miércoles, 27 de febrero de 2019

Ciudades romanas en Francia e Inglaterra

Restos de la muralla romana de Silchester
(Inglaterra) (1)
Lugdunum (Lyon) fue la capital administrativa de las Galias, fundada en el año 43 a. de C.; probablemente fue una idea de César, que fue llevada a cabo por Munatius Plancus[i]. Según Pierre Grimal[ii] es fácil discernir la intención de los fundadores: en el punto donde se cruzaban dos de las más importantes rutas de las Galias, la del Rin al Mediterráneo y la del Leman[iii] al Atlántico. Lugdunum estaba llamada a ser una colonia que fuese capaz, a la vez, de ser un puesto avanzado de romanidad y encrucijada del mundo céltico unificado en el seno de la “paz romana”.

Desde los últimos años que precedieron a la conquista, Vienne[iv] había sido la más septentrional de las grandes ciudades del valle del Ródano, pero los comerciantes romanos que se instalaron en ella fueron expulsados en una revuelta, y pidieron asilo a los galos segusiavos[v], que los acogieron en la confluencia del Saona con el Ródano. Fue en este núcleo romano donde se apoyó César en los inicios de su intervención en las Galias, con motivo de la campaña contra los helvéticos en el año 58 a. de C. El valor estratégico y comercial del lugar fue de esta manera puesto en evidencia, incluso antes de que las Galias fueran anexionadas. Solamente existía entonces en la colina que ahora llamamos de Fourvière, al oeste de Lyon, un poblado celta. La primera preocupación de los fundadores fue la de rodear la colina con una sólida muralla que siguió el contorno triangular de aquella. Esta muralla no ha sido encontrada, aunque sí la localización de sus puertas, pasando por ella los convoyes que iban y venían de las diferentes regiones de las Galias a Italia.

 El foro se edificó en una terraza que lo situó por encima del decumanus y el cardo, con los que se comunicaba solamente por dos rampas. El emplazamiento del Capitolio y de otros edificios públicos no se conoce, ya que la ciudad medieval y moderna se han superpuesto. De la colonia de Lyon, propiamente dicha, solamente conocemos con detalle el teatro de Fourvière, descubierto por los arqueólogos y restaurado. Allí podían tomar asiento unos 10.000 espectadores y en un odeón muy cercano cabían unos 3.000. Al pie de las murallas de Fourvière se instalaron muy pronto barrios populares y de comerciantes, cuyo recuerdo es conservado en la epigrafía.

Fue en la isla formada entonces por el Saona y el Ródano donde se construyó el barrio de las Cabanas, agrupados en él los comerciantes del vino con sus almacenes. En la orilla derecha del Saona se encontraban los “nautas”, es decir, los patronos de los buques de transporte, cerca del puerto y los depósitos. Aguas arriba, en el mismo ángulo de la confluencia, el barrio de Condate, donde a partir del 12 a. de C. se construyó un santuario consagrado a la divinidad de Roma y de Augusto. Este altar, donde venían a sacrificar cada año representantes de diversas partes de las Galias, exigió la ampliación del barrio con un templo y un anfiteatro.

La historia de Lugdunum diseña fácilmente el desarrollo de las funciones para las que fue creada la ciudad: puesto avanzado romano, transformado en una encrucijada comercial, estratégica y fluvial, y muy pronto centro espiritual de la nueva provincia. Nuevos barrios fueron surgiendo para responder a las necesidades que se iban creando, por lo que no hubo planificación desde una nueva planta, y así Lyon tuvo una duradera prosperidad.

Vaison (la ciudad de los voconces), es un ejemplo de lo que fue una ciudad galo-romana, donde las sucesivas excavaciones han puesto de relieve barrios antiguos y, sobre todo, mansiones privadas muy propias de la Narbonense. Encontramos en Vaison ejemplos de casas con atrium y peristilo de tipo tradicional, especialmente en la casa conocida como “del Busto de plata” o la “de los Messii”, en la colina de Puymin, en la Provenza. La primera está bastante bien datada a finales del siglo I de nuestra era, y es interesante ver en ella la supervivencia del atrium, pero tendía a imponerse ya otro tipo de vivienda privada, el de la insula. No lejos de la Casa de los Messii se han descubierto edificios, en muchos casos comparables a mansiones de Ostia y Roma que, en lugar de estar orientadas hacia los patios interiores, se abren a la calle, y de esta partían las escaleras que conducían a los pisos superiores. Algunos barrios de las urbes romanas de las Galias –los más populares- se parecían, pues, a algunas de las actuales ciudades viejas de Génova o Niza. A medida que nos vamos alejando del Mediterráneo, las casas particulares tomar formas diferentes.

