Una expedición hispano-francesa
a Quito entre 1735 y 1746 tuvo intenciones geodésicas, pues se trató de
determinar si la Tierra estaba achatada en sus polos o no, lo que en la época
se dudaba. Charles-Marie de La Condamine, junto con Pierre Bourger y Louis
Godin, realizaron una expedición a Sudamérica para procurar la medición del
meridiano en la zona del Ecuador, teniendo serias diferencias entre el primero
y los dos segundos. No obstante los estudios realizados fueron exitosos y La
Condamine se animó a realizar otra expedición al río Amazonas, de donde trajo a Europa ciertos preparados medicinales de los indígenas de una de aquellas
latitudes. Con La Condamine colaboraron también los jóvenes por entonces Jorge
Juan y Antonio de Ulloa, publiando el primero, más tarde, unos libros sobre
fauna y el platino hallado en Nueva Granada, metal que despertó interés en
Europa; también consiguió en Ecuador, en contacto con los indígenas, recetas
para combatir ciertas fiebres.
Entre 1740 y 1744 se
produjo el viaje de George Anson a la América hispana, particularmente a las
zonas menos conocidas y colonizadas, y James Lind, en el buque “Salisbury”, realizó otro viaje de exploración entre 1746 y 1747, antes de que se produjese
un tratado de límites entre España y Portugal en el que participó la expedición
de Iturriaga[iv]
en 1750. Se trataba de conocer hasta dónde se habían extendido los colonos
portugueses en el intererior de Brasil y llegar a un primer acuerdo. Con
Iturriaga participó unos años más tarde (1754-1756) Pehr Löfling[v] en
una expedición al Orinoco para el estudo de la zoología y la flora de su
cuenca. Así pudieron comprobar la importancia del cacao, las piñas y las
cerezas de Indias, entre otros productos.
Una expedición
astronómica hispano-francesa fue comandada por Jean Chappe d’Anteroche en 1768,
aunque las autoridades españolas pusieron dificultades para que el francés
entrase en territorio español: se intentó medir la distancia entre el Sol y la
Tierra, comprobar el fenómeno del tránsito de Venus (1769) desde el extremo sur
de la península de California y otras investigaciones de mérito, como la
medición de la longitud por medio de cronómetros marinos. Francisco de Requena,
por su parte, participó en otra expedición para fijar los límites de las
posesiones de España y Portugal, llegándose al tratado de San Ildefonso en
1777: Portugal cedió la colonia de Sacramento y otras posesiones en Uruguay a
España, además de las islas de Annobón y Fernando Poo en el golfo de Guinea.
España, entonces, se retiró de la isla de Santa Catalina en la costa sur de
Brasil. Ello permitió conocer mejor estas regiones y levantar mapas más
precisos. Requena también participó en una expedición para conocer la hidrografía
del Amazonas, y una comisión se encargó de hacer ilustraciones sobre el Marañón
entre 1778 y 1804.
Algunas expediciones
virreinales llevarona Felipe González Ahedo[vi] a
la isla de Pascua, y a Domingo Boenechea[vii]
a Tahití (1770-1772): el primero cartografió la isla de Pascua y tomó posesión
de ella en nombre de Carlos III, siendo este el segundo contacto documentado de
europeos con los nativos. El segundo intentó incorporar Tahití al imperio
español (1772); posteriormente intentó la evangelización de los tahitianos,
tuvo un enfrentamiento con el jefe local y se abandonó el propósito.
Las exploraciones del
noroeste americano tuvieron varias intenciones: el control del territorio y la
evangelización de los indígenas. Entre 1774 y 1791 una serie de
expedicionarios, Pérez, Ezeta, Bodega y Cuadra, Arteaga, etc., intentaron
averiguar si existía un paso por el norte que comunicase el Pacífico con el
Atlántico, resultando infructuoso por la existencia de los hielos árticos, pero
los asentamientos y los sucesivos intentos dejaron una abundante toponimia
española en la costa oeste de Canadá y Estados Unidos. Un enfrentamiento en
Nutka entre españoles e ingleses (los primeros habían fortificado la isla)[viii]
ahuyentó a segundos, pero en 1795 los españoles abadonaron la zona.
También se hicieron
expediciones al estrecho de Magallanes, particularmente con la fragata “Santa
María de la Cabeza” (1785), haciéndose entonces el levantamiento topográfico
más perfecto hasta el momento. La obra zoológica de Félix de Azara, entre 1781
y 1801, fue extraordinaria: siendo ingeniero militar, se sintió atraído por la
naturaleza de América; “perdido” en los límites de las posesiones
hispano-portuguesas, nos ha dejado una valiosa información sobre los
cuadrúpedos y aves de Paraguay.
