sábado, 13 de abril de 2019

Dos reyes en Extremadura

Muralla de Galisteo (Wikipedia)

Extremadura fue frontera durante casi dos siglos con los territorios del islam almohade[i], por lo que hubo de ser defendida por las dos partes en conflicto dándose casos de conquistas que luego se perdían. Hay dos reyes leoneses que tuvieron esta frontera en sus miras, dado que durante sus mandatos León y Castilla estuvieron gobernados por personas distintas; los dos reyes leoneses a quienes nos referimos son Fernando II y Alfonso IX. Cuando el primero muere en 1288, surgió un problema dinástico al pretender la reina Urraca que le sucediese su hijo Sancho, pero los partidarios de Alfonso hicieron valer sus derechos.

Cuando niño, Alfonso acompañó a su padre en varias ocasiones a Extremadura y cuando ocupó el trono leonés, una de las primeras decisiones que tomó fue apoyar a las dos sedes episcopales implicadas en el territorio, la de Coria y la de Santiago de Compostela, de la que dependía la primera. El ambiente en Extremadura era, durante el siglo XII y primera mitad del XIII, hostil, y su defensa tenía la dificultad de la lejanía respecto de los centros de decisión, León y Compostela, pero en aquella época los reyes se desplazaban por sus reinos, de forma que la Corte estaba allí donde se encontraba el rey.

En la medida en que el rey se desplazaba y aseguraba el control sobre el territorio, se producía el asentamiento de población, y así, ya en el año 1142, se produjo la conquista de Coria durante el reinado de Alfonso VII, aunque se perdería para los cristianos más tarde. Mientras esto no ocurrió, se designó a un obispo para esa sede, pero la frontera cambiaba con gran rapidez al sur del Sistema Central, hasta el punto de que el obispo Iñigo Navarrón tuvo que refugiarse junto a la Curia papal.

Fernando II se desplazó a Extremadura en varias ocasiones en tiempos en que un aventurero portugués, Geraldo Sempavor, avanzaba sobre Badajoz, lo que permitió al rey acercarse al Guadiana. De todas formas, poco después la frontera volvía más al norte. Entre 1180 y 1183 Fernando II hizo varias incursiones con un mismo objetivo, recuperar Coria, pero la empresa representó grandes dificultades, pues no se encontraban repobladores dada la inestabilidad de la frontera, mientras que otros territorios en torno a Ciudad Rodrigo y Ledesma disfrutaban de una posición más segura.

Otro itinerario del rey Fernando tuvo por objetivo Cáceres, que se encontraba en poder musulmán, haciéndose acompañar de diversos condes, obispos y el futuro Alfonso IX. El cerco de Cáceres se prolongó durante algún tiempo en 1184, cuando la Corte se encontraba en Ciudad Rodrigo[ii], y finalizó sin resultado positivo. Sin embargo, en 1188 el rey tuvo ocasión de entregar al obispo Arnaldo de Coria el lugar de Aldeanueva, actual Villanueva de la Sierra, junto al curso del río Trasgas (desagua en el río Arrago). Luego el rey implicó al arzobispo de Compostela con la entrega de La Atalaya de Pelay Velidiz, un lugar situado en la ribera del Alagón, entre Granadilla y Coria, y en los últimos años del reinado el rey aconsejó entregar a la orden militar de Santiago el señorío de Granadilla[iii].

Cuando finalizaba el siglo XII hizo su primer viaje como rey a Extremadura Alfonso IX, cocretamente a Coria, y poco después otra vez a la misma ciudad, donde se irían organizando dos administraciones, una del monarca y otra del obispo. Años más tarde (1213) se produjo la conquista de Alcántara; en 1217 el rey viajó hasta Galisteo y, al año siguiente, a Cáceres, con la colaboración de Fernando III de Castilla. El cronista Lucas de Tuy habla de devastaciones mediante fuego o las armas a todo lo que encontró [el ejército real] en los alrededores de la población, bien fueran árboles, viñedos o mieses, repitiendo la operación en 1222.

En 1226 confirmó la donación de Navasfrías (al norte de la sierra de Gata)a favor de la orden de Alcántara, y luego Salvaleón y San Juan de Marcoras (hoy Santibáñez el Alto). Entre 1222 y 1226 el rey hizo incursiones, una de las cuales para el cerco de Cáceres, que levantó después de una compensación económica por parte de los almohades. Los últimos años de su vida Alfonso IX recorrió los valles del Tajo y Guadiana para consolidar los asentamientos y combatir a los musulmanes. En 1229 se encontraba en las proximidades de Cáceres, a la que sometió a nuevo asedio hasta caer en manos de los cristianos, convirtiendo a la villa en avanzadilla de todo el reino leonés.

La última etapa extremeña del rey fue para la conquista de Mérida, que finalizaría en 1230, reclamada por el arzobispo de Santiago al considerar que la sede emeritense de época visigoda le correspondía heredarla. Así fue a pesar de que el papa había dado orden en el sentido de que Mérida tuviese su propio obispo. Desde Mérida el rey se dirigió a Alange y luego emprendió la conquista de Badajoz, población que cercó en 1230 consiguiendo su objetivo. La última localidad extremeña de la que hay constancia estuvo el rey Alfonso IX fue Galisteo, desde donde se desplazó al valle del Côa, en la frontera con Portugal. El rey murió en Galicia ese mismo año 1230, mientras se aceleraba el proceso de asentamiento de nuevos pobladores en la baja Extremadura.



[i] Ver aquí mismo “La transierra extremeña: musulmanes y cristianos”.
[ii] Ciudad Rodrigo y el puerto de Perales, al sur, eran el paso para controlar la calzada de Dalmacia (unía Coria, Calzadilla y Casas de Don Gómez) a través de la sierra de Gata.
[iii] José Luis Martín, “Itinerarios de Alfonso IX en Extremadura”. En este trabajo está basado el resumen publicado aquí.

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