lunes, 12 de enero de 2015

Las colonias no se ponen de acuerdo

Campo de la batalla de Gettysburg (nordeste de Estados Unidos)
Desde que las colonias británicas de Norteamérica se pusieron de acuerdo para luchar contra el Parlamento inglés, que era quien acordaba los impuestos sin contar con dichas colonias, hasta la formación de lo que hoy conocemos como Estados Unidos ha habido muchos desacuerdos, pasando por una larga etapa en la que la "unión" entre ellas fue tan débil que estuvo muy cerca de deshacerse.

Ángela Hijano Pérez (1) ha publicado un trabajo esclarecedor sobre las causas de la guerra de 1861 y los precedentes desde la guerra de 1775. La autora considera que la guerra de secesión fue la salida que se creyó conveniente a una serie de contradicciones entre unas colonias y otras (estados si se quiere) y que llevaron al federalismo estadounidense. Se trató de la creación de un nuevo estado donde se dirimieron rivalidades económicas y las desigualdades entre los distintos estados que formaron la Unión. Existió una rivalidad a la hora de ejercer la autoridad, "siendo el origen de graves desajustes" entre el poder central, muy tenue, y los poderes de los estados "unidos". El problema esclavista no vino más que a acompañar a los demás que existían entre dichos estados. La prueba de ello es que, aunque la esclavitud se abolió en 1861, la discriminación racial, legalmente, no desapareció en Estados Unidos hasta un siglo más tarde: la Ley de Derechos Civiles de 1964 y la Ley de Derechos Electorales de 1965.

Las causas de la guerra de 1861 fueron, sobre todo, políticas: ¿en que medida habrían de ceder los estados parte de su soberanía a las instituciones federales? Los poderes federales debían ser, según Lincoln, los de "una Unión indestructible de Estados indestructibles". Pero "desde su formación, las colonias habían dispuesto de una fuerte autonomía... cada una de ellas, directamente relacionadas con el Imperio británico, siendo dependientes del Rey y del Parlamento de Inglaterra", explica que las colonias no estuvieran interrelacionadas. Dichas colonias no tenían unos intereses iguales, tenían muy pocos elementos comunes y cabe distinguir tres grupos de colonias, según Ángela Hijano, por sus su economías, su clima y sus formas de vida.

Los colonos más ricos tenían establecidas unas Asambleas en las que se apoyaban para defender sus intereses, llegando en un momento determinado a un pacto para luchar contra la metrópoli. Hasta tal punto es así que dichos colonos llegaron a creer que los impuestos estalbecidos por el Parlamento británico debían ser aprobados por dichas Asambleas y ello llevó, por primera vez, a unos deseos de unificación, llevándose a cabo el Primer Congreso Continental en 1774. No consistió en un apartamiento de Inglaterra, pero se llegó a una Declaración de Derechos y se pusieron de acuerdo para el boicot de las importaciones inglesas. Se mantería la lealtad al rey, pero se negaba al Parlamento capacidad para imponer nuevos impuestos.

Al año siguiente se celebró un nuevo Congreso que declaró la guerra a Inglaterra: el cambio cualitativo se había producido, de forma que tras una mínima organización para hacer frente al enemigo, se encargó a cinco delegados la redacción de una Declaración de Independencia (2) , aprobada el 4 de julio de 1774 por las convenciones de siete estados, pero "parece obvio que este documento solo supuso la expresión de la independencia de cada colonia con respecto a Inglaterra" y que cada colonia se consideraba un estado independiente. Luego se intentó un texto constitucional siendo Virginia el primer estado en tener una Constitución escrita (Jefferson en 1776). "No todas las colonias consideraron oportuno hacer constitución, como fue el caso Connecticut y Rhode Island que continuaron con sus Cartas Coloniales... hasta bien entrado en siglo XIX", aunque independientes de Inglaterra. En realidad fue en estas colonias donde se estableció la norma de constituciones escritas, exportándola a Europa.

Tenemos pues nuevos estados que eran independientes entre sí, pero esto no era suficiente para hacer eficaz la dirección de la guerra, por lo que se llegó a unos "Artículos de la Confederación", base de la primera Constitución de la Unión, pero siendo aquellos aprobados por un Congreso en 1777, no fueron ratificados hasta 1781, ya que dicho Congreso solo tenía una función deliberante. En realidad se trató de una "unión" muy débil, donde las disputas entre los nuevos estados fueron constantes.

Cuando acabó la guerra en 1783 "la situación en la que quedó el país le obligaba a conseguir un poder con mayores atribuciones que pudiera hacer frente a las deudas de la guerra, conseguir una moneda única y ofrecer garantías de defensa ante las colonias limítrofes de Inglaterra, Francia o España". Así se llegó a la convocatoria de una Convención federal que se reunió en Filadelfia en mayo de 1787, a la que no asistió Rhode Island, pero sí los doce estados restantes. Los delegados en esta Convención eran jóvenes, cultos y moderados en sus concepciones políticas, pero da la impresión de que estos delegados sorprendieron a los estados cuando aquellos elaboraron un texto constitucional común. Los poderes que se daban a las autoridades centrales chocaron con las aspiraciones de los que gobernaban en los estados confederados, por lo que surgieron de nuevo las desavenencias.

No obstante se llegó a un acuerdo entre federalistas y antifederalistas, aunque el término "federal" no aparece ni una sola vez en el texto; se llegó a un compromiso entre grandes y pequeños estados; un compromiso entre el norte y el sur (abolicionistas y esclavistas) pues los diputados sureños pretendían que los esclavos "contaran como población para aumentar su asignación de diputados pero que no se les tuviera en cuenta a efectos tributarios". Los diputados del norte aceptaron que la población esclava se incluiría para aquellos fines "tan solo en sus tres quintas partes", un verdadero encaje de bolillos que no cuadraba con racionalidad alguna, pero que fue útil para el acuerdo de los más poderosos colonos.

También se llegó a un compromiso entre democracia e intereses de las clases ricas (lo que parece una contradicción y muestra la naturaleza de la democracia norteamericana) y de ahí la existencia de un Presidente con poderes fuertes y elegido por quienes en cada estado tuviesen reconocido derecho de voto y según el procedimiento establecido por cada estado; una Cámara de Representantes elegida por los ciudadanos a quienes la legislación de cada estado reconociera derecho de sufragio y un Senado elegido cada seis años por las Asambleas de los estados, es decir, elección indirecta de los senadores, a los que se exigía tener una edad madura, garantía -se creyó- de conservadurismo. Independientemente de las diferencias de riqueza e instrucción, la existencia de la esclavitud hasta 1861 y la segregación racial hasta la segunda mitad del siglo XX, lo dicho anteriormente hizo de la Unión un régimen liberal en manos de los más ricos (como en Europa) pero no una democracia, que es concepto extensible solo a partir del siglo XX.
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(1) "La guerra de secesión estadounidense: ¿la solución de un problema político?, Universidad Autónoma de Madrid.
(2) Thomas Jefferson, Jonh Adams, Benjamin Franklin, Rogere Shereman y Robert Livingston.

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