viernes, 5 de julio de 2019

Niños medievales

Besalú (1) 

En uno de sus libros Ramón Llull describe cómo Blanquerna, un niño imaginario, fue alimentado durante el primer año por su madre solamente con leche: el niño “tuvo una nodriza sana para que fuese criado con leche sana… Su nodriza era honesta y de buenas costumbres…”. Las madres con recursos económicos, en la Edad Media, entregaban sus hijos a nodrizas, pero según Llull los niños pobres crecían más fuertes que los ricos, por lo que Blanquerna fue sometido a ciertas costumbres para que aprendiese a padecer las dificultades de la mayoría de los niños, por ejemplo, pasar frío y calor. Cuando el niño tuvo edad para alimentarse con carne, pastel y queso, su madre tuvo mucho cuidado de que los productos fuesen naturales y variados, donde no podía haber vino ni salsas (según el mallorquín podrían perjudicar al cerebro).

En “Las Partidas” de Alfonso X, se dice que hacia los siete años los niños comienzan a tener entendimiento, por lo que los padres solían hacer fiestas donde se concertaban matrimonios de los pequeños, que eran mercancía para otros negocios, de forma que cuando llegaban a una edad en la que procedía que contrajesen matrimonio, si uno de los dos contrayentes potenciales se negaba, debía esgrimir argumentos de peso, por ejemplo, la entrada en un convento o la desaparición para escapar al compromiso adquirido por sus padres. Una enfermedad grave solía servir, como también el acuerdo de las dos partes para deshacer el compromiso, la infidelidad de alguno de los jóvenes (fornicio) o el casamiento de alguno de los dos, lo que impedía uno nuevo.

A los catorce años los varones podían contraer matrimonio, la misma que podían ser armados caballeros (si eran de familia escogida) o emanciparse de la patria potestad. En la edad media se hablaba de niño, mozo, mancebo y doncel. Los mozos, a partir de los tres o cuatro años, dependían de los ayos (siempre entre familias pudientes), hasta ser donceles, cuando eran armados caballeros. Pero en “Las Partidas” se distinguía también entre niños legítimos e ilegítimos, siendo estos últimos los habidos con otras mujeres distintas de la esposa mediante adulterio, incesto o fornicio, en cuyo caso no existía la obligación de criarlos si su padre no quería. Pero alguien, ya fuese el padre de la criatura o no, podía hacerse cargo de la misma. La madre en todo caso debía hacerse cargo del niño, lo que era una tradición del derecho romano, donde se contemplaba que la madre es siempre cierta, mientras que no así el padre.

Muchos niños ilegítimos eran abandonados en las puertas de iglesias y hospitales, y aún algunos legítimos, en cuyo caso los padres perdían la patria potestad. Jean Louis Flandrin señala en una obra suya que estos niños ilegítimos realizaron luego hazañas, como Guillermo, que llegó a ser rey de Inglaterra con el sobrenombre de “el conquistador”. Igualmente Dunois[i], bastardo de Orleáns, que llegó a ser compañero de Juana de Arco. En el reino de Valencia, Pedro III estableció un pare orfens que debía ocuparse de los niños abandonados, cuidarles y procurarles un trabajo; más tarde, Martín “el humano” estableció una institución encargada de juzgar y castigar a estos niños o jóvenes en el caso de que delinquieran, extendiéndose luego a Navarra, Aragón y Castilla.

En las Partidas queda explicado por qué a la unión de un hombre y una mujer se le llamó matrimonio y no patrimonio. Matrimonio viene de matris y munium, es decir, oficio de madre, pues ella era la que sufría los trabajos con los hijos y no el padre. Además de lo legislado por el derecho romano, que aceptaba la venta o empeño de los hijos en casos de necesidad, en el Fuero Real de España[ii] era lícito la venta o empeño de un hijo cuando el padre está rodeado defendiendo un castillo sin víveres, antes que rendir el castillo de su señor[iii].

