domingo, 4 de diciembre de 2022

Más muertos que vivos

 

                                               El estrecho de Magallanes en un mapa antiguo

Magallanes, contra lo que se suele divulgar, no pretendió con su famoso viaje dar la vuelta al mundo ni eso fue lo que se le encomendó. El objetivo del militar portugués fue alcanzar las islas de las especias sin molestar a los portugueses en la ruta reservada para ellos. Claro que si lograba llegar a las Molucas en dirección oeste encontrando un paso que le permitiese librarse de América, aún le quedaba el Pacífico y luego no ser sorprendido comerciando en aquellas islas, sobre las que existían dudas de si entraban en la demarcación portuguesa o española.

Agustín R. Rodríguez González* quizá sea el mejor conocedor sobre este viaje y sobre otros muchos aspectos de historia naval, corsarios, personajes, embarcaciones, la política naval de la Restauración[i], etc. Ha estudiado el inmenso viaje que llevaron a cabo unos seres con todo tipo de limitaciones, aunque al término llegasen solo dieciocho supervivientes, de un total de 250 hombres, aproximadamente, más cuatro que, en dirección distinta a la de Elcano, llegaron también por lo menos a América.

Las capitulaciones con el rey Carlos I y su madre Juana se firmaron en Valladolid en 1518, pero el monarca quiso que fuesen dos los comandantes del viaje, Magallanes y Ruy Faleiro[ii], este un geógrafo que, antes de la salida, sufrirá un trastorno y será ingresado en un hospital de Sevilla, ciudad en la que se equiparon las cinco naves de la expedición en 1519 y salieron de Sanlúcar de Barrameda. En esta expedición no había intención evangelizadora, y de hecho Portugal ya negociaba en las Molucas.

Había entonces muchos marinos portugueses en España, particularmente en Sevilla, pues mientras que la monarquía portuguesa era muy rígida en el control de cada empresa ultramarina (quizá como consecuencia de los trabajos llevados a cabo en época de Henrique el Navegante), en España la posibilidad de empresas particulares era corriente. Magallanes –según Agustín R. Rodríguez- no tenía madera de líder y sí un carácter reservado, no partidario de compartir sus decisiones (a la postre nada dejó escrito). Una vez que Ruy Faleiro no pudo compartir con Magallanes el mando de la expedición, el rey Carlos I nombró a Juan de Cartagena[iii] en igualdad, pero el portugués lo encerró en el calabozo a poco de salir de Canarias.

Magallanes era un hidalgo que había escogido la carrera de las armas, y aunque tenía experiencia en navegaciones, no había estado al mando de buque alguno, y de hecho tuvo que sufrir amenazas portuguesas por ponerse al servicio de una monarquía competidora. Elcano, siendo joven, era maestre de una nave dedicándose a operaciones mercantiles; en el Mediterráneo se vio obligado a pedir un crédito para llevar a cabo ciertos viajes, a cambio de lo cual hipotecó su nave; como no pudo devolver el dinero perdió el barco, pero ya desde la época de los Reyes Católicos existía una norma según la cual las naves no podían venderse, pues se trataba de tecnología autóctona que podía servir tanto para la marina mercante como para la de guerra. Por ello fue castigado y enrolado en la expedición de Magallanes.

Debe tenerse en cuenta que existía un desconocimiento general sobre las dimensiones de la Tierra (como en el caso de Colón), por lo tanto la distancia desde el oeste de Europa hasta el Este de Asia. Se sabía, no obstante, por los viajes colombinos, que había que alcanzar las islas Canarias para encontrar los vientos favorables rumbo al oeste, y aparte las capacidades que tuviesen Colón y Magallanes para dirigir una expedición marítima, lo cierto es que demostraron a capacidad suficiente para sus respectivos proyectos.

Portugal, entre tanto, se aferraba a la circunnavegación de África, quizá por la ventaja que tenía sobre Castilla en este tipo de expediciones, pero en cuanto a Canarias la corona española supo hacer valer su interés por ellas a cambio de respetar a Portugal sus rutas siguiendo la costa africana. Otro asunto interesante –siempre según el profesor Agustín R. Rodríguez- fue el papel de los monjes del monasterio de la Rábida, una comunidad dedicada al estudio de la colonización y evangelización de Canarias, bien entendido que buena parte de los conocimientos científicos de la época estaban en manos de religiosos.

Pasado el Atlántico, el objetivo fue encontrar el paso que permitiese entrar en el Pacífico, lo que ya había intentado Juan Díaz de Solís (1515-1516) en el contexto de cortar todo intento portugués de extenderse hacia el sur a partir de las costas brasileñas. Solís creyó haberlo encontrado en la desembocadura del Río de la Plata (que el ignoraba) por la enorme anchura de la misma, lo que pronto se supo era improbable por tratarse de agua dulce[iv].

Volviendo al viaje de Magallanes, los cinco barcos que habían salido desde Sanlúcar, permitieron imaginar de nuevo que la desembocadura del Río de la Plata era el paso hacia el Pacífico; avistando Magallanes un promontorio al que puso por nombre Montevideo, lugar donde más tarde se fundaría la ciudad[v]. Aquí se produjo un motín que Magallanes pareció haber controlado, pero en realidad permaneció latente: se trataba de la incertidumbre, el cansancio, las penalidades y la personalidad hermética de Magallanes. La expedición siguió hacia el sur donde los viajeros ya habían visto que las estaciones estaban invertidas, los vientos y las tempestades eran desconocidos, el frío intenso y sin experiencia en navegar al sur del Ecuador, lo que sí tenían los navegantes portugueses en torno a África (téngase en cuenta que aún no se había conquistado el imperio incaico, la mayor parte de cuyo territorio estaba al sur del Ecuador).

Las borrascas eran muy profundas y parte de la tripulación empezó a desconfiar de si Magallanes estaba jugando a favor de la monarquía portuguesa: se produjo entonces otro motín en el momento en que se encuentra el paso (lo que se comprobó poco más tarde) lleno de dificultades, estrecheces y temporales; un barco se perdió debido a ello y el que mandaba otro de los navíos desertó y decidió encaminarlo de vuelta a España, pero sin provisiones, habiendo aparecido ya el escorbuto y produciéndose muchas muertes. Los mayores implicados en los motines anteriores (en uno parece que participó Elcano) fueron abandonados por Magallanes en una isla desierta, incluido un clérigo, condenados a una muerte aplazada en aquellas latitudes (52º Sur).

Por suerte, al llegar al Pacífico reinó el buen tiempo, pero el estrecho que llevaría el nombre de Magallanes se revelaría poco práctico, pues era preferible, como así se hizo, llevar las mercancías hasta Portobelo (Panamá), y de aquí, tras una travesía terrestre, a Lima o Acapulco. En todo caso seguía la ignorancia sobre cuánto valía cada grado de la superficie terrestre, tenían dificultad en medir la longitud, y en el Pacífico no se conocía el régimen de vientos ni de corrientes.

Magallanes decidió entonces seguir por el Pacífico en dirección noroeste hasta alcanzar las islas Marianas, es decir, bastante más al norte que las Molucas (¿guiaron los vientos las naves?). En las Marianas fondearon las naves y los indígenas fueron invitados a subir a ellas, gustando de quedarse con algunos objetos. Se ha supuesto que Magallanes temió el enfrentamiento con los portugueses, ya instalados mediante factorías en las Molucas. Y aún más extraño: siguió en dirección a las islas Filipinas, mucho más al norte que las Molucas (diez grados de diferencia). En las Filipinas existían sociedades acostumbradas a negociar con los chinos y otros pueblos, incluso musulmanes, tenían pequeños barcos que surcaban aquellas aguas y había autoridades o caciques que sabían lo que querían. Con estos se enfrentó Magallanes y su tripulación en una serie de batallas que no hicieron más que añadir penas a los españoles[vi], y en una de estas murió Magallanes en 1521 (luchando con una tribu); al fin y al cabo el portugués era un hombre de guerra.

