En el siglo XVI el arquitecto y escultor Bartolomeo Ammannnati construyó el patio o cortile del palacio Pitti, que en la centuria anterior había comenzado Filippo Brunelleschi. Se trata de un monumental edificio de Florencia, formando parte de un conjunto urbanístico, que fue modificado a lo largo de los siglos aunque siguiendo siempre un estilo marcadamente renacentista. El mecenas Pitti, un banquero florentino, lo encargó a Brunelleschi, pero no sería terminado por éste, completándolo, entre otros, Bartolomeo Ammannati en la segunda mitad del siglo XVI.
Ammannati había sido alumno de Sansovino, pero en su obra se vio influido por Miguel Ángel, pudiéndose decir que se enmarca ya dentro del gusto manierista que abandona la sencillez del clasicismo quattrocentista para iniciar la antesala del barroco. Algunas obras suyas son la villa Medici y la villa Giulia, esta construida con Vasari y Vignola, arquitectos que ya corresponden al último renacimiento.
El palaci Pitti, después de ser propiedad de la familia de éste apellido pasó, en el siglo XVI, a manos de los Médici, verdaderos señores de Florencia y la Toscana durante casi dos siglos.
Se trata de la parte de atrás del palacio, que se encuentra en un desnivel salvado por unas escaleras que dan acceso al patio y, en una cota inferior, los extensos jardines. Tanto la fachada principal del palacio como el "cortile" cuentan con tres cuerpos, con una mayor elegancia a medida que se sube en altura, pero se respeta la concepción de Brunelleschi en cuanto a orden y diafanidad, aunque la decoración es más abundante en éste último caso como consecuencia del gusto marierista. En forma de U, los vanos son adintelados pero inscritos en arcadas ciegas y rematados por frontones, que en unos casos son rectos y en otros curvos, elementos propios de la arquitectura clásica que durante el renacimiento sirvieron para decorar los remates de puertas y ventanas.
Los tres cuerpos están separados por entablamentos y cornisas salientes, mientras que los muros están revestidos por sillares almohadillados muy abultados (es interesante comparar éste almohadillado con el de la fachada principal del palacio, así como los de los palacios Rucellai y Strozi, por ejemplo). Salvo en el caso del cuerpo inferior de la fachada del Pitti, en los palacios renacentistas italianos del siglo XV el almohadillado es muy plano y parece que se pretenden fachadas nítidas, mientras que en el cortile de Ammannati el bulto es mucho más llamativo anunciando el barroco. Las líneas horizontales del palacio, así como la rectitud de cada uno de sus lados, permiten diferenciar aún al arte renacentista de los movimientos en las fachadas del barroco.
Una obra como esta solo es concebible en una ciudad donde el mecenazgo, la actividad mercantil y bancaria y la prosperidad económica se dieron durante por lo menos dos siglos, enriqueciendo a algunas familias que contrataron a los más afamados artistas para embellecerla.
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