En la actual Gran Bretaña se ve que las viviendas privadas presentaban un aspecto muy diferente del las mediterráneas. Una primera diferencia la encontramos en que, en Gran Bretaña, no ocupaban completamente toda una manzana, sino que estaban rodeadas de un gran jardín. De ello se deduce que su planimetría no estaba determinada por el terreno, formando las casas más simples una especie de corredor o hall, cuya fachada estaba rodeada por una varanda. El interior, dividido en compartimentos transversales, formaba habitaciones distintas que se comunicaban entre sí mediante la varanda anterior. A veces, en un extremo de la casa, una habitación formaba un saliente que dominaba la varanda. En las mansiones más amplias, a menudo eran dos los halls que estaban dispuestos en forma de escuadra, con lo que tenemos así el esbozo de una casa con patio, donde las habitaciones de la vivienda estaban simplemente dispuestas en torno a un espacio dejado libre.

Finalmente, a veces este espacio se cerraba sobre sí mismo y se transformaba en un verdadero patio, lo que nos recuerda la casa africana, pero completamente diferente por sus orígenes. En una ciudad como Silchester existían menos casas verdaderamente “urbanas” que viviendas rurales trasladadas a la ciudad y adaptadas, bien que mal, a las necesidades del urbanismo romano. Aquí vemos formas arquitectónicas extrañas a la tradición italiana, salvaguardando las tradiciones locales. Es quizá por esta razón que Roma pudo permitirse, según los climas, las necesidades sociales y económicas, y también el genio particular de cada uno de los pueblos “acogidos” en el Imperio, aceptar tantas particularidades.




[i] Vivió entre 87 y 15 a. de C., desarrollando funciones políticas y militares cambiando de bando continuamente.
[ii] “Las ciudades romanas”.
[iii] Lago al norte de los Alpes.
[iv] Al sur de Lyon y a orillas del Ródano.
[v] César los sitúa en el ángulo entre el Ródano y el Saona. Junto con otros, fronterizos con la provincia narbonense, de forma que Lugdunum se fundó en territorio de estos segusiavos.

(1) https://www.tripadvisor.com/LocationPhotoDirectLink-g186363-d948655-i17835988-Silchester_Roman_City_Walls_and_Amphitheatre-Reading_Berkshire_England.html

Holandeses en América

Vista parcial de la isla de Curaçao

Estando los flamencos bajo dominio de la monarquía española, el rey Felipe II envió al tercer duque de Alba (1567) con un cuerpo de tropas profesionales para ocupar Flandes y, hasta la llamada tregua de los doce años, firmada en 1609, la guerra se prolongó durante más de cuarenta años. Pero ya en 1586 el rey había decretado el cierre de los puertos de la península Ibérica (Portugal estaba también bajo dominio de Felipe II) al comercio y a los buques flamencos, con lo que se rompió la dilatada relación comercial entre Portugal y los Países Bajos, trastornó los negocios de los cargadores de Indias en Sevilla, donde las mercancías flamencas habían constituido hasta entonces el principal fundamento de las cargas que se hacían para las Indias y obligó a los holandeses a acudir directamente a los orígenes de su anterior comercio con Castilla y Portugal[i]

El primer viaje holandés al lejano Oriente se inició en 1595, en busca de las especias que ya no llegaban de Lisboa. En 1602 se organizó la Compañía holandesa de las Indias Orientales, que serviría de modelo a las que más tarde organizaron franceses e ingleses. La sal, que tradicionalmente arribaba a los Países Bajos desde Setúbal y otros lugares de la costa portuguesa, y que se consumía en la salazón de pescado y otros usos industriales, comenzó desde 1600 a recogerse en Araya, en una bahía de la costa venezolana. Cuando los holandeses fueron expulsados de aquí, iniciaron su asentamiento en Surinam o Guayana holandesa (1602-1603) y, tan pronto como terminó la tregua con el rey Felipe III, organizaron la Compañía holandesa de la India Occidental (1621). En 1624-1625 se asentaron en Nueva Amsterdam, origen de la actual Nueva York en la isla de Manhattan, “comprada” a un grupo de indios. Así se abrió el comercio de pieles que antes los holandeses recibían de los rusos.

En 1628, un almirante al servicio de la Compañía, Pieter Heyn, logró el éxito de derrotar y en parte capturar en la bahía cubana de Matanzas a una de las flotas de la Nueva España en viaje de regreso. Luego vino para los holandeses la conquista del negocio del azúcar: la “Nueva Holanda” se iniciaba en 1630 con un ataque a Pernambuco y la ocupación de todo el noreste del Brasil, donde el régimen holandés perduraría hasta 1654. También tomaron los holandeses a los portugueses en África, Elmina[ii] en Guinea (1638) y Luanda en Angola, obteniendo así los esclavos africanos que necesitaban para sus plantaciones de aña de azúcar. Desde 1634, la ocupación de la isla de Curaçao[iii], establecieron el primer depósito extranjero en territorio hasta entonces castellano.

En los años veinte del siglo XVII los holandeses iniciaron, pues, una nueva etapa en la colonización europea del Nuevo Mundo, introduciendo en América su moderno sentido comercial, que superaba con mucho a las prácticas de españoles y portugueses. No ocuparon territorio los holandeses, sino que establecieron puntos que les sirvieron para un intenso comercio, como las antiguas talasocracias. Con su embarcación modelo, el filibote, inventado en los astilleros holandeses a finales del siglo XVI, ahorraban tiempos muertos, mano de obra y gastos; para igual tonelaje, precisaba menos tripulación que cualquier otro buque hasta la fecha.

Los primeros asentamientos franceses e ingleses en el Caribe –islas de San Cristóbal (1622), Guadalupe y Martinica (1635)- dependieron en un principio de barcos holandeses, pero para estos fue instrumento fundamental, también, el Banco Comercial de Amsterdam y el Banco de Crédito, fundados respectivamente en 1609 y 1614, dadores de crédito fácil para los comerciantes ultramarinos. Los éxitos de Holanda tuvieron, sin embargo, sus límites, y su período de apogeo fue bastante corto. El tratado de La Haya (1596), que combinaba fuerzas militares y económicas para erosionar a la monarquía hispánica, fue boicoteado por Francia e Inglaterra cuando estas abandonaron a Holanda y firmaron paces separadas con España en 1598 y 1604, respectivamente. Las Actas de Navegación de 1651 en Inglaterra mostraron ya una actitud anti-holandesa, que condujo a las guerras de 1652-1654[iv] y 1665-1667[v] entre Inglaterra y Holanda.



[i] Céspedes del Castillo, “América Hispánica”.
[ii] Hoy en la costa de Ghana.
[iii] Isla frente a la costa noroeste de Venezuela.
[iv] El pensador Hugo Grocio defendía que el comercio marítimo debía ser libre, lo que las autoridades holandesas exigieron mientras no contaron con la competencia británica. La guerra finalizó en 1654 con la derrota de las Provincias Unidas.
[v] Carlos II de Inglaterra recibió de su esposa, Catalina de Braganza, Bombay y Tánger, así como ventajas en el imperio portugués (Portugal se encontraba entonces en guerra por su independencia con la monarquía española). El conflicto comenzó en el golfo de Guinea por la captura de esclavos, los ingleses se hicieron con nueva Ámsterdam, llamada desde entonces Nueva York. La victoria en 1667 fue holandesa, pero Inglaterra conservó algunas ventajas que los holandeses no discutieron.

lunes, 25 de febrero de 2019

Godos y otros bárbaros

Piedras de Ale, en el sur de Suecia (1)
En el año 409 entraron por los puertos pirenaicos unos grupos guerreros aliados entre sí, después de haber pasado unos años abriéndose camino desde Renania a través de la Galia. Parece que estos guerreros estaban constituidos por tres elementos étnicos diferentes: los alanos, los suevos y los vándalos, divididos estos últimos en silingos y asdingos. Los romanos creyeron que tanto suevos como vándalos eran germánicos cuyo origen estaba al este del Rin. Los alanos fueron considerados de un territorio más lejano, quizá la estepa iraní, del Cáucaso y del curso inferior del rio Don. Algunos de ellos quizá se desplazaron hacia el oeste por la llegada de los hunos a las proximidades de los Cárpatos en torno al año 370; unos se convirtieron en súbditos de los hunos y otros penetraron en territorio romano cruzando el Danubio.

Aquellos alanos que se desplazaron hacia el oeste llegaron a encontrarse asociados con los vándalos y los suevos en la orilla oriental del Rin, frente a Maguncia, cuando terminaba el año 406[i], pero poco se sabe de todo esto. Parece que el paso del Rin fue posible porque en el invierno el rio se heló, encontrándose entonces con una débil oposición franca; pasando pocos años después los Pirineos sin oposición alguna, pues parece que los militares romanos que tenían que haberlo impedido no lo hicieron.

El emperador romano entonces era Constantino III (407-411), que había sido entronizado por las tropas de Britania y luego se había hecho dueño de buena parte de la Galia e Hispania durante el período de confusión que siguió a su proclamación. Así lo explica el sacerdote hispánico Orosio en 417 (“Siete libros de historia contra los paganos”), añadiendo que los soldados romanos actuaron así para encubrir el saqueo al que habían sometido a la población en la zona. En todo caso, el emperador romano Honorio (395-423)[ii] nunca fue capaz de volver a imponer su autoridad sobre las provincias hispánicas.

Es posible que esas federaciones vándalas, suevas y alanas intentasen algún tipo de acuerdo con el gobierno romano, ofreciéndose a proporcionar servicios militares a cambio de un pago, suministros y cierto grado de integración en la estructura administrativa imperial. Esto es lo que Alarico y su confederación goda planteaban antes del saqueo de Roma en 410, pero algunos de sus sucesores lograron llegar a estos acuerdos con el gobierno imperial al menos en dos ocasiones durante los años siguientes. Debe tenerse en cuenta que el ejército romano había llegado a depender cada vez más del reclutamiento, sobre todo en unidades completas, de soldados procedentes de más allá de las fronteras del imperio o que habían recibido permiso para asentarse en él por tratados de federación.

Parece ser que los alanos, los vándalos y los suevos, después de un período breve, pero salvaje, de saqueo y destrucción, establecieron un tratado de federación con el gobierno de Roma, de lo que son fuentes principales los textos de Orosio, que fue contemporáneo, y los de Hidacio, un obispo que escribió una breve crónica en el noroeste de Hispania alrededor de 468: ambos señalan que hubo un período de hambre, inanición y canibalismo inmediatamente posterior a la entrada de los alanos, los suevos y los vándalos en 409, si bien estos dos personajes hablan desde la óptica romana, por lo que quizá la situación catastrófica que describen no se deba solo a esos grupos militares. Sí parece comprobado que habían devastado la Galia mientras la atravesaban entre 406 y 409.

Las condiciones en Hispania en aquel momento, según Roger Collins, implicaban que todo tratado de federación tenía que pactarse con un régimen imperial rebelde que se había implantado en la península en el año 409, es decir, con el emperador Máximo[iii], cuyo gobierno fue tan inestable que no estuvo en condiciones de combatir a alanos, suevos y vándalos, pero sí valerse de ellos contra Constantino III, otro usurpador si se tiene en cuenta que el legítimo emperador era Honorio. En fin, un caldo de cultivo para que estos guerreros no romanos encontrasen acomodo dentro del imperio.

En cuanto a los visigodos hay dos cuestiones importantes: quienes eran realmente y qué clase de entidad formaban. Han sido diferenciados de alanos, vándalos y suevos pero unidos por una herencia cultural, histórica y genética. En lo relativo a sus formas de gobierno o bien estaban dirigidos por jefes guerreros elegidos entre sus propias tropas en épocas de necesidades militares, o estaban gobernados por dinastías de reyes de antiguos linajes, cuya autoridad podía emanar de su relación especial con los dioses a los que el pueblo rendía culto. Cada uno de estos grupos recibía el nombre de tribu y algunos elementos de cada tribu podrían estar compartidos con otras tribus. Varios de estos grupos compartían una lengua común, que podía ser protogermánica o goda, pero con diferencias dialectales que se correspondían con sus diferencias políticas.

Entre estas tribus podían aparecer rivalidades a largo plazo y enemistades hereditarias, pero es de esperar que la mutua comprensibilidad de sus lenguajes les proporcionaría un sentido de solidaridad germánica frente a los romanos. Las historias de estos pueblos se transmitieron oralmente desde hacía mucho tiempo y no llegaron a escribirse hasta el período posterior a su asentamiento dentro de Imperio romano. Dichas historias dan testimonio de la larga supervivencia de cada tribu durante siglos y de las grandes distancias que la mayoría de ellas podían haber recorrido en el transcurso de su existencia, unas veces zarandeadas por conflictos con sus vecinos y otras aprovechando la creciente debilidad de Roma. Algunas de estas historias puede que estén confirmadas por lo que generaciones anteriores de autores romanos, como Tácito[iv], escribieron sobre contactos previos del Imperio con los distintos pueblos germánicos.

Puede que el origen de los visigodos fuese escandinavo, concretamente en el sur de la actual Suecia, donde se conserva el nombre Góthaland[v] como denominación de una región que se puede fechar en torno al siglo I a. de C. Luego vendría una migración de la tribu a través del mar Báltico hasta el norte de Alemania, al otro lado del río Elba, a lo largo del siglo I después de Cristo, y posteriormente un desplazamiento gradual hacia el sur, en dirección al Danubio. A mediados del siglo III se produjo el primer impacto significativo de la migración de los godos con el Imperio romano, cuya frontera estaba en aquel río; cruzándolo y venciendo al emperador Decio en 251[vi], se quedaron dentro del Imperio, se dedicaron a saquearlo durante unos veinte años y fueron expulsados paulatinamente durante los reinados de Claudio II el Gótico (268-270) y Aureliano (270-275).

