domingo, 10 de enero de 2021

¿Adueñarse de Marruecos?

Tras la paz de Basilea entre las monarquías española y la república francesa (1795),  Francisco Amorós empezó a desempeñar funciones en la administración pública gracias a un tío suyo que era capitán general y gobernador militar y político de Cádiz. La experiencia que adquirió en esta ciudad le valió su pronta instalación en Madrid, cerca de la corte de Carlos IV. Aquí será secretario de Godoy y luego del propio rey, participando, en 1802, en una de las intrigas palaciegas que tanto se estilaban: en éste caso, el proyecto de colonización del imperio de Marruecos.

Las relaciones diplomáticas hispano-marroquíes se deterioraron por completo desde la muerte, en 1790, del sultán Sidi Muhammad, artífice de una serie de tratados comerciales entre Marruecos y España desde 1767. Estos acuerdos garantizaron un beneficioso intercambio de productos entre ambos países, mientras España llevó a cabo una política de acercamiento al gobierno de Marruecos para una mayor libertad de los barcos españoles en la pesca, la importación de ganado de calidad y la explotación de una serie de puertos estratégicos de las costas atlánticas y mediterráneas marroquíes.


Los españoles se instalaron en estos puertos con fines comerciales, llegando a tener, durante un corto tiempo, la exclusividad de las transacciones por los puertos de Tetuán y Larache. Pero llegaron dos crisis diplomáticas en 1774 y 1779 que provocaron una ruptura temporal de éste floreciente comercio. En 1790, sin embargo, mediante una insurrección el hijo del sultán llegó al poder y las relaciones descritas se quebrantaron definitivamente. Algún tímido intento de recuperar las buenas relaciones tuvo lugar en 1795, con el comienzo del reinado de otro sultán, Muley Solimán, coincidiendo con una agudización de los ataques marítimos del corso inglés a los barcos españoles procedentes de América.

Inglaterra tenía bajo su control, a comienzos del siglo XIX, una serie de territorios estratégicos en el Mediterráneo (Gibraltar, Menorca hasta 1802 y Malta desde éste mismo año) que le daban la llave del comercio marítimo con oriente. Así estaban las cosas cuando se produjo el plan “ideado” por Godoy (según sus propias Memorias), con la finalidad de aumentar las relaciones comerciales de España en África y Asia, para obtener mayores beneficios sin la intermediación de otras naciones, también interesadas. Pero hoy sabemos que tal plan no fue idea del “Príncipe de la Paz”, apareciendo nombres como Domingo Badía[i], Simón de Rojas, Antonio Rodríguez Sánchez (éste, vicecónsul de España en Mogador), el marqués de la Solana (capitán general de Andalucía) y Francisco Amorós, oficial que era entonces de la Secretaría del Despacho de la Guerra.

La génesis del proyecto tuvo lugar en 1801, cuando Badía hizo llegar a Godoy un detallado plan de viaje a África para su estudio por expertos: se trataba de una serie de exploraciones científicas, muy en boga en la época. La Real Academia de la Historia, que estudió el asunto, consideró que España debía quedar a la expectativa de lo que otras naciones como Inglaterra y Francia hiciesen en África, prefiriendo que Badía se dedicase al reconocimiento de las zonas fronterizas de la América hispana septentrional. Badía buscó entonc[ii]es otro camino, hasta que el propio rey Carlos IV decidió por él mismo la acción en África.

Según Barberá Fraguas, a quien cita Fernández Sirvent,“el objetivo político del viaje no pasó de un señuelo utilizado por él [Badía] con el fin de obtener apoyo y financiación para su proyecto de exploración científica…”. Pero la idea de conquistar “manu militari” Marruecos por España no existió en ningún momento. Puede que Badía no pretendiese ir más allá de exploraciones científicas y “adornara el plan” con la posibilidad de ampliar el imperio hispánico.

No cabe duda, sin embargo, de que Amorós, después de conocer las intenciones del aventurero catalán, fue la persona que más amparó la empresa marroquí, razón que le llevó a remitir, a mediados de 1803, una serie de cartas a Godoy, de las cuales Fernández Sirvent extracta la siguiente:

El sujeto que quiere ofrecer un reino a España y un asombro a Europa… quince o veinte mil duros pide para su empresa…”, diciendo a continuación que estaba el marqués de la Solana, “sabio y firme en Andalucía con quien podría contarse para todo lo que conviniese…”. ¿Qué se va a perder? [continúa Amorós] Una corta cantidad. ¿Y qué a ganar? V.E. lo alcanzará con su penetrante vista, sin necesidad de que yo se lo insinúe. Si no se consigue el fin tampoco se perderá.

A mediados de 1803 estaba Badía en Algeciras, mientras que Godoy quiso prescindir de Simón de Rojas para que éste permaneciese en Andalucía, o quizá que su nombre hubiese sido una tapadera para reforzar el carácter científico de la expedición. Mientras, Badía ya se encontraba infiltrado como espía entre los tangerinos, y a estas alturas muy pocos sabían de la intriga política que se estaba gestando en torno a Godoy, pero en muchas instituciones científicas europeas se sabía de las exploraciones que Badía había iniciado por África septentrional bajo la falsa identidad de un rico príncipe sirio, Alí Bey, educado en Europa y con la excusa de ser peregrino a La Meca. No se informó al cónsul español en Tánger porque, según Godoy, poseía una red de intereses en Marruecos que le hacían potencialmente adverso a cualquier política de cambio en el país.

Los correos entre Badía y Amorós comenzaron a hacerse frecuentes, muchos de ellos en clave, siendo Amorós el encargado de descifrarlos para que los conociese Godoy. El proyecto de Marruecos pasó a convertirse en uno de los asuntos que seguía el favorito casi a diario con la estrecha colaboración de Amorós y de Francisco de Orozco, su secretario particular. Avanzado el año 1803 Godoy decidió enviar a Amorós para ultimar los detalles en Tánger, teniendo en cuenta que, según Badía, en torno a Fez se encontraba el mayor número de opositores al despótico régimen de Solimán. Las ciudades costeras de Solé y Rabat se encontraban resentidas de la destrucción del comercio que años atrás había sido próspero. Badía, entonces, organiza pelotones para patrullar por los desfiladeros del Atlas, contando con la colaboración de jeques. Amorós, por su parte, anunció el envío de varios faluchos al vicecónsul de Mogador para que sirvieran de correo, pero Badía pedía 24 artilleros con 3 oficiales; un par de minadores; 3 ingenieros y algunos cirujanos con botica; y que desfilara a Ceuta la columna de Andalucía “si esto puede hacerse”.

Se paralizó entonces el proyecto: a finales de 1803 las relaciones entre los gobiernos marroquí y español eran muy tensas, y los acontecimientos se precipitaron a partir de 1804 debido a la negativa del gobierno marroquí de conceder permisos a los comerciantes españoles para exportar trigo desde los puertos, siendo esto motivo para que Godoy quisiese acelerar el plan. Badía, mientras tanto, había obtenido aprecio en la corte marroquí como “príncipe sirio” y con el nombre de Alí Bey, a quien el sultán regaló un palacio y una finca próxima a la actual Marrakech, pero en cierto momento negoció cerca de Mogador con algunos de los jeques del suroeste de Marruecos que apoyaban al caudillo Sidi Hescham, estando a mediados de 1804 la parte militar del plan lista para ponerse en marcha: nueve o diez mil soldados en Ceuta, cuatro mil bayonetas, dos mil pistolas, etc., pero estos efectivos no llegaron nunca a ser enviados porque Carlos IV decidió paralizar la marcha de las operaciones.

