domingo, 13 de diciembre de 2020

Ambiciones, pactos y traiciones

 


¿Dónde está mi hijo, alegría de mi vida, consuelo en la vejez, único heredero?... Relata Jiménez de Rada que cuando los magnates llegaron a Toledo para informar al rey Alfonso VI de la muerte de su hijo Sancho, aquel les contestó molesto con la frase que da comienzo a éste texto.

O bien en la batalla de Uclés (1108) contra los almorávides, o unos días después en Belinchón[i], donde Sancho huyó a refugiarse con algunos de los suyos, los musulmanes le dieron muerte. Parece que de esta manera quedaba libre el camino para que sucediese al rey Alfonso el conde de Portugal, Enrique de Borgoña, que según la “Primera crónica anónima de Sahagún” lo ambicionaba. De haberlo conseguido sería por poco tiempo, ya que falleció en 1112.

Según Julia Montenegro, que ha estudiado éste asunto, Enrique tenía amplias aspiraciones y fue un guerrero que pertenecía al linaje real de Francia[ii], habiéndose ganado la ira del rey Alfonso de Castilla y León. En la ambición de Enrique no le iba a la zaga su cuñado Raimundo de Borgoña, conde de Galicia, pero lo cierto es que Alfonso VI había decidido que su sucesor fuese el hijo habido con la musulmana Zaida, lo que no compartía buena parte de los magnates que rodeaban al rey.

La “Crónica Compostelana” relata que el gobierno de Toledo había sido encomendado por su padre a Sancho, pero lo cierto es que, habiendo nacido éste en 1093, era muy joven para desarrollar esa labor, por lo que seguramente la ostentó nominalmente y quienes realmente la llevaron a cabo fueron sus colaboradores.

Volviendo a la batalla de Uclés (1108), tenía Sancho muy pocos años, por lo que no parece que su padre le encomendase la lucha en aquella plaza, y otra interpretación es que lo hiciese sin conocimiento del rey, aunque esto lo desmienten diversas fuentes musulmanas y cristianas (Sancho era el único hijo varón de Alfonso). Hay una carta oficial, que citan Julia Montenegro y Huici Miranda, que Tamim ben Yusuf, gobernador de Granada y jefe del ejército almorávide, envió a su hermano el emir Alí, dándole cuenta de la victoria en Uclés, donde no consta Sancho entre los caídos, y así mismo una crónica de Ibn al-Qattan, escrita algo más de un siglo más tarde lo confirma. Lo cierto es que la carta fue escrita antes de comprobar la identidad de los cristianos caídos, y quizá Sancho fue uno de los que consiguieron huir a Belinchón, al noroeste de Uclés y no lejos de esta localidad; en Belinchón sí sería muerto.

Enrique de Borgoña, yerno de Alfonso VI, estuvo entonces en condiciones de aspirar a reinar en Castilla y León a la muerte de éste, pues solo quedaba al rey una heredera viuda (Urraca) y el peligro almorávide acechaba. Pero una vez más las aspiraciones de Enrique se frustraron, pues el rey, en vísperas de su fallecimiento, dejó el reino a su hija, dirigiéndose entonces los nobles a ella en los siguientes términos: “tú no podrás gobernar ni tener el reino de tu padre y a nosotros regir, si no tomas marido. Por lo cual te damos por consejo que tomes por marido al rey de Aragón…”. Así Urraca contrajo nuevo matrimonio con Alfonso I de Aragón, pero el papa lo anularía[iii] en el contexto de una guerra civil entre los partidarios de éste y los del hijo de Urraca, producto de su primer matrimonio.

Diversas fuentes atribuyen a una parte de los magnates la elección del rey de Aragón como nuevo consorte de Urraca, por ejemplo Lucas de Tuy, pero también puede ser que los autores de las fuentes quisieran eximir al rey Alfonso VI de la responsabilidad de un matrimonio que resultó tan desastroso en lo personal como en lo político. Jiménez de Rada no tiene inconveniente, sin embargo, en decir que fueron el rey y el arzobispo de Toledo, Bernardo de Cluny[iv], los que eligieron al aragonés.

El “Pacto Sucesorio” que Enrique y Raimundo de Borgoña habían firmado para apoyarse mutuamente (el segundo, primer esposo de Urraca y conde de Galicia), habría sido considerado por Alfonso VI como una traición, y de ahí su indisposición a considerarlos herederos. Como se ha visto en otras ocasiones de la historia, los seguidores de Raimundo, una vez Urraca reina, se aliaron a ella y abandonaron todo apoyo a Enrique, ejemplo de lo cual son Froila Díaz y Pedro Ansúrez.

Enrique se marchó entonces a Francia[v] en busca de los apoyos que necesitaba, aliándose a su regreso con el rey de Aragón, ya separado de Urraca, de forma que “todo aquello que del reino de la reina ganasen, fuese partido por la mitad entre ambos a dos”. Así se produjo, por ejemplo, el enfrentamiento en Candespina[vi], y en la cercana Sepúlveda se dio la propuesta de los nobles de Urraca a Enrique, ofreciéndole el reparto del reino “con suerte fraternal”, a condición de que éste rompiese su alianza con el aragonés. Así lo hizo Enrique, ignorante de que la reina castellano-leonesa, a su vez, llegaba a un acuerdo con Alfonso I para acabar con las pretensiones de aquel, lo que le llevó a cercar a ambos reyes en Carrión sin consecuencias.

Pero las alianzas, como se ha visto en otras ocasiones, son cambiantes, y de nuevo vemos a Enrique al lado de Urraca y contra el rey de Aragón, donde habrían llegado a ciertos acuerdos que ponían en manos del borgoñón la ciudad de Zamora y el castillo de Cea, aunque la reina ordenó en secreto a los suyos que no hiciesen tal entrega… Y aún Urraca aspiró a reinar sobre territorios al sur del Miño: en un documento aparece Enrique y otros nobles laicos donde se dice que la reina lo es de Toledo, Castilla, León, Galicia y Portugal. Alfonso de Aragón, por su parte, estaba en 1111 en Carrión con sus magnates, haciendo luego donaciones al monasterio de Oña y a la catedral de León.

En medio del caos, donde todos traicionaban a todos, Enrique se había hecho con dominios en Zamora y Astorga, quizá, como dice la Crónica Compostelana, gracias a la ayuda de algunos nobles gallegos. Enrique murió poco después, mientras que Urraca en Saldaña (1126) y Alfonso quizá en Sariñena, donde firmó su último testamento en 1134.


[i] En el extremo oeste de la actual provincia de Cuenca.

[ii] Roberto II, rey de Francia, Roberto I, duque de Borgoña, y Enrique de Borgoña, padre del Enrique aquí estudiado.

[iii] La separación de Urraca y Alfonso como esposos más parece resultado de sus desavenencias de todo tipo que de las órdenes papales.

[iv] Cluniacense y arzobispo de Toledo hasta 1128.

[v] No parece que las fuentes aclaren del todo ese viaje, así como tampoco si recibió la oferta de Urraca para repartirse el reino.

[vi] En el extremo noreste de la actual provincia de Segovia.

En la fotografía, torre de Candespina.

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