sábado, 27 de abril de 2019

Contra judíos y conversos (2)

Quintana Redonda (Soria)

En el obispado de Osma no había muchos conversos, pero la herejía judaizante estaba bien arraigada, según ha estudiado José Mª Monsalvo Antón. Cuando llegó la expulsión de los judíos en 1492, lejos de solucionar el problema converso, se intensificó la contradicción entre la religión externa y las creencias íntimas, además de que el judaísmo ha ejercido siempre una gran influencia en el cristianismo. La acción inquisitorial y el problema converso condicionaron las actitudes mentales y el ambiente cultural durante siglos.

El autor citado estudió las visitas de la Inquisición durante la última década del siglo XV y primeros años del siguiente, por lo tanto no se trata de procesos y los testigos, cristianos y judíos (estos antes de la expulsión) van a ir declarando. Y. Baer[i] considera que “en lo fundamental” el análisis que la Inquisición hizo del carácter de los conversos era correcto. Durante sus doce años de actividad antes de la expulsión la Inquisición descubrió alrededor de 13.000 conversos (…) que seguían adheridos a la religión de sus padres, pero el número, según Monsalvo Antón, debía de ascender a decenas de miles.

Son raros los casos de personas acusadas una sola vez y, respecto al tiempo al que aluden las declaraciones –en el caso del obispado de Osma- puede retrotraerse 40 ó 50 años, predominando los que describen situaciones de las últimas décadas del siglo XV. En las declaraciones se anotan muchos datos, pero también si el acusado está vivo o es difunto, formando el conjunto cientos de testimonios y varios miles de acusaciones. El autor ha estudiado los casos de 338 personas sospechosas, de las cuales 74 son mujeres, muchas de las cuales esposas o familiares de hombres también inculpados.

El obispado de Osma es un territorio pequeño, una especie de “Montaillou”[ii], donde el grupo más numeroso de acusados fue de eclesiásticos (31), servidores y criados (16), zapateros (14), seguidos de sastres, tejedores, traperos, plateros, tundidores, bolseros, cuberos, carpinteros, pellejeros, un principal de los franciscanos de Castilla (no se constata que fuese converso, pero parecía simpatizar con los herejes), escribanos, bachilleres o licenciados, un “sabio" alquimista, un procurador, físicos y cirujanos, dos mozos de espuelas, tres contadores, cinco mercaderes, cuatro labradores, dos arrendadores y alcabaleros, todo ello en las localidades de Martialay, Quintana Redonda, Tejado, Tejahuerce, Vildé y otras del obispado, incluyendo Soria y Gormaz.

La variedad de delitos es grande, dándose el caso de que en una misma persona podían recaer varias acusaciones: practicar la religión judaica y defender públicamente algunas de sus doctrinas, realizar oraciones en hebreo, seguir el culto judaico y dar limosnas a la sinagoga, observar fiestas religiosas judías, practicarse la circuncisión, creer en supersticiones, hacer magias o hechicerías. Un caso es el de la barragana de un clérigo de Soria que, hacia 1485, practicó un ritual para saber si un enamorado suyo, de viaje en Roma, estaba vivo. Entre los conversos circulaba literatura supersticiosa, muy abundante entonces, y en la península Ibérica se empezó más tarde a acusar de ello en relación al resto de Europa occidental.

Otras herejías sujetas a denuncia fueron las blasfemias, pero no todos los blasfemos eran conversos, formando parte de un lenguaje transgresor que no cuestiona la fe. Son evidentes las huellas de una cultura popular irreverente, fenómeno generalizable en la época (el “realismo grotesco” de Mijail Bajtin), pero la Inquisición no condena, hasta la segunda mitad del siglo XVI, este tipo de comportamientos, empezando a caer cristianos “viejos” como víctimas. Se trata de planteamientos escépticos contra el cristianismo ortodoxo y la Iglesia. Toda herejía –dice Monsalvo Antón- suponía una contestación dotada de un contenido social, contestación de las ideas sobrenaturales y contra la Iglesia, sus dogmas y sus ministros.

Cabe distinguir entre hereje, apóstata y cismático: si alguien ha recibido el bautismo y luego niega alguna de las “verdades” que han de ser creídas, es lo primero; si abandona la fe cristiana es lo segundo; si rehúsa someterse a la autoridad de la Iglesia es lo tercero. Claro que hubo herejes y apóstatas al mismo tiempo. El concepto de Dios es el menos vulnerado, pero un carnicero de Soria se mostró ateo cuando dijo (según un testigo) “no hay Dios”. Un tejedor de Soria (ya difunto cuando se le acusa), habiendo sido sorprendido robando, se expresó: “que no hay Dios… que todo es burla”. Un carnicero converso de Soria dijo: “Yo no creo nada sino en un solo Dios verdadero…”. Un calderero soriano dijo que “en este mundo [no hay] sino nacer y morir”. Un mayordomo de Gormaz se lamenta de que muchos que sirven a Dios viven pobres y otros que se olvidan de él hacen fortuna. Aquí hay una crítica social evidente; existe la consciencia de que “hay que apartarse algo de Dios para conseguir el éxito y el dinero, idea muy querida entre los conversos con posibilidades de promocionarse socialmente”. Un escribano converso de Soria recomendaba a un amigo que “volviese las espaldas a Dios” si quería hacerse rico. La dicotomía dinero/salvación es muy acusada, como el binomio dinero/Dios.

Un cura de Quintana Redonda consideró que la circuncisión es un requisito para salvarse, y la mujer de un agujetero y la de un mesonero, ambas de Soria, creen que se debe derramar agua de los cántaros cuando alguien ha muerto cerca… Estas personas siguen pensando como judíos, aunque sean oficialmente cristianos. La frase “todo es nacer y morir” es conversa por excelencia, y así pensaba un cura de Tejado según los testigos presenciales. Un cura de Aranda dice a una mujer que no haga caso sobre paraíso e infierno, pues no existen. Un labrador de Renieblas también dijo que “solo hay nacer y morir”, aunque tratándose de ese oficio puede que no hubiese sido judío.



[i] “Historia de los judíos”.
[ii] Uno de los últimos centros de los albigenses o cátaros, en el Pirineo francés.

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