miércoles, 13 de septiembre de 2017

El Tumbo Viejo Becerro de los dominicos de Pontevedra

Restos de la iglesia de los dominicos en Pontevedra

En el siglo XVI un monje dominico de Pontevedra, fray Juan de Manzanas, ordenó una colección de escrituras existentes en el archivo del convento de la ciudad, relativas a las propiedades que fueron acumulando y gestionando los miembros de dicha orden religiosa a lo largo de la Edad Media y el siglo XVI: el año en el que este fraile comenzó dicho trabajo fue 1568, que fue continuado por otro monje, fray Alonso Gasco, a partir de 1597. Esto ha sido estudiado por Miguel García-Fernández[1], no otra cosa que el Tumbo Viejo Becerro de los dominicos de Pontevedra, poniendo de manifiesto la importancia de las mujeres en la sociedad bajomedieval, ya que aparecen como propietarias.

El Tumbo se mantuvo en uso, al menos en lo que respecta a misas, hasta mediados del siglo XVII, como se indica en una anotación del año 1755. Son abundantes las puntualizaciones y noticias que diversas manos fueron intercalando en el Tumbo a lo largo de los siglos, pero lo realmente importante es la intención del fraile Manzanas: su trabajo persigue “que no se saque las escrituras del convento porque, quando alguna fuere menester presentarse, puédese hacer pidiendo a la justicia la haga trasladar de el original que está en nuestro archivo y depósito…”. En el segundo legajo de los que consta el Tumbo, el fraile puso las escrituras que “tocan a esta casa que hablan de haciendas [desde] el año de 1300 hasta el año de 1500”. En el último legajo dispuso los documentos “que tocan a los casares de Matamá d’Arriba y d’Abaxo porque son muchos”. El autor al que sigo aquí dice que el trabajo de Manzanas tiene una extraordinaria claridad y pulcritud, lo que no se da en el de Alonso Gasco, más descuidado.

Figuran los escribanos o notarios que dieron validez a los documentos, y también se han conservado numerosas anotaciones y comentarios de autores posteriores, pero este no es el único Tumbo conservado en la actualidad sobre el convento dominico de Pontevedra, existiendo otros en el Archivo Histórico Nacional. Entre las misas diarias encargadas figuran las de García Prego de Montaos (1400), miembro de una familia noble, pero el monje hace constar que la dotación que existe para dichas misas es, como mucho, para una cada mes: las misas, claro, valen dinero.

Al relacionar las escrituras, el monje Manzanas señaló el tipo de documento de que se trataba: mandas, foros, testamentos, donaciones, etc. De las escrituras medievales inventariadas por el monje (378), 229 son de la primera mitad del siglo XV, siguiendo en número las de la segunda mitad de dicho siglo (105), más del 27%. En cuanto al convento, lo que este quería garantizar era hacer valer sus derechos de propiedad, pero también que se cumpliesen las obligaciones contraídas con los que habían confiado en él. Los documentos recogen, fundamentalmente, actos de entrega de propiedades al convento, junto a un conjunto de actuaciones destinadas a gestionar dicho patrimonio.

El peso que tienen los foros va en consonancia con el mayor número de documentos del siglo XV, cuando ya la crisis del anterior parecía haber remitido. Dichos foros establecían una duración no inferior a las tres o cuatro “voces” o generaciones, con el añadido, en muchos casos, de un período de 29 años más, es decir, de larga duración. De los 378 documentos citados antes, 144 se referían a foros, el 38%.

El autor pretende demostrar que las mujeres en la Edad Media –al menos teniendo en cuenta este tumbo- jugaron un papel más importante que el que la historia escrita por hombres les ha concedido. En las escrituras aparecen citadas mujeres, de una u otra forma, en más del 64% de los casos (243 documentos). Por otra parte las mujeres no siempre actuaban junto a los hombres, ya que se las ve actuando solas en más de un 15% de los casos (58 documentos), bien como otorgantes de determinados bienes o como receptoras de ellos. En el testamento del mariscal Suero Gómez de Soutomaior, el autor comprueba que las referencias a mujeres no solo son constantes, sino esenciales. El único hijo varón del mariscal había muerto, y sus hijas se convirtieron en sucesoras y herederas, cobrando especial protagonismo la mayor, doña María de Soutomaior.


[1] “Patrimonio, memoria y religiosidad medievales más allá de la Edad Media…”.

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