martes, 24 de enero de 2023

Los primeros portugueses en Brasil (2)

 

                                                                     Río Tieté (Brasil)

En la década de 1530 se hizo cargo de la Capitanía General de Brasil Gonzalo Monteiro, que ordenó una expedición de castigo contra los indios que habían matado a portugueses en el interior del país, y entonces llegó a Pernambuco (1532) una nave francesa que atacó la la población, haciéndose con el gobierno de la misma el Señor de la Motte. Pedro Lopes de Sousa, que se dirigía a Lisboa con dos navíos, dio vuelta y atacó a los franceses en Pernambuco, reconquistando la plaza. Esto no pudo se recogido por el cronista español Juan Sánchez de Vizcaya[i], piloto que exploró las costas de Brasil y Río de la Plata, pues su crónica es de 1530.

Entretanto seguían los ataques indígenas contra quienes consideraban extraños, y entonces la monarquía postuguesa estableció las donatarías, o cartas de donación que concedían a los beneficiarios cierto número de leguas de tierra con jurisdicción civil y criminal. La capitanía de estas donatarías era hereditaria, inalienable e indivisible, y la tierra quedaba en posesión de estas personas para sí y para sus descendientes. Allí se establecieron ingenios, molinos de agua y otros bienes que eran trabajados por los que los subinfeudaban. En estas donatarías no podía entrar ningún corregidor o tribunal, y las disposiciones más importantes se referían al comercio: la corona se reservaba el palo Brasil, los esclavos, especias y drogas, así como la quinta parte de los metales preciosos que se descubriesen.

Los productos podían ser exportados a la metrópoli, dentro de la colonia o al extranjero, siendo doce las donatarías en la época de la que estamos hablando: Martín Alfonso y Pedro Lopes de Sousa recibieron cinco, estando comprendidas entre la costa de Santa Catalina, por el sur, y la costa del Marañón por el norte, comprendiendo las islas hasta diez leguas de la costa. Menos precisas eran las demarcaciones hacia el interior, hacia el sertao, o vasta región semiárida del nordeste brasileño, y con frecuencia pasaban la divisoria de Tordesillas. El régimen de donatarías tuvo una importante influencia, y siete años después de su establecimiento el desarrollo del cultivo de la caña de azúcar era un hecho, así como la cría de ganado y, en menor medida, el cultivo del algodón, antes de que aparecieran por allí las primeras naves holandesas.

En cuanto a los indígenas, las relaciones de los colonos con ellos fueron muy malas, sobre todo por los desmanes de estos últimos, por lo que se hizo necesaria cada vez más la importanción de esclavos negros, y así se configura el tipo de explotación agraria portuguesa: la casa grande y la senzala, entendiéndose por la primera la vivienda del amo y por la segunda la humilde choza o cobertizo en que vivían hacinados los esclavos negros, siendo el mayor defecto de las donatarías su falta de unidad en la dirección, por lo que se convirtieron en pequeños principados que no supieron imponerse frente a la disgregación, que se unió a los enfrentamientos con los nativos y causó un gran desorden, alcanzado su grado sumo en torno a 1548.

Por ello en la corte surgieron voces pidiendo reformas, y así se creó el Gobierno General de Brasil, cuyo primer titular fue Tomé de Sousa (familiar de Martín Alfonso de Sousa). A él se unió el donatario de Bahía, y esta población se fijó, con el nombre de Bahía de todos los Santos, como primera capital de Brasil. El Gobernador General tuvo que fortificarla, así como otras poblaciones que no lo estuvieran ya, y en los ingenios los propietarios estuvieron obligados a construir una torre o casa fuerte. Cada villa debía tener, a su vez, suficiente artillería, armas y municiones con el objeto de hacer frente a cualquier navío al que hubiera que dar caza. Desde entonce comenzó el intento de colonizar el interior del país enviando algunos bergantines por los ríos Peraçú y San Francisco, y un Reglamento estableció cómo debían ser las relaciones con los indígenas, castigando con rigor a los enemigos y determinando la conversión de los que se prestasen a ello.