Una Real Expedición
Botánica a Perú y Chile (1777-1788) se hizo con información sobre maderas
útiles para la construción de barcos de guerra, se estudiaron multitud de
plantas de las diversas regiones exploradas y fue precedente de otra expedición
en la que José Celestino Mutis, médico gaditano, hizo a Bogotá (en realidad
varias regiones de la actual Colombia) y Ecuador: descubrió flora novedosa y
sistematizó sus descubrimientos, haciéndose más de 6.000 láminas que se
encuentran en el Jardín Botánico de Madrid, para lo que contó con la
colaboración de jóvenes indígenas. La
expedición de Sessé y Mociño tuvo una importancia superior, en el ámbito
científico, a las anteriores, pues fue muy extenso el territorio explorado en Canadá
y Nueva España (téngase en cuenta que abarcaba desde el istmo de Panamá hasta
vastos territorios de los actuales Estados Unidos); además se extendió a Cuba y
Puerto Rico. El botánico Martín de Sessé[ix] y
el médico José Mariano Mociño[x] se
hicieron acompañar de dibujantes para representar las plantas, de otros
botánicos auxiliares y también participaron alumnos mexicanos del Real Jardín
Botánico de México[xi].
De regreso a España el estudio de los materiales traídos dio resultados
extraordinarios, conservándose en el Jardín Botánico de Madrid fondos
importantísimos de aquellos estudios. El interés mostrado llevó a la formación
del Primer Gabinete de Historia Natural de México (1790) y luego de Guatemala.
La expedición del conde
de Mopox a Cuba fue patrocinada por criollos de la isla, realizando un estudio
sobre los montes, caminos, bosques y el estudio del transporte del azúcar desde
el interior a La Habana (1796-1802). El inglés Cook realizó tres viajes por el
Pacífico, pero tocó poco el territorio americano, mientras que Louis Antoine de
Bougainville tiene el mérito de una nueva circunnavegación del globo y una
detallada descripción de Tahití. Más importancia tuvo la expedición Malaspina
(1789-1794) que incluyó una amplia propuesta sobre cómo reformar el Imperio
colonial español para asegurarlo, pero también hizo estudios sobre astronomía,
cartografía, hidrografía, geografía, etc. El guatemalteco Antonio Pineda,
militar, formó parte de la expedición Malaspina encargado de las ciencias
naturales.
La obra inmensa de
Alexander Humboldt se completó con su expedición por buena parte de América:
salió de A Coruña en 1799 mientras Malaspina estaba preso en el castillo de San
Antón, próximo a dicha ciudad, recorriendo y estudiando diversos aspectos
naturalistas y geográficos, etnográficos y humanos de las Antillas, Nueva
Granada, Perú, Mesoamérica, Nueva España y el Este de Estados Unidos,
regresando en 1804. Una Comisión Científica al Pacífico entre 1862 y 1866,
acompañada de fragatas de guerra, se inscribe en la “política de prestigio” de
O’Donnel en la última etapa del reinado de Isabel II, y ya en el siglo XX se
malogró una expedición del capitán Iglesias al Amazonas, auspiciada por el
médico Gregorio Marañón, a causa del estallido de la guerra civil española de
1936 (*).
[i] No
confundir con Francisco Hernández de Córdoba, pues este fue un conquistador
anterior que murió en 1526.
[ii] Médico
y botánico (1508-1588).
[iii] “La
Historia General de las cosas de Nueva España”.
[iv] José de Iturriaga y Aguirre era guipuzcoano
nacido en 1699; falleció en Pampatar, Venezuela, en 1767. Marino de profesión
se dedicó al comercio del cacao.
[v] Fue
alumno de Linneo. Nacido en Suecia en 1729, murió en San Antonio de Caroní,
Venezuela, de resultas de la expedición citada. Fue un botánico y estuvo
también interesado en la zoología, malográndose quizá un gran científico debido
a su temprana muerte.
[vi] Nacido
en Santoña, murió en Cádiz en 1802.
[vii]
Guipuzcoano, murió en Tahití en 1775.
[viii] En la
defensa de la isla participó una Compañía de Voluntarios de Cataluña, lo que
Malaspina, posteriormente, podría recordar y dejar testimonio.
[ix] Oscense
nacido en 1751 y fallecido en Madrid en 1808
[x] Nació en
Temascaltepec, México, en 1757, falleciendo en Barcelona en 1820.
[xi] Instalado
en el Palacio del Virrey.
(*) El presente resumen es deudor de la conferencia dada el 13 de noviembre de 2014 por Miguel Ángel Puig-Samper, con el título "La exploración científica de América" (Fundación Juan March).