A partir de este momento se hace con la capitanía Elcano, quedando dos naves para dirigirse hacia las Molucas (una tercera, tan maltrecha, fue desguazada y aprovechados sus materiales útiles). Como con anterioridad, pero ahora con mayor intensidad, se producen hemorragias venosas y cerebrales en algunos miembros de la tripulación (consecuencia del escorbuto); circunstancia rara en el Atlántico, pues los alimentos frescos podían conservarse en un viaje de pocos meses. La dieta mediterránea, fácil de mantenerla en los viajes por el Atlántico, no es posible en el inmenso Pacífico. Ya en el siglo XVI, no obstante, el médico y luego fraile agustino español, Pedro García Farfán, publicó su obra “Tratado breve de anatomía y cirugía…”, donde recomendaba el uso de cítricos contra el escorbuto. En el siglo XVIII el médico escocés James Lind dio con una fórmula más completa para combatirlo.

La expedición tiene un nuevo capitán, pero sin instrucciones de ningún tipo: las dos naves son mandadas, respectivamente, por Gómez de Espinosa[vii] y Juan S. Elcano; llegan a las Molucas y cargan sus naves de clavo. Ahora solo hace falta decidir el camino de vuelta: mientras que Espinosa decide hacer el viaje a la inversa por el Pacífico, Elcano opta por entrar en el Índico y circunnavegar África, pero en longitudes alejadas de la costa. Espinosa y los suyos se vieron en crecientes dificultades habiendo perdido treinta hombres (de un total de cincuenta), lo que les hace volver a las Molucas, allí fueron capturados por los portugueses, apresados y, seis años después, solo cuatro supervivientes regresan de barco en barco hasta que unos marinos portugueses los dejan en Lisboa (eran ya solo cuatro o cinco (se trató de la segunda vuelta al mundo).

Los de Elcano tuvieron dificultades alimentarias, queriendo algunos fondear en Mozambique, a lo que se opuso el guipuzcoano por temor a los portugueses, pero una vez en la latitud de Cabo Verde, desesperados, bajan a tierra trece, los cuales fueron detenidos aunque alegaron que procedían de América y se había averiado su aparejo. Se dice que son dieciocho los que arribaron a Sanlúcar en septiembre de 1522, pero habrá que contar algunos nativos de diversas indias además; portaban una riqueza suficiente para vivir el resto de sus días o poco menos. Elcano pidió al rey Carlos I que meidase ante el rey portuguñes para rescatar a los cautivos de Cabo Verde, lo que dio resultado y poco después estaban en la península; además pidió una serie de honores y distinciones, pero este no se las concedió, aunque sí una pensión vitalicia para vivir más que holgadamente. Poco después Elcano se embarcó con Loaisa en otro viaje a través del Pacífico y los dos perderían la vida después de haber ingerido, con otros, unos pescados en una isla, probablemente mal cocinados y aptos para transmitir la enfermedad letal. Tenía el guipuzcoano cuarenta años.


[i] Esta es su tesis doctoral, y en cuanto al autor, nacido en 1955, es miembro de la Real Academia de la Historia. Su bibliografía es tan amplia que difícilmente es superada en su especialidad.

[ii] Nacido en Lisboa en 1455, era un experto navegante, astrónomo y geógrafo.

[iii] En 1520 participó en un motín contra el autoritarismo de Magallanes en las costas de Patagonia.

[iv] Otra cosa es la muerte de Solís a manos de los indígenas de la zona, así como de algunos de sus compañeros, ante el asombro de los que no habían desembarcado.

[v] Monte vide, habría dicho Magallanes, pero la fundación de la ciudad no se produjo hasta pasado el primer cuarto del s. XVIII, habiendo sido levantado anteriormente un fortín por el portugués Manuel de Freytas.

[vi] Entre los dieciocho que regresaron con Elcano había griegos, portugueses, italianos, holandeses, alemanes, además de españoles, lo que quiere decir que los 250 cincuenta que iniciaron la expedición pertenecerían a más nacionalidades que las señaladas.

[vii] Marino natural de Espinosa de los Monteros (actual provincia de Burgos) habiendo nacido en 1474.

* "La primera vuelta al mundo", Madrid, Edaf, 2018. En esta obra se basa el presente resumen.

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