Esclavos en un mosaico romano |
La riqueza es "ocasión grande de las ruinas humanas", dice Séneca, "porque si hacemos comparación de las demás cosas que nos congojan, como son la muerte, las enfermedades, los temores, los deseos, y el padecer dolores y trabajos, con los demás daños que nuestro dinero nos acarrea, hallarás que la hacienda es la que nos pone mayor gravamen; y así debemos ponderar cuán más ligero dolor es no tenerla, que el perderla después de tenida".
Sabido es que Séneca estuvo en la corte del emperador Nerón, por lo que gozaría de riquezas, pero una cosa es la vida real y otra los pensamientos en los que el filósofo se adentra cuando quiere buscar la felicidad para sí y para el ser humano en general. También es muy conocida la frase de que el rico, cuando muere, deja de ser rico, mientras que el pobre, cuando muere, deja de ser pobre, pero es raro encontrar a alguien que renuncie a las riquezas para evitar perderlas a la hora de su muerte.
En su obra "De tanquilitate animi" (sobre la tranquilidad del espíritu), Séneca nos dice que nos engañamos si consideramos que los ricos sufren menos por sus pérdidas que el pobre, que no puede sufrir por esta causa, pues no tiene riquezas. "El dolor de las heridas es igual a los pigmeos y gigantes... el mismo dolor sentían los calvos que los guedejudos, cuando les arrancaban algún cabello", y añade: "más tolerable es el no adquirir que el perder... Bien conoció esta verdad Diógenes... y dispúsose a no poseer cosa alguna que se le pudiese quitar... solo el reino de la pobreza no puede ser ofendido de los avarientos, de los engañadores, de los ladrones y robadores".
Se mete luego Séneca en teologías cuando dice que si alguno duda de la felicidad de Diógenes, podrá también dudar de la de los dioses inmortales, pareciéndole que no viven felices porque no tienen adornados jardines ni preciosas quintas cultivadas, y porque no tienen grandes juros en los erarios. "Tú -dice- que con las riquezas te desvaneces, ¿no te avergüenzas de ello? Vuelve los ojos al mundo, y verás que los dioses, que lo dan todo, están desnudos y sin poseer cosa alguna... ¿Tienes por más dichosos a Demetrio y Pompeyano, que no hubieron vergüenza de ser más ricos que Pompeyo...? ".
Relata el filósofo que habiéndosele escapado a Diógenes el único esclavo que tenía, llamado Manes, y sanbiendo donde estaba, no hizo nada por recobrarlo, porque "parecería cosa torpe que pudiendo Manes vivir sin Diógenes, no pudiese Diógenes vivir sin Manes". De la misma forma podríamos decir nosotros que el obrero no necesita al patrón, pero el patrón sí necesita al obrero si quiere amasar fortuna. Y bueno sería que los banqueros, usureros y especuladores, además de otras "especies" humanas, leyesen a Séneca, por ver si de esta manera se les aclaraban las ideas.
"Más dichoso es aquel que a nadie debe cosa alguna... Pero ya que no nos hallamos con suficientes fuerzas -renococe Séneca- conviene por lo menos estrechar nuestros patrimonios para estar menos expuestos a las injurias de la fortuna... de la misma suerte es más seguro aquel estado que ni llega a la pobreza ni con demasía se aparta de ella".
Sabido es que Séneca estuvo en la corte del emperador Nerón, por lo que gozaría de riquezas, pero una cosa es la vida real y otra los pensamientos en los que el filósofo se adentra cuando quiere buscar la felicidad para sí y para el ser humano en general. También es muy conocida la frase de que el rico, cuando muere, deja de ser rico, mientras que el pobre, cuando muere, deja de ser pobre, pero es raro encontrar a alguien que renuncie a las riquezas para evitar perderlas a la hora de su muerte.
En su obra "De tanquilitate animi" (sobre la tranquilidad del espíritu), Séneca nos dice que nos engañamos si consideramos que los ricos sufren menos por sus pérdidas que el pobre, que no puede sufrir por esta causa, pues no tiene riquezas. "El dolor de las heridas es igual a los pigmeos y gigantes... el mismo dolor sentían los calvos que los guedejudos, cuando les arrancaban algún cabello", y añade: "más tolerable es el no adquirir que el perder... Bien conoció esta verdad Diógenes... y dispúsose a no poseer cosa alguna que se le pudiese quitar... solo el reino de la pobreza no puede ser ofendido de los avarientos, de los engañadores, de los ladrones y robadores".
Se mete luego Séneca en teologías cuando dice que si alguno duda de la felicidad de Diógenes, podrá también dudar de la de los dioses inmortales, pareciéndole que no viven felices porque no tienen adornados jardines ni preciosas quintas cultivadas, y porque no tienen grandes juros en los erarios. "Tú -dice- que con las riquezas te desvaneces, ¿no te avergüenzas de ello? Vuelve los ojos al mundo, y verás que los dioses, que lo dan todo, están desnudos y sin poseer cosa alguna... ¿Tienes por más dichosos a Demetrio y Pompeyano, que no hubieron vergüenza de ser más ricos que Pompeyo...? ".
Relata el filósofo que habiéndosele escapado a Diógenes el único esclavo que tenía, llamado Manes, y sanbiendo donde estaba, no hizo nada por recobrarlo, porque "parecería cosa torpe que pudiendo Manes vivir sin Diógenes, no pudiese Diógenes vivir sin Manes". De la misma forma podríamos decir nosotros que el obrero no necesita al patrón, pero el patrón sí necesita al obrero si quiere amasar fortuna. Y bueno sería que los banqueros, usureros y especuladores, además de otras "especies" humanas, leyesen a Séneca, por ver si de esta manera se les aclaraban las ideas.
"Más dichoso es aquel que a nadie debe cosa alguna... Pero ya que no nos hallamos con suficientes fuerzas -renococe Séneca- conviene por lo menos estrechar nuestros patrimonios para estar menos expuestos a las injurias de la fortuna... de la misma suerte es más seguro aquel estado que ni llega a la pobreza ni con demasía se aparta de ella".
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