No hay muchos retratistas entre los escultores del renacimiento, contrastando esto con los pintores, pero Verrochio, sobre todo cuando estuvo al servicio de los Medici, hizo varios retratos de algunos miembros de la familia. A la izquierda el de Giuliano, en terracota, de 61 cm. de altura, que se encuentra en la National Gallerey of Art de Washington. En realidad se trata de mostrar un rostro joven y altivo, como seguramente quería ser visto el retratado, porque el resto de la escultura es un conjunto decorativo. Es obra de 1475.
Arriba un retrato idealizado de Alejandro Magno, evocando a un héroe de la antigüedad. Es obra de 1480 en mármol de 43 por 33 cm. que pertenece a una colección privada. El personaje, de perfil, está tocado con un casco guerrero (Alejandro no hizo casi nada más que guerrear) y de su pecho sale una imagen alada que parece anunciar sus victorias y su gloria.
A la izquirda el busto de Lorenzo el Magnífico, obra de 1480, en terracota pintada, que se encuentra en la National Gallery of Art de Washington. El mecenas (el "magnífico" hace referencia a su desprendimiento económico para con las artes) se muestra aquí como un hombre serio y encumbrado, aunque no fue buen negociante como sus antecesores. La terracota es uno de los materiales en la escultura del renacimiento italiano, aunque los más conocidos sean el mármol y el bronce. La sobria policromía de ésta quizá intente mostrar a un hombre curtido en las labores del gobierno de Florencia. Las estatuas pintadas no son muy abundantes en Italia, aunque sí en España, pero sobre madera.
A la derecha una estatua de 56 cm. de altura (se puede considerar algo más que un busto) de Piero de Medici. Se encuentra el el Museo del Bargello en Florencia. Contrariamente a la estatua de Giuliano, aquí la frontalidad es mayor, si bien Verrochio la evita en parte con un ligero ladeamiento de la cabeza. Menos trabajada que las anteriores, el material es también terracota, pero sin pintar.
Por último la estatua de medio cuerpo de una mujer cuidadosamente peinada, con la misma serenidad que las anteriores, probablemente porque ese era el gusto de los que pagaban las obras, en una actitud recatada y con las manos sobre el pecho, donde Verrochio demuestra su maestría para representar la delicadeza de las manos. El tratamiento de las telas nos dice que el autor conocía las obras de la antigüedad, en este caso griegas, pues hay una cierta semejanza con los "paños mojados" de Fidias.
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