domingo, 29 de diciembre de 2019

Cervantes, religión y moriscos

Ricote, en la actual provincia de Murcia

Un ejercicio interesante, complementario del que ya hizo en su día Américo Castro, ha realizado Blanca Santos de la Morena[i]. Es conocida la idea de Cervantes cercana al erasmismo que ya detectaron Bataillon y Américo Castro en primer lugar, pero tampoco faltan quienes le ven pegado a la ortodoxia católica. De hecho se hacen en su obra muchas referencias al catolicismo: reconocimiento de Cristo como hijo de Dios, caracterización positiva de los sacerdotes católicos, aceptación de la muerte con la esperanza en la resurrección, etc.

En la obra de Cervantes hay muchas referencias a los distintos grupos religiosos que existían en la España y la Europa de su época, pero no cabe duda de que Cervantes tiene claro su cristianismo, que algunos han visto intolerante y otros contrario a la expulsión de los moriscos, pero esta discusión está basada más en la conflictividad social que se daba en su época y no en la oposición de Cervantes a otras religiones. En otras ocasiones, las opiniones que Cervantes deja ver en sus obras son ambivalentes, pero dio mucha importancia al tema morisco y a las responsabilidades españolas ante el problema islámico.

Hay estudiosos que ven en Cervantes un partidario de la libertad de conciencia, de acuerdo con la libertad de culto permitida a los cristianos cautivos en Argel: “Cervantes se hallaba muy al tanto de las resonancias que la idea de libertad de conciencia despertaba en la cabeza y en el corazón de los moriscos”. Pero también hay una visión negativa en la obra de Cervantes sobre los moriscos, que “se hacen reos de crímenes…, saqueo y traición…”, muy particularmente en el caso de los moriscos valencianos. En Persiles, Cervantes da testimonio de que es consciente de la mayor gravedad del problema morisco levantino, continuando dicha preocupación en La Galatea, en su teatro y en el Quijote, con la conversión de Zoraida[ii] y la trágica historia de Ricote[iii].

Cervantes tiene un interés especial por el problema morisco en el contexto de una sociedad preocupada por la limpieza de sangre, y el tema musulmán en toda su literatura no comprende solo el problema morisco, sino que se emplea en denunciar casos injustos, el de Ricote o lo que dice su personaje Berganza[iv] sobre los moriscos. Américo Castro, por su parte, distingue entre los moriscos españoles y su expulsión, de los cristianos de Argel en poder musulmán lo que, según la autora a la que sigo, es importante porque una cosa es la situación social de los gitanos, moriscos, hidalgos pobres, labradores, etc. y otra la situación de los soldados cristianos que terminan prisioneros de los musulmanes. Ambos asuntos tienen en común el componente religioso.

En cuanto al tema de la expulsión[v], en La Galatea, novela pastoril, está en el relato de Timbrio y Silerio, que cuentan sendas narraciones; en El coloquio está el morisco amo de Berganza, y en Persiles se cita el asalto berberisco a tierras cristianas con la colaboración de los moriscos, que desean abandonar España. Las causas de este recurso temático –dice Santos de la Morena- son de orden moral, personal (Cervantes estuvo cautivo cinco años en Argel) y social (la obsesión por la limpieza de sangre), pero también hay causas de tipo religioso con la intención de adoctrinar.

Otro es el caso de la conversión de cristianos en musulmanes una vez que han caído bajo el cautiverio de estos. La piratería berberisca hacía estragos en las costas mediterráneas, con el saqueo constante de las poblaciones próximas; si bien esto es común a siglos anteriores, se acentúa durante el XVI. Estas incursiones en territorio español son narradas en novelas cervantinas: en las Ejemplares (El amante liberal), el Quijote, La Galatea y Persiles se encuentran historias intercaladas en las que ciertos viajeros cuentan su vida. Las razias de piratas están presentes también en Los baños de Argel y La gran sultana. En La Galatea (1585) la llegada del enemigo se produce en la ciudad de Barcelona y la narración está en el relato de Timbrio.

