martes, 28 de febrero de 2023

Musulmanas con el rostro desvelado

 

                                                               Una calle de Marrakech

Es curioso que en la actualidad algunos regímenes religiosos musulmanes obliquen a las mujeres a llevar el rostro tapado, cuando en plena Edad Media, por lo menos en los siglos XI y XII, las mujeres almorávides lo llevaban desvelado, mientras que eran los hombres los que lo ocultaban, o al menos esto nos dicen las fuentes almohades.

Nevill Barbour[i] habla de guerra psicológica de los almohades cuando pretendieron sustituir a los almorávides en el control de al-Andalus. A lo largo de la historia se observa que una comunidad se abre camino con pretensiones de reforma y rigorismo para, pasado cierto tiempo, relajar sus costumbres y venir otra comunidad que pretende hacer lo mismo. Lo vemos en los monjes cistercienses, que quisieron corregir la pompa en la que a su parecer habían caído los cluniacenses, y sin embargo uno de aquellos, Bernardo de Claraval, vino a censurar los trabajos que se hacían en los capiteles románicos de los monasterios benedictinos en el siglo XII, considerando que distraían de lo verdaderamente importante, que era la oración a Dios.

Como es sabido, los reinos de taifas que se formaron en el siglo XI en al-Andalus fueron un ejemplo absoluto de inestabilidad política y conflictividad, pero las diversas cortes, por modestas que fuesen, pretendieron alentar una actividad cultural que ha sido valorada muy positivamente. Estos reinos de taifas, cuando se veían arrinconados por un enemigo superior, no tenían inconveniente en recurrir a una autoridad cristiana para que les sacase del apuro, aunque ello significase el pago de costosas parias. Cuando a finales del siglo citado el avance cristiano llevó a la conquista de Toledo por el rey castellano-leonés, algunos de los régulos de taifas pidieron auxilio al emir almorávide, que se había extendido con mucho éxito por el noroeste de África.

Yüsuf b. Tasufin, el emir almorávide, una vez que venció a los cristianos en Sagrajas (al nordeste de la ciudad de Badajoz) en 1086, regresó al corazón de su imperio en África, pero dos años después, probablemente tras haber sido aconsejado, vio que era posible conquistar aquellos reinos de al-Andalus donde el desorden, las traiciones y la relajación de las costumbres eran la norma. Al-Ghazali (el Algacel de las crónicas cristianas) justificó la intervención almorávide en al-Andalus, pues su condición de teólogo y jurista –entre otros saberes- le otorgaba autoridad para leigimar una acción u otra.

Muhammad b. Tumart, el fundador de la corriente almohade en el islam, así como el primero en impulsar su propio imperio norteafricano a costa de los almorávides, se dio a conocer públicamente cuando denunció que las mujeres de esta corriente religiosa llevaban el rostro desvelado. Igualmente siguieron haciéndolo sus seguidores cuando dieron el salto a al-Andalus a mediados del siglo XII. Es muy probable que los almorávides, al contacto con los reinos de taifas, se hubieran ido relajando en el período de algo más de medio siglo en que los dominaron.

Es curioso que mientras los almorávides habían obtenido una fatua de la autoridad religiosa correspondiente para letigimar la guerra en al-Andalus, los almohades no la consideraron necesaria, y basaron su intervención en la fuerza militar que por entonces demostraban. Como el uso del velo no era una cuestión teológica, sino meramente ritual, hubo disputas sobre si llevarlo o no, pero lo cierto es que ambos grupos siguieron caminos divergentes en esta materia. Algunas fuentes hablan de Muhammad b. Tumart como misógino, no interesado en las mujeres, y podría ser que esto le hubiese llevado a ese rigor contra las reuniones públicas de hombres y mujeres. En Tremecén –dice Nevill Barbour- interrumpió con violencia un cortejo nupcial y obligó a la esposa a bajar de su silla. En otra ocasión mandó construir una canalización para que los hombres no hicieran sus abluciones al lado del pozo donde iban las mujeres a por agua.

De las varias doctrinas jurídicas musulmanas, la malikí es la que arraigó desde época omeya en al-Amdalus y así continuó siendo, pero los almohades no estaban de acuerdo con el malikismo, quizá porque este pretendía unificar las diferentes concepciones jurídicas del islam, y esto ya desde un primer momento[ii]. Cuando los andalusíes consideraron que el gobierno de los almorávides era catastrófico, decidieron sublevarse y pactar con los cristianos, esperando así poder salvar al-Andalus. Veinte años antes también se habían producido protestas, pero en este último caso no para discutir el dominio almorávide. Mientras tanto, ya en 1130 los almohades habían vencido a los almorávides en las proximidades de Marrakech.

El tema del malikismo no parece estar en el centro del problema, sino en el expansionismo almohade como antes el expansionismo almorávide. Dice Barbour que la renovada y tajante prohibición del uso del vino [por parte de los almorávides] quizá fuera debida a las acusaciones de los almohades, pero esto solo cuando aquellos se veían en dificultades para mantener sus conquistas en al-Andalus, pretendiendo con ello que no se vieran tantas diferencias con los que se presentaban como renovadores y salvadores de los andalusíes. Por su parte, apoyando al malikismo, los almorávides se congraciaban con la tradición religiosa y jurídica de los andalusíes, pero ya era tarde: el momento de los almohades en al-Andalus había llegado, y solo por la fuerza de las armas.


[i] “La guerra psicológica de los almohades contra los almorávides”. En este trabajo se basa el presente resumen.

[ii] Malik, que vivió en el siglo VIII, fue un jurista de Medina.

