martes, 10 de septiembre de 2013

Los marinos franceses se rebelan

Buque francés de la época
El fin de la primera guerra mundial, como se sabe, no significó el fin de las hostilidades entre los más importntes países contendientes, ni siquiera después de firmados los tratados de paz, uno de ellos el de Versalles. Cuando la Sociedad de Naciones nacía con un espíritu nuevo contra la diplomacia secreta, la carrera armamentística, etc. la Rusia de los soviets se enfrentaba en una guerra con Polonia entre 1919 y 1921. En esto el nuevo estado que pronto se llamaría Unión Soviética no se distinguió de la política de los zares. La guerra civil rusa tras la revolución de 1917 llevó al mar Negro, a los países bálticos, a Ucrania, a Siberia y al extremo oriente la intervención armada de Gran Bretaña, Japón, Francia y otros estados, así como la participación en conflictos armados de serbios, italianos, griegos, rumanos y polacos, entre otros. 

La firma del tratado de paz entre los bolcheviques triunfantes en el imperio ruso y Alemania (Brets-Litovsk) no fue visto con buenos ojos por los gobiernos británico y francés, pues dejaba las manos libres a los soviéticos para extender su revolución en el este de Europa. Sin embargo la firma de dicho tratado puso bajo control alemán muchos territorios del antiguo imperio ruso; otra cosa será cuando Alemania sea darrotada en la guerra el mismo año 1918. Las autoridades británicas y francesas pidieron a Alemania que esta no retirase sus ejércitos de Ucrania, pero lo cierto es que el país estaba exhausto y más los soldados, por lo que al ejército rojo, recientemente creado, no le fue difícil recuperar amplios territorios de Ucrania. Se produjo entonces entre los dos países occidentales un acuerdo militar contra los soviets consistente, en primer lugar, en un bloqueo económico alentado sobre todo por la Francia de Clemenceau. Por su parte, Japón y Estados Unidos fueron partidarios de una acción menos drástica.

Los gobiernos francés y británico reactivaron al ejército zarista financiándolo y con armas: en Siberia se reclutaron varias decenas de miles de prisioneros y desertores y se puso al frente de ellos al almirante Koltchak. En Estonia el ejército blanco se reorganizó con el general Yudenitch, lo que posibilitó una ofensiva hasta los barrios exteriores de San Petersburgo; por su parte Japón ocupó Vladivostok y, a la contra, Ucrania fue desalojada de soldados alemanes por el ejército rojo. 

La flota francesa intervino en Sebastopol, a orillas del mar Negro, e igualmente en Odessa, Kherson y Nikolaiev en alianza con el ejército blanco de Denikin, que actuaba en Ucrania. Este es el contexto en el que se produce una continuada revuelta de las tripulaciones francesas en el mar Negro, cansados los soldados de tanta guerra, alejamiento de sus familias, sufrimiento y padecimientos. Hubo también un componente ideológico, pues parte de la marinería, trabajada por los socialistas y por los primeros comunistas, vio con buenos ojos el triunfo de la revolución soviética: ¿por que luchar, entonces, contra ellos? La revuleta ha sido narrada por André Marty (1), protagonista de los hechos y marino francés en la época, miembro del Partido Comunista de su país más tarde. 

El gobierno francés quizá tropezó con un problema constitucional, consistente en que debía ser el Parlamento quien ordenase seguir con las hostilidades. Como la minoría socialista se oponía -y quizá otros diputados- esto dio alas a los marinos y soldados de infantería que se opusieron a seguir la guerra en el mar Negro y en Ucrania. En varios buques de guerra franceses se oyeron voces alusivas al 17º regimiento de infantería que en 1907 se había negado a disparar contra unos manifestantes. La chispa que encendió la revuelta comenzó a mediados de febrero de 1919, cuando un batallón de infantería se negó a internarse en Tiraspol; luego las compañías de Kherson llegaron a fraternizar con los soviets. Así las cosas fue desarmado un regimiento de infantería francés y enviado a Francia. A principios de marzo otro regimiento de infantería se negó a atacar Kherson y se le dio destino en Odessa. La propaganda comunista en el mar Negro había dado comienzo.

Hubo amotinamientos en el torpedero Protêt, del que era oficial el citado André Marty, contrario a la guerra. Se propuso arrestar a los oficiales y regresar a Francia con todos los buques pero fue detenido a mediados de abril después de la delación de algunos de sus colaboradores, mientras que al lado de Marty estaban los marinos socialistas del acorazado France, quizá el motor de la revuelta según el propio Marty. Con la disculpa de tener constituido un coro se repartían libros y propaganda para preparar las operaciones de amotinamiento. El mismo día en que fue detenido Marty la marinería se opuso a disparar a los soviéticos mientras entonaba la Internacional. En estos actos se destacaron los soldados Vuillemin, Notta y Doublier, que insistieron en retornar a Francia.

Siguieron en este empeño las tripulaciones del acorazado Jean Bart y del Justice, mientras se hizaron banderas rojas en varias ocasiones: era evidente que no se trataba solo de resistirse a luchar, sino que había una motivación ideológica, por lo menos entre los organizadores de la rebelión. La represión contra los insurrectos llevó a una matanza en Sebastopol aunque los navíos franceses siguieron en manos de las tripulaciones, que decidieron el retorno a Francia. Entonces se extendió el amotinamiento al acorazado Diderot, en Beirut, y al torpedero Touareg, en el mar Negro... 

Desde el punto de vista de la obediencia que los soldados deben a sus jefes, premisa básica de todo ejército, los protagonistas de esta rebelión traicionaron a Francia, pero si tenemos en cuenta los presupuestos políticos e ideológicos del gobierno francés (combatir la expansión del comunismo en Ucrania) lo que en el momento tenía más interés para las clases privilegiadas que para la masa de la población, la rebelión tiene una razón de ser, una lección de la historia.
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(1) Apodado durante la guerra civil española "el carnicero de Albacete".

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