jueves, 27 de julio de 2017

De eclipses y otros hechos


Puente de Palenzuela sobre el río Arlanza

Los antiguos romanos más supersticiosos, que no debían ser pocos, atribuían ciertos hechos a fenómenos naturales que nada tienen que ver entre sí, por ejemplo, la retirada de Lépido y Bruto de Pallantia en relación con la extrañeza que les causó un eclipse, pero lo cierto es que, habiendo puesto sitio a dicho castro arévaco, no pudieron rendirlo y, en retirada, fueron vencidos por los vacceos (136 a. de C.). Este castro se identifica con la localidad de Palenzuela, al sur de la actual provincia de Palencia.

Con anterioridad, quizá en el año 138 a. de C., Mancino y Lépido, elegidos cónsules, sacrificaron unos bueyes blancos en el templo de Júpiter Capitolino. Según José I. San Vicente, que sigue a M. Beard, este sacrificio está atestiguado desde el siglo I a. de C., aunque es posible que la ceremonia estuviese establecida en la época de los citados cónsules. Antiguamente ya los lacedemonios mataban un buey blanco cuando celebraban una victoria, mientras que los romanos traían dichos bueyes blancos de la Umbría.

Por Estrabón sabemos que los numantinos, una vez conseguían vencer a sus enemigos, romanos en particular, amputaban la mano derecha de los prisioneros, con el fin de  inutilizarles como guerreros, por lo que en brutalidad no andaban unos a la zaga de los otros. Por su parte, los romanos paralizaban la construcción de determinadas obras públicas si los libros sibilinos contenían alguna advertencia sobre el particular o así era interpretado por unos y otros. Estos libros fueron guardados en el templo romano de Júpiter y recordaban a la sibila que, en forma de anciana, habría ofrecido a un rey romano de los primeros tiempos nueve libros proféticos.

El pacto al que llegó Mancino con los numantinos no gustó al Senado romano, pues no se concebía que una potencia se humillase ante unos bárbaros, por lo que poco después tomó la dirección de las operaciones Lépido, mientras Mancino fue obligado a ir a Roma para rendir cuentas. Aquel no pudo, sin embargo, embestir contra Numancia, pues en el Senado romano se seguía debatiendo sobre la deditio de Mancino, al tiempo que los embajadores numantinos esperaban extramuros de Roma en el templo de Bellona (diosa de la gurerra, de bellum), lugar habitual de acampada y espera de los enemigos de Roma. Era también el lugar en que los generales romanos aguardaban la decisión del Senado sobre su petición de celebrar el triunfo, aunque también se utilizaba el templo de Apolo para las reuniones del Senado fuera del pomerium (lo que se consideraba Roma propiamente dicha)[1].

Cuando a Lépido le sustituyó Escipión Emiliano (el que vencería a la postre a los numantinos) expulsó a más de dos mil adivinos y prostitutas que acompañaban al ejército romano frente a Numancia, prueba de una mentalidad ciertamente misteriosa y del negocio que implicaba la guerra, más allá del botín que esperaba al vencedor. Escipión contó con colaboradores como el sirio Antíoco VII Sidetes (de Sidón), Micipsa, rey de Numidia, Átalo III de Pérgamo y otros.

El Senado romano, entretanto, se debatía sobre que hacer con Mancino, decidiendo por último entregarlo a los numantinos, que no le aceptaron[2], surgiendo así la duda de si el antiguo cónsul había perdido o no la ciudadanía romana. Debe tenerse en cuenta que los vacceos, el pueblo indígena peninsular que ocupaba en la época la región entre los celtíberos numantinos y los arévacos de Pallantia (en realidad esta se encontraba en la frontera entre vacceos y arévacos) eran muy belicosos, contaban con grandes oppida muy bien defendidas y con gran capacidad económica (cereales) y militar. En otro orden de cosas no era extraño que el Senado esperase a estar seguro de que la siguiente lucha contra los numantinos se saldaría con la victoria, porque romper la pax deorum implicaba que los dioses eran hostiles a Roma y no convenía indisponerse con ellos.






[1] “La victoria de Décimo Junio Bruto…”, obra de José I. San Vicente, de la Universidad de Oviedo (en esta se basa el presente artículo).
[2] En la períoca o sumario número 55 de Tito Livio se citan los presagios sobre Mancino.

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