El episodio no dista mucho del saqueo de Cádiz que se narra en La española inglesa: “Entre los despojos que los ingleses llevaron de la ciudad de Cádiz, Clotaldo, un caballero inglés, capitán de una escuadra de navíos, llevó a Londres una niña de edad de siete años”. La actitud del muy cristiano Clotaldo quedará sin castigo, aun considerando que dicho personaje es católico en un país con muchos protestantes. Y en la última novela de Cervantes, Persiles, la más alejada del cautiverio de nuestro autor, el problema del asedio de turcos a las costas españolas sigue presente: cuando la escuadra de peregrinos llegue a una ciudad valenciana, Periandro y los demás son advertidos por el cura de que “muchos días ha que nos dan sobresalto con la venida de esos bajeles de Berbería”.

Los renegados (cristianos que han renunciado a su fe para formar parte de los ejércitos de corsarios en el Mediterráneo) se repite con frecuencia en la literatura del “Siglo de Oro”, y por lo tanto también en Cervantes, pero para el estudioso Gil Sanjuán la condición de renegado corresponde más a una imposición que a un ejercicio de libertad. En El trato de Argel, una comedia cervantina temprana tras el cautiverio del autor, Zahara, musulmana, reniega de su fe por amor:

¡Déjame a mí con Mahoma, / que agora que no es mi señor, / porque soy sierva de Amor, / que el alma subjeta y doma! Y Aurelio, en la misma obra, dice: Que sea mi vida mucha, o que sea poca, / importa poco; solo el que bien muere / puede decir que tuvo larga vida, / y el que mal, una muerte sin medida.

En El trato de Argel está el caso de un morisco ajusticiado en Valencia por haber renegado, es decir, un musulmán que anteriormente ya había sufrido un proceso de conversión a través del bautismo. En la misma obra Azán Agá, caracterizado por su crueldad, dice un personaje: Yo cupe a un renegado veneciano que, siendo grumete de una nave, le cautivó el Uchalí[vi], y le quiso tanto, que fue uno de los más regalados garzones [que atiende la mesa] suyos, y él vino a ser el más cruel renegado que jamás se ha visto. El tal Azán Agá llegó a ser muy rico y rey de Argel (en la obra de Cervantes).

La situación provocada por los continuos asedios de los berberiscos y la complicidad de los moriscos que, aparentemente, se habían convertido al cristianismo, resulta insostenible –según la autora a la que sigo- en el tiempo de la redacción de Persiles, No podemos asegurar que la voz del jadraque (o sultán) en la obra corresponda a la opinión de Cervantes, y este tema vuelve a ser motivo de preocupación para el autor en la segunda parte de el Quijote.

En ocasiones Cervantes crea personajes contrapuestos, como sucede con las dos Constanzas: en un caso (La ilustre fregona) un aventurero se enamora de una fregona pero luego se descubrirá que Constanza es de noble cuna; en otro (La Gitanilla) un noble se enamora de una gitana que, en este caso, sí es de baja extracción social.

Gitanos, moriscos, turcos, argelinos, judíos, polacos, ingleses, hidalgos, labriegos y cautivos fueron grupos que Cervantes interiorizó para tratar el problema del “otro”: La gran sultana  y Los tratos de Argel. En las novelas Ejemplares aparecen gitanos, personajes del hampa sevillano, o marginados, como los amos de Berganza en el Coloquio.

Otro asunto cervantino es la libertad de la mujer, como en el episodio de Marcela[viii] en el Quijote, La Gitanilla La ilustre fregona; o los celos, tema de reflexión en La Galatea, pero también de forma seria y cómica, respectivamente, en El celoso extremeño y en el entremés El viejo celoso.



[i] “El tema musulmán en la literatura de Cervantes…”.
[ii] Quiere abandonar Argel para hacerse cristiana.
[iii] Víctima de la expulsión decretada por el rey Felipe III, lo que Ricote cuenta a Sancho.
[iv] En “El coloquio de los perros”, Berganza y Cipión son dos perros de Valladolid.
[v] Cervantes pone en boca de Ricote que los moriscos “no tienen tierra alguna”.
[vi] Almirante de la flota otomana en el siglo XVI.
[viii] Es una pastora altiva que lleva la desgracia a quien la conoce, sin que los hombres que han intentado seducirla lo hayan conseguido, uno de ellos Crisóstomo.

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