Un segundo pueblo godo que llegaría a ser conocido como ostrogodo, siguió una pauta parecida de migración hacia el sur partiendo de Escandinavia durante el mismo período, pero su desplazamiento fue más oriental, llegando a las estepas del sur de Rusia siguiendo las costas del mar Negro, tras haber sometido a varios pueblos indígenas en aquella región. En general se acepta que todo esto fue cambiado por los hunos, una confederación nómada procedente de Asia central, cuyo repentino ataque hacia 370 llevó al hundimiento del poder ostrogodo, gobernando en aquel momento Atanarico[vii]. Entonces los visigodos pidieron ser admitidos en el Imperio romano, lo que les concedió Valente en 376, pero como sufrieran el abuso constante de los funcionarios romanos, se levantaron con ayuda de algunos grupos de ostrogodos, rebelión que intentó sofocar Valente sin éxito en la batalla de Adianópolis (378), lo que hizo a los visigodos dueños de gran parte de la mitad oriental de los Balcanes.

Con Teodosio (379-395) los distintos grupos godos firmaron un tratado con el Imperio, y a partir de ese momento prestaron servicios al mismo en una serie de guerras civiles contra emperadores rivales en occidente durante los años 388 y 404. Bajo el mando de Alarico, un miembro de la antigua casa reinante de la dinastía báltica, se intentaron oponer a los regímenes imperiales de las dos mitades del Imperio, gobernado entonces por un niño y un adolescente (hijos de Teodosio). Alarico se dirigió con sus tropas a Italia y saqueó Roma en 410, poco antes de su propia muerte, siendo sucedido por Ataúfo, que llevó a los godos a la Galia durante su corto reinado de cinco años.

Roger Collins considera que esta historia presenta a los pueblos germánicos y a Roma como dos polaridades opuestas, los primeros, vigorosos y no contaminados por la decadencia de los romanos, pero en la segunda mitad del siglo XX, ya sin la influencia ideológica del nacionalismo alemán, se aportaron otros puntos de vista: por mencionar solo un detalle- dice Collins- los nombres que se utilizan para distinguir a los dos grupos de godos –visigodos y ostrogodos- son anacrónicos. En los textos que se escribieron en Italia y en la península Ibérica en los siglos VI y VII, ambos grupos se denominan godos. Más significativo es el hecho de que se utilizaran unos nombres bastante diferentes antes del siglo V; en las fuentes romanas de mediados del IV se identifican dos confederaciones como las que dominaban la zona situada al norte del Danubio y del mar Negro antes de la hegemonía de los hunos, y el nombre que se les daba era theruingi (tervingos) y los greuthungi[viii]. Los primeros son considerados como los ancestros de los visigodos y los segundos de los ostrogodos, pero la versión de Amiano Marcelino deja claro que solo algunos de ambos grupos entraron en territorio romano desde su posición inicial al norte del Danubio. Se acepta hoy, en general, que la autoidentificación del pueblo que conocemos ahora como visigodo, se produjo en los años siguientes a la batalla de Adrianópolis (378). En este confuso período, todo tipo de grupos de una amplia variedad de orígenes culturales, genéticos y lingüísticos se fusionaron, en gran parte a través del reclutamiento y de los servicios que prestaron cuando gobernaba Teodosio I. Evitaron deliberadamente la integración en la sociedad romana de los Balcanes y permanecieron en su condición de militares bajo el mando de uno de los suyos, probablemente para conservar su movilidad.

A la muerte de Teodosio en 395 y la división del Imperio que se produjo a continuación, los godos declararon su independencia, convirtiéndose en un ejército mercenario preparado para prestar servicios a cualquier régimen imperial que ofreciera mejores condiciones, pero no debían existir diferencias marcadas entre un ejército romano y una confederación bárbara, pues a lo largo del siglo IV el Imperio había reclutado sus soldados en un número cada vez mayor entre los pueblos germánicos y otros pueblos situados más allá de sus fronteras. En lo relativo a la cultura material, la influencia romana había sido tan penetrante que eran pocas las diferencias existentes entre las tropas imperiales y las que habían sido reclutadas fuera del Imperio, tanto por las armas que utilizaban como por sus vestimentas. Cuando los ejércitos romanos trasladaban sus bases en esta época, se hacían acompañar por las familias de los soldados y por una amplia variedad de seguidores, igual que los godos. Un ejército romano en marcha –dice Collins- no se distinguía de un “pueblo” germánico que emigraba.

La religión tampoco fue un factor diferenciador importante, ya que todos los grupos germánicos asentados dentro del Imperio desde finales del siglo IV habían sido cristianizados. Orosio alabó a los visigodos por no robar los vasos sagrados en los saqueos y por no causar daños a los ciudadanos que se habían refugiado en las iglesias durante el saqueo de Roma en 410; no debían de estar considerados como paganos en dicha época (Orosio es contemporáneo de los hechos).



