martes, 22 de octubre de 2019

Fin de la taifa toledana

Vista de los Montes de Toledo

A la caída del califato cordobés se conformaron, entre otras, tres grandes taifas: Toledo, Badajoz y Zaragoza. Las revueltas y asesinatos en lucha por el poder habían acabado con los miembros más allegados de la dinastía fundadora en Toledo, por lo que los dirigentes decidieron recurrir a Santaver (hoy en la provincia de Cuenca), donde se había constituido un pequeño reino taifa separado del de Valencia. La familia taifa de Santaver procedía de la tribu Hovara, bereber, que designó para ir a Toledo a Ismail.

A Ismail le sucedió como rey de Toledo Almamún, que tuvo que sufrir el ataque del rey taifa de Zaragoza, por lo que aquel se vio obligado a pedir ayuda al cristiano Fernando I de León. La ayuda se pagó, por parte de Almamún, haciéndose tributario de León, y así las cosas inició una política de expansión por el sur y el este. Se apoderó de Córdoba y Valencia, sobrepasando la línea del Guadiana, hasta morir envenenado en Córdoba por sicarios el rey Mohámid de Sevilla, Le sucedió su hijo Hixem, que reinó poco tiempo, pasando al poder su hijo Yaya Alcádir, que tuvo que sufrir la conquista de Toledo por el rey cristiano Alfonso VI.

Volviendo atrás, Hixem era nieto de Alfonso VI, lo que explicaría la acogida que tuvo Alfonso una vez derrotado por su hermano Sancho II de Castilla. Pero antes, Alfonso había seguido en León una política iniciada por su padre Fernando I, el acercamiento al papado y luego a la orden de Cluny, lo que le costó tener que abandonar el rito mozárabe y adoptar el romano. Como es sabido, cuando muere Fernando I en 1065, por decisión testamentaria, sus reinos se dividen entre sus hijos: Castilla, posesión personal de Fernando, para Alfonso; León para Sancho y Galicia a García, que sería depuesto sucesivamente por sus dos hermanos. Sancho no aceptó la división que, según él, favorecía claramente a Alfonso, receptor de las parias de Toledo. Alguna fuente señala que argumentó cómo en época de los godos el reino no se dividía a la sucesión de cada uno de los monarcas[i].

Se produjo entonces la guerra, siéndole favorable a Sancho y quedando Alfonso prisionero en el castillo de Burgos, saliendo de allí desterrado a Toledo bajo el asilo del tributario Almamún. La estancia en Toledo de Alfonso sirvió, quizá, para que conociese la orografía del terreno, las murallas de la ciudad, sus puertas y demás circunstancias, aunque no hubiese concebido, entonces, la futura invasión de la taifa. Tenemos, pues, a Alfonso en Toledo desde 1072, gozando “de la hospitalidad barbárica, salva su fe y cómo se le distinguiese en grado máximo… por los sarracenos, paseando de acá para allá diese vueltas por Toledo a discreción”[ii]. El rey de Toledo, además, “en la misma posesión real, fabricó mansión apropiada para Alfonso y sus cristianos, para que tuvieran recreación, cuanto quisiera”[iii]. Pero ello por poco tiempo, pues en el mismo año 1072, murió asesinado Sancho en Zamora.

Los testimonios históricos no coinciden sobre la salida de Alfonso de Toledo[iv]. Para el redactor de la Crónica Silense se trató de una huída, pues temió ser detenido por el rey toledano Así, Alfonso llegó a Zamora y poco después firmó un pacto con Almamún y su hijo -que quizá tuvo lugar en Olías del Rey[v]- de no atacarles, con motivo del socorro que prestó al taifa cuando fue hostigado por el rey de Córdoba. ¿Agradecimiento por el trato recibido durante su destierro o consideración de que la toma de Toledo no era posible en ese momento? ¿La había concebido ya Alfonso?

