domingo, 28 de diciembre de 2014

Violencia realista y liberal

Iglesia del priorato de Santa María (Castellfollit de Ruibregós)
Ramón del Río Aldaz considera que las desamortizaciones de bienes durante el siglo XIX español favorecieron sobre todo a la burguesía rural, es decir, aquella que compró tierras para asemejarse a la nobleza en la posesión de patrimonios, aunque no necesariamente para invertir capitales en ellas y mejorar los rendimientos agrarios. Pero el trabajo que comentamos aquí del autor citado no trata de esto, sino de la violencia que implicó el trienio liberal en la medida en que las posiciones estaban muy encontradas: liberales y absolutistas (1). 

Las partidas realistas comenzaron en la primavera de 1821 la práctica de fusilamientos de prisioneros que habían caído en sus manos, como ha quedado testimoniado por la denuncia del jefe político de Burgos a las Cortes el 29 de mayo del citado año. Esa misma violencia se dará en el norte, en Valencia y en Cataluña, es decir, en los territorios donde más vivamente se dará la guerra civil de 1833. Considera Ramón del Río que la violencia practicada por los realistas no es tanto por la crueldad de estos como por la debilidad militar que tenían, no pudiendo dar "solución" a los prisioneros por otros medios. El cura realista Andrés Martín, cronista de la rebelión realista en Navarra, señaló claramente las razones del fusilamiento de Dos pelos y sus hombres: perseguidos los realistas por el general liberal Carlos Espinosa, tuvieron que elegir entre matar a aquellos o ceder los prisioneros a este. 

Los carlistas practicaron exacciones violentas a los vecinos para poder obtener comida, animales y otras cosas, dando rebido por ello aunque de poco valió en la mayor parte de las ocasiones. También secuestraron a alcaldes para conseguir contrapartidas por ellos, saquearon poblaciones, secuestraron a civiles y practicaron otras violencias.

En el bando liberal -siempre hablando del "trienio"- la violencia fue creciendo a partir de la segunda mital de 1822: fusilamiento de prisioneros realistas o el caso de Castellfollit de Ruibregós, en el extremo más occidental de la provincia de Barcelona. El pueblecito está encajado en uno de los valles, a su vez ramal de otro por el que discurre la carretera, al noroeste de Calaf, al borde de la meseta que enseñorea Cervera. En aquel pueblo Espoz y Mina, después de conquistar la plaza a los realistas en octubre de 1822, fusiló a algunos vecinos y destruyó e incendió el pueblo, dejando entre las cenizas la inscripción: "Aquí existió Castellfullit. Pueblos, todad ejemplo. No abrigueis a los enemigos de la Patria".

Los liberales se empeñaron en cortar las fuentes de suministro de los realistas y, para ello, el terror pasó a ser un arma más del conflicto. El jefe de la milicia de la Ribera navarra, Manuel Martínez de Morentín, después de una persecución frustrada contra el jefe realista Salaberri, ordenó que se actuara a discreción contra este y sus seguidores. Es lo que hoy llamaríamos "guerra sucia", dice del Río Aldaz. Morentín aseguró que si la madre de Salaberri no hubiese devuelto dos mil duros que se habían robado al alcalde liberal de Alfaro, sería pasada por las armas... "y no estoy lejos de hacerlo", añadió, pues "resueltos a morir en defensa de la patria, la vida ha dejado de sernos apreciable". La vida como valor relativo, añadimos nosotros, sujeta a otros que se consideran superiores. 

Morentín no era un hombre sin cultivar: escritor y militar nacido en Tudela en 1796, luchó a las órdenes de Espoz y Mina, y si un hombre con formación es capaz de aquellas palabras ¿que no esperar de unos y otros que, en el fragor de las batallas, se dejaron llevar por pasiones irracionales?
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(1) Ramón del Río Aldaz, "Violencia revolucionaria y contrarrevolucionaria".

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