¿La segura oposición de Inglaterra aconsejó prudencia? Parece ser que el rey consideró la cuestión desde un punto de vista moral, pues Alí Bey había fraternizado demasiado con el sultán. Lo cierto es que los últimos acontecimientos de la política internacional habían llevado a la Monarquía hispánica y, sobre todo, a la persona de Godoy, a una situación muy comprometida. A partir de mediados de 1804, en relación con el asunto marroquí, todo es confusión e incluso Badía cayó enfermo, incapacitándole durante varios meses para actuar. Así hasta que en octubre del año citado varias fragatas españolas procedentes de Montevideo, cargadas con mucho oro, plata y otras mercancías, fueron atacadas por buques ingleses. Carlos IV se decidió entonces por apoyar a Francia en el tablero de conflictos internacionales, aunque una epidemia de fiebre amarilla hacía estragos en el sur de España y resurgió el interés, por parte del rey, en el asunto de Marruecos.

Dos meses antes de que la flota hispano-francesa sufriese la derrota en Trafalgar (1805), Alí Bey se encontraba de nuevo en las costas marroquíes para informar a las autoridades militares españolas sobre los movimientos de los buques ingleses, pero el hecho de Trafalgar volvió a situar al rey español ante la necesaria prudencia de no embarcarse en otro conflicto. A partir de entonces el espía español se embarcó en un navío tripolitano que realizaba exclusivamente viajes científicos por Oriente: Trípoli, Grecia, Egipto, Arabia, Palestina, Siria y Turquía.

Que existieron intenciones imperialistas por parte de las autoridades españolas es evidente, como ya existían en Inglaterra con sus intereses en el Mediterráneo, aunque no podamos hablar de un imperialismo como el que conoceremos a partir de unas décadas más tarde, cuando Francia ocupa la costa de Argelia.

Nacido en Valencia en 1770, Amorós tuvo una formación esmerada y, por destinos de su padre (militar) vivió en varias ciudades españolas: Badajoz, Madrid, Cádiz…). Tuvo desde joven gran afición al mundo clásico y pronto destacó en la carrera militar, que ejerció por influencia paterna y por disponer de recursos suficientes, pues su madre pertenecía a una rica familia aragonesa.

Amorós se destacó en los Pirineos para combatir a la Francia de la Convención en 1793: en el Rosellón participó en el sitio del castillo de Bellegarde; después estuvo en la toma de Villefranche y en los sucesos de Montaubán, en la defensa y retirada de Peyrestortes y en el ataque de Vernet. Participó en la batalla de Trullás, donde las tropas de Ricardos sometieron a las de Dagobert; en la batalla de Le Boulou, una de las más sangrientas de la guerra, Amorós destacó y luego participó en la ocupación del puerto de Port-Vendres y de Colliure[iii]

Entre 1805 y 1808 se entregó a un proyecto de educación militar, el Instituto Militar Pestaloziano de Madrid, y cuando se produjo la invasión francesa en el último año citado, formó parte de la Junta de Bayona, por lo que se le abrió causa, pero pronto estará desempeñando el cargo de Comisario (al servicio del rey José) en varios destinos entre 1808 y 1809. Después de la guerra tuvo que exiliarse en París y allí siguió con sus estudios pedagógicos. Viajó a España en 1839 y en 1848 murió en París, capital de la Francia republicana.


[i] Nació en Barcelona en 1767 y murió en Damasco en 1818. Además de otras cualidades, fue un aventurero conocido cuando le convino con el nombre de Alí Bey.

[ii] “Biografía de Francisco Amorós y Ondeano (1770-1848)”. En ésta obra se basa el presente resumen.

[iii] El castillo de Bellegarde se encuentra en Le Perthus; Villefranche se encuentra en el extremo sudeste de Francia, cerca de la frontera italiana; Montaubán está en el sur de Francia; Peyrestortes está al norte de Le Perthus; Le Vernet, al norte de Villefranche; Trullás está a oeste de Sabadell, en Cataluña; Le Boulou se encuentra junto a Le Perthus e igualmente Colliure.

Ilustración: nomadatrek.com/viajar-montañas-atlas/

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