La escasez de población le llevó a buscar fuera de las fronteras de sus reinos la ayuda indispensable, de ahí el matrimonio sucesivo con una serie de princesas francesas, sobre todo borgoñonas, que aportaron hombres y armas. Mientras, en Toledo, el rey Yaya Alcádir sufría un estallido de rebeldías y discordias. El gobernador moro de Valencia se hizo independiente en 1075; el rey de Sevilla, Motámid, recuperó dicha ciudad en 1076, así como muchos territorios toledanos al sur del Guadiana. El rey moro de Zaragoza, Ben Hud, se apoderó de Molina de Aragón y de Santaver, adelantando sus fronteras junto al río Guadiela, afluente del Tajo. El rey cristiano Sancho Ramírez de Aragón puso sitio a la ciudad de Cuenca.

El rey toledano pidió ayuda, entonces, a Alfonso VI, no considerándose este ya comprometido como sí con sus predecesores. Llegó Alfonso a acuerdos con los príncipes moros enemigos tradicionales del toledano, firmando en 1078 un acuerdo con Motámid de Sevilla, otro con el de Zaragoza, y el de Badajoz será consciente de la débil posición de Yaya Alcádir. Este es el momento en que Alfonso decide asestar el primer golpe por el oeste, teniendo un éxito completo al apoderarse de la ciudad de Coria en 1079. La conmoción que produjo esto frenó al rey de Badajoz, Motawakill, que llegó a solicitar ayuda a los almorávides norteafricanos.

Esta situación llevó a Alfonso a exigir nuevos tributos al rey de Toledo, al tiempo que llevó acciones relámpago por tierras toledanas y luego por la comarca de Guadalajara, mientras que Yaya Alcádir temía levantamientos en su propio reino. Esto le llevó a pedir ayuda a Alfonso VI, mientras este daba largas a estos requerimientos al tiempo que exigía más tributos. La situación se hizo tan desesperada para Alcádir que huyó con su familia de Toledo, produciendo un vacío de poder que aprovechó el rey de Badajoz para entrar en dicha ciudad en 1080. Alfonso, entonces, se consideró árbitro de la situación, pues de nuevo era reclamado por Alcádir para que le ayudase (estaba refugiado en tierras conquenses).

Alfonso exigió, entonces, Toledo, comprometiéndose a entregar Valencia a Alcádir, para lo que debía conseguir que el rey de Zaragoza renunciase a sus aspiraciones sobre la taifa mediterránea. En todo caso Alfonso se hizo con los castillos de Canturias[vi] y Zorita, vigilando Puente del Arzobispo, Calera y Rochas[vii] y Talavera de la Reina. Motawakill terminó por huir a Badajoz, mientras la división de los musulmanes de Toledo era cada vez más patente, viéndose algunos más partidarios de entregar la ciudad al rey cristiano. Aún intentó Alcádir continuar la resistencia aunque solo fuese para seguir disfrutando de la riqueza del poder, pero sabedor de las pocas simpatías que tenía en Toledo, llegó un momento en que comprendió que no era posible continuar la resistencia, máxime cuando ya se veían francos combatiendo al lado del rey Alfonso.

Las capitulaciones las ha explicado Menéndez Pidal[viii]: los moros toledanos salvaban sus vidas y haciendas, así como sus mujeres; tendrían libertad de permanecer o marcharse a otro lugar; se fijaba la misma cuantía que pagaban a sus señores y rey en lo tocante a tributos; conservarían para su culto y “por siempre” la mezquita mayor; entregarían las fortalezas, el alcázar real y la Huerta del Rey, lugar residencial y sobre el que Alfonso VI tenía instalado el campamento; Yaya Alcádir tendría la posesión de las tierras de Valencia, a donde se dirigió tras una estancia previa en Santaver, gobernando cerca de siete años bajo la vigilancia del Cid y Alvar Fáñez…


[i] Primera Crónica General”.
[ii] Cronicón Silense.
[iii] “Rebus Hispaniae”, Ximénez de Rada
[iv] José Miranda Calvo, “La conquista de Toledo por Alfonso VI”. En esta obra se basa el presente resumen.
[v] “La Crónica General de España”.
[vi] Cerca de Belvís de la Jara, en el Tajo.
[vii] Hoy al oeste de la provincia de Toledo.
[viii] Crónica “Adefonsus Imperator”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario