lunes, 26 de diciembre de 2022

Un imperio quizá único

 

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No tiene sentido comparar los imperios existentes a lo largo de la historia antes de que se conociese la existencia de América, que vino a provocar una conquista y colonización muy variables según las dificultades que fueron surgiendo. Desde el siglo XVI, y sobre todo en los dos siguientes, la monarquía española se presenta como especial por la enorme extensión de los territorios bajo su dominio y de pobladores bajo su administración, que también presentaron características muy diferentes según los casos. La incorporación de Navarra a la Corona castellana, bien que preservando sus fueros, ya se había producido en los últimos años del reinado del rey Fernando.

El rey Carlos I, heredero de las posesiones en Europa de sus antepasados, fue reconocido en España[i], bien que actuando en nombre de su madre Juana, y aún conquistó en competencia con la monarquía francesa el Milanesado. A las Coronas de Aragón y de Castilla unió los territorios mediterráneos que la primera había adquirido, en un diverso grado de vínculo (Sicilia, Cerdeña y Nápoles) y una y otra coronas se habían hecho con territorios en el norte de África (Bujía, Orán, Trípoli, Argel, Ceuta y Melilla). Dejemos aparte el territorio de la Cerdaña que pasó a soberanía española y francesa en el transcurdo del tiempo.

La expansión atlántica de Castilla llevó a la posesión de las islas Canarias, y aquí se formó la plataforma para las navegaciones hasta el descubrimiento de América, que en su momento se denominó las Indias. Durante tres siglos los españoles extendieron los territorios de la monarquía desde las Antillas y Mesoamérica, el río Magdalena y  los Andes hasta California y el sur de los actuales Estados Unidos, hasta la mitad norte de Chile y Buenos Aires con esclusión de los territorios reservados a Portugal, otra monarquía expansiva desde el siglo XV. Con el tiempo se incorporaron a la monarquía española la Florida y la Luisiana, que fueron pasando a otras soberanías posteriormente. Pero a los territorios continentales de América hay que sumar las islas de las Antillas: Cuba, La Española, Puerto Rico, islas Vírgenes, San Martín, La Antigua, Guadalupe, Barbados, Granada, Santísima, Asunción, las islas Lucayas, Tortuga y Santiago (luego llamada Jamaica).

El descubrimiento del Pacífico desde 1513 llevó a los españoles (luego a otros) a surcar el más grandioso mar conocido, incorporando la monarquía española las islas Filipinas en la segunda mitad del siglo XVI, pero también en la Polinesia las islas Tuamotou[ii], de la Línea[iii] (Espóradas Ecuatoriales), Cook[iv] y Marquesas[v]; en la Melanesia, Galápagos[vi], Salomón[vii] y Nuevas Hébridas[viii]; Guam[ix] Ternate en las Molucas[x], el norte de Taiwan[xi], Borneo[xii], Papúa[xiii] occidental y el protectorado de Camboya[xiv]; las islas Marianas[xv], Carolinas[xvi], Palaos[xvii], Gilbert[xviii] y Marshall[xix]. Muchas de estas islas y archipiélagos fueron descubiertas durante la primera circunnavegación del globo llevada a cabo bajo los auspicios de la monarquía española. Si todos estos territorios fueron incorporándose, luego fueron perdiéndose. 

Volviendo al rey Carlos I, en 1519 fue reconocido como emperador del Sacro Imperio Romano Gernánico con unas consecuencias muy negativas en lo económico para Castilla. El mismo rey había heredado también los territorios borgoñones del oeste de Europa, inconexos territorialmente y con un diverso grado de integración en la monarquía. A ello hay que añadir la incorporación de Portugal y su vasto imperio en América, África, el Índico y Asia durante al menos sesenta años (1580-1640).

Entre los siglos XVI y XVII la concepción que se tuvo de la monarquía española, particularmente en Europa, pero también en el Imperio turco y otras grandes entidades estatales, fue de una gran complejidad, grandeza y necesidad de combatirla. A la aparición de potencias marítimas distintas de España y Portugal (Francia, Inglaterra, Holanda) se unió la herencia del emperador Fernando I[xx] del Imperio habsbúrgico, aunque este siempre estuvo vinculado a la monarquía española y viceversa.

Con la guerra de sucesión a la corona de España, por la que se entronizaría la dinastía borbónica, la monarquía española pierde sus posesiones en Italia, Sicilia y Córcega, aunque un Borbón que luego sería rey de España fue reconocido antes rey de Nápoles con ocasión de la guerra de sucesión a la corona polaca.

¿Cómo se pueden gobernar territorios tan distintos, con habitantes tan plurales, en todos los continentes y mares del mundo conocido? Las dificultades inherentes a este empeño –aparte de que los titulares de la corona española demostraron habilidades mayores o menores según los casos- se pusieron de manifiesto de contínuo. La burocracia se multiplicó, y lo mismo su versión diplomática, se hicieron esfuerzos militares extraordinarios que agotaron las posibilidades fiscales de la monarquía; Carlos I tuvo que recurrir a banqueros europeos y Felipe II tuvo que lidiar con dos bancarrotas del Estado. Cualquier avatar era propicio para una sublevación (las Provincias Unidas, Portugal, Cataluña) o para mantener el control territorial y econcómico sobre la “joya” de la corona española que fue América. A las dificultades de control de los territorios periféricos (chichimecas en México, araucanos en Chile, “chaqueños” en Bolivia, Argentina y Paraguay) se unieron las disputas entre estados (las monarquías portuguesa y española por la colonia de Sacramento, las mismas por el control de las Molucas) y algunos territorios fueron desgajándose de la soberanía española a favor de otros estados (Jamaica a mediados del siglo XVII).

La monarquía española era un estado de cosas que permitía navegase el galeón de Manila hasta Acaculpo por más de 15.000 km. teniendo que alcanzar la corriente de Kuro Shivo al Este de Japón para el “tornaviaje” que descubriera Urdaneta en el siglo XVI; era un estado de cosas (no el único) que permitía navegar en los dos hemisferios con los cambios estacionales y atmosféricos que ello implicaba; era un estado de cosas que permitió establecer un “camino” o ruta entre el norte de Italia y Flandes para defender sus territorios de los enemigos de toda clase; era un estado de cosas capaz de agotar la hacienda pública de Castilla (con varias bancarrotas) para sostener los compromisos del Imperio Romano Gernánico; un estado de cosas que permitió contener el avance de los turcos en el centro-este de Europa; la monarquía española fue un estado de cosas que proporcionó inmensos tesoros en forma de oro y plata, pero también productos exóticos y agrícolas al conjunto de Europa, a la vez que llevó a las Indias productos traídos de China como el arroz, o de Europa como la ganadería mayor, las ovejas, los puercos y las cabras.

La monarquía española practicó el corso y lo combatió, como combatió a los pueblos indígenas de América y se valio de ellos como aliados para someter a otros. La monarquía española desarrolló una legislación social avanzadísima que en muchas ocasiones no fue posible cumplir por las distancias entre la Corte y las nuevas tierras, por la corrupción de los funcionarios y por razones objetivas. Fue una monarquía que dio voz a los disidentes, entre los que están Antonio Montesino, Bartolomé de las Casas, Huaman Poma de Ayala, Cieza de León, Junípero Serra y otros que nos han dejado testimonios de pura realidad. Asombra la cantidad de cartas que llegaban a la Corte informando de los sucesos en las Indias.

Fue necesario fortalecer los puertos y lugares estratégicos para evitar el ataque de piratas, corsarios y ejércitos enemigos, para lo que intervinieron ingenieros militares de varias nacionalidades contratados por la monarquía española, como fue necesario que los barcos cargados de mercancías y metales precisos fuesen acompañados por navíos de guerra para evitar los abordajes de rapiña, la misma que los conquistadores y administradores al servicio de la monarquía española habían practicado en América.

La monarquía española podía mandar naves para obtener las riquezas habidas en el Moluco y en un rosario de islas en el Pacífico y en las Antillas, como si se tratase de una ruta dispuesta a ser recorrida imperecederamente. La monarquía española propició la labor de las órdenes mendicantes en las Indias, ejemplar en muchos casos, sobre todo por franciscanos (capuchinos entre ellos), dominicos, agustinos, mercedarios y jesuitas, que obviamente incurrieron en contradicciones propias de todo tiempo histórico y reprodujeron los vicios del suyo. La monarquía española propició el mestizaje, fenómeno etnográfico y humano de un interés ilimitado, no conocido en organización política alguna.

Atender al turco y al papa, al Imperio habsbúrgico y a los conflictos sociales en Castilla y en Valencia, navegar entre la gran tormenta religiosa del siglo XVI, atender a la rebelión catalana y a la piratería, al corso inglés en primer lugar; atender a la administración de las Indias, al tráfico negrero, a las cuestiones de conciencia que fueron planteadas a la monarquía por no pocos teólogos y frailes; atender al conflicto holandés y a la enemiga de Francia, atender a las pretensiones de otras potencias sobre Italia; legislar, escuchar, castigar, crear instituciones (Adelantamientos, Gobernaciones, Audiencias, Virreinatos, universidades, colegios, hospicios), fundar ciudades, transformar los consejos en secretarías, restar poder a los virreyes a favor de los intendentes, atender a las ideas de los “filósofos” del siglo XVIII y proponer profundas reformas en la Administración pública, la marina y el ejército; tener noticias de las derrotas en el siglo XVII, las pérdidas territoriales en 1648 y durante el  reinado de Carlos II, soportar las injerencias de la monarquía francesa en la primera mitad del XVIII, asistir a convulsiones indígenas y criollas en la América ya colonizada, ver la metrópoli invadida por el ejército napoleónico, fue demasiado para una estructura que había sido útil, quizá necearia, pretenciosa, abusiva, durante tres siglos, destino quizá inevitable por la hazaña de los descubrimientos ultramarinos, pero incapaz ya de subsirtir cuando alboreaban otros tiempos.


