miércoles, 1 de mayo de 2013

¿Socialistas en el siglo XVII?

Richard Overton
Inglaterra en el siglo XVII iba por delante, socialmente hablando, de los demás países europeos, probablemente porque también iba por delante en las transformaciones agrarias y en la economía en general. No había participado en el descubrimiento, conquista y colonización de ningún "nuevo mundo", pero había empezado a aprovecharse de lo que otros habían hecho, crueldades incluidas. A mediados del siglo XVII, por ejemplo, la isla de Jamaica cae en manos inglesas y desde entonces solo comerciantes ingleses podrán comerciar con los indígenas de la isla. Así mismo ocurrirá con algunos territorios de Canadá, con las colonias que se habían ido fundando desde 1621 en la costa atlántica de los actuales Estados Unidos y luego en la India, en Australia... 

Las grandes diferencias sociales que se aprecian en toda Europa, pero particularmente en Inglaterra, donde unos pocos terratenientes (gracias a las enclosures act) unos pocos comerciantes y unos pocos armadores, junto con unos pocos nobles, monopolizaban la riqueza del país, vino a hacer pensar a algunos que esa situación era injusta y empezaron una campaña de propaganda que, sin demasiadas pautas ideológicas, se sustentó en la exigencia del reparto de la riqueza. Uno de estos fue Richard Overton, que publicó una obra titulada "La mortalidad del hombre", quizá influido por las ideas de Hobbes, aunque no sé si Overton llegó a leer el "Leviatán" del filósofo inglés. 

Obviamente no podemos hablar de socialismo en el siglo XVII, pero las acciones de los levellers han contribuido a la lucha de las clases humildes por una sociedad justa o más justa que las que les ha tocado vivir en todo momento. Los socialisas utópicos de los siglos XVIII y XIX conocieron las actividades de los niveladores, se inspiraron en su ideal ético y, en ocasiones, en sus acciones. Solo con los socialistas utópicos y luego con los marxistas y las sociedades fabianas de Londres se puede hablar de socialismo en un sentido estricto. Los levellers, por su parte, no actuaban de la misma forma en cada momento y lugar, por la sencilla razón de que no tenían un cuerpo de doctrina común, pero a mediados del siglo XVII ya se habían hecho notar en Inglaterra. 

No eran necesariamente obreros, ya que la industria no estaba desarrollada suficientemente, sino propietarios de talleres y tiendas, pequeños negocios que se veían arruinados, en muchos casos, por la competencia de los poderosos. En realidad, lo supiesen formular o no teóricamente, intuyeron que la concentración de capital en pocas manos conduce a la monopolización de la riqueza y a la depauperación de la mayoría. Esto no podia ser considerado justo, máxime cuando el Estado no jugaba ningún papel corrector mediante la fiscalidad o mediante determinados servicios sociales. Los levellers fueron perseguidos porque además tuvieron la cualidad de no exigir solo un cambio en el reparto de la riqueza, sino en las fórmulas políticas dominantes, en la organización del Estado, construído a imagen y semejanza de los poderosos.

Eran partidarios de la libertad religiosa, pues en el estado de naturaleza -consideraban- los hombres son iguales y no tienen por que obedecer a este o aquel príncipe en materia de fe. Defendían la propiedad, pero no la gran propiedad que les arruinaba, y combatieron al Estado que se dejaba influir por la moral religiosa; cada hombre era dueño de su moral bajo unas normas que la lógica "natural" imponía a todos.

Thomas Hobbes les conoció y quizá se inspiró en ellos para hablar en su "Leviatán" del estado de naturaleza propio del hombre, que para el filósofo es la guerra, es decir, el conflicto; algo que más tarde otros llamarían lucha de clases, pero no para defenderla sino para constatarla. El Estado fuerte que defendió Hobbes, aunque hoy sus ideas resultan contradictorias, es aquel en el que la Iglesia (las Iglesias y en general la religión) no debe influir. La IV parte del "Leviatán" está dedicada a hablar del poder que la Iglesia católica ejerce sobre los Estados (Hobbes habla en una Inglaterra ya anglicana) y arremete contra las pretensiones del papado, lo que ha sido una constante durante la Ilustración, la extensión de las ideas liberales y el surgmiento de los regímenes democráticos.

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