domingo, 25 de noviembre de 2018

Un liberal doctrinario



El apartamiento de Silvela de Cánovas será de tal calibre que, cuando este último formó gobierno, el primero señaló que dicho gobierno “ha nacido sin prestigio, vivirá con vilipendio y morirá sin gloria”, sabedor que sus intentos regeneracionistas no eran compartidos por Cánovas y algunos de sus seguidores.

Uno de los intentos de Silvela, al frente de la Jefatura del Gobierno, fue acabar con las cesantías, garantizando que los funcionarios que hubiesen accedido a la función pública legalmente, conservasen su puesto de trabajo independientemente del partido gobernante; lo que se predicó como la separación entre la administración y la política. En un discurso en Badajoz a principios de 1898 proclamará “justicia para el humilde; justicia y severidad para los poderosos”, y en el mismo mes y año dirá que son necesarias “reformas radicales de procedimientos y de conducta”, algo que proclamaban también socialistas y republicanos, pero que Silvela, comprometido con el régimen de la Restauración, no conseguirá llevar a cabo en la mayor parte de los casos.

Entre otras cosas, por mucha estabilidad que se le haya reconocido al régimen de la Restauración (duró casi medio siglo) aquella no es tal si consideramos los muchos conflictos que le aquejaron, sobre todo durante el reinado de Alfonso XIII y los continuos cambios de gobierno que se produjeron: los ministros aspiraban cada uno a lo suyo, los militares maniobraban tras el desprestigio por la pérdida de Cuba y, en estas condiciones, Silvela es llamado al poder de nuevo a finales de 1902, en cuyo ministerio contará con Maura. Martínez Cuadrado considera al de nuevo Presidente como el precursor, impulsor y primer eslabón del cambio.

La situación hacendística de España, en la época –según Julio Maestre[i]- era caótica, sobre todo por la falta de una legislación completa en materia fiscal cuando ya la Administración se había ensanchado respecto al siglo XIX. Teniendo a Fernández Villaverde en el ministerio de Hacienda, se llevará a cabo una auténtica reforma fiscal, entre las que se encuentran medidas para evitar ocultaciones en los diversos impuestos. Se redujeron plantillas de funcionarios, que habían ido engordando a medida que el enchufismo funcionaba, sobre todo entre los que ejercían de agentes electorales de este o aquel partido. Con Silvela dio comienzo en España la explotación estatal del servicio telefónico

Silvela eliminó los ministerios de Ultramar y Fomento, creando los de Instrucción Pública y de Agricultura, Industria, Comercio y Obras Públicas. Se trataba de separar lo que correspondía a la formación académica de los españoles del fomento material del país. Silvela se comprometió con la protección de la beneficencia, creó en 1903 el Instituto de Reformas Sociales, cuyo antecedente era la Comisión de Reformas Sociales de veinte años antes. Se trataba de que se ejecutasen las medidas gubernativas a favor de las clases obreras, lo que no había conseguido, sino teóricamente, la medida de Moret con la Comisión, “primer diálogo entre patronos y obreros”, dice Julio Maestre. Entre otras cosas se hizo a los patronos responsables de los accidentes laborales que sufrieran los trabajadores (otra cosa es la puesta en práctica de esta medida).

La libertad de enseñanza preconizada por el revolucionario Ruiz Zorrilla en el sesenta y ocho, se torna con Silvela proteccionismo de la misma por parte del Estado, restando a la iniciativa privada en este campo muchas de sus pretensiones: aquí vemos como el liberalismo llevado a sus extremos de la época del sexenio (estado mínimo) es combatido por los hombres de la Restauración con un intervencionismo que hoy consideramos muy beneficioso. Incluso con Silvela dio comienzo la preocupación por enviar estudiantes, para la ampliación de estudios, fuera de España, un evidente signo de modernidad.

Pero el doctrinarismo del liberalismo silvelista no se diferenciaba gran cosa de otros: se suspendieron en varias provincias las garantías constitucionales (si bien la conflictividad social iba en aumento), lo que contrasta con la preocupación que Silvela siempre tuvo por la limpieza en las elecciones: mediante una Real Orden de 1903 se facultó a los gobernadores civiles para el empleo de la fuerza pública con el objeto de amparar a los notarios en el desempeño de su misión, de comprobación del libre ejercicio del voto.

Vicios de la España del momento no se evitaron en la práctica, como la trata de blancas (así llamada) que Silvela trató de reprimir. Contra los juicios por jurados ciudadanos estuvieron los presidentes y fiscales de las audiencias, lo que prueba que la participación de la población en los asuntos de la justicia se veía como un atentado a la autoridad de aquellos…

¿Por qué Silvela no ha legado una España moderna a la posteridad dadas sus intenciones? En primer lugar porque tal ambicioso objetivo no depende de la voluntad de un solo hombre. Aún contando con el importante movimiento regeneracionista, el país tenía una masa campesina y obrera muy poco instruida, fácil presa de los poderosos. El marco del régimen político no era propicio, con sus vicios y en manos de las oligarquías –cultas o no- para los grandes cambios que necesitaba el país, y esos grandes cambios exigían medidas revolucionarias e inteligentes (las dos cosas) a lo que ni Silvela ni los prohombres de la época estaban dispuestos en el primer caso.

Silvela pudo haberse separado del régimen, pasar a la oposición al mismo, convertirse en un verso suelto, en un republicano o en un socialista… Imposible teniendo en cuenta sus condicionantes familiares, ideológicos y el medio ambiente político. Fue un liberal doctrinario, seguramente bien intencionado, que no supo comprender –o no quiso- que el régimen de la Restauración podía dar satisfacción a los que dirigían el país, pero no daba solución a los graves problemas del mismo.



[i] “Francisco Silvela y su liberalismo regeneracionista”.

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