viernes, 29 de septiembre de 2017

Ilustrados en la América hispana



En la segunda mitad del siglo XVIII había en la América hispana 168 obispos, mientras que en la primera mitad eran 110 y un siglo atrás 130. Todos eran peninsulares o criollos, pero no de los otros grupos étnico-sociales. Hasta mediados del siglo XVII hubo mayoría de regulares, situación que cambió a favor de los seculares más tarde. Las Universidades de Lima y Santiago de Chile estuvieron a la cabeza en la formación de los obispos (21 y 11 respectivamente), siguiéndoles Santa Fe y México con 9 cada una. En España fueron las de Ávila y Valladolid (con 9 cada una), Salamanca y Alcalá (con 8 cada una).

Hubo obispos ilustrados, como es el caso de Lorenzana, leonés de nacimiento; entre 1766 y 1772 fue arzobispo de México. En su demérito está que se opuso a las lenguas indígenas, lo que influyó en el rey Carlos III para ordenar su extinción, cosa vana por otra parte. Fabián y Fuero había nacido en Tergaza, población al este de la actual provincia de Guadalajara, desarrollando en Puebla una gran labor intelectual. Pedro A. de Espiñeira fue obispo de Concepción (Chile), trabajando con los pehuenches. Pérez Calama fue obispo de Quito entre 1791 y 1792, reformador de la Universidad de Santo Tomas. Martínez de Compañón había nacido en Cabredo, al oeste de la actual provincia de Navarra, fue chantre en Lima y obispo en Trujillo y fue el compilador de una lista de lenguas indígenas que se hablaban en su diócesis, trabajo que realizó para que fuese más fácil la labor pastoral.

Antonio San Alberto había nacido en El Frasno, actual provincia de Zaragoza, siendo obispo de Córdoba de Tucumán y arzobispo de Charcas, dedicándose sobre todo a la educación y al auxilio de huérfanos. Manuel Azamor y Ramírez nació en Villablanca, suroeste de la actual provincia de Huelva; como obispo de Buenos Aires ha legado una extraordinaria biblioteca. Juan Baltasar Maciel, igual que el anterior, legó una gran biblioteca, habiendo nacido en Santa Fe, Argentina; miembro de la Inquisición, cultivó la poesía pastoril. Fray Antonio de San Miguel era natural de Revilla, en el actual municipio de Camargo (Santander), siendo obispo de Comayagua (Honduras) y luego de Michoacán (México). Muy activo ante las catástrofes que sufrió la población (hambrunas), una de sus obras fue el acueducto de Morelia para el desarrollo agrícola.

Joaquín de Osés y Azúa era natural de Galbarra (Navarra), habiendo vivido en Cuba, donde fue obispo y luego arzobispo, enfrentándose a la corrupción de los grupos dirigentes de la isla. Antonio Caballero y Góngora nació en Priego de Córdoba, siendo canónigo en Córdoba, pasa a América donde fue obispo de Yucatán (Mérida) y luego arzobispo de Santa Fe de Bogotá. En 1783 patrocinó una exposición botánica Nueva Granada con la colaboración de José Celestino Mutis. Benito María Moxó hació en Cervera (Lérida), siendo el último arzobispo de Charcas antes de la independencia de Argentina, viéndose envuelto en los conflictos propios de dicha independencia.

Otros ilustrados criollos o acriollados fueron Sánchez Valverde en Santo Domingo, Arango y Parreño en Cuba, Abad y la Sierra en Puerto Rico. Valverde nació en Bayaguana (Santo Domingo) siendo un reformador y un estudioso de las posibilidades económicas de la isla Española. Arango y Parreño fue reformista y jurista, viajando por América y Europa contribuyó a la formación de una conciencia patriótica en Cuba y realizó una intensa labor social. Abad y Lasierra era natural de Estadilla (Huesca). Obispo de Barbastro, fue un historiador de Puerto Rico, así como autor de obras sobre América y la Florida.


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