sábado, 8 de junio de 2019

"Virtud" y venalidad en el Milanesado

Plano antiguo de Milán

Durante el reinado de Carlos II de España, el ducado de Milán experimentó una notable transformación, según Antonio Álvarez-Ossorio[i]. A lo largo de más de un siglo la carrera ministerial estuvo asociada a la vida de ciertas personas del patriciado, de forma que los hijos se graduaban en estudios jurídicos como primer paso para una carrera “al servicio” de la Administración. Ello les garantizaba el mando en la sociedad, pero durante la regencia de Mariana de Austria este sistema se resquebrajó cuando en la corte madrileña se empezaron a vender plazas ministeriales por parte del Consejo de Italia. La venalidad de las magistraturas favoreció la movilidad social para acceder a ministro del rey de España.

Volviendo atrás, en el siglo XVI se consolidó tanto en la corte regia como en Italia la planta de gobierno de los reinos de Nápoles, Sicilia y Milán. La creación del Consejo de Italia constituyó un hito en el predominio de los letrados en la administración italiana, atribuyéndose ciertas regalías, en parte a costa de los virreyes y gobernadores. Durante la segunda mitad del siglo se incrementó la estabilidad de la planta de gobierno en lo relativo a la procedencia nacional de sus miembros.

Pero el sistema presentó rasgos diferenciados en las tres provincias italianas, pues en el Estado de Milán se consolidó un cursus honorum en la carrera togada. Los hijos de las familias patricias de las principales ciudades lombardas (Milán, Pavía, Cremona, Como, Lodi y Alessandría) eran los beneficiarios de este sistema. En Nápoles y Sicilia las similitudes entre ellas era mayor, contando mucho el grado de influencia que se tuviese sobre el virrey y los regentes del Consejo de Italia, así como sobre la corte regia.

En el reino de Nápoles y en el Estado de Milán las vacantes de puestos ministeriales se cubrían con nacionales. En torno a un tercio de dichos cargos estaban destinados a “forasteros”, por lo general españoles, mientras que el resto se destinaba a los naturales de los territorios. Para los “forasteros” en Milán y Nápoles se echaba mano de colegiales mayores de las universidades castellanas, y de San Clemente de Bolonia[ii], por tanto no se trataba de plazas de “capa y espada”.

Entre mediados del siglo XVI y principios del XVII se consolidó, pues, el habitus del patricio convertido en ministro togado en una plaza vitalicia, y este habitus comenzaba desde la cuna, ya que muchos ministros lombardos eran hijos, sobrinos o nietos de otros ministros. Así, las implicaciones de la pertenencia a un tribunal supremo se aprendían desde la infancia, siendo considerados los ministros perpetuos, en Nápoles y Milán, “semidioses” con una gran capacidad de influencia sobre la vida, hacienda y honra de las familias. Esta “dignidad” debía exteriorizarse convenientemente en la residencia, los muebles, las pinturas, vajillas, el vestido, el número de criados, los coches y caballerizas. Los innumerables retratos de ministros lombardos conservados en el Ospedale Maggiore de Milán, así lo muestran. En el reino de Sicilia los ministros ejercían sus cargos en los tribunales supremos durante dos años, excepto en el Tribunal del Patrimonio, donde eran vitalicios.

El poder de los “semidioses”, de los ministros provinciales perpetuos en la Italia española, se veía periódicamente amenazado por la llegada de un comisario o plenipotenciario del soberano que debía velar por la adecuada administración de justicia. Desde mediados del siglo XVI hasta el reinado de Carlos II las visitas se fueron sucediendo en el Estado de Milán, así como en Nápoles y Sicilia. Esto podía significar el apartamiento de algunos ministros y oficiales del ejército, poniendo fin a la carrera de los todopoderosos ministros. Las visitas, además, favorecían la proliferación de denuncias de los súbditos descubriendo casos de corrupción, cohecho, cobro de emolumentos indebidos, vida escandalosa, fraudes al fisco, mala praxis y contravenciones de las normas. Entonces eran privados temporalmente del puesto vitalicio senadores y cuestores, cancilleres, secretarios, oficiales, etc.

