Planta del Palacio Te |
Asombra el poder de la nobleza italiana durante el Renacimiento; también de su amor al arte y a la suntuosidad que era inherente a su condición de verdaderos mecenas y usurpadores del poder político y económico. La planta del palacio Te, que es el nombre de una zona de las afueras de Mantua donde había una marisma, está concebida como si de una "pequeña ciudad" se tratase, pues consta de una exedra, dos cuerpos laterales a derecha e izquierda de aquella que se van alejando paralamente hasta cerrarse en otro frente a la exedra pero precediéndole un pequeño puente de acceso a la fachada principal sobre un estanque que la precede. La zona residencial propiamente dicha tiene forma cuadrada con un patio interior o "cortile". Si nos situamos desde la exedra, el cuerpo de la derecha es un siemple muro de cierre, pero no así los otros tres. Entre dichos cuerpos de cierre, la exedra y el palacio propiamente dicho hay un gran patio ajardinado y el estanque sobre el que pasa el puentecillo que da acceso a la residencia.
En la parte inferior, la exedra; al fondo, el palacio propiamente dicho |
Esta villa suburbana no es sino un ejemplo más, singular sin duda, de las que se construyeron en varias ciudades de Italia por diversos arquitectos: villa Farnesina, villa Capra... Pero si esta villa o residencia de recreo nobiliaria -en una ciudad renacentista como Mantua ya desde el siglo anterior- rompe con el clasicismo, ¿por qué hablar de Renacimiento? Porque se siguen utilizando los elementos propios del mundo clásico: pilastras, columnas, frontones, arcos de medio punto; se insiste en los muros almohadillados que pusieron de moda aquitectos como Brunelleschi o Pedro Machuca (por citar a dos de nacionalidades distintas) y porque las preocupaciones urbanísticas, tan propias del Renacimiento, también se ponen de manifiesto aquí. El mismo Vasari, artista y biógrafo de tantos artistas del Renacimiento, habló de Romano como un gran transformador de zonas lacustres e infectas para convertirlas en zonas saneadas y bien urbanizadas.
La planta baja es la principal, contrariamente a otros palacios |
Giulio Romano había sido alumno de Rafael (éste murió en 1520) y de él hereda el refinamiento y el primer manierismo, aunque lo eleva a condición de verdadero movimiento independiente. Romano permaneció muchos años en Mantua, su ciudad natal, y luego participó como arquitecto secundario en San Pedro del Vaticano, en Roma.
En cuanto al Palacio Te Romano, abunda en las pilastras que había puesto tan de moda Alberti en la centuria anterior (templo de Malatesta), mientras que a los muros les da una estética muy rústica, al exagerar los sillares almohadillados. Tampoco respeta los intercolumnios, a los que da espacios de tamaño distinto, aunque a veces imperceptibles a simple vista. La utilización de arcos de medio punto es algo que mantiene sin modificación, sobre todo porque le sirven como elemento rítmico en relación a las ventanas ciegas. Las columnas están ricamente decoradas (el propio Romano fue decorador) y los muros también (con escayolas o spezzetos). De todas formas la decoración más exuberante fue posterior. En el interior, de una belleza y refinamiento exquisitos, abundan los frecos con banquetes mitológicos, caballos pintados con un realismo y quietud extraordinarios, gigantes y escenas de un movimiento que va más allá de lo que veremos en el propio Miguel Ángel.
Fachada ras el estanque y al puentecillo de acceso |
Una muestra de que estamos en la antesala de un barroco "anticipado" es la sala de la gruta: una serie de estancias organizadas en torno a una gruta con una cascada donde se bañaban los cortesanos, como en la antigua Roma las familias patricias y de los emperadores en sus villas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario