domingo, 17 de enero de 2021

Los judíos y el segundo viaje

 

                                                         Puerta de la judería de Burgos (*)

Si los judíos que se dedicaban a las finanzas en España practicaron la usura, y ello es algo demostrado por las fuentes[i], pagaron con creces cuando fueron expulsados en 1492. Los Reyes Católicos movilizaron a sus funcionarios para que fuesen localizados los judíos que hubiesen optado por quedarse en España pasando a conversos. María Monserrat León Guerrero ha estudiado en su obra “El segundo viaje colombino”, que fue pagado, en no poca medida, con los recursos incautados a judíos.

No fue una cifra nada desdeñable –dice la autora citada- si se tienen en cuenta las necesidades de la Hacienda Real, y para evitar el aumento de impuestos, los reyes Católicos decidieron, en 1493, hacerse con bienes que los judíos no pudieron llevarse consigo. Antes de la organización del segundo viaje colombino, los reyes ya habían dado los primeros pasos para recuperar los bienes de los judíos camino de Portugal. El proceso de cobro y requisa de las deudas legales, aquellas en que no se había producido usura, se puso en marcha y, gracias a esto, la fiscalización pudo acelerarse, responsabilizándose al arcediano Fonseca[ii] de coordinar esta recaudación, que había de ser enviada a Sevilla.

Los reyes expidieron varios documentos desde Barcelona en 1493 para que el acopio de las riquezas judías se hiciese por zonas geográficas, coincidentes con las empleadas por los judíos para su marcha a Portugal: Benavente, Zamora, Ciudad Rodrigo, Miranda de Alcántara[iii] y Badajoz. Los primeros bienes incautados fueron los de los judíos que el alcalde de Urueña pasaba a Portugal (dinero, oro, plata, joyas), viendo que la mayor parte de los objetos (cucharas, tazas, sortijas, tejillos) eran de plata y, en menor cantidad, de oro, así como telas (sayas, un pañuelo de torá, lienzo, sábanas) y moneda.

Dichos recursos debían ser llevados a Sevilla, donde se preparaba la armada para el segundo viaje, insistiendo siempre las órdenes reales que la recaudación y envío se hiciese a prisa, en una acción conjunta de sus funcionarios en Valladolid (a un converso se le reclamaron 600.000 maravedís), recogiendo también 40 marcos de plata de un judío, “los quales pertenescen a nos…”. Un funcionario de dicha ciudad se trasladó a Portillo[iv] para concluir una indagación sobre cierta bolsa de cuero o barjoleta (para llevar a la espalda) perdida en tierras de Zamora con 580 piezas de oro. Luego viajó a Olmedo en busca de 170 piezas de oro retenidas a los judíos que habían pasado a Portugal. De aquí viajó a Zamora para que un platero (Diego de Medina) entregase los maravedís y otras cosas que había dejado en depósito el inspector de los obispados de Zamora y León, correspondientes a varias personas.

El recuento final de esta última indagación fueron 39.553 maravedís, que habían sido de un zurrador (el que zurra las pieles), un notario, un labrador de Tardobispo[v], un pintor, otro labrador (de Casaseca de Campeán, cerca de Tardobispo) así como de otros judíos. Entre los objetos había dos torás, coberturas, lienzos, tazas, cucharas doradas “y 3 granujadas”, sábanas, un monjil[vi], un mantillo y un “tejillo [ceñidor] guarnecido con su cabo y hebilla con 5 tachones”.

El arcediano de Tineo debió entregar 41.000 maravedís de un platero de Zamora y, también en Zamora, se solicita a un judío vecino de Burgos lo que había dejado a su esposa: sortijas, hilos de aljófar (perla), cuentas de oro, cuentas de oro moriscas, guarniciones de plata, 35 ducados, dos pares de azalejas (toallas), tres cabezones de oro “y otras menudencias”, además de un joyero, un mondadientes de oro, una jarra de plata, una cobertura de oro, un corazoncillo de oro, una taza de tahelí (cuero) de media plata y un martillo nuevo.

El mismo judío debía entregar 4.850 maravedís de unas casas que compró a otro (pendientes de pagar) y el funcionario real tuvo que buscar al alcalde de la Cuba (¿) en tierras zamoranas, de Valladolid o en otra comarca cercana, para reclamarle cien mil de los ciento cincuenta mil maravedís que había tomado a los judíos… A don Alonso[vii], hijo de Fernando el Católico,  se le pidieron 900.00 maravedís que había retenido a los judíos.

