domingo, 13 de septiembre de 2020

Tolentino

Exconvento de San Nicolás (Tolentino) en 1940 (*)

Tolentino es una pequeña ciudad del este de Italia donde, a finales del siglo XVIII, se firmó un tratado entre Francia y el papa Pío VI por el que el poder temporal de la Iglesia empieza a decaer antes de que se produzca la unidad política y territorial italiana a mediados del siglo siguiente.

Aunque los historiadores no se ponen de acuerdo en la interpretación de éste tratado, lo cierto es que la Francia de Bonaparte, cuyo régimen en ese momento era el Directorio, se encontraba en un momento en que el poder del militar estaba creciendo de tal forma que se permitió condicionar al papa al margen de las autoridades centrales francesas. El papa no es privado de su condición de guía espiritual de la cristiandad, pero las relaciones del Estado y la Iglesia católica serán, a partir de este momento, distintas a como lo habían sido.

El papa encargó al historiador Gaetano Marini[i] que se hiciese cargo de la documentación que contenía el tratado, lo que así hizo. El documento depositado en el Vaticano consta de ocho folios de 355 por 245 mm., con sellos de lacre del papa y Francia.

Éste tratado se inscribe en la política expansiva de Bonaparte, figura militar ascendente, contra las potencias absolutistas, Gran Bretaña y los estados italianos que estaban bajo la mirada, si no la intervención, del Imperio Austríaco. Bonaparte estaba interesado en tres cosas: su ascenso personal, el engrandecimiento de Francia y la expansión de las ideas ilustradas y liberales moderadas por Europa.

Así los ejércitos bonapartistas ocuparon Módena, Forli, Bolonia y otras ciudades bajo la “protección” pontificia. Entonces el papa envió a Bonaparte una legación para llegar a ciertos acuerdos que evitasen un desastre mayor (quizá la ocupación militar de Roma) para el director de la Iglesia, y en Tolentino se reunieron las dos partes.

El texto del tratado es un ejemplo del lenguaje eufemístico de la diplomacia de todos los tiempos, hablándose de “amistad y buena inteligencia”, cuando en realidad había sido una imposición de Francia al papa, pero es importante que el éste se obligaba a no hacer reclamación alguna sobre Avignon y el condado de Venaissin (sureste de Francia) que en el siglo XIII había sido propiedad de los condes de Poitiers, los cuales lo donaron a la Iglesia. Por ello los habitantes de este territorio, cuyo centro ocupaba la villa de Carpentras, no estaban obligados al pago de impuestos ni al servicio militar. Esto no era admisible para los republicanos y jacobinos franceses ya desde los primeros momentos de la Revolución, aunque hay precedentes de que la monarquía absoluta francesa también había intentado anexionarse el condado.

El tratado hace referencia a una buena cantidad de dinero que el papa debía pagar a Francia, quizá para comprar una paz que nunca estaría segura o para compensar el tiempo de exención fiscal de que habían gozado los habitante de ese enclave papal en Francia. También había alguna cláusula alusiva a la entrega a Francia de algunas obras de arte, además de que el papa tuvo que liberar a presos políticos que la república francesa no admitía.

Quizá Bonaparte y sus colaboradores conocían el pensamiento de Mme. de Lambert[ii] de que “filosofar es devolver a la razón toda su dignidad”, así como a Voltaire cuando escribió en 1765: “el verdadero filósofo labra los campos incultos, aumenta el número de carretas y, por consiguiente, de habitantes, da trabajo al pobre y le enriquece, fomenta los matrimonios, da al huérfano instituciones, no murmura contra los impuestos necesarios y pone al campesino en situación de pagarlos con alegría. No espera nada de los hombres y les hace todo el bien de que es capaz”.



[i] Nacido en 1742, murió en 1815, pero no está claro si era sacerdote (parece que sí clérigo).
[ii] Nacida en París en 1647, falleció en la misma ciudad en 1733 (Anne-Thérèse de Marguenat), inspiradora de un salón para el cultivo de la dignidad, el buen gusto y el progreso en su época.
(*) https://www.pinterest.es/pin/412642384590512136/

¿Una villa romana en Sober?

http://culturagalega.gal/noticia.php?id=30656&soportal=

Al sur de la provincia de Lugo se encuentra Sober, y en una de sus parroquias, Proendos, parece que pudiera encontrarse una villa de época romana después de los trabajos realizados con georradar en una superficie de unos 27.000 m2. Otros trabajos de arqueología han dado algunas columnas, materiales constructivos y cerámica, pero no todos los elementos son de época romana, sino también prehistórica y medieval.

En un espacio de forma irregular y a una profundidad de 1,60 m., el georradar ha permitido reconstruir varias construcciones, una con ábside y muros que se cortan, en general, perpendicularmente, y podrían aparecer algunas vías de canalización. En otra superficie el georradar, a una profundidad de 1,91 m., ha permitido descubrir una construcción rectangular, dividida por muros y, uno de ellos, exterior, hasta otra construcción de planta muy regular.

En una tercera zona de forma acusadamente rectangular, a una profundidad de 1,33 m., se conservan dos construcciones, una de ellas incompleta, pero que parecen cuadradas. En su conjunto se puede afirmar que las construcciones, inicialmente diseminadas y discontinuas, ocupan un espacio no pequeño que permiten especular con una villa[i].