[i] Roger Collins, “La España visigoda, 409-711”.
[ii] Hacía ya tiempo que el ejército proclamaba emperador a un general contra el poder ejercido por otro emperador.
[iii] No confundir con otros Máximo. Este fue uno de tantos usurpadores entre 409 y 411 que estableció su sede en Tarraco.
[iv] Siglos I y II d. C. Historiador y político romano cuya obra se ha concentrado en los títulos “Anales” e “Historias”.
[v] Es la región de Gotemburgo, al suroeste de Suecia.
[vi] En Abrito (nordeste de la actual Bulgaria), provincia romana de Mesia inferior. En realidad fue una batalla entre visigodos y ciertas legiones romanas contra el emperador, que fueron emboscadas en un pantano.
[vii] 318-381. Apoyó a Procopio contra el emperador Valente.
[viii] Según Amiano Marcelino en su “Res Gestae”. Marcelino fue un historiador y militar romano del siglo IV, cuya obra es fuente principal para conocer esta parte del Imperio romano.

(1) http://www.sweetsweden.com/turismo-y-viajes-a-suecia/estos-son-los-15-lugares-mas-bonitos-de-suecia/#.XHRuesBKjIU

domingo, 24 de febrero de 2019

Cuicul: una ciudad romana en África

Restos romanos de Cuicul 

Algunas ciudades romanas importantes de África, las Galias y Gran Bretaña, permiten a Pierre Grimal[i] aportar importantes datos sobre este aspecto de la civilización latina. La fundación de Cuicul (actualmente Djemila)[ii] se remonta al año 97 después de Cristo y fue obra del emperador Trajano, que deseaba crear una posición estratégica en el punto en que se encontraban la gran ruta de Cirta (Constantina) en Sitifis (Setif) y la del sur, de Djiejelli a Lambese[iii]. En este lugar se levantaba antes una aldea indígena poblada de númidas. Cuicul se encontraba en la confluencia de dos valles por donde transcurrían los caminos. Cuicul nunca fue una ciudad cuadrada, solamente conoció un esbozo de decumanus y la muralla seguía las líneas del terreno presentando una forma triangular, pero pronto esta muralla resultó insuficiente.

La riqueza de las tierras vecinas, la abundancia de recursos, la facilidad de las comunicaciones con el interior de una provincia cada vez más próspera, condujeron al desarrollo de la ciudad. Tres cuartos de siglo después de su fundación se edificó en Cuicul un teatro a unos 150 metros al sur de las murallas, y veinte años más tarde se edificaron las termas del sur, que recordaban por su magnificencia y distribución a las grandes termas del norte de Timgad. Los arquitectos, al elegir estos emplazamientos para los nuevos monumentos, no habían hecho más que seguir las líneas maestras del lugar, sin preocuparse a priori de ningún rigor geométrico. Previeron que la ciudad se iría desarrollando en la meseta en forma de abanico, resultando ciertas sus predicciones. Pero al mismo tiempo reservaron en el emplazamiento de lo que había de ser el centro de la ciudad, el espacio necesario para un nuevo foro, que fue obra de los Severos. Para situarlo se limitaron a seguir la orientación de las viejas murallas, que fueron la base de su plan director. Dos arcos, uno sobre la calle que conducía al teatro (levantado a partir del año 161 d. C.) y el otro a la salida del nuevo foro (año 216) significaban que, en estos puntos, empezaba una zona monumental. La extensión de la ciudad se encontró así limitada y también por el mismo terreno- de este a oeste.

Más tarde la ciudad continuó su crecimiento, incluso en medio de la inseguridad que marcó el siglo III de nuestra era y, cuando triunfó el cristianismo, fue en el barrio sur donde se instaló la comunidad cristiana con sus basílicas, sus baptisterios y su palacio episcopal. De esta manera la evolución de Cuicul presentó, como podemos comprobar actualmente, una señalada unidad. Su cardo no era axial, como lo requería la regla, sino que formaba un bulevar bordeado de pórticos a lo largo de las murallas del oeste. Más tarde se sustituyó el viejo decumanus por una terraza que dominaba el foro de los Severos, y en todas partes se colocaron fuentes, una detrás del arco de Caracalla y otra a alguna distancia de las termas del sur, en la prolongación del cardo.

La exedra central de la terraza que dominaba en nuevo foro estaba adornada con una fuente, así como el mercado de Cosinius, en las cercanías del Capitolio. Los patios de las casas particulares estaban también alegrados por el agua: gracias a los ingenieros romanos, los africanos comprendieron la necesidad de situar en todas partes el frescor de las fuentes.  

Las casas de Djemila (Cuicul) mantienen el patio central rodeado de columnas (peristilo) pero con diferencias respecto de las casas pompeyanas. La casa con atrium está caracterizada por una hilera axial de apartamentos; primero se entra en un vestíbulo de dimensiones reducidas y luego directamente en el peristilo, que es el patio de la mansión. A lo largo de sus cuatro lados están dispuestas las habitaciones, algunas de las cuales no son más que estrechas celdas, y otras, más adornadas, representan salas de ceremonial. No encontramos aquí el atrium de Italia, pero no existe ninguna razón para suponer que nunca fuera exportado a África. En la época en que fueron construidas las grandes ciudades africanas, el atrium ya no era en la misma Roma más que un recuerdo, y las casas africanas eran más parecidas a las mansiones helenísticas que se pueden ver en la isla de Delos y que se remontan al siglo II a. de C. Este modelo se mantendrá en todo el Oriente y en el Mediterráneo meridional, dando nacimiento a la casa árabe, de forma que desde los primeros siglos la ciudad romana ya estuvo marcada por la huella de los países africanos.