Monserrat León informa sobre el encargo que los reyes hacen a Francisco de Aurtón para que, en la feria de Medina, con 280.000 maravedís, compre las cosas necesarias para la armada y que las envíe a Sevilla, entregando al comerciante genovés Pinelo, el resto del dinero. Los judíos de Burgos también fueron objeto de requisa, mandando los reyes que se investigasen las deudas de los judíos y que el total se depositasen en el monasterio de San Juan[viii], en dicha ciudad. Otro funcionario debía cobrar cuatro millones de maravedís para la armada, la mitad de los cuales se enviarían a Sevilla y los otros dos para gastos “que se han de hacer en Vizcaya”, pues aquí se habrían de comprar cosas para la armada que se construía en dicho territorio.

Si no llegase el dinero habría que buscarlo prestado, tomando “fardeles o cambios”, pero todo ello rápidamente. La cantidad citada para Burgos es muy elevada, pero ello se explica por la existencia dos judíos hábiles prestamistas, Rabí Efraim y Bienveniste de Calahorra, el primero de los cuales supo adelantarse a los acontecimientos (antes de la expulsión) habiendo arrendado en 1490 las contribuciones que se pagaban por las rentas de arriendos de tierras, fincas, derechos reales y juros jurisdiccionales, cobrándolos anticipadamente, pero no pudo llevarse nada a su nuevo destino.

Bienveniste –dice Monserrat León- manejó un gran capital que se conoce gracias a un pleito que tuvo con Juan Alonso de Sahagún y su hijo. Bienveniste decidió marcharse vendiendo lo mejor posible sus bienes, por lo que el Consejo de los reyes ordenó que dejase como aval a cristianos que dieran fianza. El importe debía depositarse, también, en el monasterio de San Juan, diciendo el funcionario pesquisidor que no había podido conocer a otros judíos, porque algunos se habían ido de Burgos debido a la epidemia de peste que afectaba a la ciudad, y otros se encontraban en la feria de Medina de Rioseco.

Cuando los mercaderes judíos regresaron de Medina se reanudaron las pesquisas en Burgos, ampliándose estas a la zona de Soria, y se insiste en que, si no hay suficiente dinero, se pida prestado, añadiendo la autora a la que sigo que los prestamistas fueron, seguramente, banqueros y particulares adinerados.

Otro judío debió pagar 164.000 maravedís por su participación en ocho ferias en los últimos cuatro años, y el corregidor de Burgos debió actuar de la forma “más justa” para obtener 1.000 ducados que dos individuos habían cambiado con Bienveniste, teniendo localizadas en Soria, otro funcionario real, rentas por cobrar, de las que se insiste deben enviarse para la armada que se está formando en Vizcaya. En cuanto a Burgos se llegaron a quitar embargos para que los judíos pudiesen pagar lo que se les exigía.

El conde de Cifuentes, Juan de Silva, recibió el encargo de recoger 4.120 ducados de oro que un fiscal de los reyes había secuestrado del judío “que se llamaba iyan bienveniste… vesino de Toledo… [para] pasar al monasterio de las cuevas[ix] desa çibdad”, apremiándosele para la financiación de la armada. Monserrat León constata que las cantidades confiscadas a los judíos fueron bastante importantes, aunque insuficientes para la gran empresa que se llevaría a cabo con tanto más interés porque ya se conocía que era posible pasar a las Indias por el Atlántico.


[i] Fernando Suárez Bilbao, “Los procesos sobre usura presentados contra la comunidad judía…”.

[ii] Nacido en Toro (1451), fue miembro del consejo de los Reyes Católicos y el primer organizador de la política colonial en Indias. Era sobrino del arzobispo de Sevilla, Alonso I de Fonseca.

[iii] Debe tratarse de Alcántara, al oeste de la actual provincia de Cáceres.

[iv] Al sureste de la actual provincia de Valladolid.

[v] Al sur de la actual provincia de Zamora.

[vi] Prenda de luto.

[vii] Fue arzobispo de Zaragoza y de Valencia, además de virrey de Aragón

[viii] Después de conservarse solo el claustro, la sala capitular y las ruinas de la iglesia, hoy es un centro cultural.

[ix] Es el que conocemos como la Cartuja, en la isla de la Cartuja.

(*) Fotografía: sfarad.es/la-juderia-de-burgos/

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