sábado, 12 de septiembre de 2020

El pintor y su obra ante el espejo



Odense es una ciudad danesa donde, en 1804, nació el pintor Wilhelm Ferdinand Bendz, que tendría una corta vida, pues murió en Vicenza (nordeste de Italia) en 1832.
Fue uno de los pintores que hizo valer el papel de los artistas en su tiempo, pues no los consideraba simples artesanos, sino intelectuales que trascendían de conocer las técnicas de la pintura. Para él un artista debía de tener un concepto, una filosofía, debía transmitir algo más que una simple imagen más o menos bien lograda. Tanto es así que pintó varios cuadros de artistas trabajando, representando en la obra que figura arriba a su compañero Ditlev Conrad Blunck, algo mayor que él, pintando un retrato de Jorge Sonne, otro danés que se caracterizó por pintar escenas de batallas.
El título de la obra que se muestra aquí es “Joven artista examinando un boceto en un espejo”, obra al óleo sobre lienzo de 98 por 85 cm., de 1826, cuando Bendz tenía veintidós años. Se encuentra en la Galería Nacional de Dinamarca.
El espejo permite ver de frente al artista, el cuadro que está pintando, el caballete con un retrato y otros elementos, constituyendo todo ello un interesante estudio de la perspectiva.
En otra obra Bendz representa a la familia Waagepetersen, un comerciante de vinos, pintada en 1830 al óleo sobre lienzo de 100 por 89 cm., que encuentra en el mismo museo. En esta obra se ve al señor Waagepetersen y a su familia, algo muy propio de un burgués que dedica todo su esfuerzo al trabajo y a los suyos. La estancia muestra un mobiliario discreto y sin ornamentos, lo que pone de relieve la costumbre de las familias cuyo arquetipo es éste personaje, esforzado por el ahorro. No obstante, algunos cuadros en la pared y un busto, dan a entender el gusto por la cultura de esta familia, dejándose ver otra habitación por la puerta abierta al fondo.
Es una obra de inferior calidad que la del artista ante un espejo comentada antes, dominando en la de la familia Waagepetersen la línea dibujística, pero en ambas el rico colorido, mucho más matizado en la primera.

Las primeras iglesias catedrales en América


                                                                  Catedral de Oaxaca (*)
En el siglo XVI se comenzaron a construir las primeras iglesias catedrales en América, particularmente en Nueva España. Eran muy sencillas y con materiales deleznables, como adobe, paja y madera, por lo que cumplieron una función provisional antes de que las diócesis se dotasen de otros templos hechos con piedra.

Huejotzingo, por ejemplo, en el sur de México y rodeado de las últimas estribaciones montañosas que ocupan México de norte a sur, contó con dos templos de un convento, aunque la monarquía española se ocupó del nombramiento de obispos, en primer lugar, en las islas del Caribe.

En Tlaxcala, no lejos de Huejotzingo, se estableció una diócesis en 1519, y luego otras en Yucatán, Michoacán, México, Oaxaca, Guadalajara, Chiapas, etc. Todas tuvieron iglesias catedrales que se construyeron provisionalmente, mientras no era posible erigir templos más sólidos, solemnes y de fábricas más permanentes, lo que ocurrió a partir de la segunda mitad del siglo XVI.

Las órdenes mendicantes, sobre todo los franciscanos y dominicos, estaban muy implantadas en Nueva España, por lo que en ocasiones fueron los sencillos templos de estas órdenes los que sirvieron de catedrales provisionales para los respectivos obispados. Según Enrique Camacho Cárdenas[i] los modelos arquitectónicos que se llevaron a cabo en el siglo del que estamos hablando respondieron a tipologías eclesiásticas andaluzas, con tres naves y carpintería mudéjar[ii].

En Tlaxcala se aprovechó un templo preexistente para la primera catedral, mientras que en otras sedes las primeras iglesias catedrales se realizaron con rapidez, aunque luego se retrasase tanto la construcción de las definitivas que permanecieron un largo tiempo de vigencia. En Valladolid, hoy Morelia, los materiales del primitivo templo sirvieron para reaprovecharlos en el definitivo, y otro tanto podemos decir de Guadalajara. En otras ocasiones esto no fue posible porque los materiales de la primitiva sede episcopal eran adobe y paja.

La provisional de Puebla –dice Camacho Cárdenas- tuvo sucesivas reparaciones, pero en 1561 se encontraba muy deteriorada. No obstante su sencillez, se tendió a que estas iglesias tuviesen tres plantas, aunque se cubrieran de forma adintelada y con madera. La provisional de México fue realizada por Martín de Sepúlveda, que era maestro de obras de la ciudad, pero no fue terminada por él[iii], y allí se instaló el franciscano Juan de Zumárraga, primer obispo de México[iv]. El emplazamiento de éste templo es el mismo que el que ahora ocupa el atrio de la catedral. Hacia finales del siglo XVI fue restaurada y ampliada, con tres naves pero techumbre de madera.

Otros fueron los avatares de la catedral de Oaxaca, que sufrió permanentes destrucciones y reconstrucciones a causa de terremotos, siendo la fábrica actual del siglo XVIII. El obispado de Michoacán, creado en 1536, estableció su sede en Tzintzuntzan (en el oeste de México pero no en la costa), siendo empleada para primera catedral la iglesia de los francisanos, pero luego se trasladó la sede al barrio de Pátzcuaro, que hoy es municipio independiente, y en 1574 se donó el edificio a los jesuitas, mientras que la catedral definitiva, iniciada en la década de 1540, constaría de cinco naves, pero como se realizó muy rápidamente, a los pocos años presentaba un estado ruinoso.

[i] “Las catedrales provisionales en Nueva España…”.
[ii] R. López Guzmán ha estudiado el mudejarismo en Iberoamérica coordinando una obra con otros investigadores.
[iii] www.catedralmetropolitanademexico
[iv] Nacido en 1468, fue el fundador de la Universidad Pontificia de México, y falleció en 1548.
(*) wikipedia.

jueves, 10 de septiembre de 2020

Guerrilleros y militares carlistas del cuadrante nordeste

 

                                                             Samper de Calanda (Teruel)

No fueron pocos los que se levantaron contra el liberalismo que representó la ocupación bonapartista de España, el trienio liberal de 1820-1823 y la guerra llamada carlista de 1833. Algunos incluso participaron en la segunda, llamada también de los matiners[i] entre 1846 y 1849 sobre todo en Cataluña.

Está claro que los carlistas eran de extracción popular, aunque estuviesen apoyados por varias categorías del clero y por cierta nobleza; muchos de los guerrilleros fueron verdaderos héroes, guiados por una fe ciega en la tradición, condicionados otros por razones familiares o geográficas, algunos más convencidos que otros e incluso provenientes algunos del ejército liberal (lo que demuestra cierta acomodación a los acontecimientos)[ii].