A veces los visitadores enfatizaban la humillación pública de los visitados, por ejemplo entrando en casa de los ministros y confiscando su hacienda y muebles, llevándolos en pleno día a un lugar público por las calles de la ciudad. Pero frente a los cargos que presentaba el visitador, los ministros y oficiales podían alegar la “consuetudine”, la costumbre y la práctica del desempeño de sus plazas. No obstante, visitadores y visitados compartían muchas veces los principios de una “scientia iuris” aplicada al gobierno de la monarquía española, es decir, visitadores y visitados compartían la misma cultura política en cuanto al regimiento de la comunidad. Más disruptivo del habitus de los ministros patricios fue el apogeo de la venalidad de las plazas supremas en el Estado de Milán, con precedentes en la década de 1640, pero sobre todo (en Nápoles y Milán) durante la regencia de Mariana de Austria; entre 1673 y 1676 el presidente y los regentes provinciales del Consejo de Italia llevaron a cabo el primer gran ciclo de ventas de plazas ministeriales, que afectaban a tribunales supremos de los reinos y señoríos de la monarquía española. Este proceso se consolidó durante las dos últimas décadas del siglo XVII, extendiéndose a las Indias y a España, intensificándose durante la guerra de sucesión y continuando durante el reinado de Felipe V, y en Italia en tiempos del emperador Carlos VI (*).

El ideal del “corso delle lettere” o cursus honorum, concebido como la vía de la virtud fue sustituido por el atajo del oro en un número significativo de plazas de senador y cuestor de los Magistrados Ordinario y Extraordinario durante el reinado de Carlos II. También fue variando la vía de venta de plazas ministeriales en Milán y Nápoles, pues en un principio la canalizó el Consejo de Italia, pero desde las dos últimas décadas del siglo XVII la Secretaría de Despacho Universal[iii] fue asumiendo ese protagonismo. Los agentes de negocios que actuaban en Madrid ofrecían su mediación a los pretendientes de plazas, llegando hasta el valido, la reina, el confesor real o personas influyentes. Esta venalidad tuvo una dimensión social decisiva, pues frente a la endogamia patricia, los grupos sociales emergentes, enriquecidos con ocupaciones más o menos viles según la mentalidad de la época, podían optar a ingresar en los tribunales supremos lombardos y convertirse en ministros del rey. Estas familias nuevas, como tenían dinero, compraron títulos de nobleza y feudos, adquiriendo palacios que expresaron su ascenso social, lo que encontró la oposición de los tribunales supremos del Estado de Milán, que defendían la cooptación para ocupar esas plazas.

Durante el corto gobierno de Juan José de Austria la Congregación del Estado, órgano del que formaban parte las ciudades y condados lombardos, atacó el sistema de la venalidad y ensalzó el estilo antiguo. Según esa Congregación, las plazas de ministros eran la retribución “natural” de la virtud, el método que garantizaba el mérito y la idoneidad en la selección de los ministros. Con Juan Francisco de la Cerda en el ministerio (duque de Medinaceli) entre 1679 y 1685, se alcanzó un acuerdo tácito que mantenía la venalidad de las plazas ministeriales combinada con la fórmula antigua (promoción articulada según los intereses del patriciado), fórmula que se mantuvo en Lombardía con el emperador Carlos VI.



[i] “¿Los límites del habitus? Ministros reales en la Lombardía de Carlos II”. En esta obra se basa el presente resumen.
[ii] Fundado en el siglo XIV, tuvo por finalidad el estudio de laicos y clérigos españoles y portugueses.
[iii] Órgano relativamente anejo a las redes de complicidad con las oligarquías locales.
(*) Emperador del Sacro Imperio Románico Germánico enre 1711 y 1740, entre otros títulos.

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