viernes, 9 de diciembre de 2022

¿Cómo interpretar la tragedia?

 

Cuando Hernán Cortés vio que no tenía ya la confianza del gobernador de Cuba, Diego Velázquez, decidió armar once naves (principios de 1519) y navegar hasta la isla de Cozumel[i] y la península de Yucatán, de las que se tenía noticia por navegaciones anteriores. Bernal Díaz del Castillo relata que llegando a la isla fondearon las naves y Cortés con los suyos se interesaron por la existencia de españoles que estaban cautivos de algunos caciques, para lo que escribió una carta que pretendió hacer llegar a dichos cautivos, permaneciendo –dijo- ocho días para que se unieran a su hueste.

En efecto, había españoles que vivían en la isla y dos de ellos son citados por Bernal Díaz, teniendo plática con el futuro conquistador: uno que era eclesiástico, o por lo menos tenía un libro de horas, Jerónimo de Aguilar; otro, ya aclimatado a la isla por el paso del tiempo, tenía por esposa a una india hija de caciques y varios hijos. Este contestó que de ninguna manera le acompañaría, pues allí era como un capitán (su profesión había sido militar); su esposa, en lengua maya, terció diciendo que les dejasen vivir en paz y no molestasen a su marido, Gonzalo Guerrero. Cortés insistió pero sin éxito. Los dos habían naufragado junto con otros que no se supo si vivían o estaban en otros territorios.

Dice el profesor Eduardo Matos Moctezuma que este Gonzalo Guerrero quizá murió más tarde luchando con los mayas contra los españoles. Jerónimo, al contrario, se unió a Cortes y cuando llegó a uno de los barcos no fue reconocido –dice Bernal Díaz- por lo oscuro de su piel y la vestimenta mínima que le tapaba, además de hablar con dificultad el castellano; hasta tal punto se había visto influido por la cultura maya. Entonces, ante la desconfianza de la tripulación, pronunció las siguientes palabras: “Santa María… Sevilla”.

Siguió la expedición el costeo de Yucatán hasta Campeche (costa oeste) y allí fondearon de nuevo. Los indígenas les recibieron con desconfianza pero les entregaron como regalo veinte mujeres, una de ellas la que luego conoceremos como doña Marina (Malinche parece tener un sentido despectivo), que era hija de caciques y hablaba maya y náhuatl. Beligerantes con los españoles, allí sufrieron estos las primeras bajas de esta expedición, por lo que el extremeño decidió dirigir sus naves hacia la costa Este del actual México, llegando a lo que ahora es Veracruz. El recibimiento por parte de los indígenas, muy al contrario, fue amistoso, aunque cabe suponer que con sorpresa. ¿Por qué este comportamiento tan distinto? La razón –explica Matos Moctezuma- es que esos pueblos, como otros muchos, estaban sometidos por el emperador mexica al pago de fuertes impuestos y al trabajo de la tierra. Nada mejor que encontrar un aliado contra el “señor de atrás de los Volcanes”. Cortés les promete entonces que no tendrán que volver a pagar tributo a ese señor y que ahora dependen del rey de España…

Luego recibieron los españoles la alianza del “cacique gordo”, uno de los totonacas vecinos de los anteriores. Fue entonces cuando Cortés encalló las naves, pues habían empezado ciertas quejas entre su tripulación por miedo a represalias del gobernador de Cuba o por temor a lo desconocido. El material de estas naves sirvió para futuras obras y la comitiva se encaminó por tierra hacia Tenochtitlan, capital mexica y sede de Moctezuma II, el tlatoani, el que habla o el que manda. ¿Qué pasaba en su palacio mientras Cortés se acercaba? –se pregunta Matos Moctezuma. Se hablaba de presagios, según Diego Muñoz Camargo[ii]: se han representado cometas pasando sobre la ciudad imperial (Códice Durán), se hablaba de que las aguas del lago Texcoco se levantaban, se había visto un ave con una especie de espejo en la frente, la “llorona” era una mujer que salía por las noches para advertir a viva voz de la pérdida del imperio mexica, una estructura que contenía unos 370 pueblos tributarios; por el sureste se extendía hasta el límite de la actual Guatemala, al otro lado estaba la actual Chiapas, la costa del Pacífico estaba sometida, pero el imperio era inconexo, sobre todo por el sur.