En este resumen no pretendemos hablar de los más conocidos, como Cabrera, Zumalacárregui, Forcadell o Serrador; más bien nos referiremos a los que han hecho la “pequeña historia” en sus localidades o en regiones enteras, pero con menos notoriedad que los citados.

Algunos fueron víctimas de sus propios correligionarios debido a desavenencias o traiciones, como es el caso del turolense Rafael Ibáñez, otros vivieron en final de su vida en el exilio, sobre todo Francia, otros reunían la condición de clérigos, como Jerónimo Merino o Benito Tristany, o estuvieron próximos a Cabrera, a quien sirvieron personalmente, pero otros fueron menos conocidos incluso en su época.

Algunos demostraron muy poco apego a la vida, negándose a facilitar información y aceptando estoicamente ser fusilados, como es el caso de Viscarro; un ejemplo de empecinamiento es el de José Maestre, aunque no el único, dirigiendo a los menos reflexivos de entre los carlistas; algunos fueron hacendados, otros conocían algún oficio, pero de muchos no se conocen sino sus hechos militares. Algunos fueron crueles, como Mariano Orteu y otros comandaron verdaderos ejércitos, como Juan José de Torres.

Algunos alcanzaron importantes grados militares en el ejército carlista, que luego pudieron hacer valer una vez alcanzada la paz, pero otros no aceptaron esta y huyeron sin aceptar indultos; e incluso uno, Juan de Dios Polo y Muñoz de Velasco, vivió tantos años que participó también en la tercera guerra carlista (década de los años setenta).

Rafael Ibáñez, hacendado de Fuentes Claras (noroeste de la provincia de Teruel), fue un jefe carlista que inició la sublevación en Aragón. Cabrera lo habría mandado fusilar por colaborar con Cabañero[iii] y preparar su desmovilización a finales de 1839.

Pablo Alió Anguera nació en Sarreal, unos 40 km. al norte de Tarragona, en 1810 y falleció en Francia. Estudió en el seminario de Tarragona y en 1835 se integró en las filas carlistas en el primer batallón de Tarragona que mandaba Manuel Ibáñez, Llarg de Capons. En 1836 se incorporó al ejército de la derecha del Ebro a las órdenes de Serrador. Cabrera, por la conquista de Morella, lo ascendió a capitán. En 1840 se exilió en Francia. En cuanto al llamado Llarg de Capons por el supuesto lugar de su nacimiento (Capons o Copons, Barcelona) nació en 1800 y murió en 1839, habiendo participado antes en el alzamiento de los malcontentos[iv] (1826-1827).

Jerónimo Merino Cob (Villoviado, al sur de la provincia de Burgos) nació en 1769 y murió en Alençon[v] en 1844, siendo uno de los guerrilleros más emblemáticos de la guerra de 1808, en la que alcanzó, en 1814, el cargo de gobernador militar, con grado de general, de la plaza de Burgos, aunque concluidas las hostilidades volvió a ser un simple cura de pueblo. En el Trienio retomó las armas contra los constitucionales y apoyó la invasión de Angulema. En la primera guerra carlista apoyó al pretendiente, dirigiendo el alzamiento carlista en Castilla la Vieja, y participó en los sitios de Morella y de Bilbao. Se exilió en Francia tras el Convenio de Vergara.

Domingo Arnau (Tortosa, 1811 – St. Llorenç de la Muga[vi], 1855) fue desterrado a Benicarló por la autoridad militar de Tortosa. Entonces, con otros legitimistas, se unió a la partida de Serrador. Ascendió a sargento y pasó a la división de Forcadell, donde ascendió a capitán por la acción en Ares del Maestre, al noroeste de la provincia de Castellón (1835). Su heroicidad comportó que lo nombrasen ayudante de Cabrera. Ascendió sucesivamente a coronel y Jefe del Estado Mayor de la división de Murcia en 1837, y en 1839 fue nombrado 2º comandante interino de Murcia. En 1840 pasó a ser comandante general de la división de Tortosa. Se exilió en ese año aunque, iniciada la guerra de los matiners, abandonó clandestinamente su lugar de residencia forzada y en 1848 entró en Cataluña por Osséja[vii] con Cabrera. Sin embargo, la persecución del Gobierno le hizo solicitar el indulto, tras lo cual se exilió nuevamente. Trató de regresar clandestinamente en 1855, cuando estuvo previsto un nuevo alzamiento carlista, pero al cruzar la frontera fue tiroteado y murió.

Román Bonet, Chambonet, apodo que recibió por el apellido de un militar carlista tío suyo, nació en Vinaroz, luchó contra el trienio, formó parte de la tropa de Forcadell y actuó especialmente en la los territorios de Tortosa. Por mérito de guerra ascendió a teniente coronel, y Cabrera lo colocó de primer comandante del tercer batallón de Valencia, hasta 1840.

Juan Bautista Viscarro nació en Ulldecona (extremo sur de la provincia de Tarragona), luchó con los agraviados de 1828 y en la primera guerra carlista formó parte de una división. En 1840 fue nombrado comandante del fuerte de Begís (suroeste de la provincia de Castellón). Después de exiliarse en Francia, entró clandestinamente en España en 1844, siendo detenido en Tortosa cuando se dirigía al Maestrazgo y de allí lo trasladaron a Vinaroz, donde fue fusilado tras negarse a confesar los motivos de su regreso.

José Maestre, natural de Morella, donde ejercía de tintorero, había combatido en la guerra de 1808 y en la del trienio, tras la cual fue capitán de los voluntarios realistas. En su casa se reunía la “tertulia de la alpargata”, en la que estaban los realistas más ortodoxos y con menos formación. Por su profesión tenía muchos conocidos ultras en el Bajo Aragón y, en contacto con Carnicer[viii], sublevó Morella a finales de 1833. En 1834 su partida fue disuelta y su prestigio se resintió. Acabó integrándose en la partida de Forcadell como jefe de batallón. En 1837 fue cesado por Cabrera del mando del quinto batallón de Valencia. Participó en la segunda guerra carlista.