[i] Existe una gran controversia sobre el sentido que tiene el término España a lo largo de la historia. Por “hispani” eran conocidos los habitantes de los valles pirenaicos del sur por los francos en los siglos VIII y IX; algunos condes catalanes hablaban de sus condados como españoles; España aparece tempranamente aún existiendo las coronas de Castilla y Aragón por separado; algún rey portugués reprochó a los reyes españoles que se declarasen reyes de España cuando no lo eran de su totalidad, toda vez que Portugal también formaba parte de Hispania; la documentación está llena del término España aún antes de que los habitantes se considerasen españoles, identificados como estaban con su condado, su reino o su señorío…

[ii] Descubiertas en 1521 con motivo de la primera circunnavegación del globo, y a principios del s. XVII fueron visitadas por Pedro Fernández de Quirós.

[iii] Descubiertas por Pedro Fernández de Quirós y se poblaron con criollos de Nueva España.

[iv] Álvaro de Mendaña las exploró a finales del siglo XVI (San Bernardo) y a principios del XVII Fernández de Quirós (Gente Hermosa).

[v] Las descubrieron los expedicionarios de Álvaro de Mendaña a finales del siglo XVI, de la que se tuvo que hacer cargo, muerto este, Isabel Barreto.

[vi] Fue descubierto por Fray Tomás de Berlanga en 1535, encontrándose frente a Ecuador.

[vii] La expedición de Álvaro de Mendaña las descubrió, las colonizó Isabel Barreto y a principios del siglo XVI continuó su obra Fernández de Quirós.

[viii] Al Este de Australia, Pedro Fernández de Quirós las descubrió a principios del s. XVII y las llamó Australia del Espíritu Santo.

[ix] Forma parte del archipiélago de las Marianas y se gobernó desde las Filipinas entre el s. XVI y finales del XIX.

[x] A principios del s. XVII una expedición española ocupó la isla y luego Tidore, pero fueron abandonadas en la segunda mitad del mismo siglo.

[xi] Entre 1626 y 1642 la monarquía española controló tres posiciones al norte de la isla.

[xii] Magallanes y Elcano descubrieron la isla (1521) y décadas más tarde se relacionaría con Filipinas, participando la monarquía española en los conflictos internos de Borneo. A mediados del s. XVII el dominio español se acentuó contra los nativos camucones, pero entre finales de dicho y siglo y principios del XVIII tuvo que abandonar el norte de la isla.

[xiii] En el siglo XVI navegantes españoles pasaron cerca de esta isla, siendo Íñigo Ortiz de Retes el que parece haber dado el nombre de Nueva Guinea, pero sin más trascendencia.

[xiv] En el s. XVI algunos misioneros españoles estuvieron en Camboya y el país estuvo durante un breve tiempo como “protectorado” español ante los conflictos en la zona.

[xv] Al Este de las Filipinas, fueron descubiertas durante el viaje de Magallanes-Elcano. En la segunda mitad del s. XVI el jesuita Diego Luis de San Vitores las visitó y recibieron el nombre en 1667 por la reina Mariana de Austria; los jesuitas se instalaron pero pasado un tiempo hubo revueltas que diezmaron a la colonia española. Sofocados por la fuerza los indígenas, de nuevo se levantaron y otra vez fueron sometidos. La colonización española duró hasta el año 1898.

[xvi] Álvaro de Saavedra tomó posesión de las islas en 1528, pero Diego de Saavedra y Toribio Alonso de Salazar fueron sus primeros ocupantes. Pasado el tiempo fueron llamadas Carolinas en honor del rey Carlos II, ocupándose los frailes en la evangelización de la población, pero a mediados del s. XIX se planteó la posibilidad de ocupar las islas de forma efectiva, no siendo hasta décadas más tarde que se establecieron controles aduaneros para el comercio, lo que levantó las protestas de varios estados. En 1898 fueron vendidas, junto con las Marianas a Alemania.

[xvii] Fueron descubiertas durante la expedición Magallanes-Elcano y luego exploradas en 1543, vinculándose administrativamente a Filipinas décadas más tarde. Fueron jesuitas los que evangelizaron a la población que, sin embargo, mantuvo conflictos tribales, y la monarquía española las perdió al mismo tiempo que Filipinas en 1898.

[xviii] El domino expañol se extendió entre 1528 y 1885 con el nombre de islas de Santa Catalina.

[xix] El primer explorador fue Alonso de Salazar (1526) y poco después Álvaro de Saavedra Cerón. En el ambiente imperialista del siglo XIX España reclamó la soberanía sobre estas islas en 1874. Las disputas con Alemania, que había llegado tarde a la carrera colonial, llevó a un acuerdo para que las islas estuviesen aprovechadas comercialmente por España y Alemania, pero años más tarde la primera vendió su parte a la segunda.

[xx] Se da la circunstancia de que habiendo nacido Carlos en Gante, heredó la monarquía española, mientras que Fernando, nacido en Alcalá de Henares y educado en Castilla, sería emperador alemán.

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