domingo, 8 de noviembre de 2020

El otro Fortuny

 

                                         El palacio adquirido por Fortuny Madrazo en Venecia

Haber nacido en Granada quizá condicionó la vida de Mariano Fortuny Madrazo, hijo de Mariano Fortuny, éste catalán de Reus, pero también el haberse criado en medio de las colecciones orientales de su padre, que desde un viaje a Marruecos se sintió fascinado por lo oriental. La guerra de África de 1854 quizá inspiró al segundo para pintar el monumental cuadro de 9,72 por 3 metros, que se encuentra en el Museo Nacional de Arte de Cataluña.

Mariano Fortuny hijo también se sintió, desde muy pronto, fascinado por lo oriental, tanto el norte de África como Irán y otros territorios asiáticos. Nació en Granada en 1871, a donde sus padres se habían trasladado tres años antes y, adolescente, se siente cautivado por la Alhambra, con sus delicadísimas celosías, los mocárabes, la ornamentación oriental[i].

Huérfano de padre muy pronto, la familia se traslada a París y allí Fortuny conoce el orientalismo francés, habiéndose llevado a la capital francesa los objetos y tejidos de su padre. La traducción de “Las mil y una noches”[ii] en 1889, se ha dicho, influyó mucho, al menos entre minorías, para el gusto por lo oriental, pero también el conocimiento que se va teniendo de la expedición que, casi un siglo antes, había realizado Bonaparte a Egipto, trayendo sus consejeros culturales objetos e información.

La obra de Delacroix, particularmente “La muerte de Sardanápalo”, “El Mulay Abderraman” y, sobre todo “La matanza de Quios”, junto con las impresiones que Flaubert plasmó cuando regresó de un viaje a oriente, también influyeron en Francia y particularmente en París. Fortuny se entrega, desde muy pronto, a la ornamentación y la sensualidad que tan presente está en lo oriental, particularmente árabe.

En su producción destacan las lámparas, que fabrica en Venecia desde los 18 años (con el tiempo se nacionalizó italiano) y la ciudad italiana, “rebosante de oriente”, no hace más que confirmarle en sus predilecciones. El éxito le lleva a la actividad empresarial y viaja a Berlín, Viena y a algunas ciudades españolas, siempre por algún motivo relacionado con su profesión creativa.

En Venecia se instala, en 1902, en el Palacio que ahora es la Casa-Museo con su nombre, edificio construido en el siglo XV, y allí empieza a idear, recién estrenada la electricidad, la iluminación para el teatro. Un viaje que realizó a Bayreuth, donde se representaban las óperas de Wagner, le lleva a comprender que se está entrando en una cultura de masas, ideando la iluminación indirecta con diversos colores.

En cuanto a los tejidos para vestidos se inspira en la antigüedad (desde 1907), pero también en oriente, con plegados sutilísimos y estampados que hablan continuamente de Irán y los países norteafricanos. Los algodones estampados, las influencias persas y ciertas especies vegetales (como la flor de cardo) entran en sus composiciones, incrustando estas últimas en sus vestidos, y así consigue efectos de luz y relieve en los tejidos.

En cuanto al interiorismo no cabe duda que –como el art nouveau- su producción solo tiene sentido para el consumo de la alta burguesía y es quizá ahora cuando más se ve influido por la estética de Ruskin[iii], espiritualista y contraria al funcionalismo de líneas rectas y formas geométricas. Esto se opone a la curva y la estética floral, con motivos estilizados, repetitivos, caligráficos y figurativos.

Fortuny murió en 1949 y hoy, sobre todo desde 1986, ha surgido en Venecia una industria que vuelve sobre los pasos del artista granadino, orientalista y ya definitivamente universal.


[i] Véase aquí mismo “El triunfo de la luz”.

[ii] Cuentos orientales que puede remontarse al siglo IX.

[iii] Nació en Londres en 1819 y murió en 1900, pero su obra se extiende por la crítica, el arte, la sociología, la prosa, etc.

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