miércoles, 18 de diciembre de 2019

Sociedad y novela (2)

https://es.wikipedia.org/wiki/
Historia_de_la_prensa_espa%C3%B1ola

La prensa, que dará título a una de las obras de Palacio Valdés, sale malparada, y tendrá presencia en la novela de la época, lo que es muestra de hasta qué punto los periódicos y revistas habían logrado penetrar en la vida de los españoles. Los personajes de ficción eran encuadrados ideológicamente según el periódico que leyesen, como Máximo Juncal, el médico librepensador de La madre naturaleza (Pardo Bazán), que lee “El Motín”, periódico de un liberalismo radical, anticlerical y que también leía el republicano José María (La fe) de Palacio Valdés, el cual, en Años de juventud del Doctor Angélico dice que no pudiendo reprimir legalmente la injuria, acudía [el ofendido] al recurso de pagar a unos cuantos bravucones que entraban de improviso en las redacciones de los periódicos, apaleaban a los redactores y rompían y deshacían cuanto encontraban.

En cuanto a los diversos grupos sociales, después de los intentos revolucionarios de 1854 y 1868, Pardo Bazán dice en Memorias de un solterón: no hay clases… No hay más que apetitos, vanistorios y exigencias. Nuestras instituciones democráticas han menguado la fuerza social de la nobleza de sangre, pero han duplicado la del dinero. También Varela, en Elisa la malagueña, muestra cómo los administradores de los aristócratas terminan siendo más ricos que estos. La burguesía se ha enriquecido por el comercio, los negocios y la política, encontraba alianzas matrimoniales con la aristocracia, que no las desdeñará; se trata de esas alianzas entre los blasones y las talegas, título de uno de los cuadros que forman Tipos y paisajes de Pereda.

En La Espuma, de Palacio Valdés, se narra la historia de Clementina y su padre, el duque de Requena, rico banquero “de orígenes inciertos” que logró amasar una gran fortuna por medios poco lícitos, y no se trata de un ejemplo aislado en la novela del período. El Torquemada de Galdós fue un prestamista con gran olfato para los negocios, y también trataron los novelistas de la época la figura del indiano, por lo general de ascendencia norteña, que vuelve a España para gozar con tranquilidad de los bienes amasados tras años de duro trabajo: El cuarto poder (Palacio Valdés), La puchera y Don Gonzalo González de la Gonzalera (Pereda).

Sin embargo, el grupo que más atrajo la atención de estos escritores fue la clase media, cuyas virtudes, esperanzas, anhelos, estrecheces y miserias reflejó Galdós en sus Novelas Contemporáneas, y en uno de sus Episodios Nacionales (Los apostólicos), comenta Galdós, a propósito de don Benigno Cordero, que representa, a su juicio, el ideal del primitivo buen burgués: Hombre laborioso, de sentimientos dulces y prácticas sencillas,… don Benigno amaba la vida monótona y regular… era acabado tipo de ‘burgués’ español, que se formaba del antiguo pechero fundido con el hijodalgo...

La clase media, ligada al modesto funcionario, al pequeño comercio, a las actividades liberales, con frecuencia intentaba vivir por encima de sus posibilidades, debido a las exigencias que le imponía la nueva realidad social, como comenta un personaje de Memorias de un solterón, de Pardo Bazán, y Clarín comentó, a propósito de La desheredada, de Galdós, que “el arroyo quiere ser Guadalquivir, y el Guadalquivir ser mar…”. Por el deseo de figurar pierden el “honor” y crean no pocos conflictos familiares personajes como Rosalía Piapón de la Barca (La de Bringas, Galdós) o Rosa (Memorias de un solterón, Pardo Bazán), y por el lujo se sacrificaba la buena alimentación, como comenta Valera al hablar de la cocina española. Las cuestiones económicas se convirtieron en motivo de continua preocupación para los personajes de las novelas de la época, apareciendo prestamistas, usureros, etc.: hombres de más necesidades que posibles; empleados con más hijos que sueldo; otros ávidos de la nómina tras larga cesantía; militares trasladados de residencia, con familión y suegra por añadidura; personajes de flaco espíritu… con la carcoma de una mujercita que da tés y empeña el verbo para comprar las pastas…[i], pero también hay ejemplos de familias que aspiran a vivir decentemente de sus propios recursos (Miguel Rivera y Maximina en Maximina, de Palacio Valdés).

El mundo obrero aparece retratado en menor medida, diciendo Galdós del “populacho” (no el pueblo) en El equipaje del rey José (Episodios Nacionales), que es bajo, soez, envidioso, cruel y, sobre todo, cobarde. En La Tribuna, Pardo Bazán muestra el interior de una fábrica de tabacos donde trabajan cuatro mil mujeres que irán a la huelga. La escritora simpatiza con su causa a través de Amparo, la protagonista, llamada la Tribuna: ¿Hizo Dios dos castas de hombres, por si acaso, una de pobres y otra de ricos? ¿Hizo a unos para que paseasen, durmiesen, anduviesen majos y hartos, y contentos, y a otros para sudar siempre y arrimar el hombro a todas las labores, y morirse como perros sin que nadie se acuerde de que vinieron al mundo?... Unos trabajan la tierra, otros comen el trigo: unos siembran y otros recogen; tú, un suponer, plantaste la viña, pues yo vengo con mis manos lavadas y me bebo el vino…

Palacio Valdés describe, en La Espuma, una excursión de un grupo de aristócratas a las minas de Riosa[ii] y el duro contraste entre la frívola existencia de aquellos y el drama de los mineros, enfermos y prematuramente envejecidos que Quiroga, el médico socialista de la mina, denuncia. El mismo autor, como Pardo Bazán, nos presenta una fábrica de tabacos en Sevilla, en La hermana San Sulpicio: me impresionó –dice- y me produjo temor. Tres mil mujeres se hallaban sentadas en un vasto recinto abovedado… Apenas se respiraba en aquel lugar… Filas interminables de mujeres… liaban cigarrillos delante de unas mesas toscas… Al lado de muchas de ellas había cunas de madera con tiernos infantes durmiendo… (cunas que suministraba la propia empresa).

Clarín, por su parte, nos ofrece en La Regenta  uno de los pocos elogios del trabajo presentes en las novelas de la época, al rememorar el paseo de los obreros una vez terminadas sus ocupaciones: era la fuerza de los talleres que salía al aire libre. En las novelas de esta época se encuentran personajes de extracción popular, como familias cargadas de hijos que, con frecuencia, se sostienen gracias al trabajo femenino; otros forman parte del hampa, o de la mendicidad (en este caso en Misericordia de Galdós). Se habla también del desamparo de los niños y la crueldad con la que eran tratados (Sotileza, Pereda) y hacia quienes muestran una gran sensibilidad personajes como Ana Ozores (La Regenta) o Miguel Rivera y don Facundo (Riverita, Palacio Valdés). También Galdós habla de su Celipín en Marianela, que luego vuelve en El doctor Centeno y Tormento.

La dureza de la vida campesina, con gran resignación de sus personajes, se describe en obras como La puchera de Pereda, que nos habla también de la dureza que sufren los pescadores en Sotileza, como hará, así mismo, Palacio Valdés en José. Galdós denuncia el primitivismo de las aldeas, que petrifica millones de seres, matando en ellos toda ambición noble y encerrándoles en el círculo de una existencia mecánica, brutal y tenebrosa.

Los clérigos ocupan un gran espacio en estas novelas, lo que muestra la importancia que tenían entonces, siendo tratados de diversa forma. En las novelas de Pereda abundan los curas de “misa y olla”: el párroco de Robleces (La puchera), el entrañable “pae Apolinar” de Sotileza, o don Sabas, el párroco de Tablanca en Peñas arriba. Alarcón también dibuja un cura bondadoso, uno de aquellos curas a la antigua española…; curas indígenas,… de la clase de católicos rancios, sin ribetes de política ni de filosofía…

Pero también hay clérigos cultos y dechados de virtudes, como el jesuita Manrique, y Alarcón dice que “siempre me he complacido yo en pintar, en mis obrillas, clérigos y frailes, ya sabios, ya ignorantes, ya severos, ya alegres, pero todos deseosos de arreglar las cosas de la vida…”. Pardo Bazán se refiere al joven sacerdote don Julián en Los pazos de Ulloa y La madre naturaleza, siendo en esta última obra donde Gabriel Pardo (personaje creado por la autora) justifica la escasa instrucción de una buena parte del clero español: el clero es el reflejo de la sociedad en que vivimos… (iii).



[i] Pérez Galdós, B., “Obras completas”.
[ii] En el centro-sur de Asturias.
(iii) J. Andrés Gallego y L. Llera, "La cultura española en el siglo XIX...".

No hay comentarios:

Publicar un comentario