Tres meses de batallas –dice Bernal Díaz- entre los españoles y los mexicas en el asedio a Tenochtitlan, unos ochocientos españoles y veinte mil aliados indígenas según Bernal y el propio Cortés[iii]; por un lado al mando de Olid, por el otro Alvarado… Moctezuma II se vio perdido, aunque se le había representado en relieves mortificándose (costumbre en la que no entramos aquí) pero simbolizando su poder; en otro relieve se le ve junto al dios solar y siempre con la corona triangular de oro en la frente atada por detrás de la cabeza. En otros códices se ve a Moctezuma con plumas de quetzal, ave sagrada. El tlatoani que le había precedido murió en 1502, y cuando Moctezuma II fue elegido tuvo que demostrar dos cualidades: que era un buen jefe militar y que conocía la religión de su pueblo, sería el máximo sacerdote.

Cortés encontró en Tenochtitlan tributos pagados en forma de cal, oro, plumas, conchas, piedras labradas, tejidos; en el templo mayor las efigies de dos dioses, y como nos muestra el Códice mendocino, el palacio era lugar de producción (como los cretenses antiguos). Había jardines o bosques, según las fuentes, y un zoológico que no tenía solo la función del deleite para el emperador y los cortesanos, sino reservorio de animales para el templo. Cortés mandó entonces hacer un plano que luego se llevaría a Alemania para ser impreso: las canoas por los canales, la ciudad imperial en el centro de un lago en cuyos bordes exteriores había otras pequeñas poblaciones; un gran centro ceremonial –enorme según Bernardino de Sahagún- y el palacio de Moctezuma II fuera del recinto sagrado ceremonial, al Este.

Allí vieron los españoles águilas, cocodrilos, jaguares, peces, lobos y otros animales, como han podido investigar los arqueólogos Jimena Chaves y López Buján: estos encontraron aves con las alas cortadas para que no se escapasen, y cerámica cholulteca[iv] además de muestras de la afición a fumar.

En el Códice Durán se ve a Cortés con doña Marina, ya vestida al modo hispánico; en el Códice florentino se ve el cadáver de Moctezuma II: después de estar prisionero durante algún tiempo dejó de ser útil a los españoles y los mexicas eligieron a otro tlatoani, porque Tlatelolco es otra importante ciudad mexica, hostil a Tenochtitlan, pero aliadas contra los de Cortés. Fue el último bastión mexica, y cuando el nuevo sucesor, Cuauhtémoc, sea detenido –dice Bernal Díaz- se le llevará hasta el capitán español y se produce el diálogo con los intérpretes: doña Marina y Jerónimo (el recogido en Cozumel). “Señor Malinche” –dice Cuauhtémoc literalmente en náhuatl, sacrifícame, extráeme el corazón, pues pretendo seguir al sol y que se cumpla así mi destino… (Matos Moctezuma).

Entre los traductores y los castellanos no se entiende al noble mexica: traducen “mátame”, desfigurando el sentido mágico y religioso de las palabras del mandatario vencido. Cortés no entiende, y vencido Cuauhtémoc ¿para qué matarlo? Lo hará en 1524 y comenzará la conquista de vastos territorios en todas las direcciones.


[i] Frente a la costa nordeste de Yucatán.

[ii] Historiador mestizo que vivió entre 1529 y 1599.

[iii] “Cartas de Relación”.

[iv] De un pueblo que habitaba en torno a donde ahora se encuentra la ciudad de Puebla de Zaragoza.

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