jueves, 29 de septiembre de 2016

Acabar con los "mouros"

Paisaje de El Aljarafe sevillano


El expansionismo castellano en el siglo XIII se manifestó más que nunca hasta entonces durante el reinado del rey Alfonso X, que no tuvo tanto de sabio como quisieron los historiadores del siglo XIX si nos atenemos a la revuelta y guerra que provocó a los doce años de su reinado. Un trabajo de Francisco García Fitz[1] ha explicado que dicho reinado se puede dividir en dos fases nítidamente diferenciadas por los sucesos de 1264, la rebelión de los mudéjares de Andalucía y Murcia así como la guerra castellano-nazarí.

Las relaciones entre los nazaríes y Castilla fueron cordiales desde el comienzo del reinado, incluso de colaboración entre el vasallo (Granada) y el señor (Alfonso X) pero en 1264 se vio clara la participación nazarí en la rebelión citada y ello provocó un giro radical en las relaciones. Para esta fecha ya se habían puesto de manifiesto los problemas internos de ambos reinos. Durante los últimos años del reinado de Fernando III las comunidades musulmanas sometidas, los mudéjares, y los reinos islámicos que subsistieron al avance territorial castellano, se habían mantenido en un statu quo que continuó durante los primeros años del “sabio”.

Los territorios conquistados y los musulmanes sometidos vivieron al amparo de unas capitulaciones bastante generosas que preservaban la práctica de su religión, fiscalidad y autoridades locales. Los reinos que habían sobrevivido a la embestida castellana en tiempos del rey Fernando se encontraron desde 1248 sometidos a este mediante vínculos vasalláticos: el reino de Niebla, el pequeño núcleo de Tejada en el Aljarafe sevillano, Jerez, Lebrija y Arcos, además del reino de Granada. Desde 1253 los ceutíes empezaron también a pagar tributos al rey castellano.

Volviendo atrás, en 1246 se había celebrado el “pacto de Jaén” por el que el rey de Granada se había avenido a pagar anualmente parias a Castilla, y como vasallo asistiría a Cortes para el consilium y el auxilium o ayuda militar en caso necesario. Muhammad I actuó como vasallo obediente y en el terreno bélico contribuyó en las campañas contra Carmona, Alcalá de Guadaira y Sevilla. El rey Alfonso, más tarde, concibió el asalto al norte de África, sobre todo teniendo en cuenta que aspiraba a la corona imperial (romano-germánico). ¿Qué mejor que aspirar a dicha corona con el historial de haber vencido a los moros incluso en el norte de África y haber acabado con ellos en algunos puntos de la península?

A principios de 1262 incluso hubo un amojonamiento entre los términos de Tiñosa y los de otras localidades cordobesas, todas ellas bajo dominio castellano (Priego, Carcabuey y El Algar) y se intentó resolver el contencioso que había entre la iglesia de Córdoba y la Orden de Calatrava. También concibió el rey Alfonso, como así lo había establecido su padre, la incorporación del Algarbe portugués, que ya estaba en manos de la monarquía lusa. Mientras tanto la frontera con Granada estaba poblada por una enorme mayoría de musulmanes, así como el bajo Guadalquivir, pues aún no se habían hecho las repoblaciones que llevarían gente del norte a estas regiones. Esto constituía un problema para mantener la seguridad castellana en la zona, así como la necesidad de hacerse (el rey Alfonso) con algunos puertos en el sur para dominar el estrecho, todo ello en relación con el control comercial de la zona y el salto a África.

Todo esto llevó al rey castellano a ultrajar al Granadino, a romper los compromisos de respeto con los mudéjares, a trasladar a grandes cantidades de esta población a lugares que no pudiesen molestar las aspiraciones el rey castellano y, consecuentemente, a la revuelta mudéjar –con indudable colaboración granadina- de 1264 a 1267: la rebelión fue aplastada con la colaboración aragonesa, pero fue imposible evitar una guerra que duró tres años. Desde entonces los monarcas granadinos ya sabían que el señor castellano no era de fiar y supieron aguantar hasta la guerra de finales del siglo XV.




[1] “Alfonso X y sus relaciones con el Emirato granadino: política y guerra”.

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