martes, 2 de febrero de 2021

Infantazgo en León y Castilla

 

                            Monasterio de la Santa Espina, entre Urueña y Castromonte (Valladolid)
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El infantazgo castellano-leonés es una institución distinta del infantado, teniendo aquel su origen, probablemente, en la repartición de los reinos de Fernando I en 1065, cuando entregó a sus hijos los diversos territorios que componían su corona: Castilla a Sancho, León a Alfonso y Galicia a García. A sus hijas Urraca y Elvira donó todos los monasterios “en los que hasta el fin de su vida vivieran sin enlace matrimonial”[i], pero a R. Walker le parece que la institución se puede rastrear ya en el siglo X, cuando Ramiro II construyó un monasterio para su hija Elvira[ii].

Lucas de Tuy, que murió en dicha ciudad a mediados del siglo XIII, en su “Chronicon Mundi”, parece indicar que no era una exigencia permanecer soltera toda la vida para ser beneficiaria de un infantazgo. El “Chronicon Compostellanum”, escrito poco después del “silense”, nada dice sobre dicha exigencia. Podemos añadir –señala Salvador Martínez- que el infantazgo, como institución destinada a dotar a las infantas solteras de propiedades vitalicias, desapareció con la división entre León y Castilla por Alfonso VII entre sus hijos.

El infantazgo permitía vivir, a su beneficiaria, sin depender de la corona, siendo uno de los más notables el que disfrutó Sancha, hermana del rey Alfonso VII (s. XII). Incluyó, además de monasterios, villas y otras poblaciones, numerosas propiedades agrícolas con bosques, prados y viñas que se extendían por todo el reino[iii], pero alcanzó a todos los aspectos de la vida de Sancha, que dispuso de una verdadera corte con soldados, protección personal, guerreros, armas y caballos, escudos y espadas; tuvo también a su servicio clérigos y capellanes, así como merinos, sayones (verdugos) y otros oficiales que se encargaban de la administración. El control sobre los habitantes se extendió a la posesión de hornos, molinos, aguas, tanto en zonas urbanas como rurales, pago de impuestos y gabelas, etc.

Sancha tuvo tanto poder que intervino en los conflictos más delicados, como fueron las disputas entre obispos y monasterios, dictó sentencias y administró justicia, como fue el caso del monasterio de Sahagún contra el concejo de Grajal. Intervino en la pacificación entre los obispos de Segovia y Palencia[iv]. y también, junto con Alfonso VII, en el litigio entre las diócesis de Lugo y Oviedo.

¿Quién era esta Sancha que vivió entre 1094 y 1158? Hija de la reina Urraca y del borgoñón Raimundo; cuando murió éste en la villa de Grajal (1107) víctima de la disentería que padecía desde hacía tiempo a la edad de 37 años, enfermó de muerte, y ello atrajo a Grajal gran número de personalidades alrededor de su lecho, además de su esposa y Sancha, su suegro el rey Alfonso VI, el hermano del moribundo, Guido, que era arzobispo de Vienne[v] y luego papa con el nombre de Calixto II, Diego Gelmírez, obispo de Compostela y pronto arzobispo, Pedro, obispo de León, y el magnate gallego Pedro Fróilaz, conde Traba. No fue difícil reunir a todos estos personajes, pues se estaba celebrando un concilio nacional en León. En 1120 el ya papa Calixto II accedió a las peticiones de Gelmírez, que al parecer le había suplicado en aquel luctuoso momento convertirle en arzobispo, de la misma forma que lo hizo “nuestro sobrino Alfonso rey de las Españas”, dice el papa de Alfonso VII.

La tumba de Raimundo de Borgoña, según López Ferreiro, se encuentra en la capilla de las reliquias de la catedral de Compostela desde el siglo XVI (antes en la capilla de Santa Catalina). La estatua yacente que cubre el sepulcro debió ser obra del siglo XII, poniéndose en el siglo XVII una inscripción que reza: “Aquí yace D. Ramón de Borgoña…”.

Sancha, una vez que superó la adolescencia, tanto durante el reinado de Urraca (su madre) como de su hermano (Alfonso VII), residió la mayor parte del tiempo en el palacio real junto a la Colegiata de San Isidoro (León), de donde echó a las monjas que había para entregársela a los agustinos. Lucas de Tuy, de esta orden monástica, que vivió después de haber muerto Sancha, pone en boca de San Isidoro, que vivió entre los siglos VI y VII, las siguientes palabras dirigidas a aquella: “… marcha de este palacio y edifica otro para ti, y da éste a los mis canónigos…”. Razón tienen los historiadores cuando dicen que las fuentes hay que someterlas a crítica…


[i] Así lo explica H. Salvador Martínez consultando la “Historia Silense”, del primer cuarto del siglo XII.

[ii] San Salvador de Palat del Rey, que formaba parte de un complejo palatino. A principios del siglo XX se hizo una prospección encontrándose los cimientos primitivos y otros vestigios que delatan el estilo mozárabe. El estudio fue llevado a cabo por Gómez Moreno.

[iii] L. García Calles, a quien cita Salvador Martínez.

[iv] Cuando habían pasado varias décadas desde la muerte de Sancha debieron seguir los conflictos, pues M. Herrero (a quien cita nuestro autor) ha publicado “Los documentos sobre la concordia y compromiso entre las diócesis de Palencia y Segovia del año 1190”.

[v] Entre Auvernia, el Ródano y los Alpes.

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