sábado, 17 de marzo de 2018

Pamplona, capital eclesiástica


Palacio de los obispos de Pamplona (http://www.viajesporsefarad.com/pamplona/)

Según Hilari Raguer[1], Pamplona fue, durante la guerra civil de 1936, la capital eclesiástica de España, pues en Navarra tenía una gran influencia el tradicionalismo carlista, en el que la Iglesia se apoyó no pocas veces.

El cardenal Gomá se estableció en Pamplona incluso después de que Toledo cayese en manos de los militares sublevados, y así mismo el obispo de Girona, Cartanyà; también monseñor Antoniuti cuando llegó enviado del papa. Igualmente el abad de Montserrat, Antoni Marcet, hospedado en el balneario de Belascoain facilitado por el obispo de Pamplona, Olaechea. Otro tanto el P. Carmelo Ballester hasta que fue nombrado obispo de León.

Olaechea prestó su palacio al cardenal Gomá para que este organizase una espectacular celebración del “dia del papa” el 14 de febrero de 1937, celebrando el XV aniversario de la coronación de Pío XI. Gomá venía de Roma y había sido nombrado representante confidencial del papa ante Franco, por lo que la ceremonia citada no cuadraba con dicha confidencialidad, pero a Gomá le importó poco.

En el palacio del obispo pamplonés estuvieron, en tal celebración, las autoridades eclesiásticas, militares y civiles. Sentado Gomá –dice Raguer- en el trono del obispo de Pamplona, “innumerables personalidades desfilaron para hacer un acto de acatamiento al Papa en la persona de su representante confidencial”. La crónica publicada en el Boletín del obispado decía: “Una comisión formada por los señores jefes del Ejército, Comandante Trías y Ordóñez, y por los de milicias, señores Ezcurra por el Requeté y Roca por Falange, trasladáronse al convento de las RR. MM. Josefinas para acompañar a Su Eminencia a palacio […]. En la plazuela revistó a las fuerzas. La banda de música interpretaba en este momento el himno pontificio. En la escalera aguardaban al primado los prelados. Organizose la comitiva yendo primero los Sres. sacerdotes funcionarios de las diversas dependencias de palacio; los señores antes citados, los señores Obispos y el Cardenal, con los cuatro jefes, que hacían escolta de honor al representante del Santo Padre. Pasó por entre dos compactas filas, que cubrían el recorrido desde el vestíbulo hasta el piso superior de palacio. Se oyeron algunos vivas al Papa…”. Y cuando Gomá se sentó en el trono tenía a sus lados a los obispos, a los jefes militares… comenzando un desfile con el Gobernador Militar, Carmelo García Conde, al frente. Mientras tanto los soldados luchaban y morían en los campos de batalla.

Luego vino el almuerzo “íntimo”, dice Raguer, con dos presidencias, en una estaba Gomá y otra por Olaechea, todos ellos rodeados de jefes militares y civiles. Cuando Gomá escribió al Secretario de Estado, Pacelli (futuro Pío XII) del acto, este contestó escuetamente, seguramente considerándolo inapropiado.

Como es sabido, aunque Gomá no aspirase a una dictadura, apoyó al general Franco aún antes de que el papa lo autorizase, como la inmensa mayoría de los obispos españoles. Marcelino Olaechea, obispo de Pamplona desde 1935, mostró preocupación por los problemas sociales pero a la postre apoyó a los sublevados. En cuanto a Cartanyà, obispo de Girona, era un catalanista poco afecto a cuestiones políticas, pero intentó que Vidal i Barraquer firmase la carta pastoral de apoyo a los sublevados de 1 de julio de 1937.

Marcet, el abad de Montserrat en ese momento, era ante todo un hombre de Iglesia, preocupado por la cultura, pero se atuvo a lo que vio a su alrededor en cuanto a la guerra civil española. En cuanto al monje paulino Carmelo Ballester, no tuvo inconveniente en ser procurador en las Cortes franquistas entre 1943 y 1949 designado directamente por el general Franco.


[1] “La pólvora y el incienso. La Iglesia y la Guerra Civil Española (1936-1939)”, 2001.

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