Joaquín Andreu, Rufo, nació en Les Coves de Vinromà (provincia de Castellón); en 1835 levantó una partida en su pueblo y se integró en las tropas de Forcadell. Siendo capitán fue designado ayudante de Cabrera y con él formó parte de la expedición de Gómez[ix]. Alcanzó el grado de teniente coronel del ejército carlista. Murió en Valderrobres (en el extremo nordeste de Teruel) en 1838 como consecuencia de una herida que tuvo en la batalla de Maella, en el sudeste de la provincia de Zaragoza.

Juan de Dios Polo y Muñoz de Velasco (Córdoba, 1810 – 1885). En 1833 fue a Portugal siendo capitán en la expedición del general Rodil[x] y desertó a las líneas carlistas a fines de 1834. Formó parte del batallón de guías de Navarra, herido en la acción del Puente de Arquijas (en el extremo este de la provincia de Álava). Fue a Asturias en una expedición y también acompañó al pretendiente carlista en otra. En 1837 pasó al ejército de Cataluña, donde se distinguió en Berga (al norte de la provincia de Barcelona) y Ripoll (al oeste de la provincia de Girona). Después en el ejército de Aragón y se distinguió en la defensa de Morella y en la batalla de Maella. Por las conquistas de Caspe y Calatayud ascendió a general. Se exilió en Francia y luego se acogió a la amnistía concedida por la reina, así como a todas las recompensas y grados, volviendo a España en 1848. Participó en la tercera guerra carlista.

Francisco Eraso nació en 1793 en Garínoain (centro de Navarra) y murió a consecuencia de unas heridas en 1835. Había participado en la guerra de 1808 y más tarde fue comandante de los voluntarios realistas, uniéndose a los carlistas en 1833. A la muerte de Zumalacárregui tomó el mando del ejército del Norte durante algún tiempo.

Miguel Sancho, Fraile de la Esperanza, nació en Liria (Valencia) y siendo niño padeció frecuentes enfermedades. Cuando se curó de una especialmente grave, sus padres le vistieron con hábito de fraile, por lo que se le empezó a llamar “el Fraile de Esperanza”, por ser éste el nombre de su madre. Se sublevó en 1833 y marchó a Morella uniéndose a Carnicer en 1834. En ese año participó en el combate de Salvacañete (al este de la provincia de Cuenca), en el que resultó herido. Luego mandó una pequeña tropa que le encomendó Cabrera para que sublevase la provincia de Valencia. Más tarde aumentó su ejército y en 1837 se unió a Forcadell para saquear la provincia de Cuenca, consiguiendo un gran botín. Con Tallada intentó ocupar Liria pero sin conseguirlo. A partir de finales de 1838 tuvo algunos desencuentros con Cabrera, el cual le quitó las tropas a su mando.

Juan Pertegaz participó en la lucha contra el trienio alcanzando el grado de teniente de infantería. A finales de 1834 se retiró del ejército isabelino e ingresó en las filas carlistas. Mandó un batallón reclutado en Tortosa y formó parte del cuartel de Cabrera (Pertegaz fue el que le comunicó el fallecimiento de su madre). Destacó en la defensa del fuerte de Alcalá de la Selva (sureste de la provincia de Teruel) en 1840. Se acogió al Convenio de Vergara y le fue concedido el rango de teniente retirado. Había nacido en Cabra de Mora[xi] en 1802 y murió en Calatayud en 1857.  

Bautista Martí, Marçal, nació en Alcalá de Chivert (nordeste de la provincia de Castellón), llegando a coronel en la primera guerra carlista. En 1840 rechazó el indulto y continuó combatiendo, siendo traicionado por su entorno y entregado a las autoridades constitucionales, que lo fusilaron en 1844.

Luis Llagostera Casadevall fue general de la división de Aragón. Nació en Manlleu (nordeste de la provincia de Barcelona) y participó en la guerra contra el trienio liberal con la partida del barón de Eroles. En 1834, estando en Lérida, desertó al Bajo Aragón y se unió a Carnicer. Acabada la guerra se exilió en Francia donde murió.

Joaquín Quílez nació en 1799 en Samper de Calanda y murió en Muniesa en 1837 (ambas localidades en el norte de la provincia de Teruel). En el ejército carlista llegó a brigadier de caballería, habiendo servido antes en la Guardia Real, de donde fue expulsado en 1833 por sus ideas realistas.

Antonio Tallada y Romeu nació en Ulldecona en 1799, muriendo en Chichilla en 1838. Luchó en el trienio con Ramón Chambó y en 1824 estaba de guarnición en Alicante cuando se unió a los realistas, iniciando la guerra de 1833 en Valencia, desde donde mandó una expedición a Andalucía en 1838, cayendo prisionero en Borox (al norte de la provincia de Toledo). Fue fusilado en Chinchilla.

Miguel Sancho Gómez Damas (Torredonjimeno, Jaén, 1785 – Burdeos, 1864). Jefe de Estado Mayor de Zumalacárregui, dirigió la expedición que lleva su nombre saliendo de Amurrio en 1836.

Antonio Borgés, nacido en Vernet (sur de Francia) en torno a 1780, murió en Cervera (sureste de Lérida) en 1836, al ser fusilado después de ser detenido en Santa María de Meià (en el centro de la provincia de Lérida). Su hijo José continuó la guerra hasta exiliarse en 1840, habiendo combatido también en la guerra de los matiners.

Juan Antonio de Urbiztondo y Eguía (San Sebastián, 1803, falleció en Madrid en 1857). Marqués de la Solana, luchó contra los liberales durante el trienio y luego fue inspector de los voluntarios realistas. Trató de unirse a Don Carlos en Portugal, pero fue detenido en Mérida en 1833 y deportado a Puerto Rico, de donde huyó volviendo a España.

Bartolomé Porredón, Ros de Eroles, nació en Eroles (al oeste de la provincia de Lérida, en 1796, y murió en Clariana en 1847 (al este de la provincia de Lérida). Participó en la guerra contra el trienio, en la de los agraviados y en la primera y segunda guerra carlistas.

Mariano Orteu Altamir, canónigo en Barcelona, destacó en la 1ª guerra carlista siendo ayudante del conde de España[xii], al que no obstante disparó en 1839 junto con otros de sus colaboradores, acabando con su vida.

José Juan de Torres tenía sus escondrijos en la sierra del Montsec. En sus razias de 1836 arrasó buena parte de la Cerdaña. Los liberales le atribuyeron unos efectivos de 3.000 hombres, más que cualquier otro jefe. En dicho año, cuando intentaba pasar a Navarra, fue detenido con otros colaboradores en Casbas (Huesca). Junto con otros presos fue fusilado más tarde.

Benito Tristany, mossèn Benet, nació en Ardévol en 1794 y murió en Solsona (las dos localidades al este de la provincia de Lérida) en 1847. Sacerdote y general carlista, en 1822 dirigió una partida que ocupó Solsona, combatiendo luego en la guerra de 1833. En 1846 inició la segunda guerra carlista, siendo al año siguiente apresado y fusilado.


[i] Realmente no fue una guerra en el pleno sentido de la palabra. Un levantamiento popular formó un ejército que no podía competir con el ejército regular constitucional. La excusa para el levantamiento fue el fracaso de un intento de acuerdo entre Isabel II y el pretendiente Carlos Luis de Borbón, al que apoyaban también algunos sectores del moderantismo isabelino.

[ii] Véase aquí mismo “Los jefes carlistas” y “El ‘Tigre del Maestrazgo’”.

[iii] Juan Cabañero nació en Urrea de Gaén (norte de la provincia de Teruel) en 1800 y murió en Albalate del Arzobispo, muy próxima a la anterior, en 1850. Participó en la conquista de Zaragoza para los carlistas, pero derrotado poco después, llegó a un acuerdo con los liberales.

[iv] La excusa de los más conservadores del absolutismo fernandino dio origen a esta revuelta (agraviados) que reclamaban el restablecimiento de la Inquisición. Tuvo cierta importancia en Aragón, Valencia, Andalucía y las provincias Vascongadas.

[v] Noroeste de Francia.

[vi] Alto Ampurdán, norte de Girona.

[vii] En la Alta Cerdaña, territorio francés.

[viii] Manuel Carnicer nació en Alcañiz en 1790 y murió en Burgos en 1835, habiendo sido protagonista del alzamiento en Aragón.

[ix] Miguel Gómez nació en Torredonjimeno (Jaén) en 1785 y murió en Burdeos en 1864, habiendo participado en las guerras de 1833 y de los años cuarenta.

[x] José Ramón Rodil fue virrey de Navarra, habiendo nacido en Lugo en 1789 y falleció en Madrid en 1853.

[xi] Al sur de la provincia de Teruel.

[xii] De nacionalidad francesa se puso al servicio de Fernando VII durante desde la guerra de 1808.


martes, 8 de septiembre de 2020

Imágenes de una ciudad

Pontevedra en 1669 por Pier María Baldi
La investigadora Carla Fernández Martínez ha publicado un trabajo sobe “la ciudad imaginada” aplicado al caso de Pontevedra[i], en el que analiza la producción plástica que generó dicha ciudad. Según la autora citada, de la nómina de autores que se han ocupado de Pontevedra en el plano histórico, social, económico y cultural, ninguno lo hizo sobre la configuración gráfica de la ciudad a lo largo del tiempo.

La ciudad –toda ciudad- presenta lugares visibles que la identifican, otros han sido sepultados y algunos han experimentado cambios. Pontevedra, como otras muchas ciudades, pasó por momentos de esplendor pero también otros de “pobreza y olvido” tras la pérdida de su importancia marítima y pesquera. La baja Edad Media es la época de mayor crecimiento, prolongándose al siglo XVI. En estos siglos era una villa amurallada donde sobresalían diversas casas torreadas. Aunque en su fuero no se le adjudicase ninguna finalidad defensiva, lo cierto es que sufrió, en un siglo y otro, invasiones y ocupaciones, desde la lejana Edad Media hasta el siglo XIX.

Como han estudiado también otros autores, hasta bien avanzada la Edad Moderna fue una de las poblaciones más destacadas de Galicia, sobre todo gracias a la pesca, pues buena parte de su población se dedicaba a las tareas marítimas y residía en el barrio de A Moureira, el principal extramuros. Pero la ría se llenó de arena y los habitantes tuvieron que reconvertir sus oficios, mientras que el florecimiento de la ciudad en la baja Edad Media –dice Carla Fernández- permitió que se enriqueciese notablemente su patrimonio construido. Las dificultades durante la Edad Moderna frenaron ese crecimiento durante los siglos XVII y XVIII, con excepción de ciertos ejemplos de arquitectura civil y religiosa patrocinados por la nobleza y la Iglesia.

Aunque el urbanismo no experimentó cambios sustanciales hasta el siglo XIX, la apariencia de la villa (no será ciudad hasta el siglo citado) sí se vio profundamente alterada. Este aspecto se reflejó –dice nuestra autora- en diferentes descripciones textuales y en las vistas urbanas realizadas por el italiano Pier María Baldi[ii], y por el pintor Mariano Ramón Sánchez[iii], éste a finales del siglo XVIII. Los testimonios plásticos que nos dejaron estos dos artistas muestran el rico patrimonio arquitectónico de la ciudad. Las imágenes de Pontevedra se incluyeron en publicaciones que permitieron que los lectores se formasen una idea de ella, al tiempo que los habitantes obtuvieron una visión de la ciudad que se sumó a la de cada uno.

El perfil de la ciudad también fue retratado por numerosos artistas locales que optaron por inmortalizar su imagen desde una ladera próxima –A Caeira- donde la iglesia de Santa María es protagonista, así como las modestas casas del barrio de A Moureira, y esto fue ocurriendo hasta principios del siglo XX, de modo que la ciudad se asoció durante siglos con dos de sus hitos más significativos: el templo de los mareantes y el antiguo arrabal marinero. Pero a lo largo del siglo XIX el interés de los creadores se dirigió hacia esa Pontevedra desaparecida e imaginada. En algunos casos los testimonios fueron realizados por dibujantes y pintores que pudieron conocer ciertas arquitecturas, pero destacan las obras realizadas después de las demoliciones decimonónicas. Aquellos quisieron reconstruir una imagen de la ciudad que pudo existir, pero de la que ya no se conservaba ningún elemento material, mostrando además el interés por el conocimiento de la arquitectura y, sobre todo, por la plasmación de los que fueron algunos de los hitos más destacados de la antigua villa amurallada.