Obispos tudenses

                                                                       Catedral de Tui

Aun siendo Tui una pequeña diócesis en uno de los extremos de la cristiandad, tuvo obispos cortesanos que quizá nunca pisaron su tierra, como es el caso de Luis Marliano (1517-1521). Según unas u otras fuentes era natural de Flandes o de Milán, y seguramente era hombre ilustrado, pues fue médico de Felipe “el Hermoso” y luego del rey Carlos. Con anterioridad a su estado eclesiástico pudo estar casado, teniendo un hijo de nombre Pedro Antonio Marliano, que sería rector de la iglesia de los santos Justo y Pastor de Entenza, al sur de Salceda de Caselas y muy cerca del río Miño (actual provincia de Pontevedra). Don Pedro fue también canónigo de Tui, probablemente por cuestión de rentas.

El obispo Don Luis parece que lo fue al mismo tiempo de Tui y de Ciudad Rodrigo, aunque Ávila y la Cueva dice que de la segunda diócesis fue obispo entre 1514 y 1523, estando generalmente bien informado. Una prueba de que el obispo Marliano no pisó la ciudad de Tui es que en 1518 dio poder a Micer Daniel Marliano (probablemente otro pariente suyo) “para que viniese a Tui y en su nombre administrase el obispado…”. El prelado, por su parte, acompañaba a la corte del rey Carlos en Valladolid, A Coruña y Aragón, en la época en que arreciaba la guerra de las Comunidades de Castilla.

Como se ve, nepotismo y absentismo fueron la norma en este obispo, pero no fue el único. Su predecesor en Tui, Martín Zurbano (1514-1516) fue miembro del Consejo de la Reina Juana y de la Inquisición, por lo que no tendría mucho tiempo para ocuparse del obispado, así como del monasterio de Poio, del que fue administrador. Y el predecesor de Don Martín fue Juan de Sepúlveda (1512-1514) aunque nunca se posesionó de la diócesis tudense, siendo promocionado probablemente a Malta, donde murió.

Tui tuvo no pocos obispos procedentes de la nobleza, ya fuese alta o baja, ejemplo de lo cual es Pedro Sarmiento (1523-1525), hijo de los terceros condes de Salinas, habiendo estudiado en las Universidades de Salamanca y Valladolid. También ocupó cargos en la corte del rey Carlos, pero con anterioridad había sido canónigo en Tui (1510), y cura en San Verísimo de Arcos aun antes (1498), parroquia que se encuentra al Este de Ponteareas (actual provincia de Pontevedra). Es un caso curioso, pues combinó al apostolado parroquial con altas dignidades cortesanas, habiendo sido capellán de los Reyes Católicos, y en 1523 se encontraba en Pamplona acompañando al rey Carlos, señalando Ávila y la Cueva que estuvo con el Emperador “en las jornadas de Flandes, Alemania y Austria”; también “en la empresa contra el turco”, y había asistido en Bolonia a la ceremonia de coronación del Emperador por parte del papa Clemente VII en 1530[i].

El sucesor de Pedro Sarmiento fue Pedro González Mauro (1525-1526) y a buen seguro su pontificado fue tan corto porque sus muchas responsabilidades le reclamaban en otros sitios: miembro de la Inquisición, Presidente de la Chancillería de Valladolid, etc. Diego de Avellaneda, el siguiente obispo tudense (1526-1537) fue miembro del Real Consejo, Presidente de la Chancillería de Granada, del Consejo de Navarra (1530), que coincidía con el cargo de virrey allí, pero Tui fue gobernado por medio de un provisor, lo que no le impidió dejarnos una obra interesante: un libro tumbo de todas las haciendas y temporalidades del obispo y un apeo[ii] de todos los beneficios de la diócesis que eran de patronato del obispo; estableció en Tui cátedras de latinidad, canto llano, contrapuntos y canto de órgano, no faltando un litigio con el arcediano de Miñor sobre las luctuosas[iii] de la colegiata de Baiona, del que salió victorioso en 1528.

En 1537 llegó a Tui un veneciano para hacerse cargo del obispado, Juan de Remia, que solo lo ocupó dicho año, pues su principal ocupación estuvo en la corte, muriendo en Toledo en 1539. Le sucedió Sebastián Ramírez de Fuenleal, que fue inquisidor en Sevilla antes de que el Emperador le nombrase oidor de la Chancillería de Granada, pasando luego a Indias (1524) para hacerse cargo de la Audiencia de Santo Domingo, y aún tuvo otros cargos en Nueva España. Fue obispo de Tui entre 1538 y 1540.

En Poyatos, al norte de la actual provincia de Cuenca, nació Miguel Muñoz, que fue obispo de Tui entre 1540 y 1547, pero antes había sido oidor en la Chancillería de Granada (1527) y miembro de la Inquisición (Suprema). Debió solicitar la mitra de Cuenca porque allí fue promovido. Le sucedió en Tui Juan de San Millán (1547-1564) uno de los pocos de los aquí referidos que tuvo un largo pontificado, siendo el primero que obligó a los canónigos a residir en la ciudad de Tui, pues no lo hacían, lo que fue una de las decisiones del Concilio de Trento (hay dudas sobre si asistió a él o no). Otra prueba de nepotismo, tan común en la época, es que el racionero Joanes de San Millán, pariente suyo, consiguió ser más tarde canónigo.

Para terminar con esta muestra de obispos tudenses del siglo XVI citamos a Diego de Torquemada, natural de Bujalance, población al Este de la actual provincia de Córdoba. Era de familia noble y fue comisario de la Inquisición, siendo provisor suyo su hermano Pedro. También de acuerdo con lo establecido en el Concilio de Trento ordenó se compusiesen libros de bautizados, casados y difuntos, anticipándose tres siglos al Estado en este tipo de registros. Con motivo de la muerte del rey de Portugal, Don Sebastián, el Prior de Crato[iv] se opuso al reconocimiento de Felipe II como rey del vecino país, por lo que el monarca tomó militarmente Porto. Su obispo, Don Simón de Sá Pereira, sin embargo, aceptó al rey español, se desplazó a Braga, y junto con su arzobispo, Don Fray Bartolomé de los Mártires, llegaron a Tui, donde fueron recibidos por Don Diego de Torquemada, otro ejemplo de largo pontificado, pues ocupó la sede tudense entre 1564 y 1582.



[i] Ya en 1519 los electores del Imperio habían elegido a Carlos emperador, pero el acto de 1530 revistió un simbolismo, sobre todo teniendo en cuenta que tres años antes había saqueado Roma por aliarse el pontífice con otros príncipes europeos (Francia, Inglaterra, Ducado de Milán, República de Florencia y República de Venecia) ante el poderío de Carlos en Italia.

[ii] Deslinde de fincas.

[iii] Impuesto debido a la Iglesia por los servicios funerarios de los curas.

[iv] Don Antonio de Portugal, nieto del rey Manuel I “el Afortunado”. A la muerte del rey Don Sebastián, fue rey Enrique I durante dos años, siendo además cardenal y sin sucesión, lo que aprovechó el rey Felipe II para postularse como rey de Portugal, contando con apoyo interno.

sábado, 25 de febrero de 2023

Un califa inventado

 

                                                           Moneda sevillana del siglo XI

En medio del gran caos en que se encontró al-Andalus durante el siglo XI, una de las taifas de más poder quiso garantizarlo inventando un califa como si este no hubiese muerto en 1013. La resurrección la procuraron las autoridades sevillanas, en su favor, en 1034 ó 1035. El historiador Ibn Hayyan[i], que fue contemporáneo de los acontecimientos, ha dejado su testimonio sobre la invención del califa Hishan II (cuando había muerto hacía años): el mandamás sevillano Muhammad –dice el historiador- “buscaba descendientes de los omeyas en aquel tiempo, y le llegó noticia de uno que pretendía ser Hisham b. al-Hakan[ii], pues se le parecía”, y se contaba que había escapado a oriente y vuelto a al-Andalus (al parecer su asesino nunca había mostrado el cadáver públicamene). “Ello impresionó a las gentes –sigue diciendo Ibn Hayyan- [y] un grupo de partidarios siguió negando su muerte”.

Sea como fuere, la “resurrección” del califa Hisham II “se propagó por los corazones como el fuego por el carbón”. El mandamás sevillano “anunció que Hisham había reaparecido allí, y reunió a las mujeres que aún quedaban en Sevilla del alcázar y el harén, la mayoría de las cuales le reconoció”. ¿Quienes podrían reconocerlo mejor que las que habían compartido con él la intimidad? Hasta aquí el relato de Ibn Hayyan.

María Jesús Viguera señala que, en torno a 1027 (se suele considerar el final del califato en 1031 aunque las guerras civiles comenzaron en 1009), Muhammad b. Isma’il b. Abbad, asediado por otros régulos taifas (el de Badajoz y el de Carmona) pactó con ellos entregándole como rehén a un hijo suyo. Una vez que el líder pacense murió (1035) se formó “un bloque andalusí [en Sevilla]  con su propio califa –el pretendido Hissam II- frente al bloque beréber”, de forma que en torno a 1036 Muhammad de Sevilla tomo la decisión de encumbrar en su taifa a un califa, “resucitando” a Hisham II, el cual tendría toda la legitimidad dinástica, pues descendería de Al-Hakam II y este de Abd al-Raman III, fundador del califató cordobés en 929.

Hay que tener en cuenta que tras Hisham II ya habían reinado, al menos nominalmente, varios califas omeyas, aunque efímeramente, entre 1009 y 1024, y aún sería reconocido por algunos el último omeya, Hisham III, entre 1027 y 1031. Era difícil asumir que en 1036 apareciese de nuevo el ya muerto Hisham II…

Todo ello solo es entendible en el caos que se desencadenó en el siglo XI en Al-Andalus, donde los diversos reinos taifas se multiplicaron, se dividieron, se rebelaron, unieron, sometieron, traicionaron, desaparecieron y medraron, según los casos, siendo el de Sevilla el más claro candidato a reunificar de nuevo al-Andalus, si no fuese porque el fenómeno de la división y la asunción del poder por dinastías locales (árabes, muladíes, andalusíes y eslavas) no lo permitieron. Además, en ocasiones, los líderes de algunas taifas no se dotaban de títulos honoríficos ni pretendían habitar en los alcázares reales, sino que se consideraban como dirigentes de transición hasta que apareciese alguien con la legitimidad necesaria para sustituirles; también, incluso, goberenaron taifas “triunviratos” o grupos familiares entre los cuales destacaba someramente uno.

Probablemente pensó Muhammad de Sevilla que si fructificaba el reconocimeinto del falso Hisahm II, al-Andalus volvería a la unidad con capital en su ciudad, pero hoy sabemos que las cosas eran mucho más complicadas. El reinado de Hisham II (el real) no había sido tal, sino que fue suplantado por el líder militar amirí que se autotituló al-Mansur (el Almanzor de las crónicas cristianas); que sus dos hijos no supieron mantener la disciplina de las autoridades en las importantes ciudades y coras de al-Andalus (Zaragoza, Badajoz, Sevilla, Almería, Murcia, Valencia, Toledo, Granada, Denia… y otras menores como Albarracín, Alpuente, Silves, Carmona, Mértola, Huelva, Niebla, Murviedro, etc.). Además, los hijos de al-Mansur –como su padre- carecían de la legimidad dinástica, que como se ve, el lider sevillano de 1036 buscó en la resurrección de un califa ya fallecido. No era poca la importancia que ello tenía.

La historia de al-Andalus –como la de los reinos y condados cristianos de Hispania- está llena de conflictos centrífugos, revueltas sociales, quejas por la alta fiscalidad, enfrentamientos étnicos, dificultades internas y externas, además de por la torpeza de unos y otros gobernantes, mientras que algunos demostraron no solo gran destreza sino también el cultivo de la alta cultura de su época. Una vez desaparecidos los omeyas, o incapaces estos de hacerse obedecer por todos los reyezuelos que fueron surgiendo, el caos se generalizó.

