miércoles, 25 de septiembre de 2019

Guerra y dinero en el Perú de la independencia

Paisaje de Ayacucho

San Martín, el “gran protector” de Perú durante la guerra contra los realistas españoles en los primeros años de su independencia, se encontró con una dificultad añadida a las campañas bélicas, la falta de dinero para financiarlas, además de para hacer funcionar a un nuevo estado.

Dionisio de Haro Romero ha publicado un trabajo muy interesante sobre este asunto[i]. La Casa de la Moneda de Lima, en manos de los patriotas insurgentes, era el principal instrumento monetario con el que contaban, mientras que la Casa de la Moneda de Cuzco estaba en manos de los realistas[ii]. Dándose la circunstancia de que mientras el norte y la costa estaba en manos de los patriotas, el centro y sur lo estaba en manos de los realistas, de forma que los primeros tenían los medios técnicos para acuñar moneda pero no metales preciosos, al contrario que los segundos.

La política monetaria tradicional, que consistía en la exportación y el atesoramiento, estuvieron presentes en el Virreinato, y la política de prohibiciones y rígidas normas de circulación de numerario metálico no impidieron el tráfico ilegal que acabó por “secar” –dice el autor al que sigo- los circuitos monetarios internos peruanos, siendo habitual que en numerosas transacciones mercantiles se recurriese a los ajíes (un tipo de pimiento peruano), cacao u otros medios. El Virreinato oscilaba entre la inflación ocasionada por el dinero de ínfima calidad, y la deflación por la escasez de numerario. Así ocurrió con la emisión de vales reales en la época de Fernando de Abascal[iii] (1815). 

Con la expedición libertadora de San Martín y su desembarco en Pisco (a unos 250 km. al sur de Lima, 1820), el Perú inició un largo ciclo de guerras en el que el dinero y las necesidades  de financiación por parte de los bandos enfrentados  adquirió máxima dimensión, obligando a explorar iniciativas monetarias novedosas. La escasez de numerario se agravó a partir de 1821, de forma que la acuñación de la Ceca de Lima, valorada en unos cinco millones y medio de pesos anuales, casi en su totalidad tomaba el camino de la exportación o se empleaba en la tesaurización. Únicamente el numerario chileno desde 1817, como ya ocurría en España con la moneda francesa desde la guerra de 1808, vino a paliar parcialmente el pobre volumen de circulante interior, acabando por ser legal su curso a partir de 1821. La escasez de numerario era tal que acabó por afectar al comercio minorista limeño, dándose el curioso caso de las fichas de pulpero, piezas de plomo u otro material, emitidas por colmados, pulperías y bodegas con el objeto de poder realizar compras que en el futuro se hiciesen en el mismo establecimiento que las entregaba como cambio. Estas fichas acabaron siendo aceptadas como pago por otros comerciantes y el público en general. Las pulperías consolidaron, a falta de respuesta oficial, una curiosa red monetaria actuando como entidades emisoras en el estrato inferior de la circulación monetaria.

El modelo aún resistirá y competirá con los cuartillos emitidos por San Martín en la fase del Protectorado. En la primera mitad de 1821, la acuñación de plata por parte de la Casa de la Moneda de Lima se redujo a una cuarta parte en comparación a 1820. Previamente, esta Casa de la Moneda había sido descapitalizada por las fuerzas realistas, lo que se unió a la ya larga crisis de la economía peruana, teniendo en cuenta que las minas de metales preciosos permanecían en poder de los seguidores de La Serna, virrey entre 1821 y 1824.

Haro Romero recoge una cita en la que se dice que el Ministerio de Hacienda considera que “habría sido mayor el producto si la casa [de la Moneda] no hubiera sufrido el detrimento de perder todos sus fondos en Ancon [puerto en la costa central]… Con más numerario habría sido mayor el número de compras de marcos de chafalonía[iv] en el banco de rescate… el Excelentísimo Sr. Protector del Perú… ha resuelto que se puedan tomar algunos capitales hasta que completen la suma de cien mil pesos al seis por ciento de interés, pagaderos de seis meses en adelante…”. Es decir, se recurrió a un empréstito a modo de deuda pública.

El objetivo era disponer de los fondos necesarios para financiar el esfuerzo de guerra, al tiempo de tener liquidez para sostener la precaria actividad económica interior: así, se creó en 1821 el Banco Auxiliar de Papel Moneda (banco emisor). Para esto se formó una comisión que tomó como modelo los sistemas de crédito europeos, y en especial el caso británico, para tener papel moneda peruana. La comisión también se inspiró en la obra de José Alonso Ortiz, “Ensayo Económico sobre el sistema de la moneda-papel…”, publicada en Madrid en 1796. Pero la clave es que el mercado tuviese confianza en este sistema, por lo que se siguió un escrupuloso cumplimiento de los compromisos de redención.

El plan arrancó con una garantía de un millón de pesos obtenidos a partes iguales por el estado y de aportaciones particulares procedentes de comerciantes y propietarios. El Perú era pobre, pero el dinero estaba en manos de unos pocos, y el banco emisor, durante su corto recorrido en esta función, realizó aportaciones mensuales a la Hacienda de San Martín que oscilan entre un máximo de 90.000 pesos y 20.000, alcanzando un volumen total de 360.000 antes de la extinción de este modelo en septiembre de 1822. Pero la economía peruana no era solvente, y dicho sistema resultó imposible por el extraordinario volumen de papel-moneda puesto en un mercado muy frágil; en segundo lugar por la imposibilidad de lograr un mínimo de reservas –condición necesaria- para sostener el impulso fiduciario, que se intentó solucionar con el metálico “Perú Libre” aprobado mediante decreto.

Estas monedas –dice Haro Romero- fueron anecdóticas en el mercado, a la espera de que los yacimientos de plata y oro del interior cayesen en manos de los seguidores de San Martín. En definitiva, sin base metálica, comenzó la discusión sobre la viabilidad del sistema, ya que los gastos militares iban en aumento. Se pensó en extinguir el papel-moneda y redefinir las funciones del banco emisor.

Se comisionó a unos comerciantes para la extinción del papel-moneda, pues no estaba sustentado en los metales preciosos que daban fe de aquel; dichos comerciantes serían reintegrados de sus desembolsos con los derechos de aduana; se expendería en la renta de Tabacos cuanto quisiera comprar el público sin necesidad de pagar dinero; el banco no haría circular más papel hasta que se extinguiese en su totalidad… Ganar la guerra no fue suficiente: el nuevo gobierno de Perú tuvo que dar solución a este importante problema, pues la economía no tiene patria…



[i] “Guerra y moneda durante la Independencia del Perú, 1820-1824”. En un capítulo de este trabajo se basa el presente resumen.
[ii] Incluyendo cerro Pasco, en el centro del país y al norte del lago Chinchaycocha.
[iii] Aristócrata español y Virrey del Perú entre 1806 y 1816.
[iv] Hechos con objetos fundidos de plata y oro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario