martes, 27 de octubre de 2020

"La calleja de amargura"

 

                                               Antiguo edificio de la Inquisición mallorquina                                                                                               Fotografía tomada del "Diario de Mallorca"

“Se mandaron levantar tablados [en la iglesia de Santo Domingo]: uno a la parte de la Epístola en igual plano de la peaña (sic) del Altar, que se había revelado sobre el pavimento de la Iglesia nueve gradas, y en este tablado adornado ostentosamente estuvieron bajo dosel carmesí con magestad de Tribunal, los Señores Inquisidores comenzando por la parte de arriba el más antiguo”. Así comienza el relato de los preparativos para un auto de fe habido en Palma de Mallorca en 1679.

“Enfrente de éste –continúa-, a la parte del Evangelio, sobre la misma línea de pavimento e levantaban como aparador, ocho gradas de maderaje desnudo hasta rematarse en la pared para asiento de los reos, con proporcionado soslayo que los exponía al registro y curiosidad de casi toda la iglesia. De esta parte se desprendía un corredor con barandado basto, que era la calleja de amargura por donde se habían de conducir los Reos (sic) a oír sus sentencias en una como jaula bolada, hacia el frente del Altar, en proporcionada distancia”.

Aparte la mentalidad que se pone de relieve en todos estos preparativos, no se oculta una buena cantidad de odio, que quizá no era sentido por los que juzgaban y los que presenciaban el espectáculo, hasta tal punto habría calado en las gentes la maldad de muchos cristianos viejos.

“A uno y otro lado –continúa el relato- se habían hecho otros tablados más bajos, que explayándose en las Capillas colaterales, salían a ocupar casi todo el espacio que corre entre las espaldas del Coro bajo, y las Capillas. El primero y segundo de la parte del Evangelio se celaban con celosías para embozo respetuoso de la autoridad del Ilustrísimo Sr. Marqués de la Casta[i], Virrey y Capitán General de este Reino, y los Muy Ilustres Señores Jurados, el Sr. Marqués del Belpuche…”, y siguen citándose las personas que tenían asiento en aquel lugar embozado, entre otros, “ciudadanos militares”, un cirujano y el cabildo de la catedral.

“En los de enfrente se lucía la Nobleza Mallorquina en las más principales Señoras que los ocupaban. Todo el Templo estaba majestuosamente adornado con ricas colgaduras de damasco y terciopelo carmesí, y atestado todo de los más lucido y grave de la Ciudad, sin haber tribuna, coro, ni sobrecoro que no estuviera lleno”, lo que habla del interés y curiosidad que despertaban estos autos de fe, sin que parezca cupiese sitio para la compasión. Ocupaba “autorizadamente” la primera tribuna de la Epístola Don Pedro de Alagón[ii], arzobispo de Mallorca.

Llegado el día fueron conducidos “de muchos Familiares por entre innumerable gentío de todo sexo, estado y edad, desde la Inquisición hasta el dicho Templo de Sto. Domingo, veinte y cinco reos…”.


[i] Estos de la Casta eran marqueses desde que el primero se benefició de la fundación del marquesado por Felipe IV en 1627.

[ii] Otras fuentes hablan de que en 1679 era obispo de Mallorca Bernardo Cotoner.

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