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El emperador Valeriano, hecho preso por el persa Shapor I |
No pocas veces alcanzar el máximo poder ha representado la
antesala de una muerte violenta, y aún así, pocos casos encontramos en la
historia de renuncia a dicho poder. En el mundo romano, por ejemplo, los siglos
del Imperio muestran los muchos casos de emperadores asesinados; con excepción
de los dos primeros (Augusto y Tiberio), los demás fueron víctimas de la daga,
el veneno o la espada, hasta llegar a Vespasiano y Tito, en la segunda mitad
del siglo I de nuestra era, que murieron sin violencia de por medio. Por si no
fuese poco algunos fueron ultrajados tras su muerte, otros decapitados una vez
asesinados, arrastrados, echados al río Tíber, la misma suerte corrieron sus
partidarios y familiares. Todo un festín de sangre y crueldad que contrasta con
la rica civilización que nos ha legado el mundo romano en el arte, las obras
públicas, el derecho…
En unas ocasiones se trató de intrigas familiares, en otras de
conjuras palaciegas, de luchas entre facciones del ejército, de suicidios
incluso, como parece ser el caso de Nerón y Otón, en los años 68 y 79
respectivamente, aunque hay autores que hablan de asesinatos en ambos casos. En
el del primero la excusa fue los muchos impuestos que exigía, por lo que se
ganó la enemiga de Vindex[i] y Galba. El primero se
suicidaría al ser derrotado en el campo de batalla y el segundo llegaría a ser
reconocido emperador, pero solo durante unos pocos meses.
Los emperadores de la dinastía Antonina, salvo Cómodo, no fueron
asesinados, pero la muerte violenta de este llevó a Roma a una feroz guerra
civil. Suetonio, que vivió entre los siglos I y II, debió de tener información
de primera mano para narrar los asesinatos de Calígula, Claudio (si es que
realmente fue asesinado), Nerón (que se suicidó), Galba, Otón[ii] (se suicidó), Vitelio y
Domiciano. Muerto Suetonio en 126, ya no pudo dejarnos noticia alguna sobre la
muerte violenta de Cómodo.
A pesar de la fama de extravagante, alocado y cruel que tenemos
de Calígula, ciertas fuentes encuentran la causa de su asesinato en que quiso
someter a los grupos dominantes de la sociedad romana. También se ha especulado
con intentos de restaurar la República romana por parte de sus opositores, una
vez que ni Tiberio ni Calígula llegaron a tener el prestigio de Augusto.
Si Claudio hubiese sido asesinado, lo que no admiten todos, lo
sería por envenenamiento, a pesar de las precauciones que tomaba para evitar
este final. Otros consideran que la madre de Nerón y esposa de Claudio,
Agripina, preparó el asesinato del emperador a favor del hijo de ella. De Nerón
también nos han quedado noticias muy negativas, pero intentó reformas administrativas
para favorecer a la plebe, aunque fue acusado de lo que hoy llamaríamos
populismo. Lo cierto es que su muerte estuvo precedida de una gran
inestabilidad política y de su huída de Roma, algo que dice mal del personaje.
También fue asesinado Galba, en el año 69, por un legionario, y
Pisón, que le sucedió, solo duró unos días como emperador antes de ser
asesinado. Pero en torno a los atentados contra emperadores, no pocas veces caían
los conspiradores y otras personas de las familias de estos o de aquellos.
Vitelio, que estuvo en pugna con Vespasiano para erigirse en emperador, yéndole
mal las cosas se escondió, pero fue descubierto y los partidarios de Vespasiano
la mataron, echando su cuerpo al río Tíber, pero no su cabeza, que fue pasada
de mano en mano por las calles de Roma.
Vespasiano nombró césares, asociados al trono, a sus hijos Tito[iii] y Domiciano, pero este también fue asesinado en el año 96 mediante una conspiración en la que la mano
ejecutora parece que fue un liberto. La misma suerte corrió, un siglo más
tarde, Pértinax, el sucesor de Cómodo, para seguirle tres emperadores (Juliano,
Níger y Albino) que tampoco escaparon a la muerte violenta.
Septimio Severo (193-194) empezó reconociendo a Pértinax pero
solo, al parecer, para simular que combatía a Juliano; luego mató a Níger, que
solo gobernó unos meses, y a Albino en el campo de batalla. Dion Casio[iv] ha dejado escrito que, a
tal punto matar era normal en la antigua Roma, que Juliano expresó en el último
momento: ¿A quién he matado? Luego
siguen emperadores que, hasta mediados del siglo III, todos fueron asesinados: Caracalla[v],
Geta, Macrino, Heliogábalo, Alejandro Severo, Maximino, Gordiano (en realidad
se suicidó), Máximo y Balbino. Heliogábalo, tenía 18
años cuando encontró la muerte, y Maximino (235-238), 26. Otros tuvieron
también una muerte trágica, como Gordiano II en el campo de batalla (Cartago).
Gordiano III y Filipo fueron asesinados.
Trajano Decio murió en el campo de batalla (Abrito, Mesia,
Balcanes), y Hostiliano, en un reinado de pocos meses, fue abatido por la
peste. Treboniano y Emiliano fueron asesinados en una sucesión cada vez más
corta, y Valeriano murió en cautiverio a manos de los persas; luego fue
asesinado Galieno en 268.
Puede parecer que existió una cierta resignación de estos
personajes, como otros, ante la muerte, consecuencia de las influencias
estoicas en la civilización greco-latina, pero también cabe pensar que la
ambición por el poder era más fuerte que cualquier otra cosa, o que siempre
existió la esperanza de no acabar como el predecesor… No terminaron aquí los
emperadores romanos asesinados: Treboniano, Emiliano, Galieno, quizá Quintilo,
Aureliano, Floriano, Probo, Numeriano y otros, hasta la desaparición del Imperio
occidental, fueron asesinados, en menos ocasiones se suicidaron y en alguna
otra la causa fue la peste.
Pero si dejamos el Imperio romano y nos vamos al reino godo de
Toledo, Hermenegildo fue ejecutado por orden de su padre, el rey Leovigildo;
Liuva II, Witerico y Gundemaro fueron asesinados, en algunas ocasiones por sus
sucesores respectivos. Suintila tuvo más suerte, pues tan solo fue depuesto por
Sisenando, igual que Wamba posteriormente.
En el siglo V Sigerico había asesinado a Ataulfo y en Galia
Teodorico II asesinó a Turismundo, su hermano, que a su vez fue asesinado por
Eurico II, también hermano… y así podríamos ver ejemplos de dinastías en las
que la sangre corrió entre parientes, entre predecesores y sucesores, y no
precisamente en el campo de batalla. Aquí ya no cabe hablar de estoicismo; se
trata de lucha por el poder, de repartos territoriales, de diferencias familiares,
de simples conflictos que acaban en otro mayor. No estuvieron ausentes las
motivaciones religiosas en momentos de cismas y herejías, grandes controversias
teológicas, pero en ocasiones esto no fue sino la excusa para otros fines.
[i] Militar
de origen aquitano.
[ii] Ver
aquí mismo “Otón ‘recostó el pecho contra el hierro’”.
[iii] Ver
aquí mismo “Contradictorio Tito”.
[iv] Vivió
entre mediados del siglo II y el año 235. Historió e ejerció la milicia, fue
cónsul y escribió una historia de Roma.
[v] En
Carrhae, alta Mesopotamia. La orden de su muerte la dio Macrino, que a su vez
fue asesinado por Heliogábalo.