Ejemplo de esto es la fortaleza arzobispal, el hospital de Corpus Christi, la antigua iglesia de San Bartolomé o los numerosos palacios barrocos. A través de numerosas estampas y dibujos se han podido ofrecer una serie de datos que facilitan el estudio de la estructura urbana y las características de unas viviendas y construcciones, específicamente diseñadas para las tareas relacionadas con la pesca y el mar. También han generado no pocas obras las ruinas de Santo Domingo, la capilla de la Peregrina y los espacios de uso colectivo. 

La autora ha seleccionado imágenes que dan una visión lo más amplia posible de la ciudad en su conjunto, de sus elementos individualizados dentro de su contexto histórico, siendo la calidad de las obras –dice- diversa, con vistas urbanas, retratos pictóricos que van más allá de la propia imagen (como el coleccionismo y el conocimiento geográfico y estratégico) hasta aquellas representaciones de edificios urbanos singulares. Algunos dibujos y pinturas fueron hechos sin seguir criterios matemáticos, otros pueden ser considerados como fantásticos, combinando diversos puntos de vista, pero también se han utilizado recursos geométricos en la realización de otros ejemplos.




[i] “La ciudad imaginada. Vistas y visiones de la realidad urbana: el caso de Pontevedra”.
[ii] Nacido en Florencia en 1630, fue un arquitecto y pintor que acompañó a Cosme de Médici en el viaje que realizó por España y otros países europeos. De éste viaje nos dejó una serie de dibujos con vistas panorámicas de ciudades y otras pequeñas poblaciones.
[iii] Nacido en Valencia en 1740, se trasladó a Madrid siendo niño y se educó en la Academia de Bellas Artes de San Fernando.


lunes, 7 de septiembre de 2020

Galicia y América

Monte Real en Baiona (Pontevedra)
taperiaamadorra.com/la-zona-en-im%C3%A1genes/im%C3%A

Begoña Fernández Rodríguez[i], en un trabajo sobre el descubrimiento de América y Galicia, aporta importantes datos sobre las relaciones entre la región noroccidental de España y América, que según ella son intensas a partir del siglo XVI, cuando algunos puertos recibieron autorización para comerciar con los territorios americanos descubiertos.

Baiona, en el extremo suroccidental de Galicia, se convierte entonces en un punto de referencia de culturas, tradiciones e intercambios diversos dependiendo del momento histórico (señala la autora citada). Primero fueron las relaciones comerciales; a partir del siglo XIX mediante el fenómeno migratorio, que llevaría a hablar de una Galicia exterior, la población asentada, con mucho la más numerosa de España, en tierras americanas. Pero no todas las comarcas de Galicia tuvieron el mismo papel en este asunto: destacaron las que tenían una “vocación” marinera y, en especial, las que desde los primeros momentos establecieron relaciones con las nuevas tierras descubiertas. Particularmente el puerto de Baiona se transformó como consecuencia de estas relaciones comerciales.

Desde el primer momento hubo una mínima presencia indígena americana en Baiona, pues en La Pinta, embarcación que llegó a dicho puerto de regreso, viajaban junto con la tripulación y la carga, tres “indios procedentes de la isla Guanahani”. Fallecido uno de ellos, fue sepultado en las inmediaciones de la fortaleza de Monte Real (estamos aún a finales del siglo XV). Dice Begoña Fernández que luego se formó una creencia popular de que la embarcación, junto con las labores de carenado para mantener el estado de poder navegar hasta el puerto de Palos, debió de abastecerse en Baiona de víveres y de agua, elemento éste que se obtuvo en el llamado pozo de la aguada, que todavía se conserva en el Paseo de la Ribera.

En el siglo XVI la relación de Baiona con América aumenta gracias al comercio, teniendo importancia la Real Cédula del rey Carlos, en 1529, por la que se concedió autorización para despachar navíos con mercancía hacia Indias, aunque a la vuelta debían pasar por Sevilla para los correspondientes controles; pero el puerto de Baiona reúne las condiciones de abrigo tan necesarias entonces. En 1500 llegó un navío procedente de Margarita con un cargamento de perlas y en 1503 una nao. En cuanto a las mercancías que eran llevadas a Indias, la Real Cédula citada establecía que debían ponerse en conocimiento de los oficiales de destino, que no podían navegar en tiempo de guerra sin licencia y, como queda dicho, que el retorno debía hacerse por el puerto de Sevilla.

La profesora Saavedra Vázquez, a quien cita nuestra autora, considera que entre las condiciones más favorables que presentaba Baiona con respecto a A Coruña, está la mayor conexión que se produjo en aquella con los intereses de los grupos foráneos, como el acuerdo firmado entre el Concejo de Baiona y mercaderes ingleses en 1556.

El progreso de Baiona se reducirá sensiblemente en el siglo XVII, debido en parte a la inestabilidad por los numerosos conflictos bélicos con los países vecinos, entre los que destaca la guerra de restauración portuguesa de 1640, que se prolongo durante varias décadas con mayor o menor intensidad. De ahí los refuerzos de las fortalezas, como el que se encuentra en el núcleo de Monte Real. Esta política de refuerzo defensivo –dice Begoña Fernández- condicionó el desarrollo urbano, tal y como se constata en la capilla de la Misericordia, monumento que recuerda el valor del tráfico comercial entre esta villa gallega y América. Éste templo, sede de la organización asistencial más antigua de la población, alberga –según la tradición- uno de los ejemplos que aluden a la riqueza procedente de América. Otro de los factores que influyó negativamente fue la política de Felipe III contra los países protestantes, prohibiendo el mantenimiento de relaciones comerciales con estos territorios; y también conviene tener en cuenta las incursiones de las flotas holandesas e inglesas en las costas de Galicia, que aunque no atacaron directamente a la villa, sí causaron incertidumbre ante la situación de que se produjeran situaciones parecidas a las de A Coruña o Vigo.


