viernes, 20 de noviembre de 2020

El "peor libro" del señor Bronstein

 


En el prólogo[i] de una edición de la obra “Terrorismo y comunismo” se dice que Trotsky fue el precursor de Stalin, abogando, ya en 1920, por un régimen de partido único y la militarización del trabajo. En el mismo prólogo se cita a Karl Kraus, crítico y cronista vienés, que conoció a Trotsky en Viena durante la temporada que pasó éste antes de la primera guerra mundial. Cuando Kraus fue informado de que Trotsky, pasados unos años, “había salvado la Revolución de Octubre” mediante la organización del Ejército Rojo, exclamó: “¡Quién lo iba a decir de Herr Bronstein del Café Central!”, en alusión al contraste entre el locuaz Bronstein de café y el aguerrido revolucionario.

La obra “Terrorismo y comunismo” la escribió Trostky en 1920, cuando se estaba produciendo la guerra civil que enfrentó a todos contra todos, y es una réplica al socialista alemán Karl Kautsky[ii]. La oposición a éste es furibunda, al que se acusa de calumniar a los dirigentes bolcheviques, y la obra de Trostky se dedica, además, a explicar el esfuerzo de guerra en materia económica que, a la postre, sería errática.

Hablar –como se hace en el libro- de “los sábados y domingos comunistas”, es decir, el trabajo gratuito consentido voluntariamente (son palabras de Trostky) es una falacia, pues no se hubieran podido llevar a cabo si no es mediante la militarización del trabajo. Fue una novedad “revolucionaria” que a la postre no sacó a la población de la miseria en la que ya estaba con los zares. El mismo autor habla de que vivían, cuando escribe el libro, en “una terrible ruina económica, entre el agotamiento, la pobreza y el hambre”. Ello no es extraño: ya existían esas circunstancias antes de 1917 y no era posible, en 1920, haber salido de ellas, máxime en plena guerra civil.

También habla el autor de que el paso de la economía feudal a la economía burguesa fue un calvario inusitado, señalando que las penalidades sufridas por la población durante el régimen feudal, no son peores que las sufridas con el capitalismo, considerando que la Revolución Francesa acrecentó los sufrimientos de la población durante largo tiempo. Y no acepta la apreciación de Kautsky de “la esperanza” de éste hacia el socialismo una vez se había alcanzado el grado de desarrollo en las “viejas democracias”, particularmente Francia e Inglaterra. Obviamente Trotsky hablaba influido por la necesidad de oponerse a un competidor intelectual cuando dice en su libro que “la llamada democracia republicana de la Francia victoriosa es hoy el gobierno más reaccionario, sanguinario y delincuente que haya existido nunca”. Para un intelectual que debe estar sujeto al rigor, frases como esta dicen muy poco a su favor.

Respecto a Inglaterra dice que “los acontecimientos siguen el mismo curso de forma diferente”. Señala que su clase gobernante “oprime y expolia el mundo entero hoy más que nunca, las fórmulas democráticas han perdido todo su significado, incluso en la farsa parlamentaria". Y luego pasa a plantearse si el terrorismo “revolucionario” (porque había otro terrorismo reaccionario”, pero terrorismo al fin) tenía necesidad de ser justificado teóricamente, respondiéndose que sí. De justificarlo teóricamente a llevarlo a la práctica hay un solo paso.

Es evidente que los bolcheviques (ni mucho menos todos) practicaron el terrorismo desde el mismo momento de la revolución en 1917, lo siguieron practicando durante la guerra, muy propicia para ello porque se suele recibir también terrorismo de la otra parte, y se siguió practicando, más que nunca desde el poder, cuando la revolución se asentó ya con Lenin y con sus sucesores. Según esto, Stalin no tuvo que inventar nada, todo lo había dejado teorizado Trostky.

Cierto que el señor Bronstein no fue nunca partidario de la burocratización del Partido Comunista soviético, ni del culto a la personalidad que se rindió a Stalin, ni de las purgas de los años treinta, pero sí supo y consintió la acción de las checas desde el primer momento. Era lógico puesto que justificaba el terrorismo para alcanzar los objetivos “revolucionarios”.

Si los dirigentes soviéticos de los primeros años de la revolución soviética, e incluso los que les siguieron, pudiesen saber en qué ha quedado todo lo que escribieron y quisieron llevar a la práctica, se llevarían la gran sorpresa, si no lo sabían ya, de que demasiada ideología, contradictoria en muchas ocasiones, extremista en otras, no es útil a los objetivos de los grupos marginados de la sociedad, los campesinos incluidos, que los dirigentes comunistas rusos tildaban de contrarrevolucionarios porque clamaban por un trozo de tierra que les diese la independencia económica.

No es extraño que Ernest Mandel, dirigente trostkista muy posterior, al defender a Trostky diga que “Terrorismo y comunismo” fue “el peor libro” de su autor, porque le estorbaba para reivindicar la figura de su inspirador.


[i] Slajov Zizek (1949), de formación multidisciplinar y nacionalidad eslovena.

[ii] Nacido en Praga a mediados del siglo XIX, falleció en Ámsterdam en 1938. Fue uno de los más importantes teóricos del socialismo.

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