domingo, 10 de junio de 2012

La revuelta María da Fonte


Relata Diego Palacios Cerezales (1) que, en junio de 1854, pronunció un discurso Rodrigo Meneses en el Parlamento quejándose de ciertos desórdenes que se habían producido en Lisboa con motivo de unas fiestas. Preguntado si consideraba graves dichos desórdenes contestó que no porque "este país es manso, es quietísimo, nadie quiere hacer mal a nadie y, pese a la pequeñez del Ejército, en todo el país hay sosiego". 

Esta pretensión de un Portugal "manso" frente a los desórdenes que vivió España durante todo el siglo XIX, no se corresponde con la realidad. Lo cierto es que el país vecino está repleto de desórdenes, reivindicaciones populares, revoluciones, golpes de estado e intentonas, entre los que destaca el de Saldanha en 1851. Comenzaba en Portugal una etapa conocida como de "regeneración", anterior a la que se daría en España desde finales del siglo y con matices diferenciadores. 

Los levantamientos populares en Portugal durante el siglo XIX no siempre lo fueron en un sentido revolucionario, sino con finalidad conservadora: contra el anticlericalismo de los gobiernos, contra la modernización administrativa del Estado, contra los impuestos (seguramente poque eran injustos y mal repartidos)... En síntesis, cuando llegamos a la segunda mitad del siglo hay dos grandes grupos políticos en Portugal, bastante permeables entre sí, conocidos como septembristas (más progresistas) y cartistas (más moderados). Personalidades políticas que a su vez fueron militares son el citado Saldanha y da Costa Cabral, cada uno de los cuales con algunas semajanzas respecto de lo que en España representó Espartero, aunque éste nunca se movió de sus posiciones progresistas. 

En 1846 estalló una revuelta popular en el extremo norte, en la provincia de Miño, contra el gobierno de Cabral, masón pero tortuoso en su comportamiento político -quizá una necesidad en el tiempo que le tocó vivir-. En principio reformista, luego actuó dictatorialmente y llegó a provocar una guerra civil. Exiliado en Madrid como consecuencia de la revuelta llamada María da Fonte, volvió más tarde a Portugal. 

Muchos portugueses no estaban de acuerdo con las levas militares que dejaban a las familias diezmadas de brazos para el trabajo. La mentalidad racionalista de los liberales, según la cual todos debían servir a la Patria, chocaba con su doctrinarismo cuando los ricos podían redimir sus servicios pagando dinero al Estado. Las exigencias fiscales, muy onerosas para buena parte de la población portuguesa, fueron también motivo de protesta, así como el asombro que en las clases populares tradiconalistas causaban las nuevas costumbres importadas de Gran Bretaña y otros países europeos por los liberales y la burguesía. 

da Costa Cabral

Fontarcada es una pequeña aldea de Póvoa de Lanhoso, en la provincia norteña de Miño, y allí surgió la revuelta de la mano de algunas mujeres entre las que se encontraba María (luego llamada da Fonte por el nombre de su aldea). La revuelta se extendió a otras partes del país y provocó la caída del gobierno de Costa Cabral, sustituido por el de Pedro de Sousa, y éste por el de Joâo Oliveira, duque de Saldanha (en realidad una maniobra de palacio protagonizada por la reina María II y sus consejeros). La revuelta se complicará hasta desembocar en una guerra civil (la Patuleia): menos de un año de conflicto por el rechazo que produjo el cartista Saldanha y que -sin el pueblo enterarse del por que- se vio combatido por una coalición de miguelistas (los carlistas portugueses) y septembristas (los más progresistas del espectro político), por lo que se ve hasta que punto la cuestión no era ideológica sino de personalismos en la cúspide del liberalismo portugués. 

Hubo otros motines por crisis de susbistencias, que pagaban sobre todo las clases humildes; en dichos conflictos no solo estaba involucrado el pueblo bajo, sino los caciques locales y miembros notables que jugaban al populismo más fácil. En realidad no se puede decir que estos movimientos populares estuviesen guiados por motivacioenes ideológicas, sino más bien por razones inmediatas, pero sí pueden ser considerados el precedente del futuro movimeinto obrero en Portugal, sobre todo a partir de la extensión de dichas revueltas a las ciudades, particularmente Lisboa y Porto. 

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(1) "Estado, régimen y orden público en el Portugal contemporáneo".

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