[i] “Las ciudades romanas”.
[ii] Al nordeste de la actual Argelia.
[iii] Todas estas ciudades se encuentran al nordeste de Argelia.

sábado, 23 de febrero de 2019

Antes de los griegos

Ruinas de Lerna (parte oriental del Peloponeso)
http://pausanias-footsteps.nl/english/lerna.html
En el tercer milenio antes de Cristo, los habitantes de lo que hoy conocemos como Grecia continental ya conocían la metalurgia del cobre aunque este mineral es comparativamente escaso. Aquellos habitantes ya conocían algunas minas y, además, habían importado cobre desde Chipre y las islas Cícladas (Siros)[i]. Los primeros objetos de cobre se fabricaron en el Peloponeso, para irse extendiendo en el resto del territorio, y V. V. Struve considera que este metal llegó a los habitantes de la Grecia continental a través de Asia Menor. La metalurgia, aparte lo ya visto, se desarrolló débilmente hasta finales del III milenio; el cobre se utilizaba solo para producir algunos objetos como puñales y alfileres.

Luego se fabricó el bronce, que surgió en un gran número de poblaciones en el Peloponeso y Grecia central, particularmente en lugares que luego serían importantes: Tirinto, Micenas, Orcómenos[ii] y Delfos, y en algunas poblaciones más pequeñas, como Cinuria[iii] y Asina[iv] también se fabricaron objetos de bronce. El rasgo característico de estas poblaciones muy antiguas era su distribución en colinas que garantizaban su defensa. La arquitectura de sus viviendas era diversa, por ejemplo en Orcómenos (Beocia) fueron descubiertas casas de forma circular con cimientos de piedra y paredes de adobe, pero también se conocen otros tipos de casas, de forma oval o rectangular con un lado redondeado. La casa tenía dos habitaciones unidas por puertas; en el centro de la más grande había un fogón, y en las paredes muchas vasijas de arcilla en las cuales se guardaban alimentos.

En la segunda mitad del III milenio aparecieron edificios más grandes, en ocasiones redondeados, con unos 28 metros de diámetro, que fueron descubiertos en la acrópolis de Tirinto. Sus paredes de adobe descansan sobre cimientos de piedra y están cubiertos de un techo de tejas. Protegidos por dos fuertes murallas circulares, estos edificios constituían poderosas ciudadelas. Eran viviendas de los antiguos amos, pues el conjunto de la población viviría en casas más pequeñas. En otra población, Lerna (Argólida)[v], un edificio con aspecto y características de palacio, ha sido descubierto en 1945. Una parte del mismo era de forma rectangular de más de 25 metros de largo, y sus fuertes paredes de adobe (de aproximadamente 90 cm. de espesor) descansan sobre cimientos de piedra, cubriéndose con dos capas de estucado de arcilla. Algunas escaleras comunicaban el primer piso con el segundo, y en el bajo había diez locales destinados a diferentes usos: grandes habitaciones y pequeñas despensas.

Los habitantes de Hélade en el III milenio a. de C. se ocupaban de manera principal a la ganadería y a la agricultura; los de Cinuria, por ejemplo, tenían mucho ganado: vacunos, lanares, caprinos y porcinos. La alfarería no había salido todavía del estado de producción doméstica, haciéndose las vasijas a mano, pero sus formas eran complicadas y en esta época se hacían en Grecia las tejas que cubrían no solo las casas de las familias superiores (en Tirinto y Lerna), sino también las viviendas de otras familias. Después del siglo XX a. de C. el arte de la preparación de tejas se perdió, para renacer en el siglo VII a. de C. Aparecieron, sin embargo, sellos e inscripciones en las vasijas y los dibujos de estos sellos recuerdan en parte las imágenes de los de la misma época en la isla de Creta.

Las tribus de la Hélade, en el III milenio a. de C. se encontraban en constante relación con los habitantes de países vecinos, como Macedonia, Tracia y Asia Menor y estas relaciones no se limitaban a los simples cambios de artículos, sino que llevaron a influencias culturales mutuas, que se hicieron sentir particularmente en la producción de cerámica. Más estrechas eran las relaciones con las poblaciones de las islas del mar Egeo, ante todo con las Cícladas; de aquí los habitantes de la Hélade importaban obsidiana, vajillas de cerámica y figuras de mármol. Los habitantes del Peloponeso tenían fuertes vínculos con Creta, separada del continente solo por 150-160 kilómetros y de allí procedían los sellos de piedra y las vajillas, amuletos de esteatita y cerámica. El contacto entre la Hélade y Egipto se hacía entonces por intermedio de cretenses.