Sevilla pudo incorporar a su autoridad a las taifas del suroeste, así como Córdoba, Murcia y el territorio toledano que no cayó en poder del rey castellano Alfonso VI en 1085, pero no pudo evitar, al fin, caer bajo el poder almorávide (magrebí) en 1091, antes incluso que su gran enemiga, la taifa de Badajoz, que lo haría en 1094.

Lo curioso (el ser humano acepta ficciones, a veces, por conveniencia) es que algunas taifas –como la de Córdoba- aún sabiendo que el falso Hisham II era una invención de las autoridades sevillanas, simularon aceptarlo… hasta un momento en que, viéndose amenazada por el expansionismo sevillano, hizo frente al mismo.  



[i] Nacido en Córdoba en 987, falleció en la misma ciudad en 1075.

[ii] El califa fallecido en 1013.

La ilustración ha sido tomada de condadodecastilla.es/personajes/al-mutadid-rey-de-la-taifa-de-sevilla/

viernes, 24 de febrero de 2023

La Sierra de Alcaraz

 

                                                     turismoalcaraz.com/sierra-de-alcaraz/

Si aceptamos las denominaciones de las tres partes que constituyen los sistemas béticos, la más septentrional es la Prebética, de la que forma parte, entre otras, la Sierra de Alcazaz, al suroeste de la actual provincia de Albacete. El conjunto montuoso presenta un paisaje mediterráneo, donde a zonas de vegetación arbustiva y arbórea, siguen otras donde aquella es rala y afloran rocas más o menos puntiagudas. Descendiendo al oeste se encuentra Alcaraz, que da nombre a la sierra, cabeza de un municipio cuya principal corriente es el río Guadalmena, afluente del Guadalimar y este a su vez del Guadalquivir.

Es zona de antiguas trashumancias, que ponían en relación la sierra de Alcaraz con las de Cazorla, Segura y la ciudad de Murcia. Al norte se encuentra el Campo de Montiel, ya en la llanura manchega, y al sur las hoyas de Guadix y Baza, hoy en la provincia de Granada. No ha dejado de ser la zona importante en ganadería, destacando en la provincia de Albacete las localidades de Alcaraz, Bienservida, Bogarra, Molinicos, Paterna de Madera, Peñascosa, Riópar y Villaverde del Guadalimar. Bienservida al suroeste de Alcaraz; luego se sigue, en dirección Este, a Riópar, y más al sur Villaverde de Guadalimar.

La Sierra de Alcaraz está formada por alineaciones de sierras menores, como la del Agua o Calar del Mundo, en referencia al río Mundo, que junto con otros han erosionado los calares, un paisaje que ha merecido la protección paisajística. El nacimiento del río Mundo, en Riópar, es espectacular por las cascadas que caen desde lo alto del relieve en uno de los muchos tajos que forman este paisaje. En la Sierra de Alcaraz pueden verse formaciones de lapiaces[i], dolinas y formas kársticas, concavidades formadas por la acción del agua.

En el plano histórico, tras la batalla de las Navas de Tolosa (1212), el rey castellano Alfonso VIII asesió el castillo de Alcaraz (hoy totalmente desmochado) y conquistó la localidad al año siguiente. Es el momento en que comienza el asentamiento de cristianos en estas tierras meridionales, siendo la Orden de Santiago la que señoreó los territorios desde entonces, y pocos años después desde aquí se intentó el dominio del reino musulmán de Murcia. Es entonces cuando la ganadería, particularmente de ovinos, cobra importancia, no cesando hasta que las políticas ilustradas favorezcan a la agricultura, aunque los suelos de estas sierras son pobres para cultivos. En el siglo XVIII cobró importancia la explotación maderera, sobre todo para la construcción de navíos en el marco de la política nacional de defender el imperio colonial.

El clima es de predominio mediterráneo pero más húmedo que la media por las alturas, que retienen las nubes y las precipitaciones, causa de que encontremos zonas con bosques arbóreos y de matorral. Entre los árboles predominan las encinas y quejigos; entre los matorrales están los espinosos como el agracejo, el rosal silvestre, el majuelo y el enebro. Las precipitaciones medias anuales alcanzan los 685 mm., pero hay heladas desde noviembre hasta abril, siendo los meses más cálidos julio y agosto. Pueden verse algunas explotaciones de cereal (trigo) y olivo en los valles, con menor importancia de leguminosas y huertas. Siempre ha predominado el secano sobre el regadío, y en la actualidad tiene una gra importancia el pastizal y el matorral en Alcaraz.



[i] Paisaje de rocas calizas que han sido modeladas por la erosión, presentando muchos surcos e irregularidades.

martes, 21 de febrero de 2023

Oro, plata, hierro y espejuelo

 

                                        aytosanemiliano.es/municipio/patrimonio-natural/ventana

Al norte de la actua provincia de Jaén se encuentra el yacimiento romano de El Centenillo[i], una antigua explotación minera que dio galena, de la que se extraía plomo y plata. La explotación era compleja, según José María Blázquez, con varios filones de los cuales el más importante es el llamado Mirador, “explotado en una profundidad media de 200 metros”. Unos veinte kilómetros hacia el sur de El Centenillo, junto al río Genil, se encontraba Astigi (en el municipio actual de Écija), de donde también los romanos obutuvieron plomo argentífero.

Cartagena fue también un centro minero importante por lo menos durante los dos primeros siglos del Imperio, como los anteriores citados, además de ser el puerto por donde se exportaba el mineral a otras partes, fundamentalmente a Roma; y en las proximidades de Segóbriga (Saelices, Cuenca) se extraía “lapis specularis”, también conocido como espejuelo, una piedra traslúcida que se empleaba para la fabricación de ventanas. Aún hoy se observan los diversos estratos que han quedado como testimonio de la explotación en época romana.