En las Partidas se dice, no obstante, que si las bestias se cuidan de sus crías, mucho más lo han de hacer los hombres, “que tienen entendimiento”. Luego entra el legislador del siglo XIII en cómo educar a los hijos de los príncipes, a las infantas y princesas. El autor al que sigo aquí[iv] dice que los libros en los que los europeos aprendían a leer a partir del siglo XII, se refleja que cristianos, judíos y musulmanes creían en la fatalidad del sino. En una obra de Ibn ar-Rigal[v] mandada traducir del árabe por el rey Alfonso XIII se manda consultar a los astros antes de tomar una decisión de cierta importancia. El conocimiento del destino de un niño dependía de una buena lectura de los astros por parte de sus padres o de aquellos a quienes se encargaba esta misión.

El conocido como San Nicolás es un personaje legendario que ha sido tomado, en el mundo cristiano, como protector de los niños, de las jóvenes casaderas, de estudiantes, mercaderes, soldados, prestamistas, etc. Si el personaje fuese real se correspondería con unos restos de los siglos III-IV. Existe una leyenda según la cual unos estudiantes de Normandía, deseando estudiar en Atenas, pasaron por la isla Gemile Adasi, cercana a Rodas. Se hospedaron en una casa donde el posadero, por la noche, los mató troceándolos y dejando sus restos en sal. Cuando San Nicolás visitó dicha posada pidió la cena y vio que la carne que le ponían era de los estudiantes, obrando el milagro de devolverles la vida, y este es el origen, al parecer, de que el santo sea el patrón de los estudiantes.

En la Edad Media hubo una abundante magia y superstición para proteger a los niños varones de la muerte; había piedras maléficas y otras que constituían verdaderos talismanes; algunas tenían propiedades profilácticas; existía la piedra paridera, que ayudaba al parto; el azabache tenía propiedades para que los niños varones no sufrieran el mal de ojo. En el País Vasco los primeros dientes caídos a los niños se ofrecían a los murciélagos o a Mari, personaje mitológico, y en otras regiones españolas se colgaba sobre los niños pequeñas bolsas con dientes de erizo, gato montés o tejón. En “La Celestina” se habla de numerosos amuletos y talismanes para toda clase de necesidades.

Los escasos conocimientos pediátricos llevaba a las madres a acudir a todo tipo de medios para evitar la muerte de sus hijos en caso de peligro, de forma que cuando un niño pasaba, de la noche a la mañana, de la salud a la enfermedad, se achacaba a personas que solo con la mirada podían enfermar a los niños. Era el mal de ojo, al fascinio, del latín fascinum. Durante mucho tiempo se ha creído que la fascinación afectaba sobre todo a los niños, de forma que los familiares pretendían combatirla con una serie de gestos obscenos o poniendo en el niño un amuleto consistente en una mano cerrada, como si se quisiese atrapar el maleficio. Se pronunciaban fórmulas como la siguiente: Dios de tio/ Dios de engendró,/ y Dios te saque el mal de ojo/ si alguien te lo echó.

Otros amuletos “protectores” de los niños fueron el ébano, el coral, el ámbar y el acebo, todos ellos escasos o caros, por lo que se les atribuían esas propiedades. Pero de lo que no cabe duda es de que los niños –con excepción de los de familias ricas o principescas- tuvieron una infancia de pobreza, de trabajos, de sufrimiento y esfuerzos, sin protecciones especiales como no fueran las de la propia familia o de algún personaje piadoso.



[i] Vivió en el siglo XV siendo hijo ilegítimo de Luis de Valois, duque de Orleáns.
[ii] En 1255 Alfonso X dio a los vecinos de Aguilar de Campoo el texto de este título, extendiéndose luego a varias villas y ciudades.
[iii] Recuérdese el caso de Guzmán “el bueno”.
[iv] Buenaventura Delgado, “Historia de la infancia”. En esta obra se basa el presente resumen.
[v] Conocido por los cristianos como Abenragel, vivió entre los siglos X y XI.
(1) https://www.etapainfantil.com/pueblos-medievales

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