jueves, 26 de diciembre de 2019

Mujer y guerra

https://www.muyhistoria.es/h-moderna/reportaje/las-
mujeres-durante-la-revolucion-francesa-221559128015

Una tesis doctoral ha venido a informarnos sobre la participación de la mujer en la guerra[i]. Ya en el siglo XVII dijo Arthur Raleigh que “se ha olvidado a las mujeres” y que “en las guerras también hay mujeres”.

La difusión de los estudios de género ha permitido aprovechar la abundante documentación sobre la participación de las mujeres en la guerra desde la segunda mitad del siglo XIX, pero antes, dicha documentación es relativamente escasa. En 1989 se reunió en Toulouse un congreso de historiadores para hablar sobre el tema “las mujeres de la Revolución Francesa” y, a partir de ese momento, ha ocupado mucho más a los investigadores este tema.

La mujer ha participado en batallas y lo ha hecho, en ocasiones, disfrazada de hombre, ha participado en las comunidades de campaña en funciones no militares, pues los ejércitos necesitaban a las mujeres para coser y lavar, por ejemplo, pero también en acciones de saqueo, y ha habido mujeres que nos han dejado memorias sobre su participación en la guerra.

Por tanto es conveniente tener en cuenta el papel de la mujer en labores de mantenimiento, aunque en la sociedad del Antiguo Régimen, guerra y uso de armas estuvieron relacionados con la nobleza y la masculinidad, pero lo cierto es que ha habido mujeres que manifestaron su atracción por el mundo militar. Madame de la Guette, en el siglo XVII, escribió unas memorias donde explica que se casó contra la voluntad de su padre y dice a un oficial del ejército su admiración por la milicia.

Francia fue un caso aparte no excluyendo tanto a las mujeres del ejército, que participaron en las guerras de la Fronda y en la Revolución Francesa, pues en dicho país se había aceptado la idea de la colaboración femenina para proteger plazas asediadas, reparación de las murallas, arengar a los combatientes… aunque se consideraba indecoroso ver a una mujer vestida como soldado.

La mayor parte de los estudios que se han hecho sobre la mujer y la guerra se han relacionado con el surgimiento de los partidos políticos, donde había mujeres; en todo caso la mujer se fue incorporando al ejército progresivamente, dedicándose a la defensa de una plaza, al espionaje, el apoyo a las víctimas o a la construcción de sistemas defensivos.

Las mujeres en los ejércitos fueron esenciales hasta mediados del siglo XVII, cuando amplios grupos de aquellas acompañaban a los soldados en los campos de batalla. También formaron parte de la economía de guerra, orientada al pillaje y al saqueo. En la segunda mitad del siglo citado la situación cambia y las mujeres disminuyen en número en los ejércitos, de acuerdo con la milicia de conscriptos. En el ejército británico se llegó a establecer que solo debía haber seis mujeres por cada cien hombres.

Las tropas solían contar con grupos de mujeres soldados, la mayor parte de ellas alistadas siendo muy jóvenes o haciéndose pasar por hombres; algunas eran hijas de soldados que siguieron el ejemplo de sus padres; otras eran huérfanas o pertenecían a familias desestructuradas. En abril de 1793, en el contexto de la Revolución Francesa, el gobierno de la Convención estableció la prohibición de mujeres en el ejército que no desempeñasen un trabajo útil, con excepción de las cantineras y las lavanderas, pero la realidad fue muy distinta porque tal disposición no se cumplió, de forma que muchas mujeres continuaron luchando durante un tiempo.

Es el caso de Thérèse Figueur, conocida como madame Sans Gêne o Angelique Duchemin, que vivió muchos años y había perdido a su padre (no conoció a su madre) a los nueve años. Otras abandonaron el ejército por haber sido mutiladas, heridas o por simple fatiga; en el caso del conflicto de la Vendée (oeste de Francia) en el contexto de la Revolución Francesa, tanto el ejército monárquico como el republicano contaron con mujeres, y los hombres se hacían acompañar de mujeres, ancianos y niños. Un caso célebre es el de René Bordereau, que también combatió en la guerra vendeana al lado de los católicos realistas; arrestada en 1809, sufrió prisión hasta que se le condecoró cuando se restableció la monarquía borbónica (1815). La marquesa de La Rochejaquelein[ii] la recuerda, junto a otras, ante la amenaza de los generales de que despedazarían a cualquier mujer que se vistiese como soldado.

Con el paso del tiempo se eligió a un número restringido de mujeres para acompañar a las tropas en campaña, donde ejercieron como combatientes, suministrando alimentos como cantineras y cocineras, haciendo trabajos de lavandería, confección y reparación de vestimenta, como abastecedoras de carne y frutas (en contacto con el mundo rural), aprovisionaron de material bélico interviniendo en el mercado al por menor, se dedicaron al saqueo y al pillaje, asistieron a los heridos y despojaron cadáveres para preservar la salud de las tropas. Sirvieron como distracción de los soldados, actividad que estuvo relacionada con las prácticas sexuales toleradas, cuando los soldados no se hacían acompañar por sus esposas; también aportaron apoyo moral, pues la presencia de mujeres animaba al combate, estas ocuparon zonas fronterizas y preservaron la práctica religiosa: ocultaron a sacerdotes perseguidos, etc. Las mujeres también se ocuparon del transporte de material pesado, de la sanidad militar y del avituallamiento.

La mujer, en otro orden de cosas, sufrió violencia más allá de la propia de la guerra: el autor al que sigo dice que el desarrollo de la Revolución Francesa trajo consigo un deterioro en las relaciones entre hombres y mujeres por dos motivos principales. Las mujeres no recibían casi ninguna ventaja política y quedaban relegadas a su ancestral esfera privada; por otro lado, la competencia de poderes en sus diversos ámbitos espaciales (central y local) liberó agresividad contra las mujeres, y permitió que las que habitaban zonas menos controladas, quedasen sometidas a los abusos de las autoridades civiles y militares.

El abandono temporal o definitivo del hogar, por parte de los hombres, dejó expuesta a la mujer civil a las amenazas propias de la guerra, cuyas principales concreciones fueron la violación, el reclutamiento forzoso, el trabajo bajo amenaza y el uso de la mujer como botín de guerra. Para las mujeres que acompañaron a las tropas o vivieron en zonas próximas a los conflictos armados, la violencia se convirtió en un elemento cotidiano. Sobre la marcha, en el campamento o durante la lucha, la vida en campaña se planteó para las mujeres en términos de permanente peligrosidad; tuvieron que endurecerse pues el nivel de violencia fue siempre mayor contra ellas.

En cuanto a la modificación de los roles masculinos y femeninos en períodos de guerra, los estudios que se han hecho muestran “que hombres y mujeres viven durante un conflicto bélico experiencias diferentes y no sincrónicas; que los roles femeninos permanecen siempre subordinados a los masculinos; que las identidades sexuales se descompensan y que la posguerra pretende una difícil restauración de las antiguas relaciones entre hombres y mujeres. Hacer la paz, supone también reconstruir un equilibrio amenazado”.


[i] “La percepción femenina de las guerras de la Vendée a través de las ‘Mémoires Historiques’”, José Antonio Feliz Barrio.
[ii] Noble francesa que escribió unas memorias desde el punto de vista de los contrarios a la Revolución, vendeanos.

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