viernes, 26 de abril de 2019

El asno de Apuleyo



Lucio es el protagonista de esta obra del siglo II, cuyo autor es Apuleyo pero que debió basarse en otra anterior de un tal Lucio de Patras, ciudad al norte del Peloponeso. Transformado Lucio en asno, está en las mejores condiciones para ver el trato que reciben los esclavos sin levantar sospechas de simpatizar con ellos.
La obra sirve al profesor López Barja de Quiroga[i] para ver en qué medida las leyes y la protección que debieran proporcionar a los débiles son falsas. La novela de Apuleyo –dice el autor citado- se construye sobre el engaño. El asno, que al final se vuelve a transformar en Lucio, anda por Tesalia y Macedonia observando las contradicciones del mundo. Es una obra que “se enraíza en Ovidio y en la sátira romana, desde Lucilio a Juvenal”.
En las “Metamorfosis” no hay alusiones directas al mito de la caverna de Platón pero abundan las alusiones platónicas, mientras que en época del emperador Marco Aurelio (s. II d. C.) se despertó un gran interés por entremezclar verdad y mentira.
El último libro de la novela de Apuleyo (XI) se había considerado como un “postizo”, y López Barja considera que en él se nos relata la iniciación a los misterios isíacos del propio Apuleyo. Sin embargo, a partir de la obra de Winkler[ii], los autores se han inclinado por considerar las “Metamorfosis” como “un prodigioso castillo de fuegos artificiales”. La aventura de Lucio –dice el autor citado- es parecida a la de Acteón, convertido en ciervo al quedarse admirando al ver a Artemis bañándose desnuda.
“Entre las cosas que son falsas, meras apariencias, se encuentran las leyes y las convenciones sociales”. En la novela, los huéspedes traicionan a sus anfitriones, las esposas se burlan del matrimonio cometiendo adulterio, los sacerdotes resultan ser seres depravados. Palabras como “obsequium” o “pietas” han perdido su valor por completo. La invocación a la ley no es capaz de salvar al humilde campesino de la violencia de su vecino rico, al contrario, le enfurece y causa una terrible carnicería.
“Así pues, ¿por qué os asombráis vosotros, despreciables criaturas, ganado del foro, o mejor dicho, buitres con toga, si actualmente todos los jueces trafican con sus sentencias a cambio de dinero…?”. Es importantísima la “curiositas” en la novela: dominado por ella, Lucio desea con todas sus fuerzas ver en acción a las célebres magas tesalias, deseo que le trae la ruina, pues es causa de su transformación en asno.
Cuando Lucio-asno recuerda que Ayax, muy superior en la guerra, fue pospuesto por el mediocre Ulises, se irrita; y cuando Lucio-asno está en un molino y contempla a los esclavos que trabajan haciendo pan, su condición de asno le permite ver las mentiras y los engaños. Esos esclavos que hacen pan le producen lástima, con sus cuerpos escuálidos, las espaldas amoratadas por los constantes latigazos, van casi desnudos y llevan la frente marcada con letras, como esclavos fugitivos[iii].
Lucio, una vez que recobra su forma humana, triunfa en el foro, se ha convertido en uno de los “buitres con toga” a los que antes increpaba. “Viene a ser como el abogado al que la bruja Méroe transformó en carnero, y que como carnero, defiende los pleitos”. Después, el dios Osiris se le aparece a Lucio en sueños y le anima a continuar una carrera, que será triunfal, como abogado en el foro, ya que ha adquirido una laboriosa doctrina durante su época como asno. “Su íntimo contacto con la maldad, la crueldad y la mentira humanas no le han hecho mejor”. Lucio no termina más sabio, sino más astuto.
En realidad el esclavo paradigmático de la novela es el propio Lucio, que pasa por diversos amos haciéndose con él mediante compra o robo. Entonces es sometido a los más crueles castigos; un muchacho al que se le confía el asno para transportar leña, lo muele a palos y luego lo martiriza atando a su cola unas espinas afiladas para que se las clave al moverlas, pero por fin es liberado gracias a la muerte del muchacho.
Para los estoicos –dice López Barja- lo único que importa era la esclavitud interior, la del alma, ya que solo se esclaviza el cuerpo, por eso Epicteto[iv] decía que debemos tratar nuestro cuerpo como a un burro de carga. Pero el esclavo siempre tenderá a librarse de su condición, ya mediante la huida, el suicidio o la ejecución. En este último caso, el dueño ata al esclavo a una higuera y lo embadurna con miel para que acudan las hormigas, y con sus mordiscos le hacen sufrir una interminable agonía.
“Cualquier hombre, sin excepción, apenas, en cualquier momento podía ser robado, apaleado, traicionado, metamorfoseado incluso en un animal, perdida su condición humana. La esclavitud es la metáfora de ese riesgo…”.



[i] “Violencia servil en las “Metamorfosis” de Apuleyo.
[ii] Debe de tratarse de Katharina Winkler, autora de una obra sobre la violencia contra las mujeres.
[iii] Es el carimbo de los esclavos en la América hispana. Ver aquí mismo “El carimbo de los indios esclavos”.
[iv] Vivió parte de su vida como esclavo (siglos I-II d. C.).

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