Antes incluso de que
estallase la gran reforma religiosa que supuso la doctrina de Lutero y otros,
ya en 1508 el rey Don Manuel dio una Carta de ley a Jacob Crowberger contra los
libros considerados heréticos. Este impresor alemán afincado en Sevilla, debía
tener contactos comerciales con Portugal, porque de lo contrario no se explica
la acción del rey Don Manuel, o bien la vecindad de Sevilla hacía que
Crowberger estuviese con frecuencia en Portugal. Entre 1520 y 1540 António
Pereira Marramaque escribió varias obras de propaganda evangélica. En 1545
Damiâo de Góis, seguidor de Erasmo de Rotterdam, fue denunciado a la
Inquisición como luterano por el jesuita Simâo Rodrigues. Damiâo de Góis fue un
gran conocedor del cristianismo etíope que se mantuvo al margen de la autoridad
romana, pero relacionada con el cristianismo bizantino.
Estos son los primeros
testimios que aporta Joâo Francisco Marques en su obra “Para a história do
protestantismo em Portugal” (1). En 1547 Fernâo de Oliveira, a su regreso de
Londres, intenta formar en Lisboa un grupo de reformados, lo que le costará
cárcel hasta 1551. Oliveira fue un fraile dominico dedicado, sobre todo, a la
gramática, a la navegación y a la condena de la esclavitud, pero sus posiciones
heterodoxas en materia religiosa le trajeron las complicaciones señaladas. En
este último año buena parte de las obras de Gil Vicente se incluyen entre los
libros prohibidos en el “Índice”.
Ya en el siglo XVII (1641)
se estabece en Lisboa una Iglesia holandesa reformada, mientras que un tratado
luso-inglés reconoce la libertad de conciencia a los súbditos británicos en
Portugal, siempre que ejerzan su religión en la intimidad. Poco después Joâo
Ferreira de Almeida ingresa en la Iglesia reformada de lengua portuguesa
existente en Batávia (actual Yakarta). Años más tarde (1658) será sometido a
examen en materias teológicas y en 1681 publica en Amsterdam su versión del
Nuevo Testamento. Al año siguiente se publica un Libro de Oración Común para
las iglesias portuguesas en la India.
A pesar del tratado
luso-inglés que permitía a los ingleses la libertad de conciencia en los
dominios portugueses, el cónsul británico Maynard fue llamado por la
Inquisición, acusado de promover reuniones de culto anglicano en una casa junto
al Rossio (Lisboa).
Entre 1706 y 1737 una
colonia de daneses formaron en la costa de Coromandel (2) una misión evangélica
en lengua portuguesa y en 1733 se tiene noticia de la existencia de una logia
masónica en Lisboa formada por protestantes, existiendo otra constituída por
católicos. La Inquisición, entre tanto, siguió con su labor represiva y apresó
en Lisboa al protestante suizo Jean Coustos, siendo liberado mediante pago, y
Joâo Baptista Richard, mediante tortura, reniega de la fe evangélica.
Obviamente, renegar
formalmente de una fe no significa abandonarla íntimamente, pero aunque así
fuese, mientras unos salen otros entran, pues Francisco Xavier de Oliveira
ingresó, en 1746, en la Iglesia anglicana, publicando años más tarde en Londres
“Discursos patéticos", lo que le valdrá ser quemado en efigie en Lisboa
por la Inquisición, en 1753 se termina la impresión portuguesa de la Biblia,
obra de Ferreira de Almeida y en 1760 el futuro marqués de Pombal rompe las
relaciones con el Vaticano. Dos años más tarde llegará a Lisboa el Conde de
Lippe, cristiano luterano.
Manuel Pedro Cardoso
considera que uno de los factores que perjudicaron al protestantismo portugués
fue su radicalismo anticatólico y otro el escaso espíritu comunitario. Según
este autor el protestantismo en Portugal se desarrolló más como oposición al
catolicismo que en un sentido positivo, aportando la singularidad de la
doctrina reformadora. En otro sentido, el mismo autor señala que los
protestantes portugueses –sobre todo los notables- adaptaron el protestantismo
a sus convicciones más que a las necesidades del grupo susceptible de seguirlo.
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