F. de Almeida, por su parte, ha estudiado la distribución de las minas explotadas en época del Alto Imperio en Portugal, destacando las que se encuentran al norte del Duero (en la sierra de Arga, Chaves, França y otros yacimientos). También en el centro del país citado se encuentran los yacimientos de Lousa, otro a orillas del río Zézere y uno más a orillas del Tajo. En el sur destacan los yacimientos de Monchique, Loulé, Ourique y Aljustrel, pero no son los únicos. En la Sierra de Arga se extraía oro, al igual que en Chaves y França, igualmente en los citados a orillas del Zézere y del Tajo, mientras que en el sur el mineral era cobre y hierro.

La explotación de mineral en la Sierra del Caurel (actual provincia de Lugo) fue de una importancia extraordinaria, existiendo ya desde el segundo milenio antes de Cristo (edad del bronce). La explotación continuó durante la época del hierro y luego durante los siglos del Alto Imperio, mientras que en valle del río Lor, afluente del Sil (en la actual provincia de Lugo) también se extrajo oro. En la actual provincia de León se encuentra la laguna Cernea, al norte de Santa Colomba de Somoza, dominando el terreno ondulado (al oeste se encuentran los Montes de León que mofológicamente forman una unidad con el Macizo Galaico). Esta laguna, junto con otras en Las Médulas y La Leitosa pudieron servir para decantar el mineral, es decir, separar el mineral del agua sin que aquel pierda riqueza.

Floro[ii] y Dion Casio[iii] nos han informado sobre la explotación de las minas en la Asturias transmontana, después de que Augusto ordenase su explotación. Las condiciones de trabajo en las minas, según los autores citados, eran penosísimas, de forma que muchos prefirieron suicidarse antes que ser reclutados para tal fin. Todavía se conserva la calzada romana que se construyó para la explotación de las minas del Puerto de la Ventana, en el límite entre las actuales Asturias y León.

En la actual provincia de Sevilla se ha excavado el santuario romano de Mulva[iv], al sur de Sierra Morena, en relación con la explotación del hierro que se remonta a época prerromana, y según han estudiado Luis Arboledas, Francisco Contreras y Auxilio Moreno para la minería romana en el alto Guadalquivir, su explotación se remonta a épocas anteriores y ha continuado hasta los últimos tiempos. Según los autores citados, entre 1875 y 1920, de sus vetas se obtuvieron las mayores cantidades de plomo del mundo (65.000 Tm. al año). Estas explotaciones se hicieron a cielo abierto y en galerías subterráneas, quedando testimonios arqueológicos de los poblados asociados de todas las épocas.

En el siglo I y siguientes Hispania fue el territorio minero más rico del Imperio, datos que conservamos gracias a Plinio en su “Historia Natural”. En esta obra se informa que las minas béticas de Samariense  y Antoniniana[v] se arrendaron, pero fue el noroeste la región más intensamente explotada en los siglos antolimperiales, quedando muestras en el relieve de la acción minera en las zonas montañosas y en los valles de las actuales provincias de Asturias, León, Lugo, Ourense y Zamora[vi]. Incluso en el siglo III la minería del oro continuó en algunos de estos territorios, y en la actualidad se está trabajando en un estudio que compendie todos los yacimientos explotados, así como su secuenciación[vii].

Se conoce la existencia de campamentos de minas y los cambios que se origienaron en el paisaje como consecuencia de la explotación minera, de lo que Las Médulas quizá sea el ejemplo más espectacular.



[i] Luis Arboledas, J. M. Fabré y M. Mantenant han estudiado este yacimiento: “Primera exploración arqueológica de las minas romanas de El Centenillo…”.

[ii] Africano de origen, vivió entre los siglos I y II de nuestra era.

[iii] Griego de origen, vivió entre los siglos II y III de nuestra era.

[iv] Munigua. La importancia de sus minas se pone de manifiesto al asociarse al complejo santuario construido.

[v] José María Blázquez, “Administración de las minas en época romana…”.

[vi] Véase aquí mismo “Hierro en El Castrillón (Zamora)”. Este yacimiento ha dejado su huella en la topinimia, pero no es el único caso.

[vii] Proyecto AVRARIA.

lunes, 20 de febrero de 2023

Un judío al servicio de Granada

 

textoslegalesantiguos.blogspot.com

La debilidad de un califa, Hisham II[i], hizo que otros gobernasen por él en al-Andalus, el más conocido titulado al-Mansur, y este fue el principio del fin del califato cordobés. Los sucesores nominales, hasta 1031, no fueron capaces de mantener la unidad política de aquel régimen y al-Andalus se dividió en territorios gobernados por régulos –en otros casos quizá reyes- que se sucedieron en el tiempo. Mientras que a mediados del siglo XI las taifas de Toledo y Badajoz eran las más extensas, la actual Andalucía había quedado compartimentada en reinos sin posibilidad de sobrevivir.

No obstante la taifa de Sevilla se recuperó desde el Algarve hasta Cádiz, y la de Granada desde Málaga hasta La Mancha. En 1086, al año siguiente de caer Toledo en manos del cristiano Alfonso VI, Sevilla se había extendido hasta Murcia y tenía una pequeña frontera con la taifa de Zaragoza, quizá nominal, mientras que la taifa de Badajoz se extendia desde Beja hasta Coimbra, y por el Este hasta La Mancha. Al comenzar la década de 1090 se mantenía Badajoz[ii] y el Levante hasta Zaragoza, pues el resto de al-Andalus ya estaba en manos de los amorávides norteafricanos.

En la taifa zirí de Granada, una de las más “estables”, se incrustó un judío de nombre Samuel b. Nagrela, con la confianza del rey Badis, quizá por ser hombre culto y útil a los objetivos del musulmán, que temeroso de la belicosidad de la taifa sevillana, se valió del consejo de Nagrela, aumentando de esta manera su influencia en la corte granadina hasta su muerte, en que fue sustituido por su hijo Yusuf. Cuando el régulo de Almería atacó Granada en 1038, Sanuel b. Nagrela cantó la victoria de esta última con unos versos, lo que sin duda le congració aún más con los ziríes granadinos.

En 1063 un hijo del rey Badis, Buluggin, fue envenenado y en la corte se creyó que tras el crimen se encontraba Yusuf, que no tenía las cualidades de su padre, lo que sabemos por unas “Memorias” del futuro rey granadino Abd Allah, en las que maldice a Yusuf, a quien hace responsable no solo del envenenamiento sino de que “los restantes soberanos se lanzaron contra nuestros dominios, no dejándonos más que Granada, Almuñécar, Priego y Cabra…”. Yusuf, además, había intrigado para entregar Granada a la taifa de Almería, lo que provocó que los habitantes de aquella ciudad atacasen con furia a la comunidad judía (1066), muriendo muchos y entre ellos el mismo Yusuf.

Unos versos que recoge María Jesús Viguera, de los que es autor un contemporáneo de los acontecimientos, Abu Ishaq, muestran la inquina que había desatado Yusuf: “Con él los judíos se han engrandecido, se han vuelto altaneros, siendo antes los más despreciados./ Su ambición cumplieron y fueron muy lejos; esto es un oprobio…/ ¡Cuántos musulmanes se han visto humillados por el mono más vil de los politeístas!... /¡Corre a degollarle, sacrifícale pronto, que es cordero cebón! / Con ninguno de su ralea seas menos duro, que todos amasan inmensos tesoros…”. La autora citada señala que se trata de una de las pocas reacciones antijudías ocurridas en al-Andalus, por lo que Yusuf debió despertar mucho odio entre la mayoría musulmana.

Por su parte Prieto Vives describió a Samuel b. Nagrela como “uno de los hombres más ilustres de su tiempo y el único judío que llegó a tal puesto en un Estado musulmán; sus condiciones de carácter debieron ser extraordinarias para alcanzar, por una parte, la absoluta privanza de un hombre como Badis, mientras a la vez se captaba las simpatías de los musulmanes, que admiraban su vasta cultura literaria, y José [Yusuf], su hijo, que no debió heredar su tacto especial por cuanto se enajenó con su vanidad la simpatía de los musulmanes”.

Fue una época convulsa donde las haya: no se reconocían legitimidades, proliferaban las traiciones, las usurpaciones y asesinatos, envenenamientos y guerras, rapiñas y conflictos sin fín; la inestabilidad política fue extrema, las integridades territoriales continuamente rectificadas; uno de los primeros asesinados fue al-Mahdi en Córdoba (1010), a lo que siguió una carnicería, pero también Ali b. Hammud en 1018; grupos armados campaban por todas las tierras de al-Andalus y los reinados eran cortos (Abd Allah b. Hakan estuvo en el poder zaragozano veintiocho días) por deposiciones, encumbramientos, que a las pocas semanas se habían convertido en derrocamientos, muertes en combate, sin importar se tratase de miembros de la misma familia los enfrentados entre sí.

La diversidad social era enorme: árabes, beréberes, judíos, mozárabes, eslavos, a lo que se unían las tribus y ramificaciones étnicas procedentes del norte de África, lo que se relfejó en las taifas, gobernadas unas por beréberes, otras por árabes y otras por eslavos. Que en un espacio tan fragmentado y en condiciones políticas tan adversas a la estabilidad, una familia judía haya sido capaz de hacerse un hueco en una de las cortes musulmanas, la granadina del siglo XI, habla mucho y bien de la sagacidad e inteligencia de Samuel b. Nagrela, aunque su hijo Yusuf no hubiera sabido aprovechar el trabajo hecho por el padre… o quizá fue aquel también víctima de una situación volátil, violenta, rapaz hasta el extremo.

La familia de los Banu Nagrela procedía de Mérida, aunque Samuel nació en Córdoba[iii], destacando su biógrafo la sólida formación que tenía y su profundo conocimiento de la lengua y la cultura árabes. Cuando en 1013 una invasión de beréberes atacó Córdoba, Samuel se instaló en Málaga, donde se dedicó al comercio, y al parecer en 1020 ya estaba al servicio de la corte granadina[iv].

No fueron los casos de Samuel y su hijo los únicos de judíos al servicio de una corte musulmana, sirviendo como ejemplo de ello Yequtiel ibn Ishaq en la corte de Zaragoza, que murió a causa de una agitación popular en torno a 1037.


[i] 976-1009.

[ii] En 1096 la taifa de Badajoz ya estaba incluida en territorio almorávide.

[iii] Real Academia de la Historia.

sábado, 18 de febrero de 2023

Del mito a la ciencia en América

                        Cerezas de Indias (frutascolombia/status/1130448657260666881?lang=fa)

La colonización de América no consistió solo en abusos, crímenes y encomiendas; es sabida la labor de misioneros y funcionarios a favor del cristianismo, de la cultura y del mestizaje, pero lo que aquí interesa ahora es un repaso a las exploraciones y estudios científicos que tuvieron como centro el continente americano ente los siglos XVI y XIX.

Los más informados europeos del siglo XV creyeron en la existencia de una mítica isla conocida como Antilla en pleno océano Atlántico, y aún posteriormente se hicieron descripciones sobre seres que tenían sus ojos en el pecho, echados en el suelo se daban sombra con sus pies y cosas por el estilo. Aún del siglo XVIII hay descripciones inglesas donde se ve el gigantismo de los indios patagones en relación al tamaño de un europeo… Ello indica lo mágico y misterioso que representó América desde el momento en que se supo de su existencia separadamente de Asia.

Las expediciones que se llevaron a cabo durante los siglos citados tuvieron por objeto, según los casos, levantamientos topográficos, estudios de la naturaleza floral y faunística, la búsqueda de medicinas desconocidas por los europeos pero no por los indígenas de América, encontrar variedades alimentarias (maíz, papa, frutas), conocimientos antropológicos y etnográficos, el control de lugares estratégicos y el descubrimiento de nuevas islas, el establecimiento del meridiano 0º, el relieve y los paisajes, el conocimiento de los ríos y su fauna, el acopio de metales preciosos, entre ellos el platino, establecer límites entre los dominios españoles y portugueses, etc.

Ya Fernández de Oviedo, en 1526, publicó un “Sumario de la Natural Historia de las Indias”, sin que podamos considerar esta obra sino como meramente descriptiva: el autor se asombra de los armadillos y las iguanas como particularidades desconocidas por los europeos. Una expediciónn de Francisco Hernández[i] a Nueva España (1571-1577) tuvo como principal finalidad encontrar plantas medicinales que ya usaban los indígenas. También Monarde se ocupó de hacer un acopio de plantas medicinales por las mismas fechas que el anterior, pero con la particularidad de que no estuvo nunca en América, realizando sus estudios en Sevilla[ii] con las informaciones que le iban llegando.

De importancia especial es fray Bernardino de Sahagún, que hizo un estudio de la lengua nahualt (nunca escrita por los indígenas) entre 1540 y 1585[iii], extendiendo su interés a la antropología, la etnografía, la fauna y las plantas medicinales. Jan van Straet, por su parte, dedicó su atención a la cartografía y a la iconografía (1592); Tomás de Berlanga, aún siendo clérigo dominico, se especializó en temas geográficos y naturalistas, llevando a cabo un vieje accidental hasta las islas Galápagos (en realidad recibieron este nombre por los animales que allí habitaban en gran número). Y otro clérigo y botánico, Charles Plumier (1693), realizó un viaje a las islas antillanas para completar sus estudios sobre la flora de las mismas.

Bernardo de Cienfuegos fue un botánico nacido en Tarazona en torno a 1580, y estuvo en América interesado en hacer acopio para una obra que comprendiese toda la flora mundial. El dominico Jean-Baptiste Labat, más tarde, fue un viajero empedernido, pero destacó también como matemático, ingeniero y botánico, realizando un viaje por las islas de América haciendo acopio de mucha información. Las expediciones al estrecho de Magallanes y a las islas Malvinas fueron más sistemáticas, destacando Jacques Gouin de Beauchene, que con intenciones científicas visitó también las islas Galápagos, todo ello entre 1699 y 1701.

La exploración cartográfica cobró importancia en el siglo XVIII, destacando el viaje de circunnavegación del corsario inglés Woodes Rogers entre 1708 y 1711. Habiendo rescatado a Alexander Selkirk en una de las islas de Juan Fernández, al oeste de Chile, inspiró la novela de Daniel Defoe “Robinson Crusoe”, pero no es esto lo más importante en orden a su aportación científica, sino los muchos datos que aportó con su circunnavegación de la Tierra. El clérigo Louis Feuillée, por su parte, estudió en Sudamérica varios aspectos de su geografía, se guió por el meridiano 0º, que entonces era de forma imprecisa el de la isla de Hierro, y estuvo en Canarias midiendo la altura del Teide.

Una expedición hispano-francesa a Quito entre 1735 y 1746 tuvo intenciones geodésicas, pues se trató de determinar si la Tierra estaba achatada en sus polos o no, lo que en la época se dudaba. Charles-Marie de La Condamine, junto con Pierre Bourger y Louis Godin, realizaron una expedición a Sudamérica para procurar la medición del meridiano en la zona del Ecuador, teniendo serias diferencias entre el primero y los dos segundos. No obstante los estudios realizados fueron exitosos y La Condamine se animó a realizar otra expedición al río Amazonas, de donde trajo a Europa ciertos preparados medicinales de los indígenas de una de aquellas latitudes. Con La Condamine colaboraron también los jóvenes por entonces Jorge Juan y Antonio de Ulloa, publiando el primero, más tarde, unos libros sobre fauna y el platino hallado en Nueva Granada, metal que despertó interés en Europa; también consiguió en Ecuador, en contacto con los indígenas, recetas para combatir ciertas fiebres.

Entre 1740 y 1744 se produjo el viaje de George Anson a la América hispana, particularmente a las zonas menos conocidas y colonizadas, y James Lind, en el buque “Salisbury”, realizó otro viaje de exploración entre 1746 y 1747, antes de que se produjese un tratado de límites entre España y Portugal en el que participó la expedición de Iturriaga[iv] en 1750. Se trataba de conocer hasta dónde se habían extendido los colonos portugueses en el intererior de Brasil y llegar a un primer acuerdo. Con Iturriaga participó unos años más tarde (1754-1756) Pehr Löfling[v] en una expedición al Orinoco para el estudo de la zoología y la flora de su cuenca. Así pudieron comprobar la importancia del cacao, las piñas y las cerezas de Indias, entre otros productos.

Una expedición astronómica hispano-francesa fue comandada por Jean Chappe d’Anteroche en 1768, aunque las autoridades españolas pusieron dificultades para que el francés entrase en territorio español: se intentó medir la distancia entre el Sol y la Tierra, comprobar el fenómeno del tránsito de Venus (1769) desde el extremo sur de la península de California y otras investigaciones de mérito, como la medición de la longitud por medio de cronómetros marinos. Francisco de Requena, por su parte, participó en otra expedición para fijar los límites de las posesiones de España y Portugal, llegándose al tratado de San Ildefonso en 1777: Portugal cedió la colonia de Sacramento y otras posesiones en Uruguay a España, además de las islas de Annobón y Fernando Poo en el golfo de Guinea. España, entonces, se retiró de la isla de Santa Catalina en la costa sur de Brasil. Ello permitió conocer mejor estas regiones y levantar mapas más precisos. Requena también participó en una expedición para conocer la hidrografía del Amazonas, y una comisión se encargó de hacer ilustraciones sobre el Marañón entre 1778 y 1804.

Algunas expediciones virreinales llevarona Felipe González Ahedo[vi] a la isla de Pascua, y a Domingo Boenechea[vii] a Tahití (1770-1772): el primero cartografió la isla de Pascua y tomó posesión de ella en nombre de Carlos III, siendo este el segundo contacto documentado de europeos con los nativos. El segundo intentó incorporar Tahití al imperio español (1772); posteriormente intentó la evangelización de los tahitianos, tuvo un enfrentamiento con el jefe local y se abandonó el propósito.

