sábado, 10 de marzo de 2012

Montefurado: oro para Roma

Al oeste de San Clodio, en el sur de la provincia de Lugo, el río Sil describe un meandro tan pronunciado que sus dos partes más próximas casi se juntan. Esto debió dar la idea a los ingenieros romanos para horadar el terreno y construir un túnel (en realidad dos) con el fin de que el agua desviada del río derrumbase el terreno y saliese a flote el oro existente. Es el método de ruina montium, del que nos habla -entre otros- Plinio el Viejo, militar y naturalista romano que nos ha dejado su "Historia Natural".

Los dos túneles siguen una dirección casi paralela; el más pequeño probablemente fue construído para desviar el agua mientras se trabajaba en el mayor. Hoy, cerca de los túneles se encuentra la población de Nocedo. 

La explotación del oro ya había sido llevada a cabo por las poblaciones indígenas antes de la presencia romana, pero de forma más elemental. Roma estableció una serie de civitates que integrarían el territorio y de las cuales dependerían los lugares de asentamiento indígena. En el caso de la minería del Noroeste estuvieron muy interesados el propio Augusto y su amigo Agripa. La existencia de minas llevó a Roma a controlar el territorio, nombrando procuratores, desplazando cuerpos de ejército y ocupando materialmente los lugares con población itálica, pues cuando da comienzo la época imperial se acentúa más aún la diferencia entre las provincias e Italia. 

Son diversas las formas por las que Roma llevó a cabo la explotación minera del Noroeste: mediante el lavado de las arenas de los ríos, mediante el aurum talutium, rastreando el oro que afloraba a la superficie y que delataba la existencia de más mineeral bajo el suelo; mediante galerías subterráneas y el citado de ruina montium.

Otros ejemplos distintos del de Montefurado son As Borreas de Caldesiños (Ourense), La Leitosa (León), Salave (Tapia de Casariego, Asturias), Poço das Freitas (Chaves, norte de Portugal), Bustantigo (Allande, Asturias), Torre del Bierzo (León) y con esto no citamos sino algunos casos bien estudiados por Sánchez-Palencia y otros (1). Queda por decir que la dificultad en horadar la roca para desviar el agua del río llevaría tales peligros que, con toda seguridad, habría heridos y muertos, sobre todo población indígena que era reclutada para estos trabajos por medio de la coerción, así como esclavos, si bien la participación de estos en la explotación minera ha sido menor de lo que se ha supuesto hasta hace unos años. 

Puede verse "Retales de Historia  -4- Montefurado", de J. Ramón López Blanco (video en Terrae Antiqvae).
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(1) F. Javier Sánchez-Palencia y otros; "Las zonas mineras romanas del noroeste peninsular. Infraestructura y organización del territorio".

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