[i] “Un viaje desde Occidente…”.

domingo, 6 de septiembre de 2020

Mecenas, contrarreformista y pendenciero

Tommaso Gargallo (Wikipedia)

Sílvia Canalda y Llobet ha estudiado el mecenazgo artístico del obispo Tommaso Gargallo, catalán de origen y representante del más acendrado contrarreformismo[i]. Nació en 1536 en Collbató (Barcelona), cerca del monasterio de Montserrat, villa que desde finales del siglo XIV perteneció a la jurisdicción benedictina del citado monasterio.

Según la autora citada, Collbató creció económicamente al ser la última etapa que habían de hacer los peregrinos que acudían al monte serrato. Gargallo estudió en Montserrat y luego ejerció en Barcelona como presbítero. Licenciado en leyes, fue nombrado obispo en 1578 cuando era vicecanciller de la Orden de San Juan de Jerusalén, participando en la acumulación de rentas, en los frecuentes casos de desobediencia, y siendo testigo de la criminalidad y lujuria que en dicha orden se dieron. En realidad, no muy distinto a lo que los papas venían haciendo y seguían en el tiempo que tocó vivir a Gargallo. No tuvo una existencia pacífica –dice Sílvia Canalda- y en más de una ocasión se vio envuelto en actos violentos, siendo sentenciado a penas de mayor o menor grado. En 1561, por ejemplo, pasó un año encarcelado por golpear a un noble. También se enfrentó a determinados cargos de la Orden de San Juan, como el litigio con Jean Levesque de La Cassière[ii].

Sin embargo hizo frecuentes visitas pastorales y creó nuevas iglesias parroquiales, en lo que demostró ser activo y no un mero parásito, como es el caso de otros personajes. Una de las labores de mecenazgo consistió en los beneficios que de su mano recibió la Compañía de Jesús, la cual ayudó a instalar en Malta, ya fortificada con La Valeta después del asedio de las tropas otomanas en 1565. Gargallo ya estaría en el archipiélago unos nueve años antes, comprendiendo que se encontraba en tierras fronterizas entre el mundo católico y el musulmán.

Gargallo quiso fundar un seminario en Malta, que a la postre quedó como colegio jesuítico y hoy es sede de la Universidad. La obra arquitectónica se realizó entre finales del siglo XVI y principios del XVII y la iglesia está inspirada en la del Gesù de Roma. En la iglesia del Naufragio de San Pablo hizo que se pintara en el retablo mayor la escena citada, donde el primer plano lo ocupa el santo con pescadores, soldados y comerciantes; al fondo un paisaje con el mar y una embarcación encallada contra las rocas de la costa. Esta pintura muestra uno de los primeros milagros atribuidos a Pablo de Tarso en la isla de Malta, consistente en lanzar una víbora a la hoguera para que el fuego fuese más vivo. A la izquierda, en la parte inferior, está representado Gargallo. Sílvia Canalda señala que esta obra forma parte de la competición por el prestigio con el Gran Maestre de San Juan de Jerusalén, Jean Levesque.

Financiada por Gargallo fue también la iglesia parroquial de San Lorenzo de Birgù[iii], en la costa este de la isla mayor, también conocida la villa como Vittoriosa, y tanto en éste templo como en el jesuítico fundó dos capillas dedicadas a la virgen de Montserrat. En la iglesia de los jesuitas de la Valeta se mantiene el recuerdo del obispo Gargallo. En el brazo izquierdo del crucero –dice la autora citada- en una capilla, está un retablo con su escudo episcopal y una pintura dedicada a “Nuestra Señora de Montserrat”, obra de finales del XVII o principios del XVIII.

La lauda sepulcral del obispo –aunque no podemos asegurar dónde está sepultado- está adosada al muro interior izquierdo del crucero, en perpendicular al retablo citado. Es una pieza de taracea en mármol de grandes dimensiones y buena calidad. El rectángulo central, enmarcado por una cenefa decorativa, contiene el escudo de Gargallo flanqueado por una pareja de ángeles en relieve que sostienen los atributos de la autoridad episcopal. Canalda señala, en orden al lugar de enterramiento del obispo, que la introducción de la taracea polícroma de mármol en relieve se produjo en Malta con posterioridad a la muerte del obispo (1614).

El mayor escándalo protagonizado por Gargallo (o en el que formó parte) fue en 1583: ante la negativa de algunos canónigos a ejercer los oficios en parroquias alejadas, el obispo los arrastró atados a su carroza encarcelándoles después, a consecuencia de lo cual dos de ellos murieron. El caso llegó a Roma por obra del inquisidor del lugar, desde donde se ordenó el traslado y el encarcelamiento de Gargallo. Quedó obligado a permanecer en su palacio romano bajo arresto, a abandonar sus rentas y deberes episcopales en Malta durante dos años y a pagar 600 escudos a los familiares de los canónigos muertos en el suceso. El papa Sixto V autorizó, en 1586, el regreso a Malta de Gargallo, donde empezó una intensa actividad con sínodos, visitas pastorales y la fundación de cofradías devocionales.



[i] Una de sus aficiones fueron las reliquias de santos, lo que es muy propio de su época, siendo reales dichas reliquias o no.
[ii] Nació en 1502 y murió en Roma en 1581.
[iii] Cuando la Orden de San Juan de Jerusalén se instaló en la isla de Malta, concesión hecha por Carlos V en 1530, los caballeros adoptaron la iglesia gótica de San Lorenzo de Birgù como su centro. Esta iglesia ya no existe en su fábrica originaria, sino que está muy transformada por obra de Lorenzo Gafa entre finales del siglo XVII y principios del XVIII.

viernes, 4 de septiembre de 2020

Ingenieros militares en América

Fuerte de San Carlos de la Cabaña (La Habana)

Un trabajo de Alfredo J. Morales muestra que el programa de reformas que el rey Carlos III traía desde Nápoles para España incluyó también a Cuba, aunque muchas de las iniciativas fueron obra de los ministros que le rodearon.