Las exploraciones del noroeste americano tuvieron varias intenciones: el control del territorio y la evangelización de los indígenas. Entre 1774 y 1791 una serie de expedicionarios, Pérez, Ezeta, Bodega y Cuadra, Arteaga, etc., intentaron averiguar si existía un paso por el norte que comunicase el Pacífico con el Atlántico, resultando infructuoso por la existencia de los hielos árticos, pero los asentamientos y los sucesivos intentos dejaron una abundante toponimia española en la costa oeste de Canadá y Estados Unidos. Un enfrentamiento en Nutka entre españoles e ingleses (los primeros habían fortificado la isla)[viii] ahuyentó a segundos, pero en 1795 los españoles abadonaron la zona.

También se hicieron expediciones al estrecho de Magallanes, particularmente con la fragata “Santa María de la Cabeza” (1785), haciéndose entonces el levantamiento topográfico más perfecto hasta el momento. La obra zoológica de Félix de Azara, entre 1781 y 1801, fue extraordinaria: siendo ingeniero militar, se sintió atraído por la naturaleza de América; “perdido” en los límites de las posesiones hispano-portuguesas, nos ha dejado una valiosa información sobre los cuadrúpedos y aves de Paraguay.

Una Real Expedición Botánica a Perú y Chile (1777-1788) se hizo con información sobre maderas útiles para la construción de barcos de guerra, se estudiaron multitud de plantas de las diversas regiones exploradas y fue precedente de otra expedición en la que José Celestino Mutis, médico gaditano, hizo a Bogotá (en realidad varias regiones de la actual Colombia) y Ecuador: descubrió flora novedosa y sistematizó sus descubrimientos, haciéndose más de 6.000 láminas que se encuentran en el Jardín Botánico de Madrid, para lo que contó con la colaboración de jóvenes indígenas.  La expedición de Sessé y Mociño tuvo una importancia superior, en el ámbito científico, a las anteriores, pues fue muy extenso el territorio explorado en Canadá y Nueva España (téngase en cuenta que abarcaba desde el istmo de Panamá hasta vastos territorios de los actuales Estados Unidos); además se extendió a Cuba y Puerto Rico. El botánico Martín de Sessé[ix] y el médico José Mariano Mociño[x] se hicieron acompañar de dibujantes para representar las plantas, de otros botánicos auxiliares y también participaron alumnos mexicanos del Real Jardín Botánico de México[xi]. De regreso a España el estudio de los materiales traídos dio resultados extraordinarios, conservándose en el Jardín Botánico de Madrid fondos importantísimos de aquellos estudios. El interés mostrado llevó a la formación del Primer Gabinete de Historia Natural de México (1790) y luego de Guatemala.

La expedición del conde de Mopox a Cuba fue patrocinada por criollos de la isla, realizando un estudio sobre los montes, caminos, bosques y el estudio del transporte del azúcar desde el interior a La Habana (1796-1802). El inglés Cook realizó tres viajes por el Pacífico, pero tocó poco el territorio americano, mientras que Louis Antoine de Bougainville tiene el mérito de una nueva circunnavegación del globo y una detallada descripción de Tahití. Más importancia tuvo la expedición Malaspina (1789-1794) que incluyó una amplia propuesta sobre cómo reformar el Imperio colonial español para asegurarlo, pero también hizo estudios sobre astronomía, cartografía, hidrografía, geografía, etc. El guatemalteco Antonio Pineda, militar, formó parte de la expedición Malaspina encargado de las ciencias naturales.

La obra inmensa de Alexander Humboldt se completó con su expedición por buena parte de América: salió de A Coruña en 1799 mientras Malaspina estaba preso en el castillo de San Antón, próximo a dicha ciudad, recorriendo y estudiando diversos aspectos naturalistas y geográficos, etnográficos y humanos de las Antillas, Nueva Granada, Perú, Mesoamérica, Nueva España y el Este de Estados Unidos, regresando en 1804. Una Comisión Científica al Pacífico entre 1862 y 1866, acompañada de fragatas de guerra, se inscribe en la “política de prestigio” de O’Donnel en la última etapa del reinado de Isabel II, y ya en el siglo XX se malogró una expedición del capitán Iglesias al Amazonas, auspiciada por el médico Gregorio Marañón, a causa del estallido de la guerra civil española de 1936 (*).


[i] No confundir con Francisco Hernández de Córdoba, pues este fue un conquistador anterior que murió en 1526.

[ii] Médico y botánico (1508-1588).

[iii] “La Historia General de las cosas de Nueva España”.

[iv]  José de Iturriaga y Aguirre era guipuzcoano nacido en 1699; falleció en Pampatar, Venezuela, en 1767. Marino de profesión se dedicó al comercio del cacao.

[v] Fue alumno de Linneo. Nacido en Suecia en 1729, murió en San Antonio de Caroní, Venezuela, de resultas de la expedición citada. Fue un botánico y estuvo también interesado en la zoología, malográndose quizá un gran científico debido a su temprana muerte.

[vi] Nacido en Santoña, murió en Cádiz en 1802.

[vii] Guipuzcoano, murió en Tahití en 1775.

[viii] En la defensa de la isla participó una Compañía de Voluntarios de Cataluña, lo que Malaspina, posteriormente, podría recordar y dejar testimonio.

[ix] Oscense nacido en 1751 y fallecido en Madrid en 1808

[x] Nació en Temascaltepec, México, en 1757, falleciendo en Barcelona en 1820.

[xi] Instalado en el Palacio del Virrey.

(*) El presente resumen es deudor de la conferencia dada el 13 de noviembre de 2014 por Miguel Ángel Puig-Samper, con el título "La exploración científica de América" (Fundación Juan March).