sábado, 9 de enero de 2021

Sufridos labradores


La pequeña gran novela del “Lazarillo de Tormes” ha sido tomada por José María Alegre para introducir su estudio sobre el campesinado y el mundo rural en la España del siglo XVI[i]. Gran parte de la vida del personaje de ficción –dice el autor citado- está relacionada con el campesinado, desde el momento en que nace en Tejares, una aldea contigua a Salamanca que hoy ya está unida a la ciudad. Los habitantes de esa aldea se dedicarían al cultivo de frutas, hortalizas y cereales.

El padre de Lázaro era molinero y cuando el citado se va con el ciego recorre los caminos del centro de la península, pasando por zonas agrícolas. Se describe Almorox, en el extremo norte de la actual provincia de Toledo, y la villa de Escalona muy próxima. Luego pasa Lázaro al servicio del cura de Maqueda, población también cercana a las dos anteriores, cuyos habitantes se dedicaban al cultivo de hortalizas y cereales. Los fieles ofrecían al cura bodigos o panecillos, describiéndose en la obra citada que en la casa del clérigo solo había de estos y cebollas, mientras que los pobladores acostumbraban a comer, los sábados, cabezas de carnero.

Luego sirve Lázaro a un buldero (el que daba bulas en nombre de la Iglesia a cambio de dinero) y describe los campos cerealeros de la Sagra toledana, entrando en contacto nuestro protagonista con labradores y pastores. Cuando Lázaro se establece en Toledo ejerce el oficio de pregonero y anda por entre los vendedores de vinos y verduras.

El campesinado en el siglo XVI vive miserablemente, aunque en mejor situación estaban los que eran propietarios de su tierra. Otros muchos dependían del trabajo que realizaban como aparceros, arrendatarios o jornaleros, a favor de señores, dueños, o de la Iglesia. Durante esta centuria se produjo un importante trasvase de población del campo a la ciudad, que en la mayoría de los casos no era sino una aglomeración de población agrícola y artesana.

En zonas como el sur de Castilla y Andalucía, el extremo meridional de Cataluña, Aragón, Levante y Mallorca, buena parte de la población agraria era mudéjar, generalmente trabajando tierras de otros. El campesinado, en general, soportaba el mayor peso de la fiscalidad, mientras que la nobleza de toda condición era absentista en la mayor parte de los casos. Las alianzas familiares entre los nobles e hidalgos vinieron a concentrar más la propiedad agraria por medio de la institución del mayorazgo, dejando muchas tierras amortizadas o sin cultivar.

Los pequeños propietarios agrarios, por su parte, residían no pocas veces en las villas y ciudades, desplazándose a sus heredades en ocasiones dispersas, donde podían tener también rebaños. Pero los grandes propietarios de ganado eran los nobles y la Iglesia, organizados –junto con otros- en la Mesta, elemento que ha de tenerse en cuenta para comprender el interés de poseer tierras sin cultivar, dedicadas al pastoreo y a la alimentación del ganado trashumante. La exportación de la lana a otros países europeos representó, para la Corona, fuente de importantes recursos, razón por la que la Mesta gozó de privilegios en detrimento de los intereses agrarios.

El labrador sufría, además, los desmanes de la Administración, hasta el punto de que, en ocasiones, los reyes han de tomar cartas en el asunto para equilibrar la balanza. No pocos campesinos se vieron obligados a vender sus tierras a judíos, conversos y otros como consecuencia de deudas que no podían asumir, y las guerras civiles del siglo XV, junto con las calamidades atmosféricas (heladas, sequías) vinieron a hacer el resto.

La expulsión de musulmanes por parte de los Reyes Católicos dejó no pocas tierras despobladas, disminuyendo sin cesar el número de labradores propietarios, que pasaron a ser jornaleros, mendigos, vagabundos y bandoleros. Los Reyes Católicos establecieron una tasa al precio de los cereales en 1491 para evitar su alza, así como de otros productos agrícolas, y obligaron a venderlos en lugares concretos: alhóndigas y plazas públicas. Cuando se suprimió la tasa en 1504 se vio en qué medida había perjudicado aquella política a los labradores.

La protección real dispensaba al vino un trato especial, por lo que aumentó el viñedo a costa del cereal; con el aumento del nivel de vida en las ciudades se consumió más vino, e incluso las gentes del campo por las calorías que aportaba a sus dietas. La agricultura, en general, daba pocos rendimientos, por lo que hubo muchos años de hambre para buena parte de la población. José María Alegre cita 1507 y 1521, pero también 1529 y los años centrales de la década de los treinta del siglo XVI. Luego no hubo década en la que no se registraran años con hambres generalizadas. 

En el siglo XVI se seguía con la rotación bienal o trienal de la tierra, el arado romano y la escasez de abonos, pero se sustituyó el buey por la mula y aumentó el cultivo de la cebada. El Estado no tenía una política agrícola y cuando alguna vez intervenía en los precios, beneficiaba a los grupos dominantes. El policultivo se dio en el norte y levante, el monocultivo en el centro y el sur.

El cereal ocupó la mayor parte de las zonas cultivadas, particularmente el trigo y la cebada, que fueron sustituidos, en ocasiones, por el centeno en las zonas frías de Castilla la Vieja. En las zonas húmedas se daban las hortalizas y frutas, o bien mediante regadíos por medio de azudas[ii] y acequias. Pero aún así la vida de los campesinos, en general, era miserable. Hablando de ellos a principios del siglo XVII Benito de Peñalosa y Mondragón[iii], dice que comían ajos y cebollas, migas y cecina dura, carne mortecina, pan de cebada y centeno; usaban abarcas y sayos “gyronados”, además de “caperuzas de bobo”, bastos cuellos y camisas de estopa. Los zurrones de los campesinos eran toscos y los zamarros estaban adobados con miera (un aceite espeso que se obtenía de las bayas y las ramas del enebro o de las resinas de los pinos). Tenían ganados flacos –dice- y los ajuares de sus casas provocaban la risa y burla de los cortesanos…


[i] “El campesinado y su mundo rural en la España del ‘Lazarillo de Tormes’”.

[ii] Barreras en los ríos para desviar el agua hacia los campos cultivados.

[iii] Nació en Mondragón (Guipúzcoa) en torno a 1580 y fue benedictino en Nájera, habiendo estado en América. Fue autor del “Libro de las cinco excelencias del español que despueblan a España para su mayor potencia y dilatación…”, 1626.

Ilustración: Paisaje de la Sagra toledana.

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