Para mejorar la economía de las Indias y defenderlas de las otras potencias marítimas, el rey contó con ingenieros militares que continuaron la labor de Próspero Jorge de Verboom[i]. Los ataques piráticos desde el siglo XVI, alentados por algunas potencia sobre la Carrera de Indias, en el siglo XVIII se centrarán en el Caribe pero ya con ejércitos regulares. Un caso es el que sufrió Cartagena de Indias en 1741[ii] y otros dos la ocupación británica de Manila y La Habana en 1762[iii]. También en 1770 se produjo un enfrentamiento diplomático entre España y Gran Bretaña por la posesión de las islas Malvinas, actuando desde la isla Trinidad los británicos (al noroeste de las Malvinas). Luego vendría la participación de España en la guerra de independencia de las colonias británicas de Norteamérica.

Pues bien, éste es el contexto en el que la monarquía española con Carlos III moviliza a los ingenieros militares, que ya habían comenzado sus trabajos en 1764, cuando fueron enviados a Cuba los generales conde de Ricla y Alejandro de O’Reilly[iv]. La labor de estos se extendió –dice Alfredo Morales- a Puerto Rico y Luisiana, con la intención de liberalizar el comercio antillano.

Pero el momento de apogeo reformista se desarrolló entre 1776 y 1786, cuando se creó el virreinato del Rio de la Plata en el contexto de los enfrentamientos con Portugal por lo que luego conoceremos como Uruguay. También era necesario el control sobre las Malvinas y el Cabo de Hornos. Incluso para combatir a ingleses y rusos se creó la Comandancia General de las Provincias Internas del Norte de Nueva España, pero una de las principales reformas fue el Reglamento de Libre Comercio (1778) entre España y las Indias, que décadas más tarde sería un factor favorecedor de la independencia, pues los grupos dirigentes criollos vieron en dicha liberalización una ventaja para gestionarla ellos mismos.

A mediados del siglo XVIII se habían establecido varias comandancias de ingenieros en la América española, siendo más importantes las de México, el Caribe y Perú. Luego, con el avance de los portugueses y los conflictos en Sacramento, se crearon las del Río de la Plata y Chile, y en 1768 se designó Ingeniero General a Juan Martín Cermeño[v], quien ya era Comandante General e Inspector de Fortificaciones del Reino.

Además, los ingenieros de la época llevaron a cabo una labor de información verdaderamente importante: redactaron informes sobre los caminos útiles para el paso de los ejércitos y sobre las condiciones de la costa y lugares aptos para el desembarco, sobre el vecindario, el número de casas de cada población, de las iglesias y conventos, de las tierras de labor, ganadería , ríos y bosques y la ubicación de industrias y fábricas. Así se contó con informes sobre Puerto Cabello[vi], La Habana, Cartagena de Indias, el Darién y sobre Yucatán. En las ciudades donde radicaban las comandancias de ingenieros se proyectaron y dirigieron obras públicas y edificios civiles y religiosos. A pesar de estos méritos, con anterioridad a Carlos III los ingenieros al servicio de España estuvieron mal pagados, siendo la mayoría (de entre los pocos) franceses e italianos. Luego, el plan de defensa de La Habana dio lugar a la construcción del imponente fuerte de San Carlos de la Cabaña, existiendo en ese momento (1778) cincuenta y siete ingenieros en la América española.

Las labores llevadas a cabo por estos ingenieros fueron numerosas y en lugares tan dispares que fueron necesarios ingenieros voluntarios y ayudantes. En el último tercio del siglo XVIII, en Nueva España trabajaron sesenta y siete ingenieros, treinta y nueve en Nueva Granada, treinta y cinco en Cuba, veinticinco en Chile, veintitrés en Argentina, catorce en Guatemala, diez en Filipinas…El ingeniero Agustín Crame[vii], nombrado Visitador General de Fortificaciones de América, elaboró un Plan de Defensa Continental, trabajo que desarrolló entre 1778 y 1779, comprendiendo el Caribe y Centroamérica, lo que le llevó a elaborar proyectos para Guayana, Margarita, Cumaná, La Guaira, Puerto Cabello (las tres en la costa venezolana), Cartagena de Indias, San Fernando de Omoa (Honduras), San Juan de Nicaragua, San Felipe de Bacalar, Campeche (ambas en Yucatán), Panamá y San Lorenzo de Chagre, en la costa atlántica del actual Panamá. Crame intentó llevar a cabo un canal en el istmo de Tehuantepec (que une Yucatán al resto de México), labor probablemente imposible, al menos para la época.

Los modelos franceses tipo Vauban ya habían sido superados, prefiriéndose los modelos que se adaptasen al lugar, y Crame se interesó por analizar las redes viarias y los sistemas de comunicaciones en relación con el transporte y las riquezas. También se interesó por la defensa del territorio interior, sobresaliendo sus análisis para las bocas del río San Juan[viii] y la región de Omoa (Honduras), para Bacalar en Yucatán, para la laguna de Términos en el golfo de Campeche[ix], o de Perote[x] en la ruta de Jalapa a Veracruz. Propuso la instalación de baterías, reductos, revellines y trincheras, lugares de abastecimiento de equipos y víveres y sobre alojamiento de tropas, pero el coste de todas estas obras frenó sus pretensiones.



[i] Nacido en Amberes en 1665, trabajó para el rey Felipe V.
[ii] El británico Vernon, con una gran flota, intentó hacerse con el puerto de Cartagena de Indias, defendida por Blas de Lezo. El enfrentamiento fue terrible, con muchísimas bajas y la derrota británica.
[iii] Antes de dos años los británicos devolvieron Manila a cambio de Florida y otros territorios del golfo de México. Igualmente fue devuelta a España La Habana.
[iv] Ambrosio de Funes, conde de Ricla, hació en Zaragoza en 1720; entre otros oficios fue capitán general de Cuba. O’Reilly nació en Irlanda en 1723, y entre otros cargos tuvo el de gobernador español en la Luisiana.
[v] Nació en Ciudad Rodrigo en 1700, especializado en arquitectura e ingeniería.
[vi] En la costa venezolana.
[vii] Nació en Tudela en 1730 y participó en varias fortificaciones.
[viii] En la costa colombiana del Pacífico.
[ix] Suroeste de Yucatán.
[x] En la misma latitud que la ciudad de México, al este, relativamente cerca de la costa atlántica (golfo de México).