Tomé de Sousa partió de Lisboa en 1549 al mando de una armada de seis naves llevando más de mil hombres (militares, funcionarios y técnicos) pagados por el erario, y con ellos iban también los primeros jesuitas, que en todo dependieron de la monarquía. El gobierno de Tomé de Sousa duró más de cuatro años con buenos resultados, excepto en lo reativo a combatir a los corsarios franceses. En 1557 un nuevo gobernador, Men de Sá, ya vio la ciudad de Bahía “terminada”, pero las condiciones de seguridad eran peores, pues los corsarios franceses se habían establecido en la bahía de Guanabará, donde hoy se encuentra Río de Janeiro.

Los ataques franceses se intensificaron, de lo que informó Men de Sá, así como de las relaciones de los portugueses con los indios tamoyos, que ponían en peligro la capitanía de Río, y pidió ayuda a la corte en 1559. Con ella organizó una expedición contra los franceses, a los que venció, pero estos se volvieron a instalar en la costa; continuó la lucha su sobrino Estacio de Sá, que puso los cimientos de la ciudad de San Sebastián de Río de Janeiro (en honor del monarca reinante) y restableció el dominio portugués en la región. A la muerte de Men de Sá en Bahía (1572), el dominio portugués en Brasil era patente.

Decidió entonces la corte dividir Brasil en dos zonas para su gobierno: la del Norte, desde las islas hasta Itamaracá, con sede en Bahía, gobernada por Luis Brito de Almeida, y la del Sur, de Porto Seguro hasta San Vicente, con sede en Río de Janeiro, gobernada por Antonio Salema, juez de Pernambuco, el cual terminó con la resistencia de los tamoyos. Pero en 1578 se volvió al régimen de gobierno general al comprobarse ciertos inconvenientes en la dualidad de mandos. Desde San Vicente los colonos se extendieron hasta la isla de Santa Catalina, fundando las villas de Iguapé y de la Cananea; por el norte los colonos de Pernambuco progresaron hasta el río San Francisco. Un nuevo donatario, Duarte de Alburqueque Coelho, conquistó las tierras del cabo de San Agustín y Serinhaem[ii]. En cuanto a los jesuítas, que ya habían hecho su aparición en la India, la corona pensó en contar con ellos para Brasil, y puso al frente de los mismos al Padre Manuel de Nóbrega.

Los jesuitas tenían una forma de evangelización heterodoxa, permitiendo las cosmovisiones indígenas y cierto sincretismo al principio, para ir acercándolos al cristianismo poco a poco, pero también incurrieron en cierta pompa, fetichismo y cábala que eran cercanas a la imaginación primitiva. No supieron, sin embargo, combatir la economía esclavista, y aunque defendían al indio, aconsejaban la esclavitud del negro y la del indio enemigo, participando también en el tráfico de esclavos desde Angola. El Padre Nóbrega comprendió que sería útil comenzar la evangelización de los indios desde niños, creando las “casa de meninos”, la primera en Bahía sostenida por el trabajo de esclavos negros; y también creó los “aldeamentos”, que fueron el germen de la “República Teocrática del Paraguay”[iii], y en otras zonas del Río de la Plata. Centraron sus misiones primero en la donataría de San Vicente, y en el interior el establecimiento más notable fue el de San Andrés de Bordo do Campo, no lejos del río Tieté[iv] (1553).



[i] Nació a principios del siglo XVI y no se conoce la fecha de su muerte. Fue un marino y descubridor. Una flota al mando de Juan Sánchez de Vizcaya salió de Sanlúcar de Barrameda en 1550, pero puede que al servicio de la monarquía portuguesa, porque navegó hasta la proximidad de la costa de Guinea. La única nave que conducía fue abordada por otra corsaria francesa y fue detenido, junto a su tripulación, en la isla de Año Bueno en el mismo año citado. Luego pasaron a Santa Catalina, viviendo en condiciones de extrema escasez, llegando una parte de la tripulación a San Vicente en 1553.

[ii] En el nordeste brasileño.

[iii] Ver caratula.net/tentacion-de-una-utopia-la-republica-de-los-jesuitas-en-el-paraguay/

[iv] En el interior del actual estado de Sâo Paulo.

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