La historia política de Portugal y España corren parejas en muchas etapas: la tortuosa revolución liberal durante el siglo XIX, las resistencias carlistas y miguelistas, la pérdida del imperio colonial; pero se diferencia en otras: república portuguesa desde 1910, mientras que en España a partir de 1931; en el primer caso para no restaurar ya la monarquia, en España para dar ocasión a una larga dictadura. La dictadura portuguesa empieza en 1926 mientras que en España hay dos, la primorriverista y la franquista...
Mientras que Portugal tuvo una política exterior muy caracterizada por su vinculación a Gran Bretaña (tratado de Methuen, 1703), España tendió al aislamiento sobre todo durante los siglos XIX y XX. Por lo que respecta a sus relaciones recíprocas, dejando las pretensiones iberistas de intelectuales portugueses y españoles, los dos países se ignoraron, al menos oficialmente. También el imperialismo portugués buscó en África la compensación a la pérdida de Brasil, pero con mejores resultados que España, aunque a la postre las guerras coloniales costarían al país vecino muchas vidas y dinero.
Durante la guerra civil española de 1936 la dictadura portuguesa apoyó militarmente a Franco con los "viriatos", pero el principal apoyo consistió en firmar el Pacto de Amistad y no Agresión (marzo de 1939), lo que no impidió que Portugal siguiese con su amistad británica, que incluso se manifestó en la cesión de las Azores para operaciones de guerra durante la II mundial, mientras que la España franquista estuvo con el Eje nazi-fascista. La postguerra desde 1945 fue de gran prosperidad económica para Portugal (sin que ello repercutise en el conjunto de la población) mientras que fue de penuria y hambre para España.
Portugal se integró pronto en la OECE (ahora OCDE), y fue miembro fundador de la OTAN, pretendiendo Salazar que entrase España sin que sus socios le hiciesen caso alguno. La intención no era tanto ayudar a la integración del franquismo en el sistema de defensa occidental cuanto favorecer la defensa de sus colonias africanas, precisamente en un momento en que la ONU y Estados Unidos presionaban para que se les concediese la independencia.
Las dos dictaduras terminaron casi al mismo tiempo, en un caso de forma traumática aunque no violenta, pero a partir de un golpe de Estado; en el caso de España por medio de una transición que está por estudiar si fue modélica o no. La sangre que se evitó tuvo su trágica compensación en las víctimas causadas por ETA, fenómeno que en Portugual no existió, pero la sangría de las guerras coloniales serían las que explican el brusco cambio de régimen.
Los dos católicos dictadores, embrutecido uno en África, culto el otro a partir de sus estudios en Coimbra, no se distinguieron, sin embargo, en el odio a la democracia, la represión de sus pueblos y la crueldad de sus acciones, acentuadas en el caso del militar probablemente por serlo, aunque no debe olvidarse el negro papel que la PIDE jugó en la dictadura portuguesa ("Policía Internacional y de Defensa del Estado").
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