miércoles, 31 de mayo de 2023

La paleta de Francesco Guardi

 

Fuera de Italia no se habla de Francesco Guardi si no es entre los especialistas; nacido en Venecia en 1712, murió en la misma ciudad en 1793. Aunque la obra más divulgada de él son sus paisajes venecianos, también trabajó en pinturas de otros géneros: retablos, mitología, batallas e incluso murales. No obstante, después de 1760, su obra consistió en seguir los pasos de Canaletto pero con otra técnica; su pintura tiene características poéticas, motivos arquitectónicos que no necesariamente corresponden a grandes palacios o iglesias. Sus colores pastel parecen una premonición de la pintura de Corot en el siglo siguiente, y quizá fue influido por Tiépolo, emparentado con él por medio de su hermana.

En ocasiones, Guardi oscurece su paleta, pero en otras hace reflejar el cielo en las aguas de la laguna o en las del río Brenta. ¿Cuáles son las horas del día que refleja Guardi en sus cuadros? La luz impacta a veces en paredes de ladrillo, en los personajes diminutos, indefinidos, de sus cuadros; en ocasiones elige el gris y en otras una tonalidad plateada, pero no hay colores puros. En “Un capricho arquitectónico” se transita de la sombra a la luz; en “Cuenca de San Marcos con San Giorgio y la Giudecca”, la iglesia de Andrea Palladio es un elmento más, pero no el principal en el tormentoso cielo y en el oscurecido canal donde discurren como sombras las embarcaciones.

Donde Guardi anuncia lo que va a ser el impresionismo, como antes lo hicieran Velázquez, Goya y otros, es en “Puente en Dolo”, donde, desde un punto de vista bajo, aparecen las manchitas que forman las personas en sus embarcaciones y sobre el puente, con una arquitectura propia de almacenes (ver arriba). En “Gran Canal con Santa Lucía y la Iglesia Scalzi”, la paleta oscura hace una excepción para representar a los edificios, religiosos y civiles, con sus diminutas ventanas estos; y en su “Capricho con motivos venecianos” muestra destartaladas arquitecturas aisladas, mientras los personajes se entretienen en sus afanes (ver abajo).

En su “Góndola en la laguna”[i], nos invita a la meditación, qué se encuentra ante nuestros ojos, en ese horizonte fundido con el agua y solo separado por la línea de edificios con sus delgadas torres (ver abajo): “La intensidad emocional del cuadro se condensa en este breve registro del momento en un llanto doloroso” (Goethe). De nuevo la transición entre la sombra y la luz en “Ascenso en globo aerostático”, signo de los tiempos, donde la gente se agolpa en primer plano, confusa en los pigmentos y expectante, ante el globo en el aire luminoso.

En “Capricho de laguna con ruinas” dominan los colores terrosos en primer plano, de nuevo los personajes indefinidos y gesticulantes, las columnas esbeltas que sostienen un entablamento. En la “Plaza de San Marcos de Venecia” no le interesa el palacio de los Dux, ni la iglesia de estilo bizantino, que aparece parcialmente a la derecha, sino los toldos de los mercaderes y el edificio comunal con su campana en lo alto. En su Río dei Mendicanti hace un estudio de perspectiva: el río se aleja dejando en sus riberas los edificios solamente representados como masas con manchas para las ventanas, y al fondo el puente de un solo arco, oscuro, mientras en las aguas faenan los gondoleros.

En “San Giorgio Maggiore” no aparece la fachada paladiana, sino los edificios adjetivos con tonalidades doradas y terrosas, el frontón y la cubierta de la iglesia, la cúpula y la esbelta torre rematada bulbosamente. Por último, en “El Gran Canal con San Simeone Piccolo y Santa Lucía”, oscurece la paleta; la cúpula preside la parte izquierda del cuadro y, en lo alto y en el agua, combaten los azules y los blancos, los colores plata con sus matices.


[i] La crítica considera esta obra, sin duda de Guardi, formando parte de una composición mayor.

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