jueves, 21 de enero de 2021

Enfermos medievales

 

En un estudio sobre la asistencia a los enfermos durante la Baja Edad Media[i], se aportan importantes datos sobre cinco hospitales en Castilla: el de San Antolín de Palencia, el de pobres de Santa María Magdalena de Cuéllar, el de la Piedad de Medina del Campo, el Mater Dei de Tordesillas y el del Rey de Burgos[ii].

La autora señala que los de Palencia y Medina del Campo son fundaciones de un obispo en ejercicio, el de Cuenca, que al mismo tiempo era confesor real; el de Tordesillas fue fundado por Beatriz de Portugal[iii] y el Real de Burgos por el rey Alfonso VIII a partir de 1212. Las constituciones de estos hospitales presentan claras analogías, aunque también algunas diferencias importantes, entre otras cosas porque no fueron fundados en el mismo siglo: para el hospital de Medina del Campo se redactaron en 1467 y un año después para el de Tordesillas; en éste caso se redactaron, como las del hospital de Cuéllar, en el momento de su fundación.

Algunas diferencias que registra Magdalena Santo Tomás se refieren a la obediencia debida al rector y los castigos a imponer, las obligaciones del médico, cirujano y sangrador; sus salarios y las obligaciones de los visitadores… La infanta Beatriz de Portugal dejó escrito que el hospital por ella fundada en Tordesillas debía hacerse donde poseía ciertas casas, entre el monasterio de la Espina y el del Santo Sepulcro, éste en Toro.

Éste de Tordesillas debía contener 12 camas, ocho para hombres y cuatro para mujeres, además de dos salas. En el de Medina solo se recogían enfermos curables, aunque deja a la buena conciencia del visitador, del médico y del cirujano la decisión de admitir según vieren la calidad de las personas y las enfermedades incurables. En varios de los hospitales estudiados los enfermos deben recibir los sacramentos para ser admitidos, se les recogen sus ropas y se les entregan otras, que deben ser lavadas cada ocho días, así como las de las camas ocupadas.

En algunos casos se establece un máximo de 15 días para permanecer en el hospital (Medina del Campo), pero en otros no y el rector es el responsable de la administración de las medicinas y los alimentos. Los capellanes asisten a los enfermos espiritualmente, pero han de acreditar que no tienen concubinas, lo que pone de manifiesto que era relativamente corriente que las tuviesen.

El boticario también debía ser cristiano, pero donde hay más diferencias es en el número de personas que han de ser contratadas: en el de Medina hasta seis y en el de Tordesillas deben ser mujeres, sin especificar el número, “honestas y de buena fama”, teniendo el visitador facultades para sustituirlas por otras[iv].

Estos hospitales eran pequeños, lo que llevó a la reina Isabel a iniciar la reforma de los mismos para que fuesen mayores, o a la agregación de varios en uno solo. Un documento consultado por la autora sobre cierta “visita del monasterio de las Huelgas de Burgos”, realizada por el prior de la catedral de Osma en 1500, informa de una pesquisa sobre el hospital del Rey, “con el beneplácito de la abadesa de las Huelgas de Burgos… hermana del rey”. En dicho documento se hace constar la sujeción del hospital a la abadía de las Huelgas, citando a una serie de reyes castellanos desde finales del siglo XIII.

Respecto a la pesquisa, se trató de averiguar en qué habían consistido varios robos en el hospital, resultado de lo cual fue la descripción de todos los bienes y posesiones del mismo, lo que la autora considera relevante por la importancia de dicho hospital ubicado en el Camino de Santiago. Se trataba de un complejo de varios edificios para hospitalizar a enfermos y para dar cobijo y alimento a peregrinos y pobres. Las repetidas referencias al hospital de las mujeres hace pensar que fundamentalmente se atendía a estas, incluidas “huéspedas ilustres”, habiendo una sala con 39 camas para ellas con comodidades que no tenían las demás: una lámpara en cada cama, una mesita y enfermería con botes y cajas que contenían ungüentos y medicinas.

Había dos reboticas donde se elaboraban las medicinas, así como una cocina con utensilios de cobre, hierro y barro, así como nueve libros de boticario para elaborar las pócimas. Las mujeres “ilustres” allí hospitalizadas contaban con orinales y se les daban “almendras, dátiles”, etc. Apartado se encontraba el dormitorio de pobres sanos con 29 camas, así como ocho camas destinadas a leprosos, asistencia que no parece existiera en otros hospitales menores.

En el hospital Real había bodega, despensas, comedores y otras dependencias. En orden a las obligaciones de los enfermos acogidos está comulgar “con buena forma”, dice una de las freiras. Los médicos y cirujanos velaban a los enfermos por la noche, si bien esto podría ser no siempre, teniendo cuenta que es el testimonio de una freira preguntada por la calidad de los servicios. Estas freiras eran religiosas legas del Císter que tenían a su cargo la administración general del hospital desde antiguo. El Administrador, en cambio, solía ser un hidalgo, dado el poder y prestigio que el cargo había ido adquiriendo, dice Magdalena de Santo Tomás.

Una enfermera declara que “se sepulta a los difuntos honradamente”, pero mientras este momento final no llegaba, el hospital Real daba mucha importancia a la alimentación –lo que seguramente no ocurría en los más pequeños-: cereales, pescado, frutas, verduras, carne (ganado y aves), vino, aceite, huevos… El alimento por excelencia fue la carne, aunque a los enfermos se les daban gallinas y pollos, y otro producto muy consumido eran los huevos, alimento básico que sustituía al pescado. Éste podía ser cecial (seco y en salazón, del que se mencionan arenques y merluzas) y fresco (truchas y sardinas, considerándose estas alimento de pobres).

Las legumbres fueron otro alimento básico y las frutas eran variadas: manzanas, granadas, ciruelas, guindas, peras y almendras. Las naranjas eran adquiridas por la botica para hacer ungüentos, al igual que arroz, regaliz, vinagre, anís, azúcar y miel. El médico era el que precisaba la comida de los enfermos y se había establecido que cuando aquel tuviese que visitar a enfermas, fuese acompañado de algún familiar de estas.

La abadesa de las Huelgas tenía poder para dispensar de abstinencias y ayunos, y cuando fue preguntada por el visitador sobre si se respetaban los ayunos, aquella respondió, en cierta ocasión, que “les dispensaba a los freires, según conciencia, en Adviento y en la Cuaresma y comían carne, por ser el pescado dañoso para la salud”. Quizá no se comía éste producto siempre buenas condiciones en Burgos, por lo que provocaría malestares que llevaron a esta errónea conclusión.


[i] Es la tesis doctoral de Magdalena Santo Tomás Pérez, referida a Castilla.

[ii] El estudio de éste, según la misma autora, se debe a Luis Martínez García.

[iii] Hija del rey Dinís de Portugal.

[iv] De todas formas una cofradía controlaba el hospital de Tordesillas.

Fotografía: vista parcial del hospital del Rey en Burgos (burgospedia1.wordpress.com/2010/11/07/hospital-del-rey/)

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