Alrededor del año 2000 a. de C. tuvieron lugar grandes acontecimientos en la Hélade y el mismo Tucídides, en el siglo V a. de C., llega a explicar los grandes desplazamientos de poblaciones de la antigua Hélade, lo que se ha visto confirmado por la arqueología. Las tribus que habitaban más al norte de la Hélade entre los milenios III y II a. de C. se pusieron en movimiento hacia el sur, Beocia y el Peloponeso, tribus que según la tradición eran aqueas. Algunos científicos como Glotz[vi] consideran que con la llegada de estos aqueos a la Hélade, se rompió con el pasado, y que la fuerte asimilación de razas trajo el florecimiento de la cultura griega, pero Struve dice que los aqueos que emigraron a la Grecia septentrional y meridional probablemente eran “parientes” de las tribus que poblaban entonces la Hélade, lo que se explica por la uniformidad del nivel de su desarrollo económico y social y por la cercanía étnica de estas tribus. Estos movimientos en torno al 2000 se puede explicar por las transformaciones que se produjeron en la sociedad primitiva: crecimiento demográfico y baja productividad del trabajo, lo que llevó a guerras intertribales. Una serie de núcleos como Cinuria, Tirinto, Asina y otros fueron destruidos; algunos de ellos, como Cinuria, quedaron abandonados por completo, mientras que otros se reconstruyeron aunque con dimensiones más reducidas

Los aqueos se asimilaron paulatinamente a las tribus locales y, sin embargo, la cultura de la Hélade en los siguientes siglos (XX al XVII) no fue uniforme. En la arquitectura, por ejemplo, se mantuvo y alcanzó difusión la planeación absidal de las casas, pero muy a menudo se encuentra la forma rectangular del tipo megarense, con locales centrales y patios interiores. En este último tiempo surgieron las fortalezas en los alrededores de algunos puntos poblados, como por ejemplo Tirinto, Malfi (Mesenia)[vii] y otros lugares.

La producción se hizo más complicada, pues al lado de la ganadería se desarrolla la agricultura del trigo, la cebada, los guisantes y las habas. Se desarrolló también la producción artesanal y un gran logro en la metalurgia es el arte de elaborar el bronce aleando el cobre con otros metales más duros y que se fundían más fácilmente que él. La técnica de la producción de bronce se difundió rápidamente y muchos de los artículos encontrados se datan en los siglos XVIII y XVII. La alfarería, gracias a la introducción de la rueda de alfarero, se transforma también. Todo ello llevó a la acumulación de riquezas en manos de algunas familias y a la ulterior separación y fortalecimiento de la propiedad privada como contrapeso a la propiedad comunal. Las diferencias patrimoniales dentro de la comunidad primitiva complicó aún más la desigualdad entre las tribus y poblaciones locales y sus conquistadores aqueos, y entre las tribus aisladas se produjeron choques bélicos, lo que también posibilitó el crecimiento de las desigualdades entre las tribus y en el interior de las mismas.

En el primer tercio del II milenio, los lazos externos de las tribus que poblaban la Hélade continuaron ensanchándose, lo que prueban las relaciones directas de la Grecia balcánica con Troya, mientras que los contactos con Creta se desarrollaron de forma irregular. Inmediatamente después de las invasiones aqueas, estas relaciones debieron de disminuir y se restablecieron solo después de uno o dos siglos. Testimonio de esto son, por ejemplo, las vajillas de la producción de Tirinto, hechas según la manera de la cerámica cretense de los siglos XVIII al XVI a. de C.;os toros en relieve de Micenas son imitación de los relieves cretenses de ese tiempo, y lo mismo ocurre con otros objetos. Se reforzaron los contactos con las islas Cícladas, con la cultura de su población, y estas islas, a su vez, experimentaron la influencia continental y de Creta. El problema de las relaciones con las regiones septentrionales de la península balcánica todavía no está estudiado suficientemente, pero se ha encontrado en Macedonia la llamada cerámica minoica, la cual estaba distribuida por toda Grecia, y permite suponer un contacto continuo de la población de ambos lados. Entonces, la sociedad aquea alcanzó su apogeo en el siglo XVI a. de C.



[i] V. V. Struve, “Historia de la antigua Grecia”.
[ii] Al noroeste de Atenas, en Beocia.
[iii] Una región en el este del Peloponeso.
[iv] En el este del Peloponeso.
[v] Al nordeste del Peloponeso.
[vi] (1862-1935). Historiador francés experto en la antigua Grecia, particularmente en las polis y sus historia económica.
[